La vía extraterrestre a la luz de los nuevos avances científicos

Cuando nos enfrentamos al fenómeno extraterrestre nos encontramos con mucho escepticismo. En muchos casos creado por las propias personas que han tratado el tema extraterrestre con cierta falta de rigor y, por otro lado, por el descredito a que ha sido sometido este tema por los distintos gobiernos y sus servicios secretos. Extraños hechos y visiones de objetos voladores no identificados (ovnis) han tenido lugar desde tiempos remotos, intensificándose después de 1947, posiblemente debido a la explosión de bombas nucleares y a la globalización de las comunicaciones. Recientemente la Marina de Estados Unidos ha admitido que los tres videos de ovnis publicados por el The New York Times son objetos reales “no identificados”. En mayo de 2019 los pilotos de la Marina de Estados Unidos aseguraron haber visto objetos no identificados que se movían a una velocidad hipersónica. Y no solo eso, ya que estos cuerpos extraños realizaban maniobras imposibles en el aire frente a la costa este de Estados Unidos, según dio a conocer el diario estadounidense. De acuerdo con los testigos de este acontecimiento, estos objetos no poseían propulsores ni tubos de escape visibles. Pero, sin embargo, podían alcanzar grandes velocidades. Un informe del Pentágono indica que los pilotos explicaron que los ovnis tenían la capacidad de hacerse invisibles cuando estaban cerca de los aviones de guerra. La descripción que hicieron de la supuesta nave extraterrestre era un objeto “sólido, blanco, liso, sin bordes”, que parecía “un huevo alargado”. Seguramente muchos lectores se habrán preguntado desde cuando hay seres que podríamos considerar inteligentes, con amplios conocimientos tecnológicos, en el planeta Tierra. Periódicamente se van hallando pruebas de civilizaciones con una aparente avanzada tecnología que existieron miles e incluso millones de años antes de las fechas en que se supone que la humanidad evolucionó en la Tierra. No podemos garantizar que todas las evidencias estén datadas acertadamente, pero creemos que en bastantes casos la información es fiable. Todo parece indicar que la Tierra fue visitada o habitada por seres inteligentes y que usaban tecnología avanzada mucho antes de la aparición de los primeros humanos. Incluso hay evidencias de que interactuaron con los seres humanos y que fueron considerados dioses debido a sus poderes. Pero, ¿de dónde venían? Podemos especular sobre distintas procedencias: ¿de nuestra galaxia?, ¿de otras galaxias?, ¿de otros universos?, ¿de otras dimensiones?, ¿del pasado?, ¿del futuro?, ¿del interior de la Tierra? Los acelerados avances tecnológicos que estamos viviendo o vislumbrando, nos permiten ver el fenómeno extraterrestre con otra mirada.

Ahora que el satélite espacial Kepler y distintos equipos de astrónomos en la Tierra han descubierto unos cuatro mil exoplanetas, que más o menos podrían ser similares a la Tierra, orbitando alrededor de otras estrellas en la Vía Láctea, nos podemos preguntar si las civilizaciones descritas por el escritor Olaf Stapledon podrían existir en la realidad. El hacedor de estrellas es una magnífica novela de ciencia ficción escrita por el inglés Olaf Stapledon en 1937, cuando el fenómeno ovni todavía no había salido a la luz pública. De esta obra, Jorge Luis Borges dijo: «Hacedor de estrellas es, además de una prodigiosa novela, un sistema probable o verosímil de la pluralidad de los mundos y de su dramática historia». El hacedor de estrellas, como otros libros de Stapledon, ha sido la fuente de influencia para autores de la talla de James Blish, Isaac Asimov y Arthur C. Clarke, así como de películas como La Guerra de las Galaxias y Star Trek. Muchas ideas básicas de la literatura de ciencia ficción encuentran sus orígenes en esta obra. Eric Frank Russell y Theodore Sturgeon han escrito acerca de razas simbióticas; Robert A. Heinlein, Clifford D. Simak e Isaac Asimov acerca de los imperios estelares, y los científicos Fred Hoyle y Arthur C. Clarke sobre estrellas y nebulosas inteligentes, todos temas basados en las obras de Olaf Stapledon. Sus libros están impregnados de un fuerte contenido científico y detalles sobre sus mundos. Todos ellos más que novelas son ensayos filosóficos que rondan el existencialismo. Stapledon es un adelantado de su tiempo, ya que tocó temas como la ingeniería genética, la ecología y la clonación mucho antes de que fueran tomadas en cuenta por la sociedad de su tiempo. Por ello y más, Stapledon es considerado un clásico en materia de ciencia-ficción. En la pionera novela de Olaf Stapledon, El hacedor de estrellas, el protagonista sueña con internarse en el espacio exterior hasta llegar a planetas lejanos. Recorriendo la galaxia en forma de conciencia pura, vagando de un sistema estelar a otro, contempla fantásticos imperios extraterrestres. Algunos de ellos han ascendido hasta la grandeza, iniciando eras de paz y abundancia, y otros incluso crean imperios interestelares gracias a sus naves espaciales. Otros caen en la ruina, destrozados por la hostilidad, los enfrentamientos y la guerra. Muchos de los conceptos revolucionarios de la novela de Stapledon se incorporaron a la ciencia ficción posterior. Por ejemplo, el protagonista de El hacedor de estrellas descubre que muchas civilizaciones muy avanzadas mantienen en secreto su existencia, ocultándosela a civilizaciones inferiores para evitar contaminarlas por accidente con su avanzada tecnología.

Este concepto es similar al de la Primera Directriz, uno de los principios rectores de la Federación en la serie Star Trek. En el universo ficticio de Star Trek, la Primera Directriz, también conocida como Directiva principal, es un principio rector de la Flota Estelar, que prohíbe a sus miembros interferir con el desarrollo interno y natural de civilizaciones extraterrestres. La Primera Directriz se aplica particularmente a las civilizaciones que están por debajo de un cierto umbral de desarrollo tecnológico, científico y cultural, a fin de evitar que las tripulaciones de las naves espaciales utilicen su tecnología superior para imponerles sus propios valores o ideales. Nuestro héroe de El hacedor de estrellas encuentra también una civilización tan sofisticada que sus miembros tienen encerrado a su Sol en una gigantesca esfera para aprovechar toda su energía. Este concepto, que más adelante se llamaría esfera de Dyson, es ahora un tema habitual de la ciencia ficción. Una esfera de Dyson es una megaestructura hipotética propuesta en 1960 por el físico Freeman Dyson, en un artículo de la revista Science llamado «Search for artificial stellar sources of infra-red radiation» (‘Búsqueda de fuentes estelares artificiales de radiación infrarroja’). Esta esfera de Dyson es básicamente una cubierta esférica de tamaño astronómico alrededor de una estrella, que permitiría a una civilización avanzada aprovechar al máximo la energía lumínica y térmica del astro. Todo indica que existe la posibilidad de que establezcamos contacto con seres extraterrestres. Pero, ¿qué podría ocurrir si encontráramos una civilización millones de años más avanzada que la nuestra y además con la capacidad de viajar por la galaxia? ¿Podrían ser capaces de jugar con los agujeros negros y utilizar los agujeros de gusano para viajar a mayor velocidad que la luz? Los agujeros de gusano son un elemento predilecto en los argumentos de las películas. Han Solo, protagonista de la Guerra de las Galaxias, lanza el Halcón milenario  a través del hiperespacio impulsándolo por un agujero de gusano. En El león, la bruja y el armario de C. S. Lewis, el armario es el agujero de gusano que conecta la campiña inglesa con el país de Narnia.

A pesar de que los científicos nos dicen que no se han recibido señales de civilizaciones extraterrestres, hay miles de evidencias repartidas por todo el mundo de contactos con estas civilizaciones extraterrestres desde la antigüedad, de las que solo mostraré unas pocas. Zecharia Sitchin (1920 – 2010), autor de las «Crónicas de la Tierra», podía leer sumerio, arameo, hebreo y otras lenguas del Medio y Próximo Oriente. Es el traductor más conocido de las tablillas sumerias. Ha investigado y traducido dichas tablillas y no tiene ninguna duda de que están describiendo a seres extraterrestres que fueron vistos como dioses por las antiguas culturas. Algunas de las interpretaciones de Sitchin seguramente son cuestionables, pero creo que en conjunto responden a una historia bastante creíble. De acuerdo con sus traducciones los textos dicen que la civilización sumeria, de la que derivan muchos aspectos de nuestra sociedad, fue un obsequio de los dioses. Pero no eran dioses míticos, sino seres físicos que vivían entre ellos aunque dotados de poderes o tecnologías muy avanzadas. Las tablillas sumerias llaman a estos dioses los anunnaki, que significa “aquellos que del Cielo a la Tierra vinieron“. El propio nombre de Sumeria era Ki.en.gir, la tierra de los Observadores, de acuerdo con Sitchin. El texto antiguo conocido como el Libro de Enoc también llama a los dioses “los Observadores “, como hicieron también los egipcios. El nombre egipcio para sus dioses, los Neteru, se traduce también como Observadores y afirmaron que sus dioses vinieron en barcos celestiales. Es curiosa esta constante en la definición de estos dioses como observadores. Según Zecharia Sitchin, las tablillas describen cómo los anunnaki vinieron desde un planeta llamado Nibiru, que Sitchin opina que tiene una órbita elíptica de 3.600 años terrestres, que lo llevaría cada período a pasar entre Júpiter y Marte, para luego alejarse en el espacio, más allá de Plutón. La ciencia moderna ha identificado a un misterioso planeta, al que llama Planeta X, que ha sido ubicado más allá de Plutón y que se cree forma parte de nuestro sistema solar. Pero una órbita elíptica de tal dimensión sería muy inestable. Hay numerosos científicos que creen que Sitchin está equivocado en su teoría de Nibiru, aunque sus teorías generales sobre los anunnaki podrían ser correctas. Las tablillas sumerias, a partir de las traducciones de Sitchin, describen cómo, durante la formación temprana del sistema solar, Nibiru causó la casi destrucción de un planeta que una vez existió entre Júpiter y Marte. Los sumerios lo llamaron Tiamat. Dicen que fueron restos de la colisión de Tiamat con una luna de Nibiru lo que creó el cinturón de asteroides que se encuentra entre Marte y Júpiter.

Las tablillas sumerias son relatos escritos derivados de tradiciones que se remontan a tiempos inmemoriales. Pero hay serias dudas sobre la relación Nibiru – Tiamat y su supuesta escala de tiempo. Sin embargo, hay mucha verdad en los textos, sobre todo en los conocimientos de astronomía que se pueden observar. Las tablillas retratan el sistema solar con los planetas en sus posiciones, órbitas y tamaños relativos correctos. Pero su exactitud sólo ha sido confirmada recientemente, ya que algunos de estos planetas han sido encontrados hace relativamente poco tiempo. Por ejemplo, tas tablillas describen la naturaleza y el color de Neptuno y Urano con una precisión que sólo ha sido confirmada recientemente. Los sumerios sabían miles de años antes de nuestra era lo que nuestra ciencia apenas acaba de descubrir. Lo más impresionante de las tablillas sumerias es la manera en que describen la creación del Homo Sapiens. Sitchin dice que los anunnaki vinieron a la Tierra hace aproximadamente unos 450.000 años para extraer oro en lo que es ahora África. El centro minero principal estaba en el actual Zimbabwe. Se han encontrado pruebas de minería de oro en África hace al menos 60.000 años. Sitchin afirma que las tablillas dicen que el oro extraído por los anunnaki fue enviado a su planeta de origen desde bases en el Medio Oriente. Al principio la minería de oro fue llevado a cabo por obreros anunnakis, pero eventualmente hubo una rebelión de los mineros y la élite real anunnaki decidió crear una nueva raza esclava para efectuar el trabajo de minería. Las tablillas describen cómo se combinaron en una probeta genes anunnaki con los de los homínidos nativos, a fin de crear al ser humano capaz de hacer las tareas que los anunnaki requerían. La idea de niños probeta parecía absurda cuando las tablillas fueron encontradas en 1850, pero eso es precisamente lo que los científicos son capaces hacer actualmente. El Génesis y el Éxodo fueron escritos por la clase sacerdotal hebrea, los levitas, después de que fueron llevados a Babilonia alrededor del 586 a.C. Babilonia estaba en las antiguas tierras de Sumeria y, por tanto, los babilonios y los levitas conocían las historias y relatos sumerios. A partir de estos registros sumerios parece que los levitas compilaron el Génesis y el Éxodo. Los sumerios hablaron del Edén y el Génesis habla del Jardín del Edén, que era la residencia de los dioses, los anunnaki.

La posibilidad de seres extraterrestres visitando la Tierra empezó a tener cierto sentido en el momento en que Neil Armstrong y Buzz Aldrin pusieron el pie en la Luna en julio de 1969. Más recientemente, el 8 de octubre de 2015, tras años de confusión, vacilación e indecisión, la NASA declaró por fin su objetivo a largo plazo: llevar astronautas a Marte. Incluso esbozó una serie de objetivos más inmediatos, empezando por volver a la Luna. Sin embargo, en lugar de un destino final, nuestro satélite resultaría un paso intermedio hacia el objetivo más ambicioso de llegar a Marte. La NASA, que había ido a la deriva, encontró de pronto un rumbo. Los analistas celebraron esta decisión, entendiendo que la NASA reclamaba una vez más el liderazgo en la exploración espacial. Impacientes ante la lentitud de la NASA, multimillonarios como Elon Musk, Richard Branson y Jeff Bezos han estado financiando la construcción de nuevos cohetes. No solo quieren obtener beneficios, sino que también quieren hacer realidad sus sueños infantiles de viajar a las estrellas. Mirando hacia el futuro, podemos ver un esbozo de cómo la ciencia transformará la exploración espacial. Gracias a avances revolucionarios en una amplia gama de tecnologías modernas, ahora podemos especular de qué modo nuestra civilización podrá viajar algún día al espacio exterior, terraformar planetas y desplazarse de una estrella a otra. Y si nosotros nos proponemos hacerlo, ¿por qué otras civilizaciones extraterrestres más avanzadas no lo han podido hacer? En el siglo XXI, la nueva ola científica se ha manifestado en la alta tecnología, impulsada por los físicos cuánticos que desarrollaron el transistor y el láser. Estos han hecho posibles los superordenadores, internet, las telecomunicaciones modernas, el GPS y la proliferación de diminutos chips que han penetrado en todos los aspectos de nuestras vidas. Actualmente ya vislumbramos las tecnologías que nos llevarán aún más lejos, cuando exploremos los planetas y las estrellas. Los primeros esfuerzos serán para establecer una base permanente en la Luna y por colonizar y terraformar Marte. Para ello tendremos que utilizar otra oleada científica, que engloba la inteligencia artificial, la nanotecnología y la biotecnología. El objetivo de terraformar Marte está por encima de nuestras posibilidades actuales, pero las tecnologías de tal vez finales del siglo XXI nos permitirán convertir ese desierto estéril y helado en un mundo habitable. Para ello consideraremos el uso de robots capaces de autorreplicarse, nanomateriales superligeros y superresistentes, y cultivos genéticamente modificados para reducir drásticamente los costes y convertir Marte en un verdadero paraíso.

Esto es lo que tal vez ya hicieron en el pasado visitantes extraterrestres con nuestro planeta. Con el tiempo, iremos más allá de Marte y crearemos asentamientos en los asteroides y los satélites de los gigantes gaseosos, Júpiter y Saturno. En el futuro seremos capaces de viajar más allá del sistema solar y explorar las estrellas cercanas. Una vez más, esta aspiración no está al alcance de nuestra tecnología actual, pero los avances de otra oleada tecnológica lo harán posible. Básicamente mediante nanonaves, velas láser, motores estatorreactores de fusión y máquinas de antimateria. La NASA ya ha financiado estudios sobre la física necesaria para hacer realidad estos viajes interestelares. Ya más allá en el futuro se podrán modificar nuestros cuerpos de modo que nos permitan encontrar un nuevo hogar en las estrellas. Con la tecnología actual un viaje interestelar puede durar décadas e incluso siglos, así que tendremos que modificarnos genéticamente para sobrevivir durante largos periodos en el espacio profundo, tal vez prolongando la duración de la vida humana. Aunque la fuente de la juventud todavía no es posible, los científicos están explorando prometedores caminos que podrían permitirnos decelerar e incluso detener el proceso de envejecimiento. Nuestros descendientes podrían disfrutar de alguna forma de inmortalidad. Además, es posible que tengamos que modificar genéticamente nuestros cuerpos para prosperar en planetas lejanos con una gravedad, una composición de la atmósfera y una ecología distintas. Gracias al proyecto Conectoma Humano, que hará un mapa de todas las conexiones neuronales en el cerebro humano, algún día seremos capaces de enviar nuestros conectomas al espacio exterior, en rayos láser gigantes, eliminando muchos problemas del viaje interestelar. El físico Mischio Kaku lo llama laserportación, y puede liberar nuestra conciencia para explorar la galaxia e incluso el universo, a la velocidad de la luz, así que no tendremos que preocuparnos por los evidentes peligros del viaje interestelar. Si nuestros antepasados de hace solo un siglo habrían creído que, con nuestra tecnología actual, somos magos, hechiceros o dioses ¿qué podemos pensar nosotros de nuestros descendientes del siglo que viene? Y, ¿qué podrían haber pensado nuestros antepasados de seres extraterrestres con avanzadas tecnologías? Muy probablemente los considerarían como los dioses que nos relatan las distintas mitologías, como la griega. Como el dios Mercurio, capaces de surcar el espacio para visitar planetas cercanos. Como Venus, con cuerpos perfectos e inmortales. Como Apolo, con acceso ilimitado a la energía del Sol. Como Zeus, capaz de dar órdenes mentales y que sus deseos se hiciesen realidad. Y, por medio de la ingeniería genética, capaces de crear animales mitológicos como Pegaso. En otras palabras, nuestro destino es convertirnos en los dioses que antaño temíamos y adorábamos. La ciencia nos proporcionará los medios para dar forma al universo a nuestra imagen y semejanza, si antes no nos autodestruirnos.

Ante el escepticismo científico sobre la existencia de extraterrestres, al no haber recibido señales de ellos, creo que es relevante hacer referencia a una brillante y divertida frase de Bill Watterson, dibujante, conocido por ser el autor de la tira cómica Calvin y Hobbes así como de algunos dibujos de la revista norteamericana Target: “A veces pienso que la señal más segura de que en algún lugar del universo existe vida inteligente es que ninguno de ellos ha intentado establecer contacto con nosotros“. En La guerra de los mundos, de H. G. Wells, publicada por primera vez en 1898, los habitantes de Marte atacan la Tierra porque su planeta natal se está muriendo. Armados con rayos mortíferos y gigantescas máquinas andantes, reducen rápidamente a cenizas muchas ciudades y están a punto de tomar el control de las principales ciudades de la Tierra. Y justo cuando los marcianos están aplastando toda señal de resistencia y nuestra civilización va a ser reducida a escombros, se detienen de repente. Resulta que, a pesar de lo avanzado de su ciencia y su armamento, no habían previsto el ataque de unas minúsculas criaturas terrestres: los microbios. Aquella novela creó todo un género, inspirando miles de películas como La Tierra contra los platillos voladores e Independence Day. Pero la mayoría de los científicos no están de acuerdo en cómo se describe a los extraterrestres. En muchas películas son seres que, en cierto sentido, tienen valores y emociones humanos. Aun con su piel gris y sus grandes cabezas, se parecen a nosotros en cierta medida. También tienden a hablar un inglés perfecto, aunque en muchos casos se explica por una cierta telepatía. Pero, como han señalado muchos científicos, puede que tengamos mucho más en común con una lombriz que con un extraterrestre. Lo más probable es que la conciencia extraterrestre tenga los rasgos generales que se describen en la teoría del espacio-tiempo; es decir, la capacidad de desarrollar un modelo del mundo y después conjeturar cómo evolucionará en el tiempo con el fin de lograr un objetivo. Pero mientras que los robots se pueden programar para que establezcan lazos emocionales con los humanos y tengan objetivos compatibles con los nuestros, la conciencia extraterrestre tal vez puede no ser así. Es probable que tenga su propio conjunto de valores y objetivos, independientes de los de la humanidad. Por ello, solo podemos especular sobre cuáles podrían ser.

El doctor Freeman Dyson, físico del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, fue uno de los asesores de la película 2001: Una odisea del espacio. En su opinión, era la primera película de Hollywood que presentaba una conciencia extraterrestre con deseos, objetivos e intenciones totalmente extraños para nosotros. Por primera vez, los extraterrestres no eran simples actores humanos intentando parecer amenazadores con sus disfraces de monstruos. Por el contrario, la conciencia extraterrestre se presentaba como algo ajeno a la experiencia humana y totalmente fuera de nuestra comprensión. La diferencia estaba en las emociones y los objetivos. En el año 2011, el famoso físico Stephen Hawking causó sensación cuando dijo que deberíamos estar preparados para un posible ataque extraterrestre. Dijo que si alguna vez nos encontramos con una civilización extraterrestre, esta será más avanzada que la nuestra y representará un peligro mortal para los humanos, tal como nosotros actuamos con otras especies o con seres humanos más primitivos. Todo esto plantea varias preguntas: ¿Cómo será una conciencia extraterrestre? ¿En qué se diferenciarán sus pensamientos y sus objetivos de los nuestros? ¿Cuáles serán sus intenciones? Dados los notables avances de la astrofísica, es posible que establezcamos contacto público con alguna inteligencia extraterrestre en las próximas décadas, si no lo hemos hecho ya, que es lo que yo creo en base a múltiples evidencias, tanto en la antigüedad como en tiempos modernos. Este contacto podría ser uno de los acontecimientos más cruciales de la historia humana. En 2011, el satélite Kepler, por primera vez en la historia, proporcionó a los científicos un verdadero censo de la Vía Láctea. Después de analizar la luz de miles de estrellas, descubrió que una de cada doscientas estrellas podría tener un planeta semejante a la Tierra en la zona que se considera habitable. Por primera vez podemos calcular cuántas estrellas de la Vía Láctea podrían tener un planeta similar al nuestro. El resultado es apabullante, ya que aproximadamente pueden ser mil millones de planetas. Cuando miramos las estrellas lejanas, tenemos buenos motivos para preguntarnos si alguien nos está devolviendo la mirada. Hasta ahora se han analizado con detalle más de cuatro mil exoplanetas. Por desgracia, casi todos ellos son planetas del tamaño de Júpiter, probablemente gaseosos y carentes de vida. Pero existe una buena cantidad de «súper Tierras», planetas rocosos unas cuantas veces más grandes que el nuestro.

El satélite Kepler ha identificado ya unos cuatro mil posibles exoplanetas en el espacio, algunos de los cuales se parecen mucho a la Tierra. Estos están a la distancia adecuada de sus estrellas, por lo que en ellos pueden haber océanos líquidos. Y el agua líquida es la que disuelve casi todas las sustancias orgánicas, como el ADN y las proteínas. En 2013, los científicos de la NASA anunciaron el descubrimiento más espectacular del satélite Kepler. Se trataba de dos exoplanetas casi iguales a la Tierra. Se encuentran a mil doscientos años luz de distancia, en la constelación de Lyra, fácilmente identificable por su estrella Vega. Son respectivamente solo un 60% y un 40% más grandes que la Tierra. Lo más importante es que los dos están en la zona habitable de su estrella, así que es posible que tengan océanos líquidos. De todos los planetas estudiados hasta ahora, son los que tienen más probabilidades de parecerse a la Tierra. Además, el telescopio espacial Hubble nos ha dado un cálculo aproximado del número total de galaxias en el universo visible. Son nada menos que cien mil millones. Por lo tanto, podemos calcular el número de planetas como la Tierra en el universo visible. Mil millones de exoplanetas por galaxia multiplicado por cien mil millones de galaxias, nos da nada menos que la friolera de un trillón de planetas parecidos al nuestro. Es una cifra verdaderamente astronómica, así que las posibilidades de que exista vida en el universo son infinitamente grandes, sobre todo si se considera que el universo tiene 13.800 millones de años de edad y ha habido tiempo de sobra para que surjan y caigan imperios de seres inteligentes. De hecho, lo milagroso sería que no existiera otra civilización avanzada. La tecnología de los radiotelescopios está cada vez más perfeccionada. Hasta ahora solo se han examinado con atención unas mil estrellas en busca de señales de vida inteligente, pero en la próxima década este número podría multiplicarse por un millón. El uso de radiotelescopios para buscar civilizaciones extraterrestres se remonta a 1960, cuando el astrónomo Frank Drake puso en marcha el proyecto Ozma, en alusión al libro El maravilloso mago de Oz, utilizando el radiotelescopio de veinticinco metros de Green Bank, en Virginia occidental. Esto marcó el nacimiento del proyecto SETI, que significa Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre, por sus siglas en inglés: Search for Extraterrestrial Intelligence. Por desgracia, no se captaron señales extraterrestres, pero en 1971 la NASA propuso el Proyecto Cyclops, que se suponía que tendría mil quinientos radiotelescopios, con un coste de diez mil millones de dólares. Pero no captó ninguna señal. No es de extrañar que al Congreso norteamericano no le hiciese ninguna gracia la idea. No obstante se asignaron fondos para una propuesta mucho más modesta: enviar en 1971 un mensaje cuidadosamente codificado a los extraterrestres. El mensaje, que contenía 1.679 bits de información, se transmitió por medio del gigantesco radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico, hacia el Cúmulo Globular M13, a unos 25.100 años luz de distancia. Era el primer mensaje cósmico desde la Tierra y contenía información relevante acerca de la especie humana. Pero de nuevo no se recibió ningún mensaje de respuesta.

