Cuando se habla de arquitectura precolombina en Sudamérica y en particular el Perú, se tiende a pensar únicamente en los incas. Lo cierto es que la civilización incaica se desarrolló durante apenas un siglo, pero lo hizo sobre la base de un antiguo legado cultural y tecnológico que se experimentó en territorio andino a lo largo de varios miles de años.
Una de estas importantes experiencias proviene de la cultura Mochica o Moche, desarrollada en el desértico norte del Perú, cerca a la ciudad de Trujillo, entre los siglos I y IX.
Hábiles agricultores, lograron irrigar la árida tierra alrededor del valle del Río Moche. Gracias a sus dotes guerreras pudieron expandirse a lo largo de un amplio territorio en la costa norte peruana. Además, desarrollaron una compleja sociedad teocrática que buscó expresar su poder mediante la construcción de grandes estructuras y ciudades de adobe (material predilecto ante la ausencia de piedra), matizadas por la ejecución de sanguinarios rituales. El arte mochica se plasmó en el colorido decorado de las paredes de sus templos y sus impresionantes cerámicas, llamadas huaco-retratos, por la perfección ejecutada en ellas.
Entendiéndose en la desértica el Norte del Perú entre los siglos I y VI d.C. los Moche tuvieron que enfrentar un medio difícil. Basándose asímismo en las experiencia de anteriores culturas comoCupisnique y Salinar, se hicieron expertos en irrigación de zonas desérticas. Su habilidad artística y rica iconografía los convirtió en los mejores ceramistas del antiguo Perú. Además, la abundancia de metales preciosos los hizo diestros orfebres, herencia que legaron a posteriores culturas como Chimú y Lambayeque. Para más información sobre la cultura Moche, vía Yachayhuasi de Historia del Prof. Arturo Gómez).
EMPLAZAMIENTO
“La ciudad de Moche se emplaza al pie del Cerro Blanco a unos 6 km del litoral, en la margen izquierda del valle Moche y en una localización estratégica con relación a los sectores que concentran la mayor extensión de tierras agrícolas. Estas tierras, ganadas al desierto, fueron fertilizadas por un complejo y extenso sistema de irrigación desarrollado por los moche, lo que les permitió sostener una economía agrícola capaz de generar grandes excedentes productivos.”
EL CERRO BLANCO Y LA ROCA SAGRADA
“El Cerro Blanco constituye un hito paisajístico prominente en el valle de Moche. Sus singulares características naturales, dominando con su majestuosa forma piramidal el valle de Moche, debieron atraer la atención de sus moradores ancestrales […]
Esta especial aura del Cerro Blanco no fue ajena a los Moche y es de suponer que en la elección de la localización de su asentamiento principal este hito natural asumió el rol del cerro tutelar, propio de la cosmovisión de las sociedades andinas.
En la religión Moche se registra un espacial culto a las montañas, posiblemente asociado a la proveniencia de las lluvias y la fertilidad agrícola. En este contexto, un afloramiento rocoso cuyanaturaleza espacial reproduce en menor escala la silueta del Cerro, es integrado a las edificaciones del complejoy valorado como roca sagrada. Las excavaciones arqueológicas han logrado un descubrimiento impactante, revelando que al pie de esta roca culminaban los rituales ceremoniales que comprometían el sacrificio de prisioneros.”
HUACA DEL SOL
A pesar de su nombre, aparentemente no tenía un rol religioso si no se trataba de un complejo administrativo. Sin embargo, otras fuentes consultadas como Régulo Franco Jordán, sostienen que Huaca del Sol ”era también un centro religioso, cuya función estaría relacionada al mundo de los vivos, y en consecuencia se podría pensar en una dualidad de funciones para las dos huacas, y una bipartición de la ciudad” (Franco Jordán, 1998).
Probablemente su planta fue en forma de cruz y contenía varias terrazas superpuestas y volúmenes escalonados en forma de talud.
Con sus 342 x 159 m y 28 m de altura en su cuerpo central (según Mansfield Hastings y Moseley, 1975) es la segunda pirámide de adobe más grande del mundo, después de la de Sechín Alto en Casma.
Durante la colonia, una “Compañía de buscadores de Tesoros” en su codicia por obtener oro lo más pronto posible, desvió el curso del río Moche para que erosionara la estructura de adobe y así acceder fácilmente a su interior. Los españoles no encontraron oro, pero sí ocasionaron un grave daño al monumento. Como puede verse en la fotografía satelital, el lado sur y oeste ha desparecido por la irrigación del valle. Sin embargo, gracias a esto es posible determinar el método constructivo de los antiguos mochicas.
