Un estudio desvela cómo el cuerpo puede influir en nuestra percepción de lo que sienten otras personas
Una investigación realizada por científicos de la Brighton and Sussex Medical School del Reino Unido ha revelado que la forma en que nuestras mentes reaccionan y procesan emociones ajenas varía en función del estado fisiológico de nuestro corazón. En concreto, el estudio constató que si se ve una cara con expresión de miedo durante la sístole percibimos esa emoción de manera más intensa que si se ve la misma cara de miedo durante la diástole. Por otro lado, un segundo experimento demostró la importancia de la amígdala cerebral -que responde a estímulos sentidos por otras partes del organismo- en el procesamiento de información emocional procedente de otros individuos.
En una presentación sobre el estudio, realizada ayer en el British Neuroscience Association Festival of Neuroscience (BNA2013) de Londres, un equipo de científicos demostró, por vez primera, que el ciclo cardíaco influye la manera en que procesamos la información del miedo que sufren otros; y que una parte del cerebro que responde a estímulos sentidos por otras partes del organismo también juega un papel en dicho procesamiento.
Sarah Garfinkel, investigadora de la Brighton and Sussex Medical School, del Reino Unido, explicó a este respecto, según ha publicado la British Neuroscience Association a través de AlphaGalileo, que: “La neurociencia cognitiva se esfuerza por comprender cómo los procesos biológicos interactúan para influir en la mente consciente. Mientras que la actividad neuronal del cerebro suele ser el centro de las investigaciones, cada vez hay mayor conciencia de que otros órganos del cuerpo también interaccionan con la función cerebral para dar forma e influir en nuestras percepciones, cogniciones y emociones”.
“Nosotros hemos demostrado por primera vez que la forma en que procesamos el miedo varía en función de la relación entre imágenes terribles, y el estado de nuestro corazón”, añadió Garfinkel.
Para lograr su hallazgo, la investigadora y sus colaboradores conectaron a 20 voluntarios sanos a monitores cardíacos, a su vez acoplados a ordenadores, en los que fueron apareciendo imágenes de rostros asustados. Por tanto, mientras los participantes veían las imágenes, se registraba su actividad cardíaca mediante electrocardiogramas (ECG).
De este modo, los científicos pudieron relacionar la presentación de las caras con las impresiones de los voluntarios y con momentos específicos del ciclo cardíaco de estos.
“Nuestros resultados han demostrado que si se ve una cara con expresión de miedo durante la sístole (contracción miocárdica, durante la cual el corazón expulsa la sangre que hay en su interior) se percibe la emoción del rostro de manera más intensa que si se ve la misma cara de miedo durante la diástole (relajación cardiaca, durante el cual el corazón se llena de sangre).
Por otra parte, para observar la actividad neuronal que subyacía a este efecto, los científicos realizaron un segundo experimento en un escáner de resonancia magnética, lo que constató que una parte del cerebro llamadaamígdala a su vez influye en la manera en que nuestro corazón cambia nuestra percepción del miedo.
El papel de la ansiedad
Por último, Garfinkel y su equipo demostraron con su trabajo que el grado en el que nuestros corazones pueden cambiar la forma de ver y procesar el miedo está influenciado por el nivel de ansiedad de cada individuo: dicho nivel altera la medida en que los corazones pueden cambiar nuestra percepción de imágenes con contenido emocional, y también los circuitos de modulación neuronal que subyacen a las modulación coronaria de las emociones, afirma la investigadora.
Según ella, estos hallazgos podrían ayudar a las personas que sufren de ansiedad u otros trastornos, como el trastorno de estrés postraumático (TEPT): “Hemos identificado un importante mecanismo por el que el corazón y el cerebro” hablan “el uno con el otro para modificar nuestras emociones y reducir el miedo. Esperamos explorar las implicaciones terapéuticas de este hecho, en personas con una ansiedad elevada. (…) Aumentar nuestra comprensión sobre cómo se procesa el miedo y de qué forma éste podría reducirse, podría permitirnos desarrollar tratamientos más eficientes para estas personas, y también para aquellos que padezcan trastorno por estrés postraumático”. En este sentido, Garfinkel señala el creciente reconocimiento del efecto terapéutico de diferentes formas de meditación o el mindfulness.