De todos modos tenemos que tener en cuenta que, dadas las enormes distancias implicadas y la limitación de la velocidad de la luz, la fecha más temprana para un mensaje de respuesta sería nada menos que dentro de 52.174 años. Desde entonces algunos científicos han expresado sus prevenciones acerca de anunciar nuestra existencia a los extraterrestres, al menos hasta que conozcamos cuales pueden ser sus intenciones hacia nosotros. No están de acuerdo con los impulsores del Proyecto METI, que significa Mensajes a la Inteligencia Extraterrestre, por sus siglas en inglés: Messaging to Extraterrestrial Intelligence, que defienden el envío de señales a las posibles civilizaciones del espacio. El razonamiento en que se basa el Proyecto METI es que la Tierra ya está enviando al espacio enormes cantidades de señales de radio y televisión, de modo que unos cuantos mensajes más no representarán una gran diferencia. Pero sus críticos creen que no deberíamos aumentar innecesariamente la posibilidad de ser descubiertos por extraterrestres potencialmente hostiles. En 1995, los astrónomos recurrieron a fuentes privadas para fundar el Instituto SETI en Mountain View, California, con el fin de centralizar e iniciar el Proyecto Phoenix, que se propone estudiar mil estrellas cercanas parecidas al Sol, en la franja de radio de mil doscientos a tres mil megahertz. El equipo es tan sensible que puede captar las emisiones del sistema de radar de un hipotético lugar situado a doscientos años luz de distancia. Desde su fundación, el Instituto SETI ha inspeccionado más de mil estrellas, con un coste de cinco millones de dólares al año, pero aún no ha podido captar señales inteligentes. En 1999 los astrónomos de la Universidad de California en Berkeley emprendieron el proyecto SETI@home, que utiliza un ejército informal de millones de internautas aficionados. Ya se han apuntado más de 5,2 millones de usuarios de ordenador en doscientos treinta y cuatro países. Es posible que estos astrónomos aficionados sueñen con que serán los primeros en establecer contacto con algún tipo de vida extraterrestre. Un doctorado en física por el Instituto de Tecnología de California (Caltech) que ha dedicado su vida a buscar vida inteligente en el espacio es el doctor Seth Shostak, director del Instituto SETI. Afirma que con los nuevos descubrimientos de la astronomía, los científicos ya no se ríen por el hecho de buscar vida inteligente en el espacio. De hecho, dice que en un futuro próximo establecerá contacto con una civilización extraterrestre. Y añadió que el Complejo de Telescopios Allen (ATA), con sus trescientas cincuenta antenas, «encontrará una señal antes de 2025». Aunque el gobierno de Estados Unidos no financia este proyecto, el Instituto SETI convenció a Paul Allen, fundador junto con Bill Gates de la empresa Microsoft, de que donara más de treinta millones de dólares para construir el Complejo de Telescopios Allen, en Hat Creek, California, a cuatrocientos cincuenta kilómetros al norte de San Francisco.

En la actualidad el Complejo de Telescopios Allen puede escudriñar los cielos con cuarenta y dos radiotelescopios, y confían en llegar a los trescientos cincuenta. El doctor Shostak dijo que le preocupa: que la gente confunda el Proyecto SETI con los cazadores de ovnis, ya que el primero está basado en la física y la astronomía más sólidas, y utiliza lo último en tecnología, mientras que los segundos considera que sus teorías se basan en evidencias anecdóticas, que pueden contener o no algo de verdad. El doctor Shostak también cree que no existe ninguna prueba sólida de que los extraterrestres hayan visitado nuestro planeta, de lo que yo estoy en completo desacuerdo, ya que existen múltiples evidencias. No es fácil ver exoplanetas directamente, de modo que los astrónomos los localizan mediante toda una variedad de estrategias indirectas. Sara Seager, profesora de ciencia planetaria en el MIT y una de las 25 figuras más influyentes en la exploración del espacio según la revista Time, dice que los astrónomos confían en sus resultados, pues detectan exoplanetas de muchas maneras diferentes. Una de las más utilizadas es el llamado «método del tránsito». A veces, al analizar la intensidad de la luz de una estrella se observa que se debilita cada cierto tiempo. Este apagamiento es un efecto muy ligero, pero indica la presencia de un planeta que, visto desde la Tierra, se ha situado delante de su estrella madre absorbiendo así parte de su luz aunque sea de una manera casi insignificante. Esto permite seguir la trayectoria del planeta y calcular sus parámetros orbitales. Un planeta del tamaño de Júpiter reduciría la luz de una estrella como nuestro Sol en solo un 1%, aproximadamente. Para un planeta como la Tierra, el porcentaje sería del 0,008%. Por fortuna, según Sara Seager, los actuales instrumentos son tan sensibles y precisos que pueden percibir los cambios de luminosidad más ligeros provocados por múltiples planetas, demostrando la existencia de sistemas solares enteros. Sin embargo, no todos los exoplanetas se sitúan delante de una estrella, ya que algunos dibujan órbitas inclinadas y, por lo tanto, no se pueden observar con el método del tránsito. Otro método muy utilizado es el de la velocidad radial, o efecto Doppler. Los astrónomos buscan una estrella que parezca moverse de un lado al otro de manera regular. Si existe un planeta grande, del tamaño de Júpiter, en órbita alrededor de la estrella, entonces ésta y su planeta tipo Júpiter están orbitando uno alrededor del otro. Los dos pesos, que representan la estrella y su Júpiter particular, giran alrededor de un mismo centro. El planeta del tamaño de Júpiter es invisible desde tan lejos, pero podemos apreciar que la estrella se mueve con exactitud según determinados cálculos, ya que el efecto Doppler se puede utilizar para calcular su velocidad. Por ejemplo, si una estrella amarilla se mueve hacia nosotros, las ondas de luz se comprimen como un acordeón, y la luz amarilla se vuelve un poco azulada. En cambio, si se aleja de nosotros, su luz se estira y se vuelve rojiza.

La velocidad de una estrella se puede determinar analizando los cambios en la frecuencia de la luz cuando se acerca y se aleja del receptor. Además, la observación meticulosa de la estrella durante semanas y meses permite a los científicos calcular la masa del planeta, aplicando la ley de gravedad de Newton. El método Doppler es laborioso, pero condujo al descubrimiento del primer exoplaneta en 1992. Los primeros planetas que se descubrieron eran del tamaño de Júpiter, ya que los objetos gigantes corresponden a los movimientos más aparentes de la estrella. El método del tránsito y el método Doppler son las dos técnicas principales para localizar exoplanetas, pero en tiempos recientes se han introducido varias técnicas más. Una es la observación directa, con la que es difícil lograr el descubrimiento de un nuevo planeta. Sin embargo, la profesora Seager se refiere a los planes de la NASA de desarrollar sondas espaciales capaces de obstruir con precisión la luz de la estrella, que normalmente no permitiría ver el planeta. Otro interesante método alternativo es el de la lente gravitatoria, aunque solo funciona cuando hay una alineación perfecta entre la Tierra, el exoplaneta y su estrella madre. Gracias a la teoría gravitatoria de Einstein, sabemos que la luz se puede curvar cuando pasa cerca de un cuerpo celeste, pues una masa muy grande puede alterar la trama del espacio-tiempo a su alrededor. Incluso si el objeto no es visible para nosotros, cambiará la trayectoria de la luz. Si un planeta se sitúa directamente delante de una estrella lejana, la luz se distorsionará en forma de anillo. Este patrón particular se llama «anillo de Einstein», e indica la presencia de una masa considerable entre el observador y la estrella. En el 2009 se produjo un gran avance con el lanzamiento del vehículo espacial Kepler, diseñado específicamente para encontrar planetas extrasolares empleando el método del tránsito. Tuvo tal éxito que superó las mayores expectativas de la comunidad astronómica. Después del telescopio espacial Hubble, el satélite Kepler es tal vez el vehículo espacial más productivo de todos los tiempos. Como debe enfocarse hacia el mismo punto del firmamento durante largos periodos de tiempo con el fin de obtener los mejores datos, no orbita alrededor de la Tierra, sino del Sol. Desde su posición en el espacio, que puede estar a 160 millones de kilómetros de la Tierra, utiliza un conjunto de giróscopos para centrar su atención en una cuadringentésima parte del firmamento, una pequeña parcela en la dirección de la constelación del Cisne. En ese pequeño campo, el Kepler ha analizado unas doscientas mil estrellas y descubierto miles de exoplanetas, obligando a los científicos a replantearse nuestra posición en el universo.

En lugar de localizar otros sistemas solares que se parecieran a la Vía Láctea, los astrónomos se encontraron con algo completamente inesperado. Se trataba de planetas de todos los tamaños orbitando alrededor de estrellas a distintas distancias. Según la profesora Seager: «Hay planetas ahí afuera que no tienen equivalentes en nuestro sistema solar, algunos de los cuales tienen tamaños intermedios entre la Tierra y Neptuno, mientras que otros son mucho más pequeños que Mercurio. Pero todavía no hemos encontrado ninguna copia de nuestro sistema solar». De hecho, ha habido tantos resultados extraños que los astrónomos no tienen suficientes teorías para explicarlo. No sabemos cómo explicar ni siquiera los más comunes de estos exoplanetas. Muchos de los del tamaño de Júpiter, que han sido los más fáciles de encontrar, no se mueven en órbitas casi circulares como se esperaba, sino marcadamente elípticas. Algunos planetas de este tamaño sí que tienen órbitas circulares, pero están tan cerca de la estrella que, si se encontraran en nuestro sistema solar, orbitarían más próximos al Sol que la trayectoria de Mercurio. En estos gigantes gaseosos sus atmósferas están siendo barridas sin cesar hacia el espacio exterior por el viento solar. En otro tiempo los astrónomos creían que los planetas de gran tamaño se originaban en el espacio profundo, a miles de millones de kilómetros de la estrella. De ser así, ¿cómo puede ser que se hayan acercado tanto a su estrella? Una teoría postula que todos los gigantes gaseosos se forman en las regiones exteriores de un sistema solar, donde hay abundante hielo, alrededor del cual se pueden acumular hidrógeno, helio y polvo. Pero, en algunos casos, también hay una gran cantidad de polvo extendido por el plano de un determinado sistema solar. Un gigante gaseoso podría ir perdiendo energía poco a poco a causa de la fricción al moverse a través del polvo, hasta entrar en una espiral de muerte hacia la estrella madre. Esta explicación introdujo la idea de los planetas errantes, que no se había considerado antes. Al acercarse cada vez más a sus soles, los gigantes gaseosos pueden cruzarse en el camino de un planeta más pequeño, como la Tierra, y lanzarlo de un empujón al espacio exterior. El pequeño planeta rocoso se convierte en un planeta errante, que vaga solo por el espacio, sin orbitar alrededor de ninguna estrella. Por eso no esperamos encontrar planetas como el nuestro en sistemas solares con planetas del tamaño de Júpiter en órbitas muy elípticas o en órbitas muy cercanas a la estrella. Como nuestro sistema solar contiene planetas que se desplazan en círculos, los astrónomos dieron por supuesto que las bolas de polvo, hidrógeno y helio gaseoso que se convirtieron en sistemas solares se condensaron uniformemente. Pero ahora nos damos cuenta de que es más probable que la gravedad los comprima de forma más casual, dando como resultado planetas que se mueven en órbitas elípticas o irregulares, que pueden cruzarse o chocar unas con otras. Esto es importante, pues es posible que solo los sistemas solares con órbitas planetarias circulares, como el nuestro, sean capaces de originar vida.

Los planetas como la Tierra son pequeños y, por lo tanto, causan sutiles distorsiones en la luz de su Sol. Pero gracias al satélite Kepler y los telescopios gigantes los astrónomos han empezado a localizar «supertierras», planetas que son rocosos y capaces de sostener la vida tal como la conocemos, pero que son un 50% o un 100% más grandes que la Tierra. Aún no podemos explicar su origen, pero en 2016 y 2017 se produjeron una serie de sensacionales descubrimientos sobre ellos. Aparte del Sol, la estrella más cercana a la Tierra es Próxima Centauri, que en realidad forma parte de un sistema de tres estrellas y orbita alrededor de otras dos estrellas más grandes, llamadas Alfa Centauri A y B, que a su vez orbitan una alrededor de la otra. Los astrónomos se sorprendieron al descubrir un planeta solo un 30% más grande que la Tierra en órbita alrededor de Próxima Centauri. Lo llamaron Próxima Centauri b. Según Rory Barnes, un astrónomo de la Universidad de Washington, en Seattle: «Esto lo cambia todo en la ciencia exoplanetaria. El hecho de que esté tan cerca significa que tenemos la oportunidad de seguirlo mejor que a ningún otro planeta descubierto hasta ahora». La siguiente generación de telescopios que se está desarrollando, como el telescopio espacial James Webb, podría ser capaz de tomar la primera fotografía de ese planeta. Como ha dicho la profesora Sara Seager, «Es absolutamente fenomenal. ¿Quién habría pensado que después de tantos años de preguntarnos por los planetas, resulta que hay uno alrededor de nuestra estrella más próxima?». La estrella madre de Próxima Centauri b es una enana roja poco luminosa, cuya masa es solo un 12% de la del Sol, de manera que el planeta tiene que estar relativamente cerca de ella para encontrarse dentro de la zona habitable, donde pueda haber agua líquida y hasta puede que océanos. El radio de la órbita del planeta es solo un 5% por ciento del de la Tierra alrededor del Sol. También orbita mucho más deprisa, haciendo una traslación completa cada 11,2 días. Hay una intensa especulación acerca de si el planeta Próxima Centauri b tiene condiciones compatibles con la vida que conocemos. Una de las cosas que más preocupan es la posibilidad de que el planeta esté siendo arrasado por los vientos solares, que podrían resultar dos mil veces más intensos que los que llegan a la Tierra. Para protegerse contra estas descargas, Próxima Centauri b debería poseer un campo magnético muy fuerte. Por el momento, no disponemos de la suficiente información para determinar si eso es así.

También se ha sugerido que el planeta Próxima Centauri b podría estar bloqueado marealmente como nuestra Luna, de modo que siempre ofrece la misma cara a su estrella. Esa cara estaría perpetuamente caliente, mientras que la otra cara estaría siempre fría. En ese caso, los mares de agua líquida solo podrían existir en la estrecha franja entre esos dos hemisferios, donde la temperatura sería moderada. Sin embargo, si el planeta tuviera una atmósfera lo bastante densa, los vientos podrían equilibrar las temperaturas y podrían haber mares de agua líquida sobre toda su superficie. El siguiente paso es determinar la composición de la atmósfera para saber si contiene agua u oxígeno. Próxima Centauri b se detectó a través del método Doppler, pero la composición química de su atmósfera se puede analizar mejor con el método del tránsito. Cuando un exoplaneta cruza directamente por delante de la estrella madre, una pequeña franja de luz atraviesa su atmósfera. Las moléculas de las diferentes sustancias de la atmósfera absorben distintas longitudes de onda de la luz que emite la estrella, y esto permite a los científicos determinar la naturaleza de esas moléculas. Sin embargo, para que esto funcione, la trayectoria del exoplaneta debe tener la orientación correcta, y solo hay un 1,5% de probabilidades de que la órbita de Próxima Centauri b esté alineada correctamente. Sería un acontecimiento sensacional encontrar moléculas de vapor de agua en un planeta semejante a la Tierra. Esto podría colocar a este planeta como uno de los posibles orígenes de visitantes extraterrestres. La profesora Seager opina que «en un pequeño planeta rocoso, solo puede haber vapor de agua si hay agua líquida en su superficie. Así que si encontramos vapor de agua en un planeta rocoso, podremos inferir que también tiene mares líquidos». En el año 2017 se produjo otro hallazgo excepcional. Los astrónomos localizaron un sistema solar que infringía todas las teorías de la evolución planetaria. Contenía siete planetas del tamaño de la Tierra orbitando alrededor de una estrella madre a la que se ha llamado TRAPPIST-1. Tres de los planetas se encuentran en la zona habitable y puede que alberguen océanos. Según Michaël Gillon, director del equipo científico belga que hizo el descubrimiento: «Es un sistema planetario asombroso, no solo porque hemos encontrado tantos planetas, sino porque todos tienen un tamaño similar al de la Tierra», TRAPPIST-1 es una enana roja a solo 38 años luz de la Tierra, y su masa es solo un 8% de la del Sol. Igual que Próxima Centauri, tiene una zona habitable. Si las transpusiéramos a nuestro sistema solar, las órbitas de los siete planetas quedarían más cercanas al Sol que la trayectoria de Mercurio. Tardan menos de tres semanas en dar una vuelta completa a su estrella y el más interior hace una traslación completa en 36 horas. Como este sistema solar es tan compacto, los planetas interactúan gravitatoriamente, y en teoría podrían perturbar su propia ordenación y chocar, escorar y caer uno sobre otro. Pero, por suerte, un análisis de 2017 demostró que están en resonancia, lo que significa que sus órbitas están en fase unas con otras y que no habrá colisiones. Parece que aquel sistema solar es estable. Pero, como ocurre con Próxima Centauri b, los astrónomos están estudiando los posibles efectos de las fulguraciones solares y el bloqueo mareal.

En la antigua serie de televisión Star Trek, cada vez que la nave Enterprise encuentra un planeta semejante a la Tierra, Spock anuncia que se están acercando a un «planeta de clase M». En realidad, todavía no existe tal cosa en la astronomía. Pero ahora que hemos encontrado miles de tipos diferentes de exoplanetas, incluyendo unos cuantos parecidos a la Tierra, es solo cuestión de tiempo que se acuñe una nueva nomenclatura. Si existe en el espacio un planeta gemelo de la Tierra, hasta ahora nos ha eludido. Pero ya hemos encontrado unas cincuenta supertierras. Particularmente interesante es el planeta Kepler-452b, descubierto por el satélite Kepler en 2015 y situado a unos 1.400 años luz de la Tierra. Es un 50 por ciento más grande que nuestro planeta, así que en él pesaríamos más de lo que pesamos aquí. Pero, por lo demás, vivir allí no sería muy diferente. A diferencia de los exoplanetas que orbitan alrededor de una enana roja, este lo hace en torno a una estrella con una masa un 3,7% mayor que la del Sol. Su periodo de revolución es de 385 días terrestres, y su temperatura de equilibrio es de -8 ºC. Además se encuentra dentro de la zona habitable. Los astrónomos que buscan inteligencias extraterrestres ajustaron sus radiotelescopios para captar mensajes de una posible civilización que pudiera existir allí, pero no han detectado ninguno. Por desgracia, al estar tan lejos, ni siquiera la próxima generación de telescopios será capaz de reunir suficiente información sobre la composición de la atmósfera de Kepler 452b. También se está estudiando el Kepler-22b, que se encuentra a 600 años luz de distancia y es 2,4 veces más grande que la Tierra. Su órbita es un 15% más pequeña que la de la Tierra y completa una traslación en 290 días. Pero la luminosidad de su estrella madre, Kepler-22, es un 25% menor que la del Sol. Estos dos efectos se compensan uno a otro, de modo que se cree que la temperatura en la superficie es comparable a la de la Tierra. También se encuentra dentro de la zona habitable de su estrella. Pero el exoplaneta que está recibiendo más atención es el KOI 7711 ya que, al menos en 2017, es el que guarda más similitudes con la Tierra. Es un 30% más grande que la Tierra y su estrella es muy parecida al Sol, así que no corre peligro de ser achicharrado por las fulguraciones solares. La duración de un año en este planeta es casi idéntica a un año terrestre. Se encuentra en la zona habitable de su estrella, pero aún no disponemos de la tecnología necesaria para determinar si su atmósfera contiene vapor de agua. Todas las condiciones parecen adecuadas para alojar alguna forma de vida. Sin embargo, a una distancia de 1.700 años luz, es el exoplaneta más lejano de los tres.

Después de analizar varios de estos planetas, los astrónomos han descubierto que se pueden clasificar en dos categorías. La primera es la de las supertierras, de la que acabamos de hablar. La otra es la de los «minineptunos», que son planetas gaseosos, de dos a cuatro veces más grandes que la Tierra, y no se parecen a nada que se encuentre en nuestra vecindad inmediata. Tenemos que tener en cuenta que el planeta Neptuno de nuestro sistema solar es cuatro veces más grande que la Tierra. Cuando se descubre un planeta pequeño los astrónomos procuran determinar a qué categoría pertenece, del mismo modo que los biólogos intentan clasificar un animal nuevo, decidiendo si es un mamífero o un reptil. Lo misterioso es que estas categorías no estén representadas en nuestro sistema solar, cuando parecen tan prominentes en otras zonas del espacio. Los planetas errantes son uno de los cuerpos celestes más extraños que se han descubierto hasta ahora. Vagan por la galaxia sin orbitar alrededor de ninguna estrella en particular. Tal vez se originaron en un sistema solar, pero se acercaron demasiado a un exoplaneta del tamaño de Júpiter y fueron proyectados al espacio profundo. Como hemos visto, estos grandes planetas suelen trazar órbitas elípticas o migran en espiral hacia la estrella madre. Es probable que sus trayectorias se cruzaran con las de planetas más pequeños y, como consecuencia, los planetas errantes podrían ser más abundantes que los normales. De hecho, según algunas simulaciones informáticas, nuestro sistema solar podría haber expulsado hasta diez planetas errantes hace miles de millones de años. Dado que los planetas errantes no se encuentran cerca de una fuente de luz y tampoco emiten luz propia, al principio parecía inútil intentar localizarlos. Pero los astrónomos han conseguido encontrar algunos con la técnica de la lente gravitatoria, que requiere una alineación muy precisa y bastante infrecuente entre una estrella de fondo, el planeta errante y el detector en la Tierra. En consecuencia, hay que escudriñar millones de estrellas para detectar unos cuantos planetas errantes. Por suerte, este proceso se puede automatizar, de modo que la búsqueda la hacen los ordenadores, no los astrónomos. Hasta ahora se han identificado veinte posibles planetas errantes, uno de los cuales se encuentra a tan solo siete años luz de la Tierra. Sin embargo, otro estudio reciente, realizado por astrónomos japoneses, que examinaron cincuenta millones de estrellas, encontró muchos más posibles candidatos, hasta 470. Calcularon que pueden existir dos planetas errantes por cada estrella de la Vía Láctea, lo que daría la astronómica cifra de entre 200 y 800 miles de millones de planetas errantes, solo en la Vía Láctea. Otros astrónomos han especulado que el número de ese tipo de planetas podría ser cien mil veces mayor que el de los planetas «normales».

