La crisis en Europa ha desatado una tensión estructural entre distintos proyectos europeos. Los programas de ajuste que intentan salvar el euro trazaron los contornos de otra Europa. Una Europa dividida, advierte Ulrich Beck, en su reciente libro Una Europa alemana (Paidós). ¿Dividida entre qué, entre quiénes? Beck describe dos fronteras: una discurre entre los países del Norte y los países del Sur. Otra distingue a los países del euro “obligados a actuar” de aquellos que, aun integrando la Unión Europea, no se adhirieron a la moneda común y “ahora tienen que ver cómo se toman decisiones cruciales sobre el futuro de la Unión sin contar con ellos”. En una región donde casi uno de cada cuatro jóvenes menores de 25 años no encuentra trabajo, en países muy endeudados como España, Grecia, Portugal se vislumbra una tercera brecha: los gobiernos aprueban los paquetes de ayuda; las poblaciones las desaprueban, observa este investigador de la Universidad de Munich y de la London School of Economics. Invitado por la Universidad de General San Martín y la Fundación OSDE, el prestigioso sociólogo alemán dialogó con Cash sobre la polarización que experimentan los habitantes del Viejo Continente, no solo entre países deudores y acreedores, sino entre la elite política y una población fuertemente empobrecida. Pero pese a reconocer el resquebrajamiento producido por una crisis que “no se pudo anticipar”, Ulrich Beck reniega de un nacionalismo que considera “enemigo” y propone que las naciones y los nacionalismos se abran a Europa y al mundo. Sólo así las naciones podrán sobrevivir, concluye.
¿Por qué cree que están surgiendo en Europa tantas consultas populares, como lo que ocurrió en Cataluña, en Escocia y lo que se planea en Gran Bretaña?
–Hasta el momento, la Unión Europea ha sido un proyecto de elite, era útil a las elites económica y política. Durante un tiempo, se creyó que los ciudadanos europeos no estaban en condiciones de participar –se pensaba que se los sobreexigía– pero hoy hay suficientes muestras de que es necesario pensar sobre este tema.
¿Pensar qué concretamente?
–De qué manera la ciudadanía puede formar parte de todo esto, lo cual implica un desafío para la integración europea.
En relación con la integración europea, ¿qué considera que busca el gobierno británico mediante la consulta popular que pretende llevar a cabo para definir si sigue o no dentro de la Unión Europea?
–Los británicos siempre fueron los grandes escépticos de la Unión Europea. Ahora, la crisis del euro los ha encontrado en un momento complicado. Mi caso personal es interesante, porque yo tengo parte de mi corazón británico también, y pienso en este tipo de problemas como europeo-alemán pero también como europeo-británico.
¿Por qué es complicada la situación de los británicos?
–Creo que el premier británico de alguna manera se ve forzado, producto de una serie de tensiones en el interior de su partido, a realizar esta consulta. Mi colega, el sociólogo Anthony Guiddens, afirma que lo más probable es que siga existiendo en Gran Bretaña una mayoría silenciosa de europeos que es favorable a permanecer en la Unión Europea. Hay una gran parte de la clase media y también de los que viven en el campo que están mucho más vinculados con Europa de lo que se ve habitualmente en los medios. Si uno se pregunta si hay alguna voz europea realmente fuerte en Gran Bretaña, se puede decir que sí.
¿De dónde proviene esa “voz europea fuerte”?
–La economía británica. Y si uno se sigue preguntando si existen otras voces, aliadas de Gran Bretaña, a favor de que continúe dentro de la UE, hay que decir que sí. Se trata de la administración de Barack Obama, que prácticamente ruega porque Gran Bretaña permanezca dentro de la Unión Europea. Sólo de esa manera Gran Bretaña tiene una voz decisiva y de peso en el mundo, que es además una voz del mundo anglófono. El punto central –que es la conclusión a la que hemos llegado de manera independiente Anthony Guiddens y yo– es que Gran Bretaña se encuentra ante dos alternativas. Una sería salir de la Unión y pasar a ser insignificante y a su vez dividirse internamente, ya que seguramente los galeses y los escoceses permanecerían dentro de la UE.
¿Y cuál sería la segunda opción?
–La otra sería pasar a ser miembro de la Eurozona. Es decir, participar como miembro implementando el euro, porque solamente a través del euro el país tiene una influencia real sobre Europa. De alguna manera, el experimento Europa se ha restringido a la Zona Euro.
Independientemente del caso particular de Gran Bretaña, ¿usted visualiza una tendencia hacia el surgimiento de sentimientos nacionalistas en distintos países de Europa desde que se desató la crisis?
–Eso sí. Es completamente evidente. Nadie lo podría negar. Hay movimientos nacionalistas aunque no dan una respuesta a la crisis. Y se podría ir un paso más allá y decir que los nacionalismos actuales son los enemigos de la Unión Europea.
¿Por qué los llama “enemigos”?
–No es que crea que Europa puede ser posible sin cierto orgullo nacional de los europeos, pero lo que debería suceder es que las naciones y los nacionalismos se abrieran hacia Europa o hacia el mundo, porque las naciones solamente pueden sobrevivir y generar una nueva soberanía por medio de esa apertura (a Europa y al mundo). ¿Quiere que lo ejemplifique?