El arquitecto Carlos Williams en su indispensable “Arquitectura y Urbanismo en el Antiguo Perú” anota:
“Mansfield Hastings y Moseley (1975) han estimado que en la construcción se utilizaron 143 millones de adobes. Los adobes son todos paralelepípedos aplanados, de una dimensión que varía entre 40 x 27 x 16 a 23 x 17 x 12 cm. Se utilizó barro de varias canteras y se ejecuataron a molde de 4 lados. Los moldes fueron de caña que ha dejado sus improntas en el barro húmedo. Una característica notable […] es que tales adobes llevan marcas que identifican a sus constructores. Las marcas fueron hechas con los dedos sobre barro húmedo y consisten en puntos y rayas. Las mismas aparecen en adobes de la Huaca de la Luna, pudiéndose afirmar su contemporaneidad en algunos momentos de su historia[…].
La planificación general y la organización del trabajo sugieren, contrariamente, un seguro dominio de la forma y un alto nivel de organización.Estos métodos de ejecución de obras con el concurso de comunidades asociadas son un rasgo fundamental en la historia cultural andina. Su presencia en Moche confirma su continuidad en el tiempo y en el espacio de los Andes Centrales”.
El templo principal de la cultura Mochica fue la Huaca de la Luna, separada 500 m de la Huaca del Sol. Sus dimensiones abarcaban un área de 290 x 210 m, orientada de norte a sur.
En realidad se trata de una serie de construcciones superpuestas correspondientes a diferentes épocas, incluso siglos de diferencia. Como nos comentara la guía, no necesariamente se trataba de restauraciones, sino que implicaba el surgimiento de nuevas dinastías, que construían una pirámide sobre la anterior.
La Huaca se compone de una gran plataforma construida de abobe sólido, ubicada en la esquina suroeste del monumento. La segunda plataforma se halla en la esquina sureste y la tercera en la esquina noreste. Estas plataformas se conectaban a través de cuatro plazas que se emplazaban a distintas alturas. La plaza más grande (180 x 100 m) y acceso al conjunto se ubica al norte (esta es en realidad una característica común a las construcciones mochicas). La segunda plaza se encuentra frente a la primera, pero 3.5 m más arriba. La tercera y cuarta plazas eran más pequeñas y se encuentran en la parte superior del conjunto.
La plaza principal era decorada con motivos de guerreros, y aquí se llevaban a cabo sacrificios humanos.
En contraste con el sobrio minimalismo de los incas, las construcciones mochicas estaban te decoradas con murales policromáticos que alternan tonos rojos, amarillos, azules, blancos y negros en la representación de motivos guerreros y religiosos. Particularmente notable es la figura del Dios Degollador o Ai apaec.
“Tales pinturas no eran solamente decorativas, aunque cumplieron un rol vivaz al incorporar el color y el ritmo a los finos enlucidos de barro de los muros de los recintos principales. Tuvieron significado. Fueron jeroglíficos. Parte de una semántica ahora olvidada.”
Las composiciones murales mantienes características comunes a otras culturas en el arte peruano: patrones geométricos, simetría, figuras antropomórficas, colores planos.
“Las bellas y sugerentes obras murales vinculadas a moche fueron realizadas sobre fondo blanco aliado y pintado de blanco. Se trazó una incisión leve, con trazo seguro, que después fue pintada de negro. Las superficies así delineadas fueron pintadas con rojo, rosado, amarillo, azul, marrón, en colores planos, sin degradé.”
Imagino pues la potencia de este paisaje artificial creado en un medio inhóspito, presidido por la forma cónica del Cerro Blanco y secundada por las imponentes moles de adobe. Los habitantes de la ciudad debieron haberse sentido sobrecogido por la imponente presencia de estos gigantes monumentos entonces polícromos, y danzas y rituales debieron haber poblado sus plazas, además de numerosos sacrificios humanos a fin de aplacar la ira de los dioses, siempre sedientos de sangre.
Estas enormes pirámides debieron también haber impresionado sobremanera a los incas a su paso por estos territorios durante la conquista del norte. A pesar de haber estado abandonadas ya por 500 años en ese entonces los incas no pudieron dejar de asignarles un significado sagrado y llamarlas “huacas”.
Al final, encontré esta visita sumamente interesante y, gracias a los recientes descubrimientos arqueológicos, pude ver mucho más de lo que había visto en oportunidades anteriores. Con los fascinantes planes de excavación y las muchas cosas por descubrir, así como la implementación del museo de sitio en construcción, la antigua capital Moche promete mostrar muchos más de sus tesoros ocultos en un futuro cercano.