Una pregunta que nos podemos hacer es si puede existir vida en los planetas errantes. Ello puede depender de varios factores. Es posible que algunos, como Júpiter y Saturno, posean un gran número de satélites cubiertos de hielo. De ser así, las fuerzas mareales podrían fundir el hielo y formar océanos donde podría originarse vida. Pero además de la luz solar y las fuerzas mareales, existe una tercera posibilidad de que un planeta errante disponga de una fuente de energía capaz de originar vida. Se trata de la radiactividad. A finales del siglo XIX, un simple cálculo realizado por el físico lord Kelvin demostró que la Tierra debería haberse enfriado pocos millones de años después de formarse y, por lo tanto, debería estar congelada y no ser apta para la vida. Este resultado generó un debate con biólogos y geólogos, que insistían en que la Tierra tiene miles de millones de años de edad. Se demostró que los físicos estaban equivocados cuando Marie Curie y otros descubrieron la radiactividad. Lo que realmente ha mantenido caliente el núcleo de la Tierra durante miles de millones de años es precisamente la energía nuclear producida por elementos radiactivos de vida larga, como el uranio. Los astrónomos han conjeturado que también algunos planetas errantes podrían tener núcleos radiactivos que los mantengan relativamente calientes, a pesar de estar alejados de estrellas. Estos podrían proporcionar calor mediante manantiales termales y chimeneas volcánicas en el fondo de un mar donde se podrían formar las sustancias químicas de la vida. Y si los planetas errantes son tan numerosos como creen algunos astrónomos, puede que el sitio más probable para encontrar vida en la galaxia no sea la zona habitable de una estrella, sino los planetas errantes y sus lunas. Tal vez el planeta Nibiru descrito por Sitchin sea en realidad un planeta errante. Pero los astrónomos están estudiando también una serie de planetas completamente sorprendentes, algunos de los cuales parecen inclasificables. En la saga de La guerra de las galaxias, el planeta Tatooine orbita alrededor de dos estrellas. Algunos científicos se burlaron de esta idea, pues un planeta así describiría una órbita inestable y acabaría cayendo en una de las dos estrellas. Pero se han encontrado planetas en órbita alrededor de tres estrellas, como ocurre en el sistema de la constelación de Centauro, donde está la estrella Alfa Centauri. Incluso se han descubierto sistemas de cuatro estrellas, en los que dos pares de estrellas dan vueltas uno alrededor del otro par.

También se ha descubierto un planeta que parece estar hecho nada menos que de diamantes. Se llama 55 Cancri e, y es aproximadamente el doble de grande que la Tierra, pero pesa unas ocho veces más. En 2016, por primera vez con respecto a un exoplaneta rocoso, el telescopio espacial Hubble analizó su atmósfera. Detectó hidrógeno y helio, pero no vapor de agua. Más adelante, se descubrió que el planeta es rico en carbono, elemento que podría constituir un tercio de su masa. También se observó que es muy caliente, con una temperatura de 5.400 grados Kelvin, equivalente a unos 5127º C. Según cierta teoría, el calor y la presión en el núcleo tienen que ser muy extremas para dar lugar a un planeta de diamante. Pero estos yacimientos, si es que existen, se encuentran a cuarenta años luz de nosotros, así que explotarlos queda más allá de nuestras posibilidades actuales. Se han localizado también posibles mundos de agua y de hielo. Esto no es necesariamente sorprendente, ya que se cree que nuestro propio planeta llegó a estar completamente cubierto de hielo, como una bola de nieve. En otros periodos, cuando terminaron las glaciaciones, el planeta estuvo inundado de agua. Gliese 1214 b, el primero de los seis exoplanetas identificados que podrían estar cubiertos de agua, se descubrió en 2009. Se encuentra a 42 años luz de distancia y es seis veces más grande que la Tierra. Su órbita se encuentra fuera de la zona habitable y está setenta veces más cerca de su estrella madre que la Tierra del Sol. La temperatura de la superficie puede llegar a los 280 ºC, de modo que no es probable que exista vida tal como la conocemos. Pero utilizando varios filtros para analizar la luz dispersa por la atmósfera del planeta cuando está en tránsito, se ha confirmado la existencia de grandes cantidades de agua. Puede que no se encuentre en la familiar forma líquida, debido a la temperatura y la presión. En realidad, Gliese 1214 b podría ser un planeta de vapor. Antes pensábamos que nuestra estrella amarilla era típica en el universo, pero ahora los astrónomos creen que las más comunes son las oscuras enanas rojas, que emiten solo una fracción de la luz de nuestro Sol y en general no se pueden ver a simple vista. Según un cálculo, el 86% de las estrellas de la Vía Láctea son enanas rojas. Cuanto más pequeña es una estrella, más despacio quema hidrógeno y más tiempo puede seguir encendida. Las enanas rojas pueden durar billones de años, mucho más que los diez mil millones de años que se le calculan a nuestro Sol.

Tal vez no deba sorprendernos que el planeta Próxima Centauri b y el sistema TRAPPIST pertenezcan a enanas rojas, dado que son tan numerosas. Así pues, la zona que rodea a estas estrellas puede ser uno de los lugares más prometedores donde buscar planetas semejantes al nuestro. El satélite Kepler ha inspeccionado tantos planetas de la Vía Láctea que se puede aventurar que casi todas las estrellas que vemos tienen algún tipo de planeta orbitando a su alrededor. En torno a un 20% de las estrellas como nuestro Sol tienen orbitando a su alrededor planetas de tipo terrestre, es decir, de tamaño similar al de la Tierra y situados en la zona habitable. Dado que en la Vía Láctea hay aproximadamente cien mil millones de estrellas, puede que existan la friolera de veinte mil millones de planetas como la Tierra. En realidad, este es un cálculo conservador, ya que el número real podría ser mucho más alto. Por desgracia, el Kepler, después de enviar una ingente cantidad de información que cambió nuestra manera de ver el universo, se averió. Uno de los giróscopos empezó a fallar en el 2013 y el aparato perdió la capacidad de centrarse en los planetas. No obstante, se están planificando nuevas misiones que continuarán aumentando nuestros conocimientos sobre los exoplanetas. En 2018 se lanzó el satélite TESS (Transiting Exoplanet Survey Satellite). A diferencia del Kepler, el TESS escudriñará todo el firmamento. Examinará doscientas mil estrellas en un periodo de dos años, centrándose en las que sean de 30 a 100 veces más brillantes que las inspeccionadas por el Kepler, incluyendo todos los posibles exoplanetas del tamaño de la Tierra y las supertierras de nuestra región de la galaxia, que los astrónomos esperan que sean unos quinientos en total. Además, pronto se inaugurará el telescopio espacial James Webb, que sustituirá al Hubble y debería ser capaz de fotografiar algunos de esos cuerpos celestes. Los planetas semejantes a la Tierra podrían ser los principales objetivos de las futuras astronaves que enviemos al espacio. Ahora que estamos a punto de investigarlos en profundidad, es importante estudiar dos cuestiones básicas: 1) vivir en el espacio exterior, con los problemas biológicos que ello implica, y 2) encontrar vida en el espacio. Primero tendremos que considerar nuestra existencia en la Tierra y cómo se podría mejorar el cuerpo humano para afrontar nuevos desafíos. Puede que tengamos que modificarnos, alargando la duración de nuestra vida, ajustando nuestra fisiología e incluso alterando nuestra dotación genética. También deberemos tener en cuenta la posibilidad de encontrar “algo” en esos planetas, desde microbios potencialmente peligrosos hasta civilizaciones avanzadas. ¿Quién puede estar ahí afuera, y qué nos pasará si los encontramos?

En 1961, el astrónomo Frank Drake intentó calcular el posible número de estas civilizaciones inteligentes haciendo distintas suposiciones. Si empezamos con cien mil millones de estrellas en la Vía Láctea, podremos calcular cuántas de ellas son similares a nuestro sol. Podemos reducir más ese número calculando las que tiene planetas, las que tienen planetas como la Tierra, etc… Tras hacer una serie de suposiciones razonables, nos sale una estimación de diez mil civilizaciones avanzadas, solo en nuestra galaxia, la Vía Láctea. Carl Sagan, con unos cálculos diferentes, obtuvo la cifra de un millón de civilizaciones avanzadas. Desde entonces los científicos han podido hacer estimaciones mucho mejores del número de posibles civilizaciones avanzadas en nuestra galaxia. Por ejemplo, sabemos que alrededor de las estrellas hay más planetas en órbita de los que había esperado Drake, y también más que son parecidos a la Tierra. Pero aunque supiéramos cuántos planetas como la Tierra hay en el espacio, aún no sabríamos en cuántos de ellos hay vida inteligente. En la propia Tierra, se supone que hubo que esperar cuatro mil quinientos millones de años a que unos seres inteligentes, como nosotros, aparecieran. Han existido distintas formas de vida en la Tierra desde hace unos tres mil quinientos millones de años, pero se supone que solo en los últimos cien mil años han aparecido seres inteligentes como nosotros. Así que incluso en un planeta como la Tierra misma, la aparición de vida inteligente ha sido muy difícil. La pregunta que podemos hacernos es que si existen tantas estrellas en la galaxia y tal número de civilizaciones extraterrestres, ¿por qué no nos visitan? Yo personalmente creo que si nos han visitado y aún nos visitan, aunque el mundo científico en general lo obvia. Se han propuesto muchas explicaciones. Para empezar, la distancia entre las estrellas podría ser demasiado grande, ya que nuestros cohetes químicos más potentes tardarían unos setenta mil años en llegar a las estrellas más próximas a la Tierra. Puede que una civilización que esté miles o millones de años más avanzada que la nuestra sea capaz de resolver este problema, pero existe otra posibilidad. Puede que se hayan aniquilado a sí mismos en una guerra nuclear. Como dijo en cierta ocasión el presidente norteamericano John F. Kennedy, «Lamento decir que tiene mucho sentido el chiste que dice que la vida se extinguió en otros planetas porque sus científicos estaban más avanzados que los nuestros».

Suponemos que cualquier civilización extraterrestre que sea capaz de llegar a la Tierra desde las estrellas tendría que estar miles o millones de años más avanzada que la nuestra. Y puede que nosotros no tengamos nada que ofrecerles. En otras palabras, es una arrogancia creer que los alienígenas viajarán desde grandes distancias solo para vernos a nosotros. Paradójicamente, la galaxia podría estar rebosante de formas de vida inteligentes, pero posiblemente nosotros somos tan primitivos que ni siquiera nos apercibimos. Pero supongamos por un momento que llega el día, puede que más pronto que tarde, en que establezcamos contacto público con una civilización extraterrestre. Podría ser un punto de inflexión en la historia de la humanidad. En este caso, la pregunta que nos podríamos hacer sería: ¿qué quieren y cómo será su consciencia? En muchas películas y novelas de ciencia ficción los extraterrestres solo quieren atacarnos, conquistarnos, aparearse con los seres humanos o despojar nuestro planeta de recursos valiosos. Probablemente, nuestro primer contacto con una civilización extraterrestre ocurra cuando algún estudiante conectado al proyecto SETI@home anuncie que su ordenador ha descifrado señales del radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico. O cuando el proyecto SETI de Hal Creek detecte un mensaje que indique inteligencia. Nuestro primer encuentro será, pues, una conversación unidireccional. Puede que captemos por casualidad mensajes inteligentes, pero nuestra respuesta podría tardar décadas o siglos en llegar a ellos. Las conversaciones que oigamos en su radio, si es que utilizan este sistema, pueden darnos una valiosa información sobre esta civilización extraterrestre. Pero, ¿cómo serán?; ¿cómo piensan? Para comprender la conciencia alienígena, tal vez resulte instructivo analizar otras conciencias completamente ajenas a la nuestra, las de los animales. Vivimos con ellos, pero ignoramos por completo lo que pasa en su mente. Salvando las distancias, tal vez entender la conciencia animal podría ayudarnos a comprender la extraterrestre.

En realidad los ovnis, en los que se supone viajaban o viajan los dioses/extraterrestres de la antigüedad, han sido registrados durante miles de años en todas las partes del mundo. Por ejemplo, en el año 216 a. C, el escritor Julius Obsequens reproduce en su libro Prodigorium liber el siguiente relato: “Cosas similares a barcos fueron vistas en el cielo sobre Italia… En Arpi (Italia) un escudo redondo fue visto en el cielo… En Capua, el cielo era todo fuego, y uno vio  figuras parecidas a barcos…”. En el primer siglo después de Cristo, el famoso estadista romano Cicerón relata una noche durante la cual, el Sol, acompañado de fuertes ruidos, fue repetidamente visto en el cielo nocturno. El cielo pareció abrirse desgarradoramente y revelar extrañas “esferas”. Los ovnis llegaron a perturbar tanto durante el siglo VIII, que el emperador Carlomagno se vio obligado a promulgar un edicto prohibiendo que ellos perturbaran el aire y provocaran tormentas. En un episodio, algunos de los súbditos de Carlomagno fueron llevados en una “nave” aérea, señalándoles las maravillas, y luego regresándolos a la Tierra para que una turba enardecida los matara. Aquellas naves molestas también fueron acusadas de destruir cultivos. No sólo han sido vistos los ovnis, sino que también han sido admirados a través de la historia. Las religiones de la antigua Mesopotamia, Egipto y América fueron dominadas por la adoración de “dioses” similares a humanos venidos de los cielos. Se decía que muchos de esos “dioses” viajaban en “barcos” y “globos” volantes. Antiguas declaraciones de este tipo son hoy la base de la teoría moderna de los “antiguos astronautas”, la cual postula que una raza espacial visitó alguna vez la Tierra y se involucró en los asuntos humanos. Algunos investigadores de ovnis han ido un paso más allá para sugerir que esta raza espacial ha creado y conquistado la sociedad humana muchos miles de años atrás y desde entonces ha mantenido un ojo vigilante sobre sus posesiones. Para muchos, tales teorías parecen ser pura ciencia-ficción. Sin embargo, estas ideas son el resultado de investigar hechos que han preocupado a los historiadores. ¿Cómo las antiguas civilizaciones del Viejo Mundo y el Nuevo Mundo, localizadas en sitios opuestos de la Tierra, son tan semejantes unas a otras en  determinados aspectos?  ¿Por qué  los pueblos de esas civilizaciones remotas desarrollaron notoriamente tan similares creencias religiosas? Una visión ampliamente extendida es que un puente de tierra o hielo surgió una vez en el Estrecho de Bering entre Siberia y Alaska, por el cual emigró la gente del Viejo Mundo hacia el Nuevo. Otro de los puntos de evidencia arqueológica es el de que los antiguos fenicios navegaron a través del Océano Atlántico, siglos antes que los vikingos escandinavos o Cristóbal Colón. Tales investigaciones concluyen que los fenicios habían adquirido mucha información de la civilización egipcia, que les había ayudado a trasladarse al Nuevo Mundo. Otra hipótesis es que los mismos antiguos egipcios habían navegado a través del océano. A pesar de las evidencias que soportan todas esas posibilidades, ninguna de las teorías encaja completamente con los hechos conocidos.

Esto ha conducido a una teoría, bien expresada en 1919 por el profesor de Oxford y  Premio Nóbel, Frederick Soddy: “Algunas de las creencias y leyendas legadas a nosotros de la Antigüedad están tan universalmente y firmemente establecidas, que nosotros hemos llegado a acostumbrarnos a considerarlas como si fueran tan antiguas como la humanidad misma. No obstante, estamos tentados a preguntarnos cuán lejanos los hechos de algunas de esas creencias y leyendas, que tienen tantos hechos en común, son debidos a la casualidad, o si la similitud entre ellos no puede apuntar a la existencia de una antigua, totalmente desconocida e insospechada civilización de la cual toda otra huella ha desaparecido”. Cuando surge tal conjetura, mucha gente piensa en los continentes o islas desaparecidas, tales como las legendarias Atlántida, Lemuria o Mu. Sin embargo, uno de los contemporáneos del Dr. Soddy, Charles Hoy Fort, hizo una aproximación diferente al tema y especuló con que sociedades extraterrestres estaban envueltas en la prehistoria de la Tierra. Charles Hoy Fort (1874 – 1932) fue un investigador estadounidense, conocido por dedicarse al estudio de hechos supuestamente no solucionados por la ciencia de su época. El libro de los condenados, su obra más conocida, es una colección de hechos despreciados por la ciencia ortodoxa. Recopiló y publicó un catálogo con 25 mil entradas de fenómenos inexplicables hasta entonces, que iba clasificando en cajas de zapatos, como son lluvias de ranas, precipitación de grandes trozos de hielo, barro, carne y azufre, nieve negra, bolas de fuego, cometas caprichosos, desapariciones misteriosas, meteoritos con inscripciones extrañas, ruedas luminosas en el mar, lunas azules, soles verdes o aguaceros de sangre. Fort, como los científicos que criticaba, reivindicaba la supremacía de “los hechos”. EL magnífico escritor H. P. Lovecraft consideraba a Fort uno de sus maestros. Y autores de ensayos antropológicos como Pauwels y Bergier reconocen haber utilizado el método de Fort de búsqueda para gestar su obra El retorno de los brujos. Charles H. Fort es quizás el más antiguo escritor del siglo XX en sugerir seriamente que los extraterrestres han estado involucrados en los asuntos humanos. Fort empleó muchos años de su vida adulta amasando informes sobre fenómenos extraños aparecidos en diarios científicos, periódicos y revistas. Las historias que él coleccionó eran de sucesos como extrañas luces móviles en el cielo, “lluvias” de animales y otros hechos que parecían desafiar las explicaciones científicas convencionales. Fort concluye que los cielos de la Tierra han sido surcados por una enorme cantidad de naves extraterrestres, a las cuales él denominaba “superconstrucciones”.

Fort desarrolló otras teorías como resultado de sus investigaciones, varias de las cuales aún hoy son provocativas. Escribió: “Yo pienso que nosotros somos la propiedad de alguien; Yo diría que nosotros pertenecemos a algo: Que alguna vez hace tiempo, esta tierra era una Tierra de Nadie. Que otros mundos la exploraron y colonizaron y combatieron entre sí por la posesión. Pero que ahora pertenecemos a alguien y todos los demás se fueron”. Fort concluye que la raza humana no posee un estatus muy alto en relación con los extraterrestres propietarios de la Tierra. Y en referencia al acertijo de porqué ellos (los propietarios de la Tierra) nunca se muestran públicamente, él filosofa: “¿Podríamos nosotros, si quisiéramos, educar y sofisticar cerdos, gansos y reses? ¿Estarían ellos dispuestos a establecer relaciones diplomáticas con gallinas?”. Fort cree que ha estado ejerciéndose, por parte de los aparentes propietarios de la Tierra, una influencia directa sobre los asuntos humanos: “Yo sospecho que, después de todo, nosotros somos útiles; que entre los reclamantes antagónicos se han establecido acuerdos y que alguien ahora tiene derechos legales sobre nosotros por medio de  la fuerza o por haber pagado por nosotros. Todo esto ha sido conocido durante milenios por algunos sobre la Tierra, bien sea por parte de un culto o de una orden, cuyos miembros actúan como cabecillas del resto de nosotros o como esclavos superiores o supervisores, comportándose de acuerdo con instrucciones recibidas en virtud de nuestra misteriosa utilidad”. Fort no especula acerca de cómo puede ser esa “misteriosa utilidad” de la humanidad, excepto para sugerir brevemente que los humanos pueden ser esclavos. Fort piensa que la Tierra ha tenido una prehistoria espléndida: “Pero yo acepto que en el pasado, por todo lo que sé, antes de que fuese establecida la propiedad, los habitantes de otros mundos han venido, cazado, pescado, volado y caminado aquí. A veces han venido solos y otras en grandes cantidades. Han hecho visitas ocasionales o periódicas, para cazar, negociar, reabastecer sus harenes, explotar minas…. Han fundado colonias y  se han extraviado aquí; pueblos mucho más avanzados y  pueblos primitivos, o cualquier cosa que fueran: unos blancos, unos negros, amarillos otros”. Fort, ciertamente, ha expresado algunas ideas atrevidas. Ellas fueron publicadas en un tiempo en que sencillos biplanos y balones dirigibles volaban por los cielos. Faltaban todavía ocho años para el histórico vuelo de Charles Lindberg atravesando el Océano Atlántico.

Pero es difícil saber las razones de sus visitas a la Tierra y de su elección de los posibles contactos. Tal vez el acercamiento a nuestro planeta forma parte del estudio del terreno y sus habitantes. Tal vez un fin de carácter científico, con un plan general de observaciones. Las abducciones entrarían en esta finalidad investigativa y de análisis. Nosotros seríamos para ellos simples cobayas. Esto es muy duro para nuestro ego, pero es una perfecta posibilidad. Por otro lado, al tener seguramente una concepción temporal distinta, así como quizá un metabolismo más lento, el contacto se producirá en forma definitiva en el tiempo de ellos y no en el nuestro. Además si “somos nosotros en el futuro“, como opinaba Albert Einstein, nunca nos contactaremos con nosotros mismos. Tal vez ellos están en el siglo XXIII y nosotros en el XXI. De todos modos generalmente se ha impuesto la idea de que nos vienen a invadir. Esto ha sido ampliamente explotado en las obras de ciencia ficción. También muchos investigadores indican la asiduidad de observaciones sistemáticas en lugares donde hay centros militares, sistemas de alta tensión, reservas de agua, centros de comunicación, aeropuertos militares, etc. Investigando libros antiguos, tales como el Ramayana, el Mahabharata, el Drona Parva (todos ellos de la India), el Popol Vuh maya, la Biblia, etc…, vemos como en ellos aparecen los Señores, los Dioses, los Elohim, los Arquetipos, los Ángeles; viajando en sus vimanas, en sus nubes resplandecientes y en sus carros de fuego. Estos Señores aparentemente vinieron del espacio exterior y manipularon a nuestra especie. Contactaron con nuestros antiguos Padres, Patriarcas y Profetas. Y su presencia ha sido una constante en las antiguas culturas y civilizaciones. Investigando la Revelación y la Tradición Bíblica, vemos que personajes como Enoc, Elías, Moisés, Abraham, Lot, Jonás, etc…, viven unas experiencias claramente ufológicas y de contacto extraterrestre. El estudio de estas experiencias nos lleva a deducir que probablemente los Ángeles, Señores y Dioses de ayer son los Extraterrestres que hoy día nos visitan. Esta deducción queda reafirmada por la revelación y testimonio que los propios extraterrestres les han dado a algunos contactados de nuestro tiempo. Para ilustrarlo, vamos a analizar algunos fragmentos de los textos bíblicos con respecto a algunos personajes de la antigüedad, explicando las experiencias de algunos contactados durante la historia de la Humanidad. De todos modos, en otras múltiples antiguas culturas en India, China, América, África, etc.,  podríamos encontrar también múltiples ejemplos. Pero antes veamos lo que la ciencia actual dice sobre los viajes interplanetarios e intergalácticos.

El consejero delegado de Boeing, Dennis Muilenburg, dijo: «Estoy convencido de que la primera persona que ponga el pie en Marte llegará allí a bordo de un cohete Boeing». Seguramente, no fue casual que hiciera estas sorprendentes declaraciones una semana después de que Elon Musk anunciara sus propios planes para llegar al planeta rojo. En la actualidad Boeing posee la contrata para construir el enorme cohete impulsor SLS, que es la base de la misión a Marte planeada por la NASA. El SLS de Boeing, capaz de llevar al espacio una carga de 130 toneladas, puede transportar más peso que el Falcon Heavy de Musk, que solo puede almacenar 64 toneladas. Sin embargo, es posible que el Falcon sea más económico. Los portavoces de la NASA han dicho: «La NASA aplaude a todos los que quieran emprender el siguiente paso de gigante y adelantar el viaje a Marte […] Este viaje necesitará de los mejores y los más brillantes […] En la NASA hemos trabajado mucho durante los últimos años para desarrollar un plan sostenible para la exploración de Marte, y para crear una coalición de socios internacionales y privados que apoyen esta visión». También los europeos, chinos y rusos han expresado el deseo de enviar una misión tripulada a Marte entre 2040 y 2060, pero la financiación de estos proyectos sigue siendo problemática. Lo que sí parece bastante seguro, sin embargo, es que los chinos lleguen a la Luna en 2025. Pero hasta los visionarios más ilusionados son del todo conscientes de que los astronautas que viajen a Marte deberán enfrentarse a numerosos peligros. La lista de posibles peligros en un viaje tripulado a Marte es formidable. Uno de los problemas es la distancia del trayecto. Para llegar a la Luna con el programa Apolo solo se tardó tres días, pero un viaje de ida a Marte puede durar hasta nueve meses, y el viaje completo tomaría unos dos años. Además los astronautas sufren atrofia muscular y ósea a causa de la ingravidez cuando pasan largos periodos en el espacio. En el futuro, nuestras cápsulas espaciales tendrán que girar para que la fuerza centrífuga pueda generar gravedad artificial. Pero la cabina giratoria tendría que ser bastante grande, pues de lo contrario la fuerza centrífuga no se distribuiría uniformemente, y los astronautas sufrirían mareos y desorientación. Existe también el problema de la radiación en el espacio, sobre todo del viento solar y los rayos cósmicos. Los astronautas que viajen a Marte tendrán que cruzar los cinturones de radiación que rodean la Tierra, que podrían exponerlos a fuertes dosis de esta y aumentar su propensión a ciertas enfermedades, al envejecimiento prematuro y al cáncer.