Sí.
–Se suele pensar a las instituciones europeas de manera demasiado homogénea. Se cree que hay versiones nacionales que se bloquean mutuamente, pero lo cierto es que hay una especie de escisión tanto en las elites como en la población. Si tomamos el ejemplo de la crisis europea, se ha estado pensado desde el Banco Central Europeo o el Ministerio de Finanzas alemán en posibles nuevas instituciones europeas.
¿Cuáles?
–Un sistema bancario europeo o un impuesto a la transacción financiera a nivel europeo o, incluso, la idea de un gobierno económico europeo. Todos estos elementos, que han sido muy discutidos al interior de los partidos, serían caminos posibles. En Alemania, pero también en otros lugares, hay una suerte de confrontación entre los que serían arquitectos de Europa, que proponen nuevas instituciones, y los ortodoxos nacionalistas del Estado, que dicen por ejemplo en Alemania que la Constitución prohíbe o impide determinadas instituciones europeas. Esta división, o estos dos modos de pensarlo, atraviesan a los partidos, a las instituciones.
¿Es posible llevar este razonamiento al caso griego? En ese país, algunos expertos heterodoxos plantean la necesidad de recuperar soberanía nacional que les permita tomar decisiones sobre su política económica, de manera independiente de la Unión Europea.
–En Grecia, desde los economistas y políticos con orientación económica se generan grandes ilusiones. Algunos, por ejemplo, plantean que Grecia debería salirse del euro y volver a introducir el dracma, y que eso solucionaría tanto los problemas griegos como los problemas europeos.
¿Y usted qué piensa?
–Que no solo es una especie de ceguera de la realidad económica en Europa, sino también una especie de analfabetismo. En realidad, lo que sucede es que está establecido el modo en que los países ingresan en la Eurozona, pero no hay nada escrito sobre cómo pueden salirse de la Eurozona. Es decir que habría que inventar cómo sería ese procedimiento. Y sabemos lo mucho que le cuesta a Europa ponerse de acuerdo. No podría suceder esto en contra de la voluntad de Grecia, y un 80 por ciento de los griegos quiere permanecer en la Eurozona.
Mencionó la palabra “analfabetismo”. ¿A qué se refiere?
–Como muestra del analfabetismo económico pienso que, inclusive en el caso de que Grecia saliera de la Eurozona, de todos modos se enviarían grandes paquetes de ayuda económica a Grecia porque no dejaría de ser parte de la Unión Europea. Y si esto sucediera, entonces los tribunales europeos se verían sobrepasados de trámites legales, porque las bases del sistema estarían siendo violadas, se estaría yendo en contra de las leyes y eso también implicaría mucho dinero.
En el encuentro que mantuvieron Angela Merkel y David Cameron hace unas semanas, se ha planteado la necesidad de tener una UE “más flexible y competitiva”. ¿Qué significaría para los más de 25 millones de desocupados que hay actualmente en la Unión esa propuesta?
–Allí podemos introducir el concepto de “Merkiavelo”, combinación de Merkel y Maquiavelo. Ella utiliza la idea de “menos Europa”, del premier británico, para derivar los problemas hacia otros países e imponer el neoliberalismo afuera. Yo creo que esto es contraproducente y no creo que sea el futuro político, porque después de las elecciones de septiembre en el Parlamento alemán, seguramente va a aparecer una nueva constelación política.
Angela Merkel tiene altísimas chances de ganar.
–No es tan simple.
¿Por qué? Los datos parecen firmes.
–Si bien el partido de Merkel será el más fuerte, seguramente no podrá armar una coalición con los liberales. Entonces debería pensar en armar una gran coalición con la socialdemocracia, si no se piensa en un gobierno de una minoría con los verdes. La situación hoy ya es bastante tensa, tanto en el gobierno como en el Parlamento alemán, porque Merkel obtiene su mayoría más por la oposición que como mayoría dentro de su propio partido. Si pensamos en términos de política interior, tenemos el siguiente escenario. Frente a la situación catastrófica de la juventud, dentro de la cual el cincuenta por ciento de los universitarios –la generación mejor formada– se encuentra ante un mercado que le cierra sus puertas, en la medida en que los socialdemócratas participen de la determinación de la política interna no será tan fácil que apoyen esa tendencia (la propuesta por Angela Merkel).
Este escenario en el mercado del trabajo, ¿en qué sentido se asimila a lo que usted llama “la sociedad del riesgo”?
–Sí, se trata precisamente de un ejemplo de esto. En muchos casos se suele pensar que esta sociedad del riesgo aparece como controlable, pero la realidad es que es imprevisible. Europa se encuentra en este momento ante una crisis que no se pudo anticipar, y precisamente si se trata de anticipar esta problemática entonces se empiezan a desarrollar nuevos escenarios de poder dentro de Europa. De a poco empiezan a aparecer nuevas respuestas políticas a este renovado escenario de poder.
Por Natalia Aruguete, visto en pagina12.com.ar