Dos estudiantes indígenas operando equipos en un taller de comunicación. Crédito: Cortesía PCSAN/Daniela Silva.
PORTO ALEGRE, 21 may 2013 (IPS) – En sitios remotos de Brasil, la población indígena empieza a adueñarse de su derecho a no pasar hambre y descubre que seguridad alimentaria es mucho más que un plato de comida sobre la mesa.
Rosiléia Cruz, de 19 años, sueña con estudiar periodismo. Elige las palabras con cuidado al dar esta entrevista a Tierramérica por teléfono celular desde Tabatinga, en el noroeste de Brasil, adonde solo se puede llegar en avión o por río.
Ella es parte del pueblo indígena ticuna, uno de los más numerosos de este país, situado en la región del Alto Solimões, cerca del río del mismo nombre y próximo a las fronteras con Perú y Colombia.
La tierra de sus antepasados fue invadida durante décadas por “seringueiros” (extractores artesanales de caucho), pescadores y madereros, que dejaron un rastro de pobreza y destrucción.
Hasta hace unos tres años, jóvenes como Cruz carecían de perspectivas y buscaban alivio en el alcohol y el suicidio.
Pero en enero de 2010, el Programa Conjunto de Seguridad Alimentaria y Nutricional para Mujeres e Infancia Indígenas abrió una puerta de esperanza, con actividades para crear soluciones agrícolas y alimentarias, pero sobre todo formación y toma de conciencia.
Cruz integra un grupo de 50 jóvenes de los pueblos ticuna y kokama que participaron de talleres de comunicación en cada escuela. En la comunidad Umariaçu II de Tabatinga, aprendió a entrevistar, tomar fotografías y producir un diario mural y programas de radio.
Ella se maravilló con la posibilidad de empuñar un micrófono o una cámara para interrogar al cacique de la aldea sobre problemas comunitarios, explicar a las madres gestantes la importancia de amamantar o informar a niñas y niños sobre hábitos saludables, bebidas gaseosas, alimentos procesados y frutas de la región.
“Hay mucho joven al que podemos rescatar de la bebida”, explica. “Acabamos de hacer un periódico sobre el Día del Indio (19 de abril), y voy a participar de la Semana del Bebé Indígena”.
El objetivo de los talleres es motivar a la juventud para que promueva y defienda sus derechos. Un acuerdo con un canal de televisión local permitió que los jóvenes se entrenaran en el uso de los equipos donados por el Programa. La radioemisora de Tabatinga cedió un espacio de su programación sabatina para que los jóvenes emitieran su programa.
El grupo también usa las “bocas de hierro”, altoparlantes colocados en postes de la aldea, para hacer llegar su mensaje. Los diarios murales se despliegan en paredes de policlínicas y escuelas, y los talleres sobre Internet les permiten alimentar un sitio propio, que se lanzará el 21 de este mes.
Concluidos los talleres, sus participantes van a diseminar lo aprendido a otros estudiantes. Asociaciones con prefecturas, universidades y organizaciones indígenas van a permitir la continuidad, e Internet va a servir para divulgar lo hecho, ampliar la comunicación e inspirar a otros adolescentes.
Estas experiencias hacen parte de un proyecto más amplio para ayudar a ticunas y kokamas a organizarse para reclamar salud, educación y participación económica y política.
El Programa es una iniciativa del Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que cuenta con una donación del gobierno de España, y su ejecución está a cargo de varias agencias de las Naciones Unidas, entre ellas la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en asociación con el gobierno de Brasil.
El Programa, ahora en la etapa de sistematizar datos y evaluar resultados, pues debe concluir en junio, se enfocó en los municipios de Tabatinga, Benjamin Constant y São Paulo de Olivença, del noroccidental estado de Amazonas, y en Dourados, Mato Grosso do Sul (sudoeste), donde viven en total 53.000 indígenas.
Esas zonas se eligieron por sus problemas de desnutrición, consumo de drogas y violencia y por ser sitios poco o nada accesibles. La expectativa es que los buenos resultados que se anticipan puedan expandirse a otras regiones del país, dice a Tierramérica el coordinador nacional del Programa, Fernando Moretti.
En estos tres años y medio se tradujo el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre pueblos indígenas y tribales a las lenguas guaraní, terena y ticuna. Brasil ratificó esta convención en 2002, pero su aplicación sigue siendo un desafío.
También se publicó un libro con la percepción de 25 niñas, niños y adolescentes de aldeas de Mato Grosso do Sul y del vecino Paraguay sobre seguridad alimentaria y nutricional. El trabajo, que reproduce fotografías, cartas y objetos de arte, se distribuirá en una edición bilingüe, portugués-guaraní, en escuelas, bibliotecas y centros de cultura.
“Cuando se habla de seguridad alimentaria, no se trata solo de producción de alimentos, sino también de capacitación en salud y de autoestima”, explica Moretti.
Las acciones buscan incentivar a la gente para que use de manera sostenible la diversidad biológica y agrícola de la zona.
Las poblaciones accedieron a asistencia técnica rural y orientación para implantar sistemas agroforestales –que combinan cultivos con aprovechamiento sostenible y recuperación del bosque local– y huertas escolares. En Dourados, los indígenas reintrodujeron la yerba mate y otras especies nativas con gran potencial comercial.
En la aldea de Panambizinho, se construyeron dos viveros y los habitantes aprendieron a fabricar cocinas ecológicas, que reducen el consumo de leña, preservan el ecosistema selvático y disminuyen la nociva emanación de humo.
También se discutieron conceptos y prácticas de alimentación saludable y prevención de enfermedades. La concientización y las oportunidades permitieron que el proyecto creciera naturalmente, según Moretti.
Algunas familias iniciaron huertos en sus casas. Se entrenó a agentes indígenas para medir y pesar a bebés y niños, de modo de entregar información sobre estas poblaciones al Sistema de Seguridad Alimentaria y Nutricional.
En Alto Solimões, la OIT está apoyando a una asociación de artesanas con un estudio de mercado para que sus productos puedan llegar a ferias y compradores.
Para Moretti, lo más importante fue fortalecer las instituciones y ampliar la interacción con la población aborigen. A partir de ahora, esta cuenta con dos representantes en el Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, órgano directriz de la política de Hambre Cero, que inició el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011). Los indígenas también se están organizando para participar en los consejos municipales.
En Dourados, el gubernamental Fondo Nacional del Indio y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia organizaron un coloquio para tender una red de protección a la infancia y adolescencia indígenas y definir qué hacer ante casos de maltrato, abandono y alcoholismo. La experiencia se repetirá entre el 17 y el 19 de junio con las comunidades del Alto Solimões.
También se hizo un etno-mapeo, que incluye la identificación de lo que produce cada región. Estas “son herramientas que van a poder utilizar los propios indígenas”, confía Moretti.