En un viaje interplanetario de dos años, un astronauta recibiría unas doscientas veces la radiación que recibiría otra persona que se quede en la Tierra. Los rayos cósmicos procedentes del espacio exterior son a veces tan intensos que los astronautas ven diminutos destellos de luz cuando las partículas subatómicas ionizan el fluido de sus globos oculares, pudiendo causar graves daños en los ojos. Además, el año 2016 trajo malas noticias acerca de los efectos de la radiación en el cerebro. Unos científicos de la Universidad de California en Irvine expusieron ratones a grandes dosis de radiación, equivalentes a la cantidad que se absorbería durante un viaje de dos años al espacio profundo. Descubrieron evidencias de daños cerebrales irreversibles. Los ratones mostraban problemas de conducta y se habían vuelto agitados y disfuncionales. Como mínimo, estos resultados confirman que los astronautas tendrán que estar adecuadamente protegidos. Además, también tendrán que preocuparse por las gigantescas llamaradas o fulguraciones solares. En 1972, cuando se estaba preparando el Apolo 17 para un viaje a la Luna, una potente fulguración solar llegó a la superficie de este satélite. Si en aquel momento hubiera habido astronautas, podrían haber muerto. A diferencia de los rayos cósmicos, que son imprevisibles, las fulguraciones solares se pueden detectar desde la Tierra, de modo que es posible avisar a los astronautas con varias horas de anticipación. Por otro lado, hay que considerar los micrometeoros, que pueden desgarrar el casco exterior de una nave espacial. Un examen minucioso del transbordador reveló el impacto de un gran número de estos objetos en los paneles de la superficie. La fuerza de un micrometeoro del tamaño de un sello de correos que se desplaza a 65.000 kilómetros por hora sería suficiente para abrir un agujero en el casco y causar una rápida bajada de presión. Sería conveniente, por ello, dividir los módulos espaciales en varias cámaras, para que una sección perforada se pueda aislar rápidamente de las otras. Los problemas psicológicos no son menos importantes. Será muy incómodo estar encerrado durante mucho tiempo en una diminuta cápsula abarrotada de equipo y con varias personas más. Ni siquiera con toda una colección de pruebas psicológicas podemos predecir con seguridad si los tripulantes cooperarán y cómo. Todos estos problemas también los tiene que haber resuelto cualquier civilización extraterrestre que nos visite o nos haya visitado, aunque suponemos que poseen una tecnología mucho más avanzada que la nuestra.

Según el ingeniero aeroespacial y escritor estadounidense Robert Zubrin; “Creo que cuando los humanos empiecen a explorar y construir ciudades y pueblos en Marte, esto se considerará una de las grandes épocas de la humanidad, una época en la que la gente puso un pie en otro mundo y tuvo libertad para crear un mundo propio“. Pero tal vez pasó al revés, ya que se sabe que Marte tuvo océanos y tal vez vida inteligente. Puede ser que fueran marcianos los que colonizaran la Tierra en tiempos antiguos, tal como opina Brian Desborough, investigador y científico, que ha estado involucrado en la investigación aeroespacial. Según James Green, Director de Ciencias Planetarias de la NASA: “Marte no es el planeta seco y árido que pensamos en el pasado una vez ha sido encontrada agua líquida“. Por otro lado, las anomalías, los avistamientos de naves, y las extrañas estructuras fotografiadas en Marte y en la Luna, parecen demostrar que existen ruinas prehistóricas en dichos cuerpos celestes. Asimismo se han detectado extrañas anomalías que sugieren vida bajo la superficie marciana, tal vez en inmensos túneles y sofisticadas estructuras. Es posible que estos supuestos habitantes alienígenas sean nativos del propio planeta Marte o que provengan de otro planeta habitado. Jonathan Swift (1667 – 1745) fue un escritor satírico irlandés. Su obra principal fue Los viajes de Gulliver, publicada en 1726, que constituye una de las críticas más amargas, y a la vez satíricas, que se han escrito contra la sociedad y la condición humana. Pero este libro contiene unos datos muy interesantes e intrigantes. Por primera vez, y mucho antes de ser descubiertos, en este libro aparecen los satélites de Marte, descritos en una forma muy parecida a la realidad. En el libro podemos leer que los habitantes de una isla volante, llamada Laputa, invitan a Gulliver a subir a la misma. Ello parece sorprendente en 1726. Según Gulliver: “La isla volante o flotante es exactamente circular; su diámetro, de 7.837 yardas, esto es, unas cuatro millas y media, y contiene, por lo tanto, diez mil acres. Su grueso es de 300 yardas. El piso o superficie inferior que se presenta a quienes la ven desde abajo es una plancha regular, lisa, de diamante, que tiene hasta unas 200 yardas de altura“. Más adelante leemos: “Emplean aquellas gentes la mayor parte de su vida en observar los cuerpos celestes, para lo que se sirven de anteojos que aventajan con mucho a los nuestros; pues aunque sus grandes telescopios no exceden de tres pies, aumentan mucho más que los de cien yardas que tenemos nosotros, y al mismo tiempo muestran las estrellas con mayor claridad. Esta ventaja les ha permitido extender sus descubrimientos mucho más allá que los astrónomos de Europa, pues han conseguido hacer un catálogo de diez mil estrellas fijas, mientras el más extenso de los nuestros no contiene más de la tercera parte de este número. Asimismo han descubierto dos estrellas menores o satélites que giran alrededor de Marte, de las cuales la interior dista del centro del planeta primario exactamente tres diámetros de éste, y la exterior, cinco; la primera hace una revolución en el espacio de diez horas, y la última, en veintiuna y media; así que los cuadros de sus tiempos periódicos están casi en igual proporción que los cubos de su distancia del centro de Marte, lo que evidentemente indica que están sometidas a la misma ley de gravitación que gobierna los demás cuerpos celestes”.

Refiriéndose a los satélites de Marte, vemos que en el libro se dice: “la primera hace una revolución en el espacio de diez horas”, en referencia a las dos estrellas menores o satélites. Y esta afirmación parece asombrosa. En realidad, la frase quiere decir que el satélite “interior”, el que está más cerca del planeta, da una vuelta alrededor del planeta Marte en diez horas. Y lo asombroso es que este satélite, descubierto ciento cincuenta y un año después, y llamado Fobos, da la vuelta a Marte en 7 horas y 39 minutos, siendo la diferencia entre la realidad y la ficción sólo de unas dos horas y media. Pero esto no es lo más asombroso. Lo extraordinario es que tanto las 10 horas como las 7 son anomalías de este satélite. Porque si el día solar o rotación tiene en Marte una duración de 24 horas 39 minutos y 35,3 segundos, por mecánica celeste un satélite marciano debe girar en torno al planeta en un tiempo mayor. Fobos es el único caso en el sistema solar de un satélite que gira en torno a su planeta en menos tiempo, en realidad en mucho menos tiempo del que tarda Marte en dar una vuelta sobre su eje. El que Jonathan Swift nos presente esta anomalía en su descripción de Fobos, y el que la realidad la corrobore, es una coincidencia muy notable. Pero lo más curioso es que los satélites de Marte fueron descubiertos por el astrónomo estadounidense Asaph Hall el 18 de agosto de 1877, !151 años después que Jonathan Swift publicase Los viajes de Gulliver! Realmente sorprendente, salvo que Swift hubiese contactado con extraterrestres, tal como relata en referencia a Gulliver. Brian Desborough afirma que en Marte, entonces con un ambiente muy parecido al nuestro actual, antes de ser afectado por un gran cataclismo cósmico que dio lugar al cinturón de asteroides, habitaba una raza blanca antes del cataclismo de Venus. Su investigación le ha convencido de que los marcianos blancos construyeron las pirámides de Marte y fueron a la guerra con una raza negra extraterrestre para conquistar la Tierra. Estas guerras, dice, son las famosas guerras de los “dioses” descritas en incontables textos antiguos, especialmente en los Vedas Hindúes y en las epopeyas de la India, Ramayana y Mahabharata. Desborough añade que después del cataclismo, los marcianos blancos que se habían establecido en la Tierra fueron abandonados aquí sin disponer de su tecnología y con su planeta de origen devastado. Según Desborough, estos marcianos blancos se habrían convertido en los pueblos blancos de la Tierra.

Fijar la residencia en Marte puede sonar romántico en el mundo de la ciencia ficción, pero la realidad es muy distinta. Una estrategia para prosperar en este planeta es aprovechar lo que hay disponible, como el hielo. Dado que está congelado, lo único que hay que hacer es cavar un poco hasta dar con el permafrost. Entonces podremos extraer el hielo, fundirlo y purificarlo para obtener agua potable, oxígeno para respirar e hidrógeno para calefacción y para combustible. Con el fin de protegerse de la radiación y las tormentas de polvo, puede que los colonos tengan que excavar en la roca para construir un refugio subterráneo. Como la atmósfera de Marte es tan tenue y su campo magnético tan débil, la radiación del espacio no es absorbida ni reflejada como ocurre en la Tierra, así que esto será un verdadero problema. También podría resultar ventajoso establecer la primera base marciana en un gigantesco tubo de lava, cerca de un volcán, como se podría hacer en la Luna. Dada la abundancia de volcanes en Marte, es probable que existan muchos de estos tubos. Un día en Marte dura aproximadamente lo mismo que un día en la Tierra. La inclinación de Marte con respecto al Sol es también similar a la terrestre. Pero los colonos tendrán que acostumbrarse a la gravedad de este planeta, tan solo un 40% de la nuestra y, lo mismo que en la Luna, tendrán que practicar mucho ejercicio para evitar la pérdida de masa muscular y ósea. También deberán hacer frente a un clima terriblemente frío, y luchar en todo momento para no morir congelados. La temperatura en Marte rara vez supera el punto de congelación del agua, y cuando el Sol se pone puede bajar hasta -127º C, de manera que cualquier apagón o fallo energético puede costarles la vida. Aunque podamos enviar la primera misión tripulada a Marte en 2030, debido a estos obstáculos podemos demorarlo hasta el 2050 o posterior, debido a la necesidad de reunir suficiente equipamiento y suministros para crear un puesto avanzado permanente en este planeta. Tal vez esto ya lo han hecho seres extraterrestres procedentes de otras áreas del espacio. Para mantener una presencia permanente en el planeta rojo, tenemos que encontrar una manera de crear un Jardín del Edén en su inhóspito paisaje. Robert Zubrin, ingeniero aeroespacial antes mencionado, que ha trabajado con Martin Marietta y Lockheed Martin, es también fundador de la Mars Society y durante años ha sido uno de los más elocuentes partidarios de colonizar el planeta rojo.

La NASA ha adoptado algunos aspectos de la estrategia de Mars Direct, que cambió la filosofía del programa marciano para priorizar los costes, la eficiencia y la autosuficiencia. Además, la Mars Society de Zubrin ha construido un prototipo de una base en Marte. El doctor Zubrin predice que la colonización de Marte tendrá lugar siguiendo una secuencia predecible. En su opinión, la primera prioridad es establecer una base para unos 20 a 50 astronautas en la superficie del planeta. Algunos solo se quedarán unos pocos meses y otros para siempre, y convertirán la base en su hogar permanente. Con el tiempo, los pioneros dejarán de considerarse astronautas y se verán a sí mismos como colonos, como cuando muchos europeos emigraron a América. Al principio, casi todos los suministros tendrán que venir de la Tierra, pero en la segunda fase la población puede ascender a varios miles de personas, que tendrán que ser capaces de aprovechar las materias primas del planeta. El color rojo de la arena de Marte se debe a la presencia de óxido de hierro, así que los colonos podrán obtener este material y producir acero para la construcción. Se podrá generar electricidad gracias a grandes parques solares que captarán la energía del Sol. El dióxido de carbono de la atmósfera se podría utilizar para cultivar plantas. Poco a poco, la colonia de Marte se volvería autosuficiente y sostenible. El siguiente paso es el más difícil de todos. Llegará un momento en el que la colonia tendrá que encontrar un modo de calentar poco a poco la atmósfera con el fin de que pueda correr agua líquida por el planeta rojo por primera vez en mucho tiempo. Esto posibilitaría la agricultura y, con el tiempo, las ciudades. Entonces entraremos en la tercera fase, y en Marte podrá florecer una nueva civilización. Lo más interesante y prometedor de este planeta es la evidencia geográfica de que en otro tiempo abundó el agua líquida en su superficie, dejando lechos y orillas de ríos, e incluso los contornos de un antiguo océano del tamaño de Estados Unidos. Hace un tiempo indeterminado, Marte gozaba de un clima tropical. Esta combinación entre clima adecuado y grandes masas de agua ha llevado a algunos científicos a especular que el ADN terrestre se originó en Marte. Según esta hipótesis, el impacto de un meteoro gigante arrancó tremendas cantidades de escombros y los arrojó al espacio. Algunos cayeron en la Tierra y sembraron aquí el ADN marciano. Esta teoría no está tan alejada de las teorías de Desborough. Y si vemos factible esto para el Marte actual, ¿por qué no podemos creer en que otras civilizaciones extraterrestres ya lo han hecho?

Zubrin argumenta que la terraformación no es un proceso nuevo ni extraño. Al fin y al cabo, la molécula de ADN está terraformando sin cesar la Tierra. La vida ha cambiado todos los aspectos de la ecología terrestre, desde la composición de la atmósfera a la topografía de la tierra, pasando por el contenido de los océanos. De este modo, cuando empecemos a terraformar Marte solo tendremos que seguir el guion de la propia naturaleza. Para iniciar el proceso de terraformación, podríamos inyectar metano y vapor de agua en la atmósfera con el fin de inducir un efecto invernadero artificial. Estos gases captarán la luz solar e irán elevando la temperatura de los casquetes polares. A medida que se derrita el hielo acumulado en ellos, se liberarán el vapor de agua y el dióxido de carbono atrapados. También se pueden poner satélites en órbita alrededor de Marte para dirigir luz solar concentrada hacia los casquetes de hielo. Estos satélites sincronizados para que se mantengan sobre un punto fijo del firmamento podrían enfocar la energía hacia las regiones polares. Si se sigue este plan, los satélites solares de Marte desplegarían unos paneles gigantescos, de muchos kilómetros de extensión, formados por muchísimos espejos o paneles solares. La luz solar se podría enfocar y después dirigir hacia los casquetes polares, o transformar por medio de células solares para después enviarla en forma de microondas. Este es uno de los métodos de terraformación más eficientes, aunque más caros, porque es seguro, no contamina y garantiza un mínimo de daños en la superficie de Marte. También hay quien ha sugerido extraer metano de Titán, uno de los satélites de Saturno, que lo contiene en grandes cantidades, y transportarlo a Marte. Este gas podría contribuir al deseado efecto invernadero, ya que es veinte veces más eficaz que el dióxido de carbono a la hora de retener calor. Otro posible método consistiría en utilizar cometas o asteroides cercanos. Como ya hemos comentado, los cometas están compuestos principalmente de hielo y se sabe que los asteroides contienen amoniaco, otro gas invernadero. Si alguno pasara cerca de Marte, se le podría desviar un poco para que quedara orbitando el planeta y después redirigirlo para que descendiera en lenta espiral hasta Marte. Al entrar en la atmósfera marciana la fricción lo calentaría hasta desintegrarlo, desprendiendo vapor de agua o amoniaco. Una idea más heterodoxa, propuesta por Elon Musk, es fundir los casquetes polares haciendo estallar bombas de hidrógeno a mucha altura sobre ellos. Este método ya es posible con la tecnología actual. En principio, las bombas de hidrógeno, aunque muy protegidas, son relativamente baratas de fabricar. Y, desde luego, disponemos de la tecnología necesaria para dejar caer docenas de ellas sobre los casquetes polares con cohetes que ya existen. Sin embargo, nadie sabe lo estables que son los casquetes de hielo ni cuáles serían los efectos a largo plazo de este procedimiento. Y a muchos científicos les asusta el riesgo de consecuencias no deseadas. Se calcula que si se fundiera todo el hielo de los casquetes polares de Marte habría suficiente agua líquida para llenar un océano de cinco a diez metros de profundidad, tan grande como el planeta.

Todas estas propuestas tienen la finalidad de llevar la atmósfera marciana a un punto de inflexión donde el calentamiento se mantenga solo. Bastaría con elevar la temperatura seis grados centígrados para iniciar el proceso de deshielo. Los gases invernadero emitidos desde los casquetes polares seguirían calentando la atmósfera. También se liberaría el dióxido de carbono absorbido por el desierto hace millones de años, que también contribuiría al calentamiento, causando más deshielo. Y así el proceso continuaría sin más intervención externa. Cuanto más se caliente el planeta, más vapor de agua y gases invernadero se desprenderán, lo que a su vez calentará aún más el planeta. Esto podría continuar de forma casi indefinida y aumentar la presión atmosférica de Marte. Cuando el agua líquida empiece a correr por los antiguos lechos fluviales de Marte, los colonos podrán poner en marcha la agricultura a gran escala. A las plantas les gusta el dióxido de carbono, por lo que se podrán cultivar los primeros campos al aire libre, cuyos desechos se utilizarían para generar una capa de mantillo o abono. Así se iniciaría otro ciclo positivo, ya que con más cultivos se obtendría más tierra fértil, que serviría para alimentar a su vez nuevos cultivos. También el suelo marciano contiene valiosos nutrientes, como magnesio, sodio, potasio y cloro, que ayudarán al crecimiento de las plantaciones. Además, cuando estas empiecen a proliferar, generarán oxígeno, un ingrediente imprescindible para terraformar Marte. A principios del siglo XXII, las innovaciones de la nanotecnología, biotecnología e inteligencia artificial deberían haber avanzado lo suficiente para ejercer un profundo impacto en la terraformación de Marte. Algunos biólogos han apuntado que la ingeniería genética podría generar una nueva especie de alga diseñada para existir en Marte, por ejemplo en lagos recién formados. Esta alga prosperaría en una atmósfera fría, tenue y rica en dióxido de carbono, y desprendería grandes cantidades de oxígeno como desecho. Sería comestible y se podría modificar genéticamente para imitar sabores de la Tierra. Además, se la podría manipular para que produjera un fertilizante excelente. En la película Star Trek II. La ira de Khan, se presenta una nueva y fantástica tecnología llamada Dispositivo Génesis, capaz de terraformar planetas muertos y convertirlos en mundos fecundos y habitables. Explota como una bomba y rocía sus alrededores de ADN muy modificado. A medida que este súper-ADN se extiende por todos los rincones del planeta, surgen células y se forman densas junglas hasta que todo él queda terraformado en cuestión de días. ¿Es posible que otras civilizaciones extraterrestres hayan terraformado la propia Tierra y otros planetas?

Investigando el fascinante mundo de la temática extraterrestre, se llega a la evidente conclusión de que, desde la más remota antigüedad, seres venidos del espacio cohabitaron con humanos, modificando nuestra raza o bien se llevaron a sus planetas características genéticas de la nuestra. Es válida para este razonamiento la frase bíblica: “Los hijos de los Dioses se juntaron con las hijas de los hombres y las fecundaron”. Lógicamente de tal unión salimos nosotros, los habitantes del planeta Tierra, el Homo Sapiens, que al fin y al cabo terminamos siendo posiblemente mitad terrestres por nuestra madre y mitad extraterrestres. ¿O tal vez somos totalmente extraterrestres? Citar, dentro de nuestra cultura judeocristiana, así como en otras, las numerosas vírgenes o mujeres aparentemente estériles que parieron hijos engendrados por seres supuestamente venidos del espacio, sería tedioso debido a la gran cantidad de hechos, como lo son el caso de Jesús, Zaratrusta, Buda, Moisés, Ana, la madre de María, Noé, etc. Existen bastantes casos de contactados que aseguran que estas fecundaciones provocadas artificialmente, no solo se habría dado en remotas etapas de la historia sino que se vienen realizando con cierta asiduidad para completar un supuesto plan trazado por estos supuestos Jardineros del Cosmos. Sabemos, por otra parte, que estamos entrando en la Era de Acuario y que, tal vez, un nuevo hombre debe habitar el nuevo tiempo. Tal vez un hombre que tiene en su memoria genética el programa para el que fue creado por sus supuestos padres celestiales y probablemente ahora mismo se está produciendo una intervención por parte de estos seres que, aparentemente, siguen tutelando nuestra marcha evolutiva. Los extraterrestres, por medio de sus contactados, nos dicen que todo cambio, mutación o programación planetaria viene o parte del Sol. Entonces: ¿Qué pasaría si la longitud de onda y frecuencia del Sol cambiasen? Y suponiendo que se acepte la energía psíquica, prana o principio vital, ¿qué sucedería si dicha energía o código psíquico fuera alterado para la Era de Acuario?  Muchos quieren ver el fin del mundo a través de unas inevitables catástrofes que nos aniquilarían, pero existen otras formas de cambio que quizás no se han tenido en cuenta y que seguramente realizarán un cambio en la Humanidad.

El investigador Peter Krassa hace referencia a los misterios de la antigua China, donde de nuevo se alude a nacimientos e intervenciones extrañas. Vemos a aquel héroe extraterrestre, que como Hijo del Sol aparece en las leyendas chinas. Como ejemplo tenemos a Huang Ti, el Emperador Amarillo, que era hijo de Fu-Pao (Sumiso Bien). Su esposa fue al parecer visitada por un extranjero, pues, según la leyenda, ella vio un gran destello como un remolino en torno a la Osa Mayor y la estrella central brilló con tanta intensidad que iluminó todo el país. Y como consecuencia de que la rozara el rayo luminoso, quedó preñada, y parió al cabo de 25 meses, lo que puede ser un error o deberse a algún hecho desconocido. Es notable el paralelismo con el nacimiento de Jesús, para el que se dice que no intervino ningún hombre. Lo que en la Biblia se identifica como el Espíritu Santo pudiera ser en esa versión china un rayo luminoso. En el año vigésimo de su subida al trono, ocurrió un extraordinario fenómeno ante los propios ojos de Huang Ti. Aparecieron en el cielo abigarradas y brillantes nubes, en que una zona de un rojo incandescente se alternaba con una zona verde. La parte roja tenía dos estrellas en medio y la verde solo una como punto central. Según esta leyenda, las tres estrellas brillaban al alba con extraordinario y bello color, por lo que se las llamaba las resplandecientes estrellas. Aún es más misterioso el origen del soberano Yao. Su madre era Ch’ing tou y parece que nació en el desierto. Los cronistas cuentan que la mujer estaba rodeada permanentemente por una nube amarilla, que venía de arriba. Una mañana, vino un dragón rojo a Ch’ing tou trayéndole un mensaje sellado, así como un retrato. La misiva decía: “El rojo será protegido por el Supremo”. Entonces sucedió que el dragón rojo rozó a la mujer; y ello, en unión de un frío viento, hizo que Ch’ing tou quedase embarazada. He aquí también una especie de concepción artificial, semejante a la que el rosario de leyendas de todo el mundo atribuye el nacimiento de los seres divinos. Al cabo de 14 meses llegó Yao al mundo, en Tanling. Es interesante al respecto que Tanling significa “Montículo bermellón” y que la criatura se parecía a aquella imagen que se le había mostrado a Ch’ing tou.

