UNA HISTORIA DEL LOTO AZUL

Siglos y siglos han transcurrido desde que Ambarisha, rey de Ayodhyâ, reinaba en la ciudad fundada por el santo Manú Vaivasvata, el hijo del sol. El rey era un Sûryavansa (un descendiente de la raza solar) y se decía el servidor mas fiel de Varuna, el Eterno, el dios mas grande así como el mas poderoso en el Rig-Veda (2). Pero el Eterno había negado herederos masculinos a su adorador, lo cual hacia que el rey se sintiera completamente derrotado.

“¡Ay! Se lamentaba este cada mañana mientras hacia su puja (prácticamente sus devociones) ante los dioses inferiores. “¡Ay, de que me sirve ser el rey mas grande de la tierra, si el Eterno me niega un sucesor de mi sangre!”. Cuando haya muerto y este en la pila funeraria, ¿quién llevara a cabo por mi el dulce deber filial de romper el cráneo a mi cadáver para liberar mi alma de sus ultimas trabas terrenales? ¿Qué mano extraña, durante la luna llena, colocara el rij del Sraddha, para honrar a mis manes? (3) los mismos pájaros de la muerte, (4) ¿no se sustraerán del festín fúnebre? Porque, con toda seguridad, mi sombra remachada a la tierra por su gran desespero, no les dejara que la toquen!”

De este modo se sentía el rey desolado, cuando su grithasta (capellán de la familia) le inspiro la idea de hacer un voto. Si el Eterno le enviaba dos o mas hijos, él le prometía al dios sacrificarle el mayor, en una ceremonia publica, cuando la victima hubiera alcanzado la pubertad. Atraído por esta promesa de carnes sangrientas y humeantes, de tan grato perfume para todos los grandes dioses, Varuna acepto la promesa del rey, y el feliz Ambarisha tuvo un hijo, seguido de varios otros. El mayor, el heredero de la corona, pro tempore fue llamado Rohita (el rojo) y apellidado el Devarata, lo cual, traducido literalmente significa el “Dios dado”. Devarata creció y muy pronto se convirtió en un guapo príncipe, pero tan egoísta y astuto como bello, si hemos de dar crédito a las leyendas.

Cuando el príncipe hubo alcanzado la edad requerida, el Eterno, hablando por boca del mismo capellán de la corte, conminó al rey a mantener su promesa. Pero, Ambarisha, inventando cada vez mas pretextos para alejar el momento del sacrificio hizo que, finalmente, el Eterno se enfadara…Y como dios colérico y celoso que era, amenazó al rey con toda su cólera divina.

Durante mucho tiempo, ni requerimientos ni amenazas obtuvieron el efecto deseado. Mientras hubo vacas sagradas que pasaban de los establos reales a la de los brahmanes, y dinero en las tesorerías para llenar las criptas de los templos, los brahmanes consiguieron tener tranquilo a Varuna. Pero, cuando ya no quedaron ni vacas ni dinero, el Eterno amenazo al rey de sumergir su palacio con él y sus herederos, y si escapaban a ellos quemarlos vivos. Habiendo agotado los argumentos, el pobre rey Ambarisha hizo llamar a su primogénito y le informo de la suerte que le esperaba. Pero Devarata no le presto oídos. Se negó a someterse a la doble voluntad paternal y divina.

De modo que, cuando se hubieron encendido las hogueras del sacrificio y cuando toda la buena gente de Adyodhya se hubo reunido emocionada. El príncipe heredero fue el único que falto a la fiesta.

Se había refugiado en los bosques de los yoguis. Ahora bien, estos bosques estaban habitados por santos eremitas y Devarata sabia que allí era inatacable e inexpugnable. Se le podía visitar, pero nadie podía violentarle, ni siquiera el mismo Varuna, el Eterno. Esto era muy simple. Las austeridades religiosas de los Aranyakas (los santos de la selva), de entre los cuales varios eran Datillas, (titanes, la raza de gigantes y demonios), les proporcionaban tal poder que todos los dioses temblaban ante su omnipotencia y sus poderes sobrenaturales, incluido el Eterno.

