Mientras EE.UU. se enfanga en su enorme deuda, el país ha destinado casi 500 millones de dólares adicionales en los últimos dos años a fabricar versiones mejoradas del tanque Abrams que el Ejército dice que no necesita.
Paralelamente, la agencia destaca que la suma de 436 millones de dólares, en realidad, no se asigna tanto a la modernización de los tanques como a la política, ya que la preservación de la producción de Abrams favorece a las empresas y a los empleos bien remunerados en los distritos congresionales donde se encuentran muchos proveedores del tanque. La única fábrica donde se produce el tanque se encuentra en Ohio, en la ciudad de Lima.
Los legisladores esgrimen que su apoyo a la modernización del tanque está motivado por cuestiones de seguridad nacional, y que no busca con ellos congraciarse con el electorado.
Además de que el tanque Abrams que el Congreso impone al Ejército de EE.UU. no es nuevo, los militares aseguran que disponen de suficientes carros de combate. El plan del Ejército era dejar de comprar tanques hasta 2017, cuando la producción de un nuevo diseño de Abrams comenzara.
Esta pausa en la producción del tanque permitiría al Ejército invertir su presupuesto en investigación y desarrollo de un modelo nuevo y mejorado, dijo Ashley Givens, un portavoz de la oficina del Ejército Programa Ejecutivo de Sistemas de combate en tierra.
El 1 de marzo los recortes presupuestarios afectaron al Departamento de Defensa de EE.UU., obligándolo a economizar tanto en personal como en infraestructura militar. Se estima que los gastos del Ejército se reducirán este año en unos 15.000 millones de dólares. A su vez, la Marina dejará de recibir unos 11.000 millones. En concreto, los programas de construcción de nuevos buques de guerra perderán 7.750 millones de dólares. Durante los próximos 10 años, el Pentágono planea reducir sus gastos en unos 500.000 millones de dólares.
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