En la Biblia vemos que seres del espacio (ángeles)  anunciaron y prepararon el nacimiento de uno de los seres que estaría destinado a liderar un plan de liberación para el pueblo hebreo. Me refiero a Sansón, cuyos padres fueron visitados por un Ángel (se supone que un extraterrestre) que les anunció dicho acontecimiento. En Jueces se dice: “Volvieron los hijos de Israel a hacer el mal a los ojos de Yavé, y Yavé los dio en manos de los filisteos durante cuarenta años. Había un hombre de Sora, de la familia de Dan, de nombre Manué. Su mujer era estéril y no le había dado hijos. El ángel de Yavé se apareció a la mujer y le dijo: Eres estéril sin hijos, pero vas a concebir y parirás un hijo. Mira, pues, que no bebas vino ni licor alguno ni comas nada inmundo, pues vas a concebir y a parir un hijo, a cuya cabeza no ha de tocar la navaja, porque será nazareno de Dios el niño desde el vientre de su madre y será el que primero librará a Israel de la mano de los filisteos. Fue la mujer y dijo a su marido: Ha venido a mí un hombre de Dios. Tenía el aspecto de un ángel de Dios muy temible. Yo no le pregunté de dónde venía ni me dio a conocer su nombre, pero me dijo: vas a concebir y a parir un hijo. No bebas, pues, vino ni otro licor inmundo, porque el niño será nazareno de Dios desde el vientre de su madre hasta el día de su muerte. Entonces Manué oró a Yavé, diciendo: De gracia, Señor: que el hombre de Dios que enviaste venga otra vez a nosotros para que nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño que ha de nacer. Oyó Dios la oración de Manué y volvió el ángel de Dios a la mujer de Manué cuando estaba ésta sentada en el campo y no estaba con ella su marido. Corrió ella en seguida a anunciárselo a su marido, diciéndole: El hombre que vino a mí el otro día acaba de aparecérseme. Se levantó  Manué, y siguiendo a su mujer, fue hacía el hombre y le dijo: ¿Eres tú el que has hablado a esta mujer?. El respondió: Yo soy. Repuso Manué: Cuando se cumpla tu palabra, ¿cuál ha de ser la conducta y el obrar del muchacho?. El ángel de Yavé dijo a Manué: La mujer que se abstenga de cuanto le he dicho: que no tome nada de cuanto procede de la vid, no beba vino ni otro licor embriagante y no coma nada inmundo; cuanto le mande ha de observarlo. Manué dijo al ángel de Yavé: Te ruego que permitas que te retengamos mientras te traemos preparado un cabrito. El ángel de Yavé dijo a Manué: Aunque me retengas, no comería tus manjares; pero si quieres preparar un holocausto, ofréceselo a Yavé. Manué que no sabía que era el ángel de Yavé, le dijo:¿Cuál es tu nombre, para que te honremos cuando tu palabra se cumpla? El ángel de Yavé respondió: ¿Para qué me preguntas mi nombre, que es admirable. Manué tomo el cabrito y la oblación para ofrecérselo a Yavé en holocausto sobre la roca, y sucedió un prodigio a la vista de Manué y su mujer. Cuando subía la llama de sobre el altar hacía el cielo, el ángel de Yavé se puso sobre la llama del altar. Al verlo Manué y su mujer cayeron rostro en tierra y no vieron más al ángel de Yavé. Entendió entonces Manué que era el ángel de Yavé, y dijo a su mujer: Vamos a morir porque hemos visto a Dios. La mujer le contestó: Si Yavé quisiera hacernos morir, no habría recibido de nuestras manos el holocausto y la oblación, ni nos hubiera hecho ver todo esto, ni oír hoy todas estas cosas. Parió la mujer un hijo y le dio el nombre de Sansón. Creció el niño, y Yavé le bendijo, y comenzó a mostrarse en él el espíritu de Yavé en el campo de Dan, entre Sora y Estaol”.

Es de notar en el relato anterior que el ángel de Yavé no comía carne y además deseaba permanecer en el anonimato ante el verdadero protagonista. Vemos también como una tecnología superior ha intervenido con un fin bien preciso en ayuda de aquel pueblo que interpretaba, desde su óptica, todo acto incomprensible como un milagro de Dios. Hoy somos capaces de entender que los ángeles de ayer son los extraterrestres de hoy y que nunca estuvimos solos en nuestra marcha por el espacio. Las misiones de reconocimiento de los dioses “caídos” en sus extrañas “carrozas” fueron también atestiguadas y registradas. Algunos de estos registros han permanecido hasta la actualidad, aunque muchos creen que son puros cuentos de hadas. Más de 30.000 documentos escritos en todo el mundo narran sobre seres avanzados que vinieron a la Tierra o que ya estaban viviendo en la Tierra. Según el Libro de Ezequiel: “Ahora, al ver a las criaturas vivientes, vi cuatro alas sobre el suelo, una por cada una de las criaturas vivientes, con sus cuatro caras. La aparición de las ruedas y su composición eran como el color del ámbar brillante: y todas las cuatro alas tenían una similitud: y su composición era como una rueda en medio de una rueda”. Consideremos solo algunas de estas extrañas referencias en las páginas de la Biblia. En el Libro de Ezequiel leemos: “Luego, Eva vio hacia el cielo y vio una carroza brillante venir, guiada por cuatro brillantes ángeles, cuya gloria nadie, nacido de mujer, podría expresar ni ver a la cara a los ángeles que iban delante de la carroza”. Y según el Génesis: “Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeante y una antorcha de fuego que pasaba …”. Y de nuevo el Libro de Ezequiel nos explica: “Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban. Hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas”. Los teólogos consideran que los textos sagrados son “la palabra de Dios” que se reveló a unos pocos escogidos. Pero cuando se elimina la simple fe lo que quedan son los propios textos, desprovistos de su carácter sagrado. Y cuando eliminamos la creencia en el carácter sagrado de estos textos es cuando podemos empezar a estudiarlos.

En el Apocalipsis de Abraham el autor describe a dos seres celestiales que bajan a la Tierra. Estos dos seres celestiales subieron a Abraham a las alturas, pues el Señor quería conversar con él. Abraham cuenta que no eran humanos y que le produjeron mucho miedo. Dice que tenían el cuerpo brillante «como un zafiro»; lo hicieron subir entre humo y fuego, «como con la fuerza de muchos vientos». Cuando llegó a las alturas, vio «una luz gloriosa e indescriptible» y unas figuras grandes que se gritaban entre sí unas palabras «que yo no entendí». Y añade: «Pero yo quería volver a caer a la Tierra; el lugar alto donde nos encontrábamos estaba tan pronto de pie como cabeza abajo». Alguien nos está contando en primera persona que quería «volver a caer a la Tierra». Es lógico suponer, por lo tanto, que estaba más alto que la Tierra. Y nadie sin conocimientos científicos modernos podría haber sabido que las grandes estaciones espaciales siempre rotan sobre su propio eje. La gravedad artificial sólo puede conseguirse en el interior de la nave gracias a la fuerza centrífuga provocada por la rotación propia de la nave. Y el Apocalipsis de Abraham dice: «El lugar alto donde nos encontrábamos estaba tan pronto de pie como cabeza abajo». Y además Abraham dice que estos seres no eran humanos y que sus ropas brillaban como el zafiro. ¡Sorprendente! En la película Passengers, el Avalon, una nave espacial de alta tecnología impulsada por enormes motores de fusión, viaja hacia Homestead II, una colonia en un planeta lejano. Los anuncios publicitarios de esta colonia son tentadores. La Tierra está vieja, cansada, superpoblada y contaminada. ¿Por qué no empezar una nueva vida en un mundo apasionante? El viaje dura 120 años, durante los cuales los pasajeros permanecen en animación suspendida, con sus cuerpos congelados en cápsulas. Cuando el Avalon llegue a su destino, la nave despertará automáticamente a sus cinco mil pasajeros, que saldrán de sus cápsulas sintiéndose frescos y listos para iniciar una nueva vida en un hogar distinto. Sin embargo, durante el viaje, una lluvia de meteoros perfora el casco de la nave y daña sus motores de fusión, causando una serie de averías. Uno de los pasajeros es revivido de forma prematura, cuando todavía quedan noventa años de viaje. Se siente solo y deprimido, pensando que la nave no aterrizará hasta mucho después de que él haya muerto. Desesperado por la falta de compañía, decide despertar a una bella compañera de viaje. En efecto, se enamoran. Pero cuando ella descubre que él la despertó a propósito casi un siglo antes del tiempo señalado, y que también ella morirá en ese purgatorio interplanetario, enloquece de furia.

Películas como Passengers son ejemplos de los intentos de Hollywood por dar más realismo a la ciencia ficción. La nave espacial Avalon viaja a la manera clásica, sin superar la velocidad de la luz. Pero si le preguntamos a cualquier aficionado a la ciencia-ficción cómo se imagina una nave estelar, nos hablará de algo parecido al Enterprise de Star Trek o al Halcón milenario de La guerra de las galaxias, una nave capaz de llevar a sus tripulantes a través de la galaxia a velocidades por encima de la velocidad de la luz, y tal vez de meterse por túneles del espacio-tiempo y surfear por el hiperespacio. Siendo realistas, nuestras primeras naves interestelares no estarán tripuladas y no se parecerán en nada a los vehículos que aparecen en las películas, aunque seguramente otras civilizaciones del espacio ya disponen de estas tecnologías u otras más avanzadas. De hecho, puede que nuestras naves estelares futuras no sean mayores que un sello de correos. En 2016, Stephen Hawking escandalizó al mundo al apoyar un proyecto llamado Breakthrough Starshot, que pretende desarrollar nanonaves, evidentemente no tripuladas, que consisten en sofisticados chips instalados en velas que reciben energía de una enorme batería de potentes rayos láser, instalada en la Tierra. Cada chip tendría el tamaño de un pulgar humano, pesaría unos 25 gramos y contendría la extraordinaria cifra de miles de millones de transistores. Uno de los aspectos más interesantes de este proyecto es que podemos utilizar tecnología ya existente en lugar de tener que esperar muchos años. Hawkins aseguraba que se podrían construir nanonaves por unos diez mil millones de dólares durante una generación, y que utilizando cien mil millones de vatios de potencia láser podrían viajar a una quinta parte de la velocidad de la luz, con la finalidad de llegar en unos veinte años hasta Alfa Centauri, el sistema estelar más próximo. Esta vela láser, que contiene un chip diminuto como única carga, puede ser impulsada por un rayo láser hasta alcanzar un 20% de la velocidad de la luz. Las nanonaves podrían conseguir lo que los cohetes químicos nunca podrán, ya que la ecuación de Tsiolkovsky para estos últimos demuestra que es imposible que un cohete Saturn convencional llegue a la estrella más próxima, ya que necesitaría una cantidad de combustible directamente exponencial a su velocidad. Y sabemos que un cohete químico no puede cargar suficiente combustible para un viaje de esa distancia. Además, suponiendo que pudiera llegar a las estrellas más cercanas, el viaje duraría unos setenta mil años.

La mayor parte de la energía de un cohete químico se utiliza en levantar su propio peso y llevarlo al espacio, mientras que una nanonave recibe su energía de láseres exteriores, instalados en la Tierra, así que no se malgasta combustible, por lo que el 100% se utiliza en impulsar el vehículo. Y dado que las nanonaves no tienen que generar energía, no poseen partes móviles. Esto reduce de forma considerable las posibilidades de averías mecánicas. Tampoco carga sustancias explosivas, por lo que no hay peligro de que explote la plataforma de lanzamiento ni la nave en el espacio. La tecnología informática ha avanzado de tal maneras que podemos empaquetar todo un laboratorio científico en un chip, tal como ya podemos ver en nuestros móviles más modernos. Las nanonaves contendrían cámaras, sensores, equipos químicos y células solares, todo ello diseñado para llevar a cabo análisis detallados de planetas lejanos y transmitir la información por radio a la Tierra. Dado que el coste de los chips informáticos ha bajado de forma espectacular, podríamos enviar miles de nanonaves a las estrellas, esperando  que unos pocos sobrevivan a sus peligrosos y largos viajes. Una nanonave que recorriera el sistema del Centauro, donde se ubica la estrella Alfa Centauri, al 20% de la velocidad de la luz dispondría solo de unas pocas horas para completar su misión. En ese espacio de tiempo, localizaría planetas semejantes a la Tierra. los fotografiaría y los analizaría rápidamente, a fin de determinar las características de sus superficies, su temperatura y la composición de sus atmósferas, buscando principalmente la presencia de agua y oxígeno. También escrutaría el sistema solar en busca de emisiones de radio, que podrían indicar la existencia de inteligencia extraterrestre. Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, ha apoyado el proyecto Breakthrough Starshot, y el inversor y físico ruso Yuri Milner ha prometido invertir cien millones de dólares. Las nanonaves son ya mucho más que una idea, pero hay varios obstáculos que hay que tener en cuenta antes de poner en marcha el proyecto.

Para enviar una flota de nanonaves a Alfa Centauri, una batería de láseres tendría que bombardear con rayos laser de al menos cien gigavatios las velas de las naves durante unos dos minutos. La presión que infligirían estos rayos en las velas haría que las naves salieran volando a gran velocidad por el espacio. No obstante, los rayos tendrían que apuntarse con una gran precisión para asegurar que las naves llegaran a su destino, ya que la más mínima desviación en su trayectoria pondría en riesgo la misión. Pero el principal obstáculo para este proyecto no es el conocimiento científico, sino la financiación. Una planta nuclear cuesta varios miles de millones de dólares y solo puede generar un gigavatio (un millón de vatios) de potencia. El proceso de solicitar fondos oficiales y privados para financiar una batería de láseres lo bastante potente y precisa es uno de los cuellos de botellas del proyecto. A modo de prueba, antes de dirigirse a estrellas lejanas, los científicos pueden enviar nanonaves a destinos dentro del sistema solar. Solo tardarían cinco segundos en llegar a la Luna, sobre una hora y media en llegar a Marte, y unos pocos días en llegar a Plutón. En lugar de esperar diez años para iniciar una expedición a los planetas exteriores, podríamos recibir información sobre ellos en cuestión de días gracias a las nanonaves, y de este modo observar lo que ocurre en el sistema solar casi en tiempo real. En una fase posterior del proyecto, se podría instalar una batería de cañones láser en la Luna. Cuando un láser pasa a través de la atmósfera de la Tierra, pierde sobre un 60% de su energía. Una instalación lunar ayudaría a resolver este problema, además de que los paneles solares aportarían energía eléctrica barata y abundante para producir los rayos láser. Recordemos que un día lunar equivale a unos treinta días terrestres, de modo que la energía se podría captar eficientemente y almacenarse en baterías. Este sistema ahorraría miles de millones de dólares, pues, a diferencia de la energía nuclear, la energía solar es gratis. A finales del actual siglo XXI la tecnología de los robots autorreplicantes debería haberse perfeccionado, por lo que podríamos encargarles la tarea de construir complejos de paneles solares y baterías láser en la Luna, Marte y en otros planetas, satélites o asteroides. Del primer equipo de robots que se enviasen, algunos extraerían minerales de los regolitos lunares, mientras otros construirían una fábrica y otros supervisarían la clasificación, trituración y fundición de materias primas en la fábrica, para luego separar y obtener diversos metales. Después, estos metales purificados se podrían emplear para construir estaciones láser y una nueva generación de robots autorreplicantes.

Con el tiempo se podría disponer de una red de estaciones repetidoras de rayos láser por todo el sistema solar, que tal vez se extendería desde la Luna hasta la nube de Oort, una nube esférica de objetos transneptunianos que se encuentra en los límites del sistema solar, casi a un año luz del Sol. Dado que los cometas de la nube de Oort se encuentran casi a la mitad del camino a Alfa Centauri y que la mayoría son estacionarios, podrían ser lugares idóneos para proyectores de rayos láser que impulsasen a las nanonaves en su viaje al sistema estelar más próximo. Cuando una de las nanonaves pasase cerca de una de estas estaciones repetidoras, sus láseres dispararían automáticamente y darían a la nave un empujón adicional hacia las estrellas. Robots autorreplicantes podrían construir estos lejanos puestos avanzados empleando la fusión nuclear en lugar de luz solar como fuente de energía. Pero las nanonaves impulsadas por láser son solo un tipo de los vehículos estelares llamados «velas solares». Así como las velas de los barcos captan la fuerza del viento, las velas solares captan la presión lumínica de la luz solar o de un láser. De hecho, muchas de las ecuaciones que se emplean para guiar barcos de vela se pueden aplicar también a las velas solares en el espacio exterior. La luz está formada por partículas llamadas fotones, y cuando estos chocan con un objeto, ejercen una minúscula presión. Como la presión lumínica es ligerísima, los científicos no se dieron cuenta de su existencia durante mucho tiempo. Fue el genial astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler el primero que observó este efecto cuando apreció que, en contra de lo que se creía, las colas de los cometas siempre apuntan en dirección contraria al Sol. Kepler supuso correctamente que estas colas las crea la presión de la luz que emite el Sol, que empuja lejos de sí las partículas de polvo y los cristales de hielo de los cometas. El profético escritor Julio Verne ya predijo las velas solares en su libro De la Tierra a la Luna, donde escribió: «Algún día tendremos velocidades mucho mayores que estas, cuyo agente mecánico será probablemente la luz o la electricidad […] Algún día viajaremos a la Luna, los planetas y las estrellas». El físico ruso Konstantín Tsiolkovski desarrolló un poco más el concepto de las velas solares, o de naves espaciales que se sirven de la presión de la luz del Sol. Pero para la NASA nunca han sido una prioridad, ya que algunos proyectos han fracasado. El único éxito en los intentos de enviar una vela solar más allá de la órbita terrestre lo obtuvieron los japoneses en 2010. El satélite IKAROS desplegó una vela que medía 14 x 14 metros y estaba impulsada por la presión de la luz solar. Llegó a Venus en seis meses, demostrando así que las velas solares eran posibles.

Los cohetes químicos, que se utilizan actualmente y cuya combustión solo dura unos minutos, tienen un impulso menor. A continuación vienen los motores iónicos, que podrían ser útiles para misiones a planetas cercanos. Funcionan tomando un gas como el xenón, arrancando los electrones de sus átomos transformándolos en iones, y después acelerando estos iones con un campo eléctrico. El interior de un motor iónico se parece al interior de un monitor de televisión, donde los campos eléctricos y magnéticos guían un chorro de electrones. Pero el empuje de los motores iónicos es tan pequeño, ya que se suele medir en gramos, que cuando se enciende uno en el laboratorio, parece que no ocurre nada. Pero en el espacio y con tiempo pueden alcanzar velocidades superiores a las de los cohetes químicos. Los cohetes iónicos pueden funcionar durante años, por lo que tienen un impulso específico mucho mayor que los cohetes químicos. Para aumentar la potencia de un motor iónico se podría ionizar el gas mediante microondas u ondas de radio, y después usar campos magnéticos para acelerar los iones. A esto se le llama motor de plasma, que en teoría podría reducir la duración del viaje a Marte de nueve meses a menos de cuarenta días, según sus partidarios. Pero la tecnología se encuentra todavía en fase de desarrollo. Un factor limitante para este tipo de motores es la gran cantidad de electricidad necesaria para crear el plasma, que podría incluso precisar de una planta nuclear para las misiones interplanetarias. La NASA ha estado estudiando y construyendo motores iónicos durante décadas, tales como el Deep Space Transport, que podría llevar astronautas a Marte en la década de 2030, utilizando propulsión iónica. Lo más probable es que a finales del actual siglo XXI los motores iónicos sean importantes en las expediciones espaciales interplanetarias. Aunque los cohetes químicos todavía podrían resultar la mejor opción para misiones en las que el tiempo del viaje sea importante, los iónicos constituirían una alternativa sólida y fiable cuando el tiempo no sea fundamental. No obstante, tras el motor iónico vendrán sistemas de propulsión actualmente todavía especulativos.

En 2011, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA) y la NASA organizaron un simposio titulado «The 100 Year Starship», que generó mucho interés. El objetivo no era construir una nave estelar este siglo XXI, sino reunir a mentes científicas de primera fila que pudieran elaborar una agenda viable de viajes interestelares de cara al próximo siglo XXII. El proyecto lo organizaron un grupo informal de físicos e ingenieros veteranos, que querían aprovechar su conocimiento colectivo para lograr el viaje a las estrellas. Una intrigante propuesta fue el llamado proyecto Orion, que proponía usar armas nucleares como fuente de energía para naves espaciales. El esqueleto del plan era fabricar bombas atómicas en miniatura y expulsarlas una a una por el extremo posterior de una astronave. Cada vez que una de estas minibombas estallara, crearía una onda expansiva de energía que empujaría la nave hacia delante. La idea era que expulsando una serie de pequeñas bombas nucleares seguidas, la nave podría acelerar hasta casi la velocidad de la luz. La idea fue desarrollada por el físico nuclear Ted Taylor en colaboración con el físico Freeman Dyson. Taylor era conocido por haber diseñado una gran variedad de artefactos nucleares, desde la bomba de fisión más grande que jamás ha explotado, con una potencia unas veinticinco veces mayor que la de la bomba de Hiroshima, hasta el pequeño cañón nuclear portátil Davy Crockett, con una milésima parte de la potencia de la bomba de Hiroshima. Pero Taylor quería utilizar sus amplios conocimientos sobre esta clase de explosivos en fines pacíficos. Por ello le entusiasmó inicialmente la oportunidad de ser pionero en el proyecto Orion. El principal problema era cómo controlar con precisión esa serie de detonaciones de modo que la astronave pudiera viajar sobre la onda expansiva sin peligro y sin quedar destruida en el proceso. Se hicieron diferentes diseños para toda una gama de velocidades. El modelo más grande medía unos cuatrocientos metros de diámetro, pesaba ocho millones de toneladas y lo impulsaban 1.080 bombas. En teoría, podía alcanzar un 10% de la velocidad de la luz, lo que le permitiría llegar a Alfa Centauri en solo cuarenta años. A pesar de su enorme tamaño, los cálculos indicaban que podría funcionar. Pero los críticos al proyecto indicaron que las naves de pulso nuclear desencadenarían una lluvia radiactiva. Taylor defendió el proyecto diciendo que la lluvia radiactiva se crea cuando el polvo y el casco metálico de la bomba se vuelven radiactivos después de estallar la bomba, y que ello se podría evitar si la nave solo encendiera su motor en el espacio exterior. Pero el Tratado de Prohibición de Ensayos Nucleares de 1963 impedía también experimentar con bombas atómicas en miniatura. Por ello el proyecto Orion acabó siendo un proyecto cancelado. Otra razón para la cancelación del proyecto fue que el propio Ted Taylor perdió el interés.