Estos Yoguis antediluvianos, según parece, poseían el poder de destruir a este mismo Eterno, a voluntad, tal vez porque fueron ellos mismos quienes lo habían inventado.

Devarata pasó en los bosques varios años; luego, finalmente, tuvo bastante. Diciéndose que podría satisfacer a Varuna encontrado un sustituto que se hiciera inmolar en su lugar, con tal que fuera un hijo de un Rishi, se puso en camino y termino por descubrir lo que necesitaba.

 

En el país que se extiende cerca d e las riberas floridas del famoso lago Pushkara, había hambre, y un gran Santo llamado Ajigarta, (5) estaba a punto de morir de hambre con toda su familia. Tenia varios hijos, el segundo de los cuales, un adolescente virtuoso llamado Sunahsepha, estaba apunto de convertirse en Rishi él también. Aprovechando la penuria y pensando, con razón, que panza hambrienta tendría mas oídos que vientre satisfecho, el astuto Devarata puso al corriente de su historia. Después de lo cual le ofreció cien vacas a cambio de Sunahsepha, para servirle de sustituto como comida de ofrenda en el altar del Eterno. El padre virtuoso se negó abiertamente al principio. Pero el dulce Sunahsepha se ofreció él mismo y hablo de este modo a su padre:

“¿Qué importa la vida de un solo hombre, cuando ésta puede salvar la vida de tantos otros?. El Eterno es un Dios grande, y su misericordia es infinita; pero también es un dios muy celoso y su cólera es pronta y vengativa. Varuna es el dueño del terror, y la muerte obedece a su mandato. Su espíritu no se avendrá siempre con el que le desobedece, se arrepentirá de haber creado al hombre y entonces quemara vivos cien mil lakhs de personas inocentes, (6) por un solo culpable. Si su victima se le escapa, con toda seguridad secara nuestros ríos, hará que la tierra arda y afectara las mujeres en cinta, en su bondad infinita…Deja, pues, que me sacrifique, padre mío, por este extranjero que nos ofrece cien vacas; porque eso evitará que tu y mis hermanos, muráis de hambre y librara a miles de otros de una muerte terrible. A este precio, abandonar la vida es dulce para mí.”

El viejo Rishi vertió un mar de lágrimas; pero terminó por consentir y se fue a preparar la pira de sacrificio. (7)

El lago Pushkara (8) era uno de los lugares favorecidos de esta tierra por la diosa Lakshmi-Padma (loto blanco), quien se sumergía a menudo en sus frescas olas para rendir visita a su hermana mayor, Varuni, la esposa de Varuna, el Eterno. (9) Lakshmi-Padma escucho la ofrenda de Devarata, vio el desespero del padre y admiro la devoción filial de Sunahsepha. Llena de piedad, la madre del amor y de la compasión mando buscar al Rishi Visvamitra, uno de los siete Manús primordiales e hijos de Brahma, y consiguió interesarle en la suerte de su protegido. El gran Rishi le prometió su ayuda. Apareciéndose ante Sunahsepha mientras permanecía invisible para los demás, le enseño dos versículos sagrados (Mantras) del Rig-Veda, haciéndole prometer que los recitaría en la pira. Ahora bien, el que pronunciara estos dos mantras (invocaciones) obligaría a todo el cónclave de los dioses, con Indra a la cabeza, a venir en su ayuda y se convertiría por eso mismo en Rishi en esta vida o en su próxima encarnación.

El altar se levanto a la orilla del lago, la pira preparada y la multitud reunida. Entendiendo y después atando a su hijo sobre el altar perfumado. Ajigarta se provee del cuchillo del sacrificio. Luego, levanta su brazo trémulo por encima del cuerpo de su hijo amado, mientras éste recita los versículos sagrados. Todavía un instante de duda y de dolor supremo…y, cuando el hijo termina su mantram, el viejo Rishi hunde su cuchillo en el seno de Sunahsepha…

Pero, ¡Oh milagro! Al instante, Indra, el dios del azur (el firmamento) se desliza desde los cielos y se precipita en medio de la ceremonia. Rodeando la pira y la victima con una espesa nube azulada, la neblina apaga las llamas de la pira y desata las cuerdas que sujetaban al hijo cautivo. Es como si un ángulo del cielo azul se hubiera abatido sobre el lugar iluminando el país entero y coloreando toda la escena con su dorado azul.

