La publicación de un artículo largo y minucioso en una revista de China continental describe en detalle las horribles torturas utilizadas contra los prisioneros del campo de trabajo de Masanjia en la provincia de Liaoning, noreste de China. Aquí, en sus propias palabras, las historias de tres víctimas.
Zhang Lianying de Beijing, 49 años. Enviada a Masanjia en 2008
Zhang Lianying fue torturada en más de 50 formas diferentes durante los siete años que pasó en los campos de trabajo en China, incluyendo un período en Masanjia en 2008.
Los métodos de tortura a que fue sometida incluye la estrangulación, el aislamiento en la oscuridad, alimentación forzada, privación del sueño, prohibición para usar el inodoro, la exposición a temperaturas bajo cero en el invierno y al sol en verano, jalar su cabello, amarrarla durante días, entre otras. Lo peor, escribió, “fue la asfixia con una toalla de papel mojada, aún me produce escalofríos recordar”. Estuvo a punto de asfixiarse hasta la muerte en nueve ocasiones. Cada vez que perdió la conciencia, quedó con incontinencia e inmóvil, sus torturadores le quitaban la toalla de la nariz y la boca, y luego, empezaban de nuevo. “El dolor era tan fuerte que sentía que iba a explotar”.
Víctima anónima
El nombre, edad y sexo de esta víctima del campo de trabajo son desconocidos, pero esta víctima es quizás la más famosa de los detenidos de Masanjia, pues escribió una carta que escondió en algunas decoraciones de Halloween elaboradas por el trabajo de las prisioneras para la exportación.
“La gente que trabaja aquí, sufren castigos de tres años en promedio, pero sin sentencia judicial. Muchas de ellas son practicantes de Falun Gong, personas totalmente inocentes y que son perseguidas por el régimen sólo porque tienen diferentes creencias. A menudo sufren más castigos que otros”.
Yahui Jia de Shenyang, provincia de Liaoning, 38 años. Enviada a Masanjia en 2008
“Un ejemplo de la tortura brutal, especialmente contra las mujeres, es el uso de picanas eléctricas para herir regiones sensibles como la cintura y otras áreas”, dijo Jia Yahui, apenas conteniendo las lágrimas en los recuerdos inolvidables.
En Masanjia, dijo, “Vi algunas ventanas y puertas cubiertas con papel blanco. Cuando pregunté para qué usan esas habitaciones, me respondieron que eran para los pacientes con enfermedades de la piel o con problemas mentales. Esta mentira fue revelada cuando fui detenida allí mismo. Los practicantes de Falun Gong que no son ‘transformados’ están encerrados en estas habitaciones, por lo que los métodos de tortura implementados por los guardias no son conocidos o vistos desde el exterior”.
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