Vemos pues que el plan de emplear bombas nucleares para impulsar naves espaciales murió en la década de 1960, pero había otra posibilidad para lograr el mismo resultado. En 1978, la Sociedad Interplanetaria Británica emprendió el proyecto Dédalo. En lugar de utilizar bombas de fisión de uranio, el Dédalo utilizaría minibombas H (de fusión de Hidrógeno). Se conocen varias maneras de liberar el poder de la fusión con fines pacíficos. Una de ellas, llamada confinamiento magnético, consiste en colocar hidrógeno gaseoso en un campo magnético con forma de rosquilla y después calentarlo a millones de grados. Los núcleos de hidrógeno chocan unos con otros y se fusionan formando núcleos de helio y desprendiendo ráfagas de energía nuclear. El reactor de fusión se podría usar para calentar un líquido, que después se deja salir por un tubo, impulsando el cohete. En la actualidad, el principal reactor de fusión por confinamiento magnético es el Reactor Termonuclear Experimental Internacional (ITER), situado en el sur de Francia. Es una máquina enorme, diez veces más grande que su mayor competidor. Pesa 5.110 toneladas, mide once metros de altura y veinte de diámetro, y hasta ahora ha costado más de 12.000 millones de euros. Se espera que alcance la fusión en el 2035, y en su momento producirá 500 megavatios de energía térmica. Tenemos que tener en cuenta que una planta nuclear normal a base de uranio produce unos mil megavatios de electricidad. Se espera que sea el primer reactor de fusión que genere más energía que la que consume. A pesar de una serie de retrasos y sobrecostes, los físicos están seguros de que el reactor ITER hará historia. Como dijo el premio Nobel Pierre-Gilles de Gennes: «Afirmamos que introduciremos el Sol en una caja. La idea es bonita. El problema es que no sabemos cómo hacer la caja». Otra variación del cohete Dédalo podría estar impulsada por fusión láser, y utilizaría gigantescos rayos para comprimir una pequeña bola de material rico en hidrógeno. Este proceso se llama «confinamiento inercial». Un ejemplo de este proceso son las Instalaciones Nacionales de Ignición (NIF), que depende del Laboratorio Nacional de Livermore, California. Su batería de 192 rayos gigantes de laser en tubos de 1.500 metros de longitud es la más grande del mundo. Cuando se enfocan estos rayos sobre una pequeña muestra de hidruro de litio rico en hidrógeno, su energía incinera la superficie del material, lo que provoca una mini explosión que hace que la bolita se desplome y eleva su temperatura a la extraordinaria cifra de cien millones de grados centígrados. Esto ocasiona una reacción de fusión que desprende quinientos billones de vatios de potencia en solo billonésimas de segundo. En la cámara principal donde convergen los rayos láser habría podido caber un edificio de viviendas de cinco pisos.

Otra versión del proyecto Dédalo utiliza un proceso similar a la fusión láser. Pero en lugar de un rayo láser, utiliza una batería de chorros de electrones para calentar una pequeña bola rica en oxígeno. En teoría, si se hicieran detonar 250 de esas bolas por segundo, se podría generar energía suficiente para que una astronave alcanzara una fracción del 12% de la velocidad de la luz. Sin embargo, el problema es que ese diseño necesitaría un cohete de fusión de un tamaño enorme, que pesaría unas 54 toneladas y mediría unos 190 metros de longitud. Debido a su gran tamaño habría que construirlo en el espacio utilizando robots. Como idea, el cohete de fusión nuclear es un concepto con grandes posibilidades, pero la energía producida por la fusión todavía no está demostrada. Además, el tamaño y la complejidad de estos posibles cohetes genera dudas sobre su viabilidad, al menos a lo largo del actual siglo XXI. No obstante, junto con las velas solares, los cohetes de fusión parecen una de las tecnologías más prometedoras. Los avances tecnológicos, que incluyen los motores de antimateria, las velas solares, los motores de fusión y las nanonaves, pueden abrir nuevos horizontes en el diseño de naves estelares. Los motores de antimateria, como podemos ver en Star Trek, también pueden hacerse realidad. Utilizan la que podemos considerar la mayor fuente de energía del universo, que implica la transformación directa de materia en energía por medio de colisiones entre materia y antimateria. La antimateria es lo contrario de la materia, y esto significa que tiene carga contraria. Por ejemplo, un antielectrón tiene una carga positiva, mientras que un antiprotón tiene carga negativa. Cuando la materia y la antimateria chocan, las dos quedan aniquiladas y se transforman en energía pura, de modo que esta reacción libera energía con un 100% de eficiencia. La efectividad de una bomba nuclear, por el contrario, es de solo un 1%, ya que casi toda la energía de una bomba de hidrógeno se desperdicia. Según los científicos, el diseño de un propulsor de antimateria sería bastante sencillo. La antimateria se almacenaría en recipientes de seguridad y se introduciría en una cámara sometida a corrientes uniformes. En la cámara se combinaría con materia normal y el resultado sería un estallido de rayos gamma y rayos X. A continuación, la energía se haría salir por una abertura en la cámara de escape para generar impulso. Según el físico James Benford, los cohetes de antimateria son uno de los conceptos favoritos de los aficionados a la ciencia ficción, pero su construcción presenta graves problemas. Para empezar, la antimateria se encuentra de manera natural, pero solo en cantidades relativamente pequeñas, de modo que tendríamos que fabricar mucha cantidad de antimateria para utilizarla en los motores de propulsión.

El primer átomo de antihidrógeno, con un antielectrón orbitando alrededor de un antiprotón, se creó en 1995 por parte de la Organización Europea de Investigación Nuclear (CERN) de Ginebra (Suiza). Se disparó un chorro de protones normales contra una diana hecha de materia normal. La colisión dio como resultado unas cuantas partículas de antiprotones. Entonces grandes campos magnéticos separaron los protones de los antiprotones, empujándolos en diferentes direcciones: unos a la derecha y los otros a la izquierda. Después se desaceleraron los antiprotones y se almacenaron en una trampa magnética, donde se combinaron con antielectrones para formar finalmente antihidrógeno. En 2016, los físicos del CERN tomaron antihidrógeno y analizaron los antielectrones que orbitan en torno al antiprotón. Tal como esperaban, encontraron una correspondencia exacta entre los niveles de energía del antihidrógeno y del hidrógeno normal. Los científicos del CERN han declarado que «si pudiéramos juntar toda la antimateria que hemos producido en el CERN y hacerla chocar contra materia, tendríamos energía suficiente para encender una sola bombilla eléctrica durante unos minutos». Pero para propulsar un cohete se necesitaría muchísima más energía. Además, tenemos que la antimateria es el material más caro conocido, ya que se calcula que un gramo de antimateria costaría nada menos que unos sesenta billones de euros. En la actualidad solo se puede producir antimateria en muy pequeñas cantidades mediante el uso de aceleradores de partículas, cuya construcción y funcionamiento son costosísimos. El Gran Colisionador de Hadrones (LHC) del CERN es el acelerador de partículas más potente del mundo, y costó más de 9.000 millones de euros construirlo. Pero solo es capaz de producir un finísimo chorro de antimateria. Acumular la suficiente antimateria para impulsar una nave espacial tendría un coste prohibitivo. Los gigantescos aceleradores de partículas actuales son máquinas que se utilizan en exclusiva para la investigación y son sumamente ineficientes en la producción de antimateria. Una posible solución sería construir fábricas dedicadas en específico a producir antimateria. Según Harold Gerrish, de la NASA, ello propiciaría que el coste de la antimateria pudiese bajar hasta 4.500 millones de euros el gramo, que sigue siendo un coste altísimo. Pero el almacenamiento de la antimateria presenta más dificultades y gastos. Si introducimos antimateria en una botella, tarde o temprano tocará las paredes y destruirá el recipiente. Para encerrarla adecuadamente se necesitarían trampas iónicas de Penning, que utilizan campos magnéticos para mantener en suspensión los átomos de antimateria e impedir que entren en contacto con el recipiente.

En el mundo de la ciencia ficción los problemas de coste y almacenamiento de antimateria se suelen resolver con soluciones como, por ejemplo, el hallazgo de un antiasteroide que nos permite extraer antimateria a costes asequibles. Pero nos tenemos que preguntar ¿de dónde sale la antimateria? Miremos donde miremos en el espacio vemos materia, no antimateria. Lo sabemos porque la colisión de un electrón con un antielectrón desprende una energía de, como mínimo, 1,02 millones de electronvoltios. Ello dejaría una huella de una colisión de materia con antimateria. No obstante, cuando examinamos el universo detectamos muy poca radiación de este tipo. La mayor parte del universo a nuestro alrededor está formado de la misma materia normal de la que estamos formados nosotros y lo que nos rodea. Los físicos tienen la hipótesis de que, en el instante del big bang, el universo se encontraba en perfecta simetría y había la misma cantidad de materia que de antimateria. De ser así, la aniquilación entre materia y antimateria habría resultado perfecta y completa, y el universo estaría compuesto de radiación pura. Y, sin embargo, lo que domina es la materia, que ya no debería existir. Todavía no hemos averiguado por qué hay más materia que antimateria en nuestro universo. Se calcula que solo una diezmilmillonésima parte de la materia original sobrevivió a aquella explosión, y nosotros somos parte de esa materia. La teoría más aceptada es que algo perturbó la perfecta simetría entre materia y antimateria durante el big bang, pero aún no se sabe qué lo produjo. Lo que es evidente es que los motores de antimateria están entre la lista de prioridades para construir una astronave. Pero sus propiedades todavía permanecen en gran parte inexploradas. No se sabe, por ejemplo, si la antimateria cae hacia arriba o hacia abajo. La física moderna predice que lo hará hacia abajo, como la materia normal. De ser así, conseguir la antigravedad no sería posible. Sin embargo, todavía no tenemos pruebas de ello. Basándonos en el coste y en nuestros limitados conocimientos, lo más probable es que los cohetes de antimateria sigan siendo un sueño durante largo tiempo, a menos que encontremos un antiasteroide flotando en el espacio. Pero tal vez otras civilizaciones galácticas ya hayan conseguido obtener y utilizar la antimateria.

El cohete estatorreactor de fusión es otro concepto con posibilidades en el futuro. Se parece a un gigantesco embudo que va recogiendo hidrógeno gaseoso en el espacio interestelar y después lo concentra en un reactor de fusión a fin de generar energía. Además, el cohete estatorreactor sería bastante económico. Tenemos el ejemplo se un avión a reacción. Dado que absorbe aire corriente, no tiene que cargar con su propio oxidante, lo que reduce su coste. Y dado que en el espacio hay una cantidad ilimitada de gas hidrógeno para usar como combustible, la nave interestelar podría acelerar de forma indefinida. Igual que en la vela solar, el impulso específico de la máquina es infinito. La novela Tau Cero del escritor de ciencia-ficción Poul Anderson trata de un cohete estatorreactor de fusión que sufre una avería y no puede apagarse. Mientras sigue acelerando y acercándose a la velocidad de la luz, empiezan a ocurrir extrañas distorsiones basadas en la teoría de la relatividad. Dentro de la nave el tiempo se decelera, pero el universo que la rodea sigue envejeciendo. Cuanto más veloz va la nave, más lento transcurre el tiempo dentro de ella. Pero para los pasajeros de esta nave las cosas parecen perfectamente normales, mientras que fuera el universo envejece cada vez más deprisa. Con el tiempo, la astronave viaja a tanta velocidad que fuera de ella pasan millones de años mientras los tripulantes lo contemplan sin poder influir. Después de viajar incontables millones de años hacia el futuro, la tripulación se da cuenta de que el universo ya no se sigue expandiendo, sino que se contrae. La onda expansiva del universo se está invirtiendo por fin. La temperatura sube y las galaxias empiezan a acercarse las unas a las otras, dirigiéndose a la Gran Implosión definitiva, que postulan algunos cosmólogos. Al final del relato, justo cuando todas las estrellas están implosionando, el cohete consigue sobrepasar la gran bola de fuego cósmica y sus pasajeros presencian un nuevo big bang, en el que nace un nuevo universo. Por muy fantástico que parezca el argumento de esta novela, en lo fundamental se ajusta bastante bien a la teoría de la relatividad de Einstein.

Pero el motor estatorreactor de fusión parecía demasiado bueno para ser verdad. Pero con los años le han empezado a llover críticas, ya que el embudo tendría que medir cientos de kilómetros de diámetro, lo cual sería poco práctico y enormemente caro. Por ello se considera que la cantidad de fusión que podría producirse no generaría suficiente energía para impulsar una nave estelar. Además, el doctor James Benson cree que nuestro sector del sistema solar no contiene suficiente hidrógeno para alimentar los motores de fusión, aunque es posible que en otras zonas de la galaxia haya más. Otros aseguran que la resistencia al avance de un motor estatorreactor que se moviera contra el viento solar sería superior a su empuje, de manera que nunca podría alcanzar velocidades próximas a la de la luz. Los físicos han intentado modificar el diseño para corregir estos inconvenientes, pero todavía queda mucho camino por recorrer antes de que los cohetes basados en motores estatorreactores se conviertan en una opción factible. No obstante, hay que remarcar que todos los tipos de astronave mencionados hasta ahora se enfrentan a otros problemas debidos al hecho de viajar a velocidades próximas a la de la luz. Entre ellos podemos destacar las colisiones con asteroides, que serán un riesgo importante, ya que incluso fragmentos muy pequeños podrían perforar el casco de la nave. Se sabe que las lanzaderas espaciales han sufrido pequeñas abolladuras causados por basura espacial, que parece chocaron con el vehículo a la velocidad orbital de 29.000 kilómetros por hora. Pero al acercarse a la velocidad de la luz, los impactos serán mucho más fuertes y podrían llegar a destruir la astronave afectada. En las películas, como Star Trek, este peligro se elimina mediante la utilización de potentes campos de fuerza que repelen estos micrometeoritos. Pero, por desgracia, estos campos de fuerza solo existen actualmente en la ciencia ficción o, tal vez, en las naves extraterrestres que parece nos visitan. En la realidad, sí que se podrían generar campos eléctricos y magnéticos, pero incluso así los objetos sin carga eléctrica, como el plástico o la madera, podrían penetrar con facilidad. En el espacio exterior, los micrometeoritos sin carga eléctrica no podrían ser desviados por campos eléctricos o magnéticos. Y los campos gravitatorios ejercen atracción y son sumamente débiles, así que tampoco resultarían adecuados para evitar los choques con distintos objetos.

Frenar una astronave es otro problema. Si viajamos por el espacio a una velocidad cercana a la de la luz, ¿cómo podremos frenar cuando nos acerquemos al destino? Las velas solares y láser dependen de la luz del Sol o de rayos láser, que no se pueden utilizar para decelerar la astronave. Quizás la mejor manera de frenar un cohete con propulsor nuclear sea hacerlo girar 180 grados para que se impulse en la dirección contraria. Sin embargo, esta estrategia consumiría casi la mitad de la fuerza propulsora para alcanzar la velocidad deseada y la otra mitad para frenar el cohete. En el caso de las velas solares, tal vez se podrían invertir para emplear la luz de la estrella a la que se dirigen a fin de frenar la astronave. Otro problema es que casi todas las astronaves capaces de transportar pasajeros serían muy grandes y pesadas, por lo que solo se podrían ensamblar en el espacio. Por ello se necesitarían docenas de misiones para poner en órbita los materiales de construcción y para montar las piezas. Para evitar gastos inasumibles, habría que pensar en métodos más económicos de lanzar astronaves al espacio. De hecho en gran parte de los avistamientos de ovnis se habla de grandes velocidades, maniobras aparentemente imposibles, apariciones y desapariciones aparentemente instantáneas e importantes efectos electromagnéticos. Es muy probable que los extraterrestres que manejan los ovnis estén utilizando tecnologías mucho más avanzadas. Ello implicaría que se trata de civilizaciones galácticas mucho más evolucionadas que nosotros. Pero, en este caso, nos podemos preguntar cuáles serían sus intenciones con respecto a los seres humanos.

Cada año, el American Institute of Aeronautics and Astronautics (AIAA) en su conferencia anual premia los mejores artículos presentados durante los últimos 12 meses. El ganador de la categoría correspondiente a futuros sistemas de vuelo fue un documento que explicaba el funcionamiento de un nuevo tipo de motor. Según el autor, este motor impulsaría una astronave a velocidades enormes, superiores a la velocidad de la luz, pero a través de otra dimensión. ¿Puede este motor llegar a ser una realidad? El ingeniero aeroespacial Pavlos Mikellides dice que “aún cuando tales teorías se han explorado antes, este acercamiento en particular es absolutamente novedoso”. Si este motor impulsor realmente funcionase, sería una prueba de que existen nuevas interacciones entre las fuerzas fundamentales de la naturaleza. Con  este motor podríamos ir a Marte en solo 5 horas. El físico alemán Burkhard Heim empezó a explorar el concepto en que se basaría este impulsor en ya en la década de 1950, cuando intentaba encontrar una relación entre la física cuántica y la Teoría General de la Relatividad de Einstein. Heim postuló que si utilizas un campo electromagnético lo suficientemente intenso sobre un electrón, el campo gravitacional asociado a su masa varía. La idea consiste en la utilización de un anillo rotatorio enorme, puesto sobre una bobina superconductora, para crear un campo magnético muy intenso. Con una gran corriente circulando por la bobina, la fuerza electromagnética puede reducir la gravitación en el anillo, al extremo de que este puede flotar libremente. Dröscher y Häuser, los autores del artículo premiado, dicen que para contrarrestar completamente la atracción de la Tierra en una nave espacial de 150 toneladas se necesitaría un campo magnético de 25 teslas, que representa unas 500.000 veces la fuerza del campo magnético de la tierra. La buena noticia es que ya tenemos actualmente imanes que alcanzan hasta los 80 teslas. Afirman que una nave espacial equipada con este motor podría alcanzar una estrella situada a 11 años luz en solo 80 días. Ello implica un viaje mas rápido que la luz, algo que hasta la actualidad se supone imposible. Es muy posible que las civilizaciones extraterrestres que nos han estado visitando utilicen una tecnología de este tipo, ya que se han detectado fuertes efectos electromagnéticos en los avistamientos de ovnis, todo ello junto a la utilización de agujeros de gusano gestionados con energía negativa.

Una vez vistas las diferentes posibilidades de viajar por el espacio que nuestra tecnología puede vislumbrar, sigamos con las evidencias de contactos que han habido con civilizaciones extraterrestres más avanzadas. Tenemos una historia sorprendente referida a Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno, cuando dirigió sus pasos hacia Karnak, centro religioso del dios Amón en Egipto. Desde el 3.000 a.C., Karnak era un gran centro religioso, con templos, santuarios y monumentos dedicados a Amón. Una de las más impresionantes edificaciones era el templo mandado construir por la reina Hatshepsut, que vivió unos mil años antes de la época de Alejandro. Esta soberana se decía que era hija de Amón, habiendo nacido de una reina a la que el dios Amón visitó escondido bajo un disfraz. No se sabe que ocurrió en Karnak, pero en vez de conducir sus tropas en dirección al centro del Imperio Persa, Alejandro escogió una pequeña escolta para que lo acompañaran en una expedición hacia el sur. Todo el mundo creyó que el rey iba a efectuar un viaje de recreo, buscando los placeres del amor. Y los historiadores de la época intentaron explicar su extraño viaje describiendo a la mujer que se suponía era su objeto del deseo. Una mujer “cuya belleza ningún hombre vivo conseguiría elogiar de manera suficiente“. Se llamaba Candace y era la reina de un país al sur de Egipto, el actual Sudán. Al igual que la historia de Salomón y la reina de Saba, esta vez fue el rey el que viajó hacia la tierra de la reina. Pero en realidad el principal objetivo de Alejandro no era la búsqueda del amor, sino conocer el secreto de la inmortalidad. Después de una agradable estancia, la reina Candace quiso hacerle un presente de despedida y reveló a Alejandro el secreto de la localización de una “maravillosa caverna donde los dioses se congregan“. Siguiendo sus indicaciones, Alejandro encontró el lugar sagrado: “Él entró con algunos pocos soldados y vio una niebla azulada. Los techos brillaban como iluminados por estrellas. Las formas externas de los dioses estaban físicamente manifestadas; una multitud los servía en silencio. De inicio, él (Alejandro) se quedó sorprendido y asustado, pero permaneció allí para ver lo que acontecía, pues avistó algunas figuras reclinadas cuyos ojos brillaron como rayos de luz”. La visión de las enigmáticas figuras reclinadas contuvo a Alejandro, ya que no sabía si eran dioses o mortales deificados. Entonces una voz, procedente de una de las figuras, le hizo estremecer: “Saludos, Alejandro, ¿sabes quién soy?”. Alejandro, asustado, respondió: “No, mi señor“. Y la voz añadió: “Soy Sesonchusis, el rey conquistador del mundo, que se unió a las filas de los dioses“.

Se supone que Sesonchusis era el faraón Senusert, también conocido como Sesostris I, que reinó en el siglo XX a.C. Sorprendentemente, Alejandro había encontrado a la persona que buscaba. Pero a pesar de que Alejandro estaba muy sorprendido, los habitantes de la caverna no parecían impresionados. Era como si hubiesen esperado su llegada. Entonces Alejandro fue invitado a entrar para conocer al “Creador y Supervisor de todo el Universo“. Entró y “vio una niebla brillante como fuego y, sentado en un trono, el dios que una vez había visto siendo adorado por los hombres de Rokôtide, el Señor Serapis“.  Alejandro aprovechó la oportunidad para hablar del asunto de su longevidad: “Señor, ¿cuántos años viviré?” No hubo respuesta y Sesonchusis intentó consolar a Alejandro, pues el silencio del dios era suficientemente elocuente. Sesonchusis le contó que, a pesar de haberse unido a las filas de los dioses, “no tuve tanta suerte como tú, ya que nadie se acuerda de mi nombre aunque haya conquistado el mundo entero y subyugado tantos pueblos. Pero tú poseerás gran fama y tendrás un nombre inmortal aún después de la muerte“. Y terminó confortando a Alejandro con las siguientes palabras: “vivirás al morir, y así no morirás“, queriendo decir que sería inmortalizado en la Historia. Alejandro abandonó las cavernas deprimido y continuó su viaje para buscar consejos de otros sabios en busca de la consecución de su objetivo de escapar al destino de un mortal y de poder seguir los pasos de otros que, antes que él, habían tenido éxito al unirse a los dioses inmortales. Entre aquellos que Alejandro buscaba, y que finalmente encontró, estaba Enoc, el patriarca bíblico de los tiempos anteriores al Diluvio y bisabuelo de Noé. El encuentro se produjo en un lugar montañoso “donde está situado el Paraíso, la Tierra de los Vivos“, el lugar “en donde viven los santos“. En lo alto de una montaña vio una estructura brillante, de la que se elevaba hacia el cielo una inmensa escalera construida con 2.500 losas de oro.

En una enorme caverna, Alejandro encontró estatuas de oro, cada una en su propio nicho, un altar de oro y dos inmensos recipientes de oro, de unos 20 metros de altura. “Sobre un diván próximo se veía la forma reclinada de un hombre envuelto en una colcha bordada con oro y piedras preciosas y, por encima de él, estaban las ramas de una vid hecha de oro, cuyos racimos de uva estaban formados por joyas”. Allí había un hombre, que se identificó como Enoc, y que le dijo: “No sondees los misterios de Dios“. Atendiendo al aviso, Alejandro se marchó para juntarse con sus tropas, pero no antes de recibir como presente de despedida un racimo de uvas que, milagrosamente, alimentó a todo su ejército. En otra versión de la misma historia, Alejandro encontró a dos personajes: El patriarca Enoc y el profeta Elías, que, según las tradiciones bíblicas, jamás murieron. Este acontecimiento ocurrió cuando el rey atravesaba un desierto. Súbitamente su caballo y él fueron tomados por un “espíritu” (¿??) que los transportó a un centelleante tabernáculo (caseta o santuario), donde Alejandro vio a dos hombres. Sus rostros brillaban, sus dientes eran más blancos que leche y sus ojos tenían el fulgor de la estrella matutina. Tenían “gran estatura y buena apariencia“. Después de identificarse, le dijeron que “Dios los escondió de la muerte“. También le explicaron que aquel lugar era la “Ciudad del Granero de la Vida“, de donde brotaba la “cristalina Agua de la Vida“. Pero, antes de que Alejandro descubriera más o consiguiera beber el agua, un “carro de fuego” lo arrebató de allí y se encontró de nuevo entre sus tropas. Es curiosa la continua referencia a carros de fuego en las antiguas tradiciones. Según la tradición musulmana, mil años después, también el profeta Mahoma fue llevado hacia el cielo montado en su caballo blanco. ¿Debemos considerar el episodio de la caverna de los dioses y otras de las historias sobre Alejandro como pura ficción o estarían basados en hechos históricos? ¿Se trataría, tal como creo, de seres extraterrestres? No se ha encontrado ninguna descripción de cómo Sesonchusis se volvió inmortal.