Asustados, la multitud y el mismo Rishi cayeron prosternados, medio muertos de miedo. Cuando volvieron en si, la niebla había desaparecido y se había verificado un cambio total de la escena.

El fuego de la pira se había reanimado por si mismo y, extendida encima, se veía una cierva (Rohitj,(9) que no era otra que el príncipe Rohita, el Devarata, que, con el corazón traspasado por el cuchillo que el había dirigido contra otro, se quemaba en holocausto por su pecado.

A pocos pasos del altar, extendiendo, también, pero sobre un lecho de lotos, dormía apaciblemente Sunahsepha. Y en el lugar donde el cuchillo había alcanzado su seno, se vio expandirse un hermosoloto azul. El mismo lago Pushkara, recubierto un instante antes de lotos blancos cuyos pétalos brillaban al sol como copos plateados llenos de amrita (10) Reflejaban ahora el azul del cielo; los lotos blancos se habían convertido en azules.

 

Entonces se oyó una voz melodiosa como la voz de la vina, elevándose en el aire desde el fondo de las olas, que pronunciaba estas palabras y esta imprecación:

“Un príncipe que no sabe morir por sus súbditos no es digno de reinar sobre los hijos del Sol. Reinara en una raza de cabellos rojos, una raza bárbara y egoísta; y las naciones que descenderán de él no tendrán como herencia sino el poniente. Es el segundo hijo de un asceta mendicante, aquel que sacrifica sin dudar su vida para salvar la de los demás, el que se convertirá en rey y reinara en su lugar.”

Un estremecimiento de aprobación puso en movimiento el tapiz florido que recubría el lago. Abriendo a la luz dorada sus corazones azules, los lotos sonrieron de alegría y enviaron un himno de perfume a Surya, su sol y señor. Toda la naturaleza se regocijó, excepto Devarata que no era más que un puñado de cenizas.

Entonces Visvamitra, el gran Rishi, aunque padre ya de cien hijos, adopto a Sunahsepha como su primogénito, y maldijo de antemano, a modo de precaución, a todo mortal que se negara a reconocer en el último nacido del Rishi, al primogénito de sus hijos y heredero legitimo del trono del rey Ambarisha.

Como consecuencia de este decreto Sunahsepha nació, en su siguiente encarnación, en la familia real de Ayodhyâ, y reino sobre la raza Solar durante 84.000 años.

En cuanto a Rohita, por mas Devarata o dios que fuera, sufrió la suerte a la que Lakshmi-Padma le había señalado. Se reencarno en la familia de un extranjero sin casta, (Mecckha-Yavana) ,y se convirtió en el antecesor de las razas bárbaras de cabellos rojos que habitan Occidente.”

Es para la conversión de estas razas que le Loto Azul se fundo. Y si algunos de nuestros lectores ponen en duda la verdad histórica de esta narración de nuestro antepasado Rohita y de la transformación de los lotos blancos en azules, quedan invitaos a realizar un viaje a Ajinir.

Una vez allí, no tendrán mas que situarse a la orilla del lago tres veces santo, llamado Pushkara, donde todo peregrino que en él se baña durante la luna llena del mes de octubre-noviembre, alcanza la mas elevada santidad, sin mayor preocupación. Allí, los escépticos podrán ver con sus propios ojos el lugar donde se levanta la pira de Rohita, así como las aguas frecuentadas en otro tiempo por Lakshmi.

Podrán ver incluso los lotos azules, si gracias a una nueva transformación decretada por los dioses, la mayoría de estas plantas no se han convertido desde entonces en cocodrilos sagrados a los que nadie tiene el derecho de molestar. Lo cual hace que nueve peregrinos de cada diez que se bañan en las aguas del lago, tienen la oportunidad de entrar en el Nirvana casi en seguida, y que los cocodrilos sagrados son los más grandes de su especie.

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