Momias de San Andrés |
Toledo está lleno de leyendas e historias acerca de momias. Las momias toledanas no son cadáveres embalsamados cuidadosamente en espera del juicio final, son simplemente cuerpos incorruptos que por alguna razón han desafiado el paso de los siglos.
Milicianos en el Convento de la Concepción |
De la mayoría se ha perdido el rastro, unas veces porque se han trasladado a sitios más dignos o porque han sido profanadas (como en la Guerra de la Independencia o en la Guerra Civil) pero hasta nuestros días han llegado unos cuantos cuerpos momificados y unas cuantas historias y leyendas…
En una cripta de la Iglesia de San Román se dice que existían numerosos esqueletos y algunas momias, según la leyenda eran los cuerpos de los muertos en la revuelta del 16 de agosto de 1166, cuando se proclamó rey al niño Alfonso VIII. Tambien se dice que estaba allí la momia de Bartolomé Lorenzo de Guzmán, un sacerdote jesuita que fue uno de los pioneros de la aeronautica y que murió en Toledo, huyendo de la Inquisición. Incluso segun un tal Ventura F. López… ¡La momia del mismo Cristobal Colón!
En el Convento de San Clemente, haciendo unas reformas, se descubrieron en 1785 los cuerpos incorruptos de 13 monjas que pasaron a denominarse las Trece Venerables. Las monjitas amortajaron primorosamente a sus hermanas difuntas, las introdujeron en sendos cajones y las colocaron en nichos, hasta que a primeros del siglo XX fueron trasladadas a la Sala Capitular del monasterio, donde se encuentran en la actualidad.
En la Catedral se conserva el cuerpo momificado del rey Sancho IV de Castilla. En 1947, en el transcurso de una exploración arqueológica efectuada en el presbiterio de la Catedral de Toledo, a fin de localizar los restos del rey Sancho II de Portugal y de que fueran devueltos a su país, fueron encontrados los restos de Sancho IV el Bravo. Los restos del rey se encontraban momificados, en buen estado, encontrándose el soberano desnudo de cintura para arriba, y llevando un hábito franciscano, sujeto a la cintura del monarca mediante un cordón franciscano. El soberano, que en vida debió sobrepasar los dos metros de estatura, llevaba una corona de plata sobredorada sobre sus sienes, adornada con camafeos romanos y zafiros, y sujeta mediante un cordón que pasaba bajo el mentón del monarca. El cadáver empuñaba una espada, de empuñadura sobredorada, y en la hoja de la espada aparecía grabada una inscripción de la que sólo se conservaban algunos fragmentos, encontrándose oxidada la hoja en algunas partes. El cadaver estaba cubierto con una especie de colcha ricamente decorada, que fue retirada para su exposición. Por cierto, dicha colcha desprendía un tremendo olor a cadáver que no podía ser eliminado por más que se ventilase.
Tras el examen de los restos, el cardenal de Toledo, ordenó que el cadáver de Sancho IV fuera vestido con un hábito franciscano, y depositado de nuevo en su mausoleo del presbiterio de la catedral toledana.
Momia de San Andrés |