Lo mismo es válido para Elías, un profeta bíblico que vivió en Israel en el siglo IX a.C., durante el reinado de Acab y Ocozias. Las escrituras dicen que Elías no murió en la Tierra, pues “subió al cielo en un torbellino“. Según las tradiciones judaicas, Elías continúa siendo inmortal y se le invita a visitar los hogares judíos en la víspera de la Pascua. El relato del encuentro de Alejandro con Enoc, que introdujo en la búsqueda de la inmortalidad a un “antepasado inmortal“, es mencionado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, aunque podemos encontrarlo en leyendas muy anteriores a la Biblia y que ya se conocían cuando ésta fue escrita. Según la Biblia, Enoc fue el séptimo patriarca prediluviano del linaje de Adán a través de Set, para distinguirlo del linaje maldito de Caín. Él era el bisabuelo de Noé, el protagonista bíblico del diluvio. Se relata que Enoc llegó a la Casa de Fuego: “Entré hasta aproximarme a una pared hecha de cristales y cercada de lenguas de fuego, lo que me causó miedo. Avancé por entre las llamaradas y llegué cerca de una gran casa hecha de cristales. Las paredes y el suelo eran un mosaico de cristal. El techo parecía el camino de las estrellas y de los rayos, y entre ellos se veían flamantes querubines y su cielo era como agua. Un fuego resplandeciente cercaba las paredes y los portales ardían con fuego. Entré en esa casa y ella era caliente como el fuego y fría como el hielo…Miré hacia dentro de ella y vi un imponente trono. Parecía de cristal y sus ruedas eran como el sol brillante, y hubo la aparición de querubines. Y, por abajo del trono salían ríos de fuego, de modo que no pude mirar atrás de él”. ¿Podría tratarse de la descripción de una gran y espectacular nave espacial? También es sorprendente el caso de Abraham (o Abram) y Lot durante la destrucción de Sodoma y Gomorra. Según se narra, varias astronaves relucientes de grandes dimensiones se ponen en la vertical de ambas ciudades y lanzan un potente rayo (¿armas atómicas?) destruyendo todo vestigio de vida en la zona, incluida la mujer de Lot. Se intuye que Yavé informa a Abraham sobre sus planes para la destrucción de Sodoma y Gomorra. En el Génesis se explica que: “Al despuntar el alba los ángeles daban prisa a Lot diciéndole: Levántate, toma contigo a tu mujer y a tus hijas que se encuentran aquí o de otro modo perecerás en el castigo de la ciudad. Después que le hubieron sacado fuera, uno de los ángeles le dijo: Ponte a salvo, no mires hacia atrás ni te detengas en parte alguna de esta llanura; huye a la montaña para que no perezcas. Entonces Yavé hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego desde el cielo. Y destruyó estas ciudades y toda la llanura, y todos los habitantes de las ciudades y toda la vegetación del suelo. Pero la mujer de Lot se volvió para mirar atrás y se convirtió en una estatua de sal”.

Dentro de la investigación extraterrestre, estos textos bíblicos sobre la destrucción de Sodoma y Gomorra, han suscitado múltiples polémicas y las más variadas opiniones de lo que allí pudo ocurrir, así como las causas que lo motivaron. En el Éxodo se explica:  “Yavé les precedía de día en columna de nube para marcarles el camino, y en columna de fuego de noche para alumbrarles; así podían caminar tanto de día como de noche. La columna de nube no se apartó del pueblo de día, ni de noche la de fuego”. Parece que Moisés fue un contactado que fue elegido para realizar una misión en que el pueblo de Israel es designado por Yavé para que sea la fuente de la Revelación. Se supone que los Elohim o extraterrestres vieron en los hebreos ciertas características que les hacían más propicios para una misión especial. A este respecto es de considerar que Noé, mediante su salvación de las aguas, se convirtió en el depositario del código genético de la nueva humanidad postdiluviana. Así mismo, Abraham es designado para continuar esta misión. Posteriormente pasó a Isaac, después a Jacob, hasta llegar a José, que se estableció en Egipto. En el Éxodo leemos: “Moisés era pastor del rebaño de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. El ángel de Yavé se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero la zarza no se consumía. Dijo, pues, Moisés: voy a acercarme para ver este extraño caso: porque no se consume la zarza. Cuando vio Yavé que Moises se acercaba para mirar, le llamó en medio de la zarza; diciendo: ¡Moisés! ¡Moisés!. Él respondió: heme aquí. Y le dijo: No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada. Y añadió: Yo soy el Dios de tu Padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios”. De este texto se desprenden datos que necesariamente nos hacen reflexionar. Por un lado, el ángel de Yavé era absolutamente material y, por lo tanto, fue visto y escuchado por Moisés, que le ve rodeado de luz. Extraterrestres luminosos, a semejanza de este pasaje bíblico, son fotografiados en pleno siglo XX como prueba fehaciente de lo que pudo ver Moisés. Entre ellos figuran  los famosos extraterrestres nocturnos, fotografiados por Güchi Shiota, en Kawanoe (Japón), donde se puede apreciar sus figuras rodeadas de una luminosidad próxima a la gama producida por el fuego, así como la barrera magnética protectora con la que se rodean los pilotos del espacio en sus incursiones y paseos por la Tierra. Por otro lado, afirmar que estaba ardiendo la llama y no se consumía es la mejor forma de explicar, para aquella cultura, un fenómeno de naturaleza lumínica o electromagnética. El ángel de Yavé es, desde luego, físico, puesto que pronuncia palabras. Cuando Moisés es advertido de que debe descalzarse, es porque este hecho está relacionado con los efectos del electromagnetismo en un ser humano.

Veamos el significado de la frase del Éxodo: ”Yavé iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche. No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche”. Se observa que Yavé era perfectamente visible, único y tangible. Así mismo, la nube tiene un comportamiento inteligente, por lo que parece que se trata de una nave espacial. También se dice en el Éxodo: “Se puso en marcha el ángel de Yavé que iba al frente del ejército de Israel y pasó a retaguardia. También la columna de nube delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió la noche sin que pudieran trabar contacto unos con otros”. La nube, que sigue teniendo un comportamiento inteligente, es referenciada como un ángel. Y el Éxodo continúa: “Llegada la vigilia matutina, miró Yavé desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró la confusión en el ejército egipcio. Trastornó las ruedas de sus carros, que no podían avanzar sino con gran dificultad”. Una nueva tecnología se pone ahora en marcha por parte de la nave, que posiblemente ioniza el aire provocando vapor y engañando a sus enemigos. Al mismo tiempo probablemente magnetiza las ruedas de los carros para impedir su persecución. Lo mismo ocurre actualmente con los ovnis, con paradas de los motores de automóviles. Y continúa el Éxodo: “Dijo Yavé a Moisés: Mira, voy a presentarme a ti en una densa nube para que el pueblo me oiga hablar contigo, y así te dé crédito para siempre...”. De lo que se deduce que Yavé requiere de un vehículo volante para mostrarse y, además, emplea la palabra, por lo que se trata de un ser tangible y no de un espíritu o fantasma. Y añade: “Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un poderoso sonar de trompeta…”.  Aquí vemos nuevas manifestaciones electromagnéticas, acompañadas de elementos sonoros, posiblemente dirigidas a impresionar a un pueblo ignorante. Hay que entender que aquellos sencillos hombres no concebían en su tiempo ningún tipo de actividad celeste, que no fueran los fenómenos naturales u originados por los dioses, motivo por el que atribuían a estas manifestaciones connotaciones divinas, puesto que no entraban en sus esquemas mentales.

Y el Éxodo prosigue: “La gloria de Yavé descansó sobre el monte Sinai y la nube lo cubrió por seis días...”. Evidentemente se trata de una nave espacial de grandísimas dimensiones, capaz de cubrir todo un monte. “La gloria de Yavé aparecía a la vista de los hijos de Israel, como fuego devorador sobre la cumbre del monte. Moisés entró dentro de la nube y subió al monte...”.  Que sepamos, no existe ninguna nube que sea tan espesa y opaca como para sustentar a un ser vivo, sin caer a tierra. “Moisés extendió después su mano sobre el mar y Yavé, por medio de un recio viento solano, empujó al mar, dejándolo seco y dividiendo las aguas. Los hijos de Israel penetraron en medio del mar en seco mientras las aguas formaban como una muralla a ambos lados”. Este es el “milagro” más comentado por la cultura antigua y la demostración del poder de Yavé. No es muy fácil, evidentemente, que las aguas de un mar se abran para que pase un pueblo, pero sí lo es para una tecnología superior. Dos naves, de un tamaño impresionante, fueron las que causaron el citado milagro. Continuando con el Éxodo: “Yavé dijo a Moisés: Mira, yo haré llover sobre vosotros pan del cielo; el pueblo saldrá a recoger cada día la porción diaria; así le pondré a prueba para ver si anda o no según mi ley”. La lluvia del famoso maná sobre los israelitas en el desierto es una experiencia también explicada por el contactado Enrique Castillo, ingeniero colombiano, que, según afirmó, el día 8 de Noviembre de 1973 fue llevado dentro de una nave y le dieron a comer una especie de palomitas de maíz de alto contenido energético. Los extraterrestres le dijeron que esto fue con lo que alimentaron al pueblo judío durante 40 años en el desierto. Por otro lado, un equipo de nueve hombres, que representaban al cuerpo Especial de Investigación de Ovnis, con base en Tokio, encabezado por Kozo Kawai, un ingeniero japonés, llegó a Sudán en busca de un grupo de refugiados de Etiopía que, afirman los japoneses, recibió alimentos de un objeto volador no identificado, cuando cruzaban a pie la frontera sudanesa durante una noche de Navidad.

Harás un Arca de madera de acacia, dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y codo y medio de alto. La cubrirás de oro puro, por dentro y por fuera, y en torno de ella pondrás una moldura de oro. Fundirás para ella cuatro anillos de oro, que pondrás en los cuatro ángulos, dos de un lado, dos de otro. Harás unas barras de madera de acacia, y las cubrirás de oro, y las pasarás por los anillos de los lados del Arca para que pueda llevarse. Harás un propiciatorio de oro puro. Pondrás el propiciatorio sobre el Arca, encerrando en ella el testimonio que yo te daré. Allí me revelaré a ti”. De la lectura de esta frase y, especialmente, de las palabras finales “Allí me revelaré a ti”, se desprende la lógica conclusión de que estamos ante un transmisor más o menos convencional, que, claro está, para aquellos antiguos personajes sería en cualquier caso milagroso. “Mira bien y hazlo fabricar, según el diseño que se te ha propuesto en el monte”. De lo que se deduce que hubo un diálogo a nivel humano, con medidas y formas capaces de ser entendidas por Moisés. Todos los indicios escritos en relación al Arca de la Alianza confirman que probablemente se trataba de un transmisor con un poderoso generador de energía capaz de producir, en ciertos momentos, calamidades a quien se acercaba a ella sin saber de sus características. Tal es el caso de los filisteos que, cuando la capturaron, produjo entre sus filas caídas de cabello, vómitos e incluso la muerte, similar a alguien que ha estado bajo los efectos de una fuerte radiación, hasta que por fin la devolvieron al pueblo hebreo, por haberles causado tantas desgracias. Algunos autores contemporáneos, consideran el Arca de la Alianza como un tipo de pila atómica capaz de generar una prodigiosa energía que, según se nos indica, producía llagas y enfermedades propias de una afección debida a una radiación atómica moderna. Pero tal vez era energía de naturaleza electromagnética o solar, ya que parece que las formas de desplazamiento de los ovnis tienen como factor común la aplicación de energía electromagnética. Se dice que Yavé había tratado cara a cara con Moisés. Podríamos continuar con una gran cantidad de evidencias en los textos bíblicos, pero lo dejamos aquí. Hoy la historia se repite y los extraterrestres siguen contactando cara a cara con los personajes que ellos consideran adecuados a sus desconocidos fines. Hemos visto como Moisés es el encargado de preservar a un pueblo con una determinada genética, para inculcarle la idea del Dios único. Así mismo, en un transcendental momento. en el monte Sinaí, le fueron entregadas las Tablas de la Ley, que pretendían dotarnos de unas normas de comportamiento.

En la actualidad están ocurriendo una serie de hechos que podrían tener unas claras connotaciones con la experiencia vivida en su tiempo por personajes como Noé, Abraham o Moisés. Pero ahora el colectivo extraterrestre podría estar operando tal vez con distinta metodología, aunque el fin a perseguir fuera el mismo. Durante cierto tiempo, en estos últimos años y a diversos niveles, se han llevado en Estados Unidos investigaciones serias sobre  extrañas manipulaciones, robos y mutilaciones de animales después de la visualización de ovnis en la zona. Todo esto, nos podría llevar a una pregunta: ¿No se estará repitiendo lo del Arca de Noé?. Sería posible que las civilizaciones extraterrestres que nos visitan, estuviesen aislando, protegiendo y transportando especies animales, plantas e incluso seres humanos a otros planetas o a naves nodriza. Tal vez ante el riesgo de una nueva gran catástrofe mundial, como fue el Diluvio Universal,, en la que las posibilidades de supervivencia de cualquier ser vivo sobre este planeta fuesen mínimas. Revisando la casuística y la fenomenología de sus intervenciones, se podría decir que, probablemente, los adelantos biológicos aplicados por estos extraterrestres en sus laboratorios intentarían preservar dichas especies guardando muestras de ADN. Pero esto es solo una elucubración. Las Grandes Guerras Cósmicas son mencionadas en las antiguas religiones y mitologías, incluyendo la famosa rebelión de Lucifer. En la literatura védica, las guerras cósmicas son explicadas en un gran detalle. También en las sagas Nórdicas, como la Edda. Paul Hellyer, ex Ministro de Defensa de Canadá, afirma que seres extraterrestres están trabajando junto a los humanos, en especial con el Gobierno de Estados Unidos, en una cooperación mutua y que implica la entrega de tecnología avanzada. Según Hellyer, serían nada menos que 80 las especies extraterrestres que interactúan con los seres humanos y que se encuentran en nuestro planeta. Hellyer afirma que su primera experiencia con ovnis la tuvo en compañía de su esposa y unos amigos durante una noche. En la entrevista que Hellyer dio a la cadena rusa RT (Russia Today), dijo cosas que dejaron a muchos estupefactos. El político dijo que en las últimas décadas se ha visto el crecimiento de la presencia extraterrestre en la Tierra debido a que los humanos empezaron a utilizar la bomba nuclear. Hellyer aportó muchos hechos reveladores y extraordinarios acerca de la presencia extraterrestre en nuestro planeta, así como sobre los planes oscuros que rodean a este hecho. Hellyer aseguró que los alienígenas llevan miles de años visitándonos y que hay gente que ya está denunciando lo que los Gobiernos saben y ocultan sobre estas visitas. Hellyer, quien lleva varios años realizando este tipo de declaraciones, dijo haber visto un ovni, que describió como una «estrella». También mencionó que «la estrella de Belén fue uno de estos platillos voladores».

Según el político canadiense, algunos de los extraterrestres son altos (los llamados «rubios nórdicos») y otros son bajos de estatura (los llamados «grises»), parecidos a algunos dibujos que los representan con una gran cabeza y grandes ojos marrones. Pero sostiene que solo una o dos especies podrían ser peligrosas. Según Hellyer: «Ellos están aquí entre nosotros y no tengo miedo, porque en la mayoría de los casos, en lo que se refiere a las tecnologías, están a años luz de nosotros y hemos aprendido muchas cosas de ellos. Podríamos conseguir muchas más, sobre todo en medicina y agricultura, si las utilizáramos con fines pacíficos». Sin embargo, dijo que cree que «algunos entre nosotros están más interesados en obtener tecnologías militares». Todo esto podría explicar la aceleración tecnológica que se está produciendo. A la pregunta de cuántas especies extraterrestres coexisten en nuestro planeta dijo que hay cerca de 80 especies diferentes y algunas de ellas son como nosotros, y que podrían caminar por la calle sin reconocerlas. En un principio, la mayoría de estas especies son benignas, con la única intención de ayudarnos. Pero según las declaraciones de Hellyer, también hay otras que desean causar el mal a la raza humana. Cuando se le pregunto sobre una posible guerra interestelar dijo: «Creo que es una posibilidad, especialmente si derribamos a todos los ovnis que acceden a nuestro espacio aéreo sin preguntar quiénes son y lo que quieren. Desde el principio tratamos de derribarlos, pero su tecnología era lo suficientemente superior, por lo que no hemos sido capaces, pero, desde luego, no por mucho tiempo. Así que creo que en lugar de desarrollar nuestra propia ‘Guerra de las Galaxias’ para protegernos contra ellos, debemos trabajar con las especies benignas, que son una gran mayoría, y trabajar juntos, basándonos en gran medida en ellos, por supuesto, y cooperar, por lo que estaríamos contribuyendo en algo a la vez. Yo no creo que haya ninguna razón para desarrollar una fuerza galáctica, que es una de esas cosas que preocupa a alguno de ellos». Hellyer concluyó con una advertencia, ya que dijo que nuestro futuro como especie está potencialmente en riesgo si no resolvemos lo que realmente está pasando y trabajamos junto con las otras razas extraterrestres para tratar de hacer la vida mejor para todos nosotros y más alineada con nuestros vecinos de otros planetas.

¿Se está librando una guerra secreta en el espacio desde tiempos inmemoriales? Se ha especulado desde hace años con que los seres humanos libramos una guerra secreta con extraterrestres en el espacio. Asimismo se especula que una flota estelar terrestre resguarda nuestro planeta de amenazas extraterrestres. El 15 de Noviembre de 1991, mientras el transbordador espacial Discovery de la NASA orbitaba el planeta Tierra, una de sus cámaras registró una secuencia que aún plantea serios interrogantes y que podría ser uno de los secretos de la NASA mejor guardados. En las imágenes capturadas durante la misión STS-48 de la NASA, se observa un objeto circular desplazándose de derecha a izquierda. En efecto, un objeto luminoso aparece repentinamente debajo de la línea del horizonte y empieza a desplazarse hacia la izquierda. Lo extraño es que luego se detiene por medio segundo, y luego súbitamente realiza un giro y acelera. Inmediatamente después observamos otro objeto que sale de la atmósfera a una gran velocidad como si fuera un misil disparado desde la superficie terrestre. Para algunos investigadores la maniobra realizada por el ovni es prueba de que estamos ante una inteligencia alienígena. Para otros es simplemente basura espacial que está alejándose del transbordador. La NASA nunca negó la veracidad de las imágenes, pero no tardó en explicar su propia versión de los hechos. Para la NASA en este video estamos observando partículas de hielo flotando a pocos metros de la nave. En el video se observan dos destellos de luz parecidos a flashes fotográficos sobre el lado superior izquierdo, segundos antes que el objeto circular luminoso realice un giro y acelere. Según la NASA, estos destellos son los fogonazos provocados por el encendido de los cohetes del transbordador y el objeto circular que se mueve de derecha a izquierda es una partícula de hielo que cambia de rumbo y se acelera como una reacción a la fuerza y el calor provocados por los fogonazos de estos cohetes. Lo mismo para el objeto que parece un misil. En otra imagen extraída del video capturado durante la misión STS-48 de la NASA se puede apreciar el momento en el que un objeto circular acelera y un segundo objeto llega desde la atmósfera terrestre. Si bien es cierto que en las paredes exteriores de los transbordadores se forman partículas de hielo que luego se desprenden naturalmente y flotan en el espacio, esta explicación está muy lejos de ser concluyente.

Según expertos, como Jack Kasher, Profesor de Física de la Universidad de Nebraska, una partícula de hielo no puede detenerse por medio segundo, como se observa en el video, para luego cambiar de dirección y acelerar. El investigador Lan Fleming habló con un ingeniero espacial de la NASA, que le informó que si existieran partículas de hielo flotando cerca a la nave tendrían que haberse formado durante esa misma misión para poder acumularse en las paredes exteriores del transbordador y luego desprenderse. Para que suceda esto tendría que haber existido una fuga en los sistemas del transbordador que sería reportada de manera automática por la computadora de a bordo. Pero en la misión STS-48 no se reportó ningún problema de este tipo. Además, el objeto circular luminoso se observa que no sólo acelera en un par de segundos sino que mantiene su velocidad hasta desaparecer de la imagen. Sería muy improbable que los fogonazos lo hayan impulsado tan lejos como se observa en el video. Sospechosamente, pocos segundos después del inexplicable incidente, la cámara del transbordador gira hacia la nave mostrando una imagen fuera de foco. Luego vuelve a enfocar, y segundos después la transmisión se interrumpe. Las conclusiones del informe realizado por Mark Carlotto, especialista en análisis de imágenes digitales, sobre las trayectorias de los objetos observados en el video es categórica: “Nuestro análisis del video de la misión STS-48 muestra que la hipótesis de ‘las partículas de hielo propulsadas por los fogonazos de los reactores’ no es coherente con el comportamiento de los objetos en cuestión. Los fogonazos de los cohetes podrían haber alterado la trayectoria de las partículas cercanas a la nave pero también habrían alterado el movimiento aparente de las estrellas y la curvatura de la Tierra, y eso no se aprecia en el video”. Jack Kasher trabajó 10 años en el desarrollo del programa de defensa norteamericano ‘Guerra de las Galaxias’. En su análisis de las imágenes de la misión STS-48 concluye que no existe ninguna explicación natural para el objeto circular y que la única posibilidad es que se trate de una nave controlada por inteligencias extraterrestres. Kasher sostiene que tomando en cuenta el radio de la Tierra, la altitud del transbordador y otras variables podríamos deducir la velocidad del objeto circular, que pasó de 0 km/hora a miles de km/hora en solo un segundo, algo imposible de lograr con nuestra tecnología actual, y que mataría en el acto a cualquier piloto humano.

Para Kasher el objeto parecido a un misil que sale disparado de la atmósfera terrestre tenía como objetivo el objeto circular y podría tratarse de algún tipo de proyectil o arma sofisticada disparada desde el planeta Tierra. Lo extraño es que en el momento del incidente de la misión STS-48, la nave se encontraba sobre la costa Oeste de Australia. donde curiosamente existe una gran instalación militar norteamericana cerca a Alice Springs, en Australia central. Pero lo realmente extraordinario es que este evento cambió la vida de un manager de televisión por cable de Vancouver, Canadá. Después de ver ese video, Martin Stubbs, quien tenía acceso directo a las transmisiones satelitales de las misiones espaciales de la NASA, decidió grabar todas las imágenes difundidas por las misiones de la agencia espacial norteamericana y encontró mucho más que supuestas partículas de hielo. China, Rusia y Estados Unidos están desarrollando y probando nuevas y controvertidas capacidades para librar la guerra en el espacio pese a que lo niegan. Pruebas de misiles anti-satélite, como las realizadas por la Armada de Estados Unidos, son parte de un camino preocupante hacia el conflicto militar en el espacio exterior. El punto álgido a nivel militar más preocupante del mundo no puede ser localizado en ningún mapa de la Tierra, a pesar de que es muy fácil de encontrar. Para verlo, basta con observar un cielo despejado, hacia la “tierra de nadie” en la órbita terrestre, donde se desarrolla un conflicto que es una carrera armamentista. El espacio exterior podría ser el último lugar donde pensaríamos que los militares compitieran por un territorio impugnado, salvo por el hecho de que el espacio exterior ya no está tan vacío. Cerca de 1.300 satélites activos envuelven al globo en un nido lleno de órbitas, proporcionando comunicaciones a nivel mundial, navegación GPS, pronóstico meteorológico y vigilancia planetaria. Para los militares, que se basan en algunos de esos satélites para la guerra moderna, el espacio se ha convertido en la última frontera, en que Estados Unidos parece ser el rey indiscutible. Mientras China y Rusia tratan agresivamente de desafiar la superioridad de Estados Unidos en el espacio con ambiciosos programas espaciales militares propios, la lucha de poder amenaza con desatar un conflicto que podría paralizar la infraestructura planetaria basada en el espacio. Y a pesar de que podría comenzar en el espacio, tal conflicto encendería fácilmente la guerra generalizada en la Tierra. Las tensiones se están acercando a un punto de ebullición debido a varios eventos, incluyendo pruebas recientes y en curso de posibles armas anti-satélite por parte de China y Rusia, así como el fracaso ocurrido en las conversaciones que se dieron en las Naciones Unidas para aliviar esas tensiones.

¿Hubo guerras entre dioses extraterrestres en el remoto pasado de China? China posee una de las culturas más antiguas del mundo, con una historia que se remonta a más allá de seis mil años, cuando se supone que antiguos grupos de origen hindú y mongol bajaron de la meseta del Asia Central. Las leyendas hablan de un creador, P’an Ku, «el ser supremo», al que sucedieron una serie de soberanos celestiales, y les siguieron otros soberanos terrestres y humanos, que gobernaron la China en dinastías consecutivas, como la Shang, la Zhou y la Qing, siendo esta última la que logró unificar y pacificar el país, dando origen y nombre al verdadero imperio chino. De acuerdo con la tradición, el primigenio pueblo chino se asentó en el valle del Huang He o río Amarillo, surgiendo numerosas ciudades-estado, pequeñas e independientes, que más tarde se unieron en un solo imperio. De la dinastía Qing surge Qin Shi Huang, el primer emperador de la china unificada, que fue considerado por sus súbditos como un dios. Y es aquí donde la antigua mitología china coincide con la posible presencia de extraterrestres en la antigüedad, ya que según algunos registros milenarios chinos, el dios-emperador Qin Shi Huang emergió del cuerpo de un dragón de fuego, razón por la que ciertos historiadores chinos le atribuyen al dragón gran importancia entre los símbolos culturales de ese país. Pero la posible referencia a extraterrestres en el origen del primer emperador, pasa a ser abrumadora con los impresionantes relatos de avistamientos de objetos voladores y de supuestas guerras entre extraterrestres y los llamados «gigantes pelirrojos» que, aliados con los antiguos moradores de esta región de Asia, repelieron los intentos de conquista de unos «dioses» o alienígenas venidos en naves voladoras. Registros de esa guerra, que duró siglos, quedaron inmortalizados en tallas efectuadas en omóplatos de buey y petos de tortuga que todavía se conservan. Pero las referencias a guerras entre y contra extraterrestres no son exclusivas de la leyendas chinas. De hecho se reportan por pueblos tan disímiles como los hindúes, los aborígenes australianos, y los sumerios entre otros. Los antiguos habitantes de China se autodenominaban «hijos del cielo». Y su literatura clásica proporciona una abundante selección de observaciones de objetos volantes desconocidos, con especificación muy concreta del momento histórico en que apareció cada uno de ellos. Una de las referencias más antiguas que podemos hallar figura en la obra «Ciencia Natural», que en el capítulo 10 reza: «Bajo el reinado de Xi Ji – hace aproximadamente 4.000 años – fueron vistos dos soles en la ribera del río Feichang, uno de los cuales subía por el este, mientras que el otro bajaba por el Oeste. Ambos producían un ruido como el trueno».

En una época mucho más reciente, el escritor Wang Jia, que vivió bajo la dinastía de los Tshin, relata en su libro Reencuentro una historia acaecida en el siglo IV antes de Cristo: «Durante los 30 años del reinado del emperador Yao, una inmensa nave flotaba por encima de las olas del mar del Oeste. Sobre esta nave, una potente luz se encendía de noche y se apagaba de día. Una vez cada 12 años, la nave daba una vuelta por el espacio. Por esto se la denominaba Nave de Luna o Nave de las Estrellas». En su obra Observaciones del Cielo, otro historiador nos da una imagen todavía más clara de esta nave del cielo, afirmando de ella: «Había una gran nave voladora expuesta en el palacio de la Virtud bajo la dinastía de los Tang. Medía más de 50 pies de largo, y resonaba como el hierro y el cobre, resistiendo perfectamente a la corrosión; se elevaba en el cielo para retronar después, y así continuamente». Por su parte, el historiador Zhang Zuo, autor de la Historia del Poder y de la Oposición, escribe también que «el 29 de mayo del año 2 bajo el reinado del emperador Kai Yuan, durante la noche, apareció una gran estrella móvil, del tamaño de una cuba, que volaba en el cielo del Norte, acompañada de otras estrellas más pequeñas; esto duró hasta el amanecer». Otro texto, el Nuevo Libro de los Tang, en su capítulo 22, dedicado a la Astronomía, leemos: «El año 2 bajo el reinado del emperador Quian-fu, dos estrellas, una roja y la otra blanca, que medían como dos veces la cabeza de un hombre, se dirigieron una junto a la otra al Sudeste. Una vez paradas en el suelo, aumentaron lentamente de tamaño y lanzaron luces violentas. Al año siguiente, una estrella móvil brilló de día como una gran antorcha. Tenía el tamaño de una cabeza. Habiendo llegado del Nordeste, sobrevoló dulcemente la región, para desaparecer finalmente en dirección Noroeste». Aunque los dioses serpiente se mostraban en forma de dragones en la historia y mitología china, tanto en la forma en que describían sus naves voladoras como de su fisonomía, no hay ninguna duda de que estamos hablando de los mismos seres serpientes alados con piernas o nagas de la mitología hindú, la remembranza del dios Quetzacoátl de los mayas, los Chitauri mencionados en la cultura Dogón, los hombres serpiente temidos por los aborígenes australianos, o los anunnaki, creadores de la humanidad actual según los escritos sumerios de la antigüedad.

En la epopeya Mahábhárata de la India se habla de una antigua guerra en que se introdujo una nueva arma aterradora: “(Era) un solo proyectil cargado con toda la fuerza del Universo. Una columna incandescente de humo y llamas brillante como diez mil soles se elevó en todo su esplendor. Era un arma desconocida, un relámpago de hierro, un gigantesco mensajero de muerte, que redujo a cenizas a toda la raza de los Vrisnis y los Andhakas. Los cadáveres quedaron tan quemados que no se podían reconocer. Se les cayeron el pelo y las uñas. los cacharros se rompieron sin motivo,  y los pájaros se volvieron blancos. Al cabo de pocas horas todos los alimentos estaban infectados. Para escapar de ese fuego los soldados se arrojaban a los ríos, para lavarse ellos y su equipo“. Observando las armas utilizadas en el Mahábhárata, vemos que las dimensiones de esta arma legendaria tenían cierta semejanza con los proyectiles tácticos nucleares de hoy día:  “Un tallo fatal como la vara de la muerte. Medía tres codos y seis pies. Dotado de la fuerza del trueno de Indra, la de mil ojos, destruía toda criatura viva“. Los poderosos efectos de la explosión y el calor producidos por esa arma se describen de una manera imaginativa y lírica, pero una forma que se podría aplicar (salvo por los elefantes) al lanzamiento de una bomba atómica:  “Entonces (el dios de esa poderosa arma) se llevó por delante multitudes de Samsaptakas con corceles y elefantes y carros y armas, como si fueran hojas secas de los árboles. Llevados por el viento, oh Rey, parecían hermosos allá arriba como aves en vuelo arrancando de los árboles“. Y después añade: “Vientos de malos auspicios llegaron a soplar. El Sol pareció dar la vuelta, el Universo, abrasado de calor, parecía tener fiebre. Elefantes y otras criaturas de la tierra, abrasados por la energía del arma, huyeron corriendo. Las mismas aguas al calentarse, las criaturas que vivían en ese elemento, empezaron a arder. Hostiles guerreros caían como árboles quemados en un fuego furioso. Enormes elefantes quemados por esa arma, caían por tierra lanzando terribles gritos. Otros, abrasados por el fuego, corrían de acá para allá mientras, en medio de un incendio de bosque, los corceles y los carros también quemados por la energía de esa arma, parecían como copas de árboles quemados en un incendio de bosque“. Como si no hubiera bastante coincidencia en las detalladas descripciones de algo muy parecido a un bombardeo atómico, nos llega desde el antiguo Mahábhárata una suerte de manifestación antinuclear: “Una sustancia como fuego ha surgido a la existencia, quemando ahora colinas y ríos y árboles. Toda clase de hierbas y césped en el Universo móvil e inmóvil quedan reducidos a cenizas. Vosotros, crueles y perversos, emborrachados de orgullo, mediante ese rayo de hierro llegaréis a ser los exterminadores de vuestra raza“. Podemos leer en el Ramayana información sobre un terrible proyectil: “Tan poderoso que podía destruir la tierra en un momento. Un gran ruido que se elevaba en humo y llamas y sobre él está sentada la Muerte“.

Estas informaciones transmitidas a los tiempos presentes por los libros clásicos de la India, aparentemente están basadas en un recuerdo de su utilización por parte de alguna antigua civilización, posiblemente extraterrestre, un pueblo que usó esta fuerza y que, mediante su uso, dio lugar a su propia destrucción. Ello está parcialmente confirmados por algunos descubrimientos arqueológicos, que parecen indicar que algo parecido a bombas atómicas se empleó en guerras en nuestro planeta miles de años antes de que empezara la actual historia escrita. No hemos reconocido en las leyendas antiguas estas detalladas referencias a una supuesta guerra nuclear hasta que no hemos desarrollado nosotros mismos la bomba atómica. La mayor parte de esas referencias proceden del Mahábhárata, el Ramayana, textos puránicos y védicos, como el Mahavira Charita y otros textos sánscritos que nos han llegado desde tiempos remotos. Desde la primera traducción completa del Mahábhárata, en 1843, se supuso que solo eran ejemplos de la imaginación oriental, en este caso sobre guerras de dioses y héroes antiguos. Es el más extenso poema épico de la literatura india antigua, siendo el segundo el Ramayana. Antes de conocerse los efectos de la bomba atómica estos poemas carecían de sentido. Pero actualmente no, al igual que los carros de fuego volantes que llevaban aquellas armas. El Mahábhárata refiere la historia de un señor feudal llamado Gurkha con estas palabras: “Venía a bordo de un vimana, y sació su ira enviando un sólo y único rayo en contra de la ciudad. Una enorme columna de fuego diez mil veces más luminosa que el sol se levantó, y la ciudad quedó reducida a cenizas en el acto“. El Libro de Krisna relata: “Era capaz de moverse sobre el agua y bajo el agua. Podía volar tan alto y veloz que resultaba imposible de ver. Aunque estuviese oscuro, el piloto podía conducirlo en la oscuridad“. El Ramayana relata: “Las Vimanas tienen la forma de una esfera y navegaban por los aires a causa del mercurio (rasa) levantando un fuerte viento. Hombres a bordo de los Vimanas podían así cubrir grandes distancias en un espacio de tiempo sorprendentemente corto, pues el hombre que conducía lo hacía a su voluntad volando de abajo arriba, de arriba abajo, adelante o atrás“.

En el Saramangana Suttradhara se lee: “Estaban hechos con planchas de hierro bien unidas y lisas y eran tan veloces que casi no se los podía ver desde el suelo. Los hombres de la tierra podían elevarse muy alto en los cielos y los hombres de los cielos podían bajar a la tierra“. En el Ramayana se nos dice: “Debe haber cuatro depósitos de mercurio (rasa) en su interior. Cuando son calentados por medio de un fuego controlado, el vimana desarrolla un poder de trueno por medio del mercurio. Si este motor de hierro, con uniones adecuadamente soldadas, es llenado de mercurio y el fuego se dirige hacia la parte superior, desarrolla una gran potencia, con el rugido de un león e inmediatamente se convierte en una perla en el cielo“. En el Mahavira Charita podemos leer: “Un proyectil, cargado con la fuerza del universo, produjo una inmensa columna de humo y llamas deslumbrantes. Tan brillantes como 10.000 soles en todo su esplendor. Era una arma desconocida un trueno de hierro, un gigantesco mensajero de la muerte, que redujo a cenizas a la totalidad de la raza enemiga. Los cuerpos quedaron irreconocibles, sus cabellos y uñas se caían, la loza se rompía espontáneamente y las aves vieron decolorados su plumaje.    Después de unas cuantas horas, todos los alimentos quedaron contaminados. Para poder escapar de ese fuego, los soldados se arrojaron a los ríos para lavar su equipaje y lavarse ellos mismos. El sol pareció temblar, y el universo se cubrió de calor. Las aguas hirvieron, los animales comenzaron a perecer y los guerreros hostiles cayeron derribados como briznas. Grandes proporciones de vegetación quedaron desiertos, y hasta el metal de las carrozas se fundió ante esta arma“. ¡Vaya una serie de sorprendentes relatos sobre una avanzada tecnología, tanto en vuelo de naves, como en armamento! Con respecto a restos que pueden pertenecer a restos de ciudades que sufrieron un ataque nuclear, tenemos en caso de las ruinas de las antiguas ciudades de Mohenjo-Daro y Harappa, aunque no tenemos idea de cuáles eran sus nombres cuando prosperaron. No se sabe quiénes las construyeron, pero sí que lo hicieron en las riberas del río Indo, en la actual Pakistán. Representan, que se conozca, los primeros centros urbanos planificado de la historia. Pese al terrible significado del nombre de Mohenjo-Daro, “Monte de los Muertos”, mantuvo su poder y prosperidad durante centenares de años. Las ruinas de estas antiguas ciudades parecen haber albergado, en sus enormes áreas, poblaciones de más de un millón de habitantes cada una.

Fue en la década de 1920 cuando los arqueólogos, liderados por Sir Mortimer Wheeler, comenzaron a desenterrar dos importantes centros que se extendían a lo largo de más de seiscientos kilómetros, desde la costa del Océano índico hacia el norte, a lo largo del río Indo y sus afluentes. Ambos lugares, Mohenjo-Daro, en el sur, y Harappa, en el norte, demostraron ser ciudades importantes, con casi cinco kilómetros de circunferencia. Asimismo, no muy lejos del Valle del Indo, en 1992 fue encontrada una gran capa de cenizas radioactivas en Rajasthan, India, cubriendo un área de unos ocho kilómetros cuadrados, a 16 kilómetros al oeste de Jodhpur. La radiación es tan intensa que aún contamina la zona. Curiosamente en esta zona, supuestamente sometida a un antiguo ataque con bombas nucleares, está ubicado el desierto de Thar. Aquella zona se caracteriza por el gran número de malformaciones congénitas que se dan en los alrededores. Los niveles de radiación son tan elevados que como medida cautelar se ha acordonado la zona. En las inmediaciones se encuentran restos de dos antiguas ciudades, Mohenjo-Daro y Harappa,  que tendrían una antigüedad de entre 8.000 y 12.000 años, y que pudieron estar habitadas por cerca de un millón de personas. Al parecer, estas dos ciudades fueron destruidas repentinamente. Cuando se ampliaron las excavaciones de Harappa y Mohenjo-Daro, se descubrieron esqueletos esparcidos por las ciudades, muchos cogidos de las manos y tendidos en las calles como si un instantáneo y horrible cataclismo hubiera matado a sus habitantes. La gente yacía allí, sin enterrar, en las calles de la ciudad, por lo que parecía que no hubo nadie disponible para enterrarlos después. ¿Qué podría haber causado tal catástrofe? ¿Por qué los cuerpos no se descompusieron o no fueron comidos por animales salvajes? No existe una causa aparente de una muerte física violenta. Por otra parte, Alexander Gorbovsky, en Curiosidades de la Historia Antigua, reportó sobre el descubrimiento de, al menos, un esqueleto humano en esta área con un nivel de radiactividad de aproximadamente cincuenta veces mayor del que debería haber tenido debido a la radiación natural. Además, miles de bultos fusionados, bautizado como “piedras negras“, han sido encontradas en Mohenjo Daro. Parecen ser fragmentos de vasijas de barro que se fundieron bajo un extremo calor. Las excavaciones han revelado esqueletos dispersos, como sí el fin del mundo hubiera llegado tan rápidamente que los habitantes no hubieran tenido tiempo de irse a sus casas. Esos esqueletos, al cabo de no se sabe cuántos miles de años, están todavía entre los más radiactivos que se han encontrado nunca, al nivel de los de Hiroshima y Nagasaki. Parece que alguien lanzo bombas nucleares en la antigüedad. Ello, seguramente, nos lleva a considerar la actuación de seres extraterrestres y/o de civilizaciones mucho más avanzadas de las que la prehistoria nos indica.

Para intentar especular sobre cómo civilizaciones extraterrestres, que supuestamente nos están visitando, pueden viajar, veamos otras formas más revolucionarias de viajar por el espacio. En 1895 un muchacho tomó el volumen Popular Books on Natural Science de Aaron Bernstein. Allí, el autor pedía a los lectores que se imaginaran cabalgando junto a una corriente eléctrica por el interior de un cable de telégrafo. A continuación, el muchacho se preguntó qué pasaría si se sustituyera la corriente eléctrica por un rayo de luz. ¿Se le puede ganar una carrera a la luz? Razonó que, dado que la luz es una onda, el rayo de luz parecería estacionario, congelado en el tiempo. Pero, aunque solo tenía dieciséis años, se dio cuenta de que nadie había visto nunca una onda de luz estacionaria. Se pasó los diez años siguientes dándole vueltas a esta cuestión. Por fin, en 1905, encontró la respuesta. El muchacho se llamaba Albert Einstein y llamó a su propuesta teoría de la relatividad especial. Descubrió que no se puede ir más rápido que un rayo de luz, pues su velocidad es la definitiva del universo. Si nos acercamos a ella, ocurren cosas extrañas. El cohete se vuelve más pesado y el tiempo se ralentiza en su interior. Si de algún modo consiguiéramos alcanzar esa velocidad, tendríamos una masa infinita y el tiempo se detendría. Ambas condiciones son imposibles, lo que significa que no se puede romper la barrera de la luz. Desde entonces, esta barrera ha atormentado a generaciones de científicos dedicados a los cohetes. Pero Einstein no estaba satisfecho. La relatividad podía explicar muchos de los misterios de la luz, pero él quería aplicar también su teoría a la gravedad. En 1915 dio con una explicación asombrosa. Postuló que el espacio y el tiempo, que antes se pensaba que eran inertes y estáticos, eran en realidad dinámicos, como sábanas lisas que se pueden doblar, estirar y curvar. Según esta hipótesis, la Tierra no gira alrededor del Sol debido al tirón gravitatorio de este, sino porque el Sol deforma el espacio a su alrededor. El tejido del espacio-tiempo empuja la Tierra y hace que se mueva en una trayectoria curva alrededor del Sol. Dicho en términos sencillos, la gravedad no tira, sino que el espacio empuja. Imaginemos el espacio-tiempo como un teatro. Antes se pensaba que era estático, plano y absoluto, con relojes funcionando al mismo ritmo en toda su superficie. Pero en el universo de Einstein, el escenario se puede deformar. Los relojes corren a diferentes velocidades y los actores no pueden andar por el escenario sin caerse. Puede que digan que una «fuerza» invisible está tirando de ellos en varias direcciones, pero en realidad es el escenario deformado el que los está empujando. Einstein comprendió también que había una grieta en su teoría de la relatividad general. Cuanto más grande es una estrella, mayor es la deformación del espacio-tiempo que la rodea. Si una estrella tiene suficiente masa, se convierte en un agujero negro y la trama del espacio-tiempo puede llegar a desgarrarse, creando un agujero de gusano, que es un portal o atajo a través del espacio. Este concepto, introducido por Einstein y su discípulo Nathan Rosen en 1935, se llama ahora «puente de Einstein-Rosen».

El ejemplo más sencillo de un puente de Einstein-Rosen es el espejo de la sorprendente novela A través del espejo, de Lewis Carroll. A un lado está la campiña de Oxford (Inglaterra), y al otro el mundo fantástico del país de las Maravillas, al que Alicia es transportada al instante cuando introduce un dedo a través del cristal. Con ello Lewis Carroll, que era el pseudónimo del gran matemático Charles Lutwidge Dodgson, introducía el concepto de agujero de gusano, que son un elemento predilecto en los argumentos de algunas películas. Los agujeros de gusano se descubrieron analizando matemáticamente los agujeros negros, que son estrellas gigantes colapsadas, cuya gravedad es tan intensa que ni siquiera la luz puede escapar. La velocidad para escapar de ellos es la velocidad de la luz. En el pasado, se creía que los agujeros negros eran estacionarios y tenían gravedad infinita. A esto se le llama singularidad. Pero todos los agujeros negros que se han descubierto están rotando muy rápidamente. En 1963, el físico Roy Kerr descubrió que si uno de ellos se mueve a suficiente velocidad, no se colapsaría necesariamente en un punto, sino en un anillo giratorio. El anillo es estable porque la fuerza centrífuga impide que se colapse. Pero entonces, ¿adónde va todo lo que cae en un agujero negro? Los físicos no lo saben todavía. Pero una posibilidad es que la materia pueda salir por el otro lado, a través de lo que se llama un agujero blanco. Los científicos han buscado agujeros blancos que liberen materia en lugar de tragársela, pero hasta ahora no han encontrado ninguno. Si nos acercáramos al anillo giratorio de un agujero negro, veríamos increíbles distorsiones del espacio y el tiempo. Podríamos presenciar rayos de luz atrapados hace miles de millones de años por la intensa gravedad. Podríamos incluso encontrar copias de nosotros mismos. Las fuerzas mareales podrían estirar nuestros átomos en un perturbador y letal proceso conocido como «espaguetificación». Si entrásemos en el anillo seríamos expulsados a través de un agujero blanco a un universo paralelo situado al otro lado. Imaginemos que tomamos dos hojas de papel, las ponemos paralelas una a otra y las atravesamos con un lápiz para conectarlas. Si viajásemos a lo largo del lápiz, pasaríamos entre dos universos paralelos. Sin embargo, si pasásemos a través del anillo una segunda vez, saldríamos a otro universo paralelo. Cada vez que pasemos por el anillo, saldremos a un universo diferente, de la misma manera que entrar en un ascensor nos permite movernos entre diferentes niveles de un edificio, solo que en este caso supuestamente nunca podríamos regresar a la misma planta.

Al entrar en el anillo, la gravedad sería finita, de modo que no seríamos necesariamente aplastados hasta morir. Pero si el anillo no estuviera rotando a suficiente velocidad, aún podría colapsar y matarnos. Sin embargo, se podría estabilizar artificialmente el anillo añadiendo algo llamado «materia negativa» o «energía negativa». Así pues, un agujero de gusano es una cuestión de equilibrio, y la clave está en mantener la mezcla exacta de energía positiva y negativa. Se necesitaría muchísima energía positiva para crear de forma natural un portal entre universos, como ocurre con un agujero negro. Pero también habría que crear artificialmente materia o energía negativa para mantener abierto el portal e impedir el colapso. La materia negativa no es lo mismo que la antimateria, y nunca se ha detectado en la naturaleza. Posee extrañas propiedades antigravitatorias, lo que significa que caería hacia arriba, no hacia abajo. En cambio, se teoriza que la antimateria caería hacia abajo, no hacia arriba. Si hubiera existido en la Tierra hace miles de millones de años, habría sido repelida por la materia del planeta y habría ascendido hacia el espacio. Tal vez por este motivo no la hayamos encontrado. Aunque los físicos no poseen evidencias de la materia negativa, se ha creado energía negativa en un laboratorio. Esto mantiene viva la esperanza de los lectores de ciencia ficción, que sueñan con poder viajar algún día a estrellas lejanas a través de agujeros de gusano. Pero la cantidad de energía negativa que se ha creado es minúscula, del todo insuficiente para impulsar una astronave. Para crear una cantidad suficiente para estabilizar un agujero de gusano, se necesitaría una tecnología sumamente avanzada, de la que tal vez disponen algunas civilizaciones extraterrestres. De todos modos, en el futuro próximo, las naves estelares con hiperpropulsión a través de agujeros de gusano quedan más allá de nuestras posibilidades tecnológicas.  Pero hace poco ha habido bastante alboroto causado por otro método de deformar el espacio-tiempo. Además de los agujeros de gusano, el motor de Alcubierre podría ofrecer una segunda manera de traspasar la barrera de la luz. Al físico teórico mexicano Miguel Alcubierre se le ocurrió una idea revolucionaria sobre física relativista mientras veía la televisión. Durante un episodio de Star Trek, le maravilló que el Enterprise pudiera viajar a mayor velocidad que la luz. De alguna manera, podía comprimir el espacio que tenía delante, de modo que las estrellas no parecían tan lejanas. El Enterprise no viajaba a las estrellas, sino que las estrellas venían hacia el Enterprise. Algún día habrá que agradecer a películas o series, como Star Trek, algunos avances en la tecnología de propulsión de naves interestelares. ¿O tal vez han sido civilizaciones extraterrestres que nos han visitado las que han aportado este conocimiento?

Pensemos en llegar a una mesa que está sobre una alfombra. El sentido común dice que la mejor manera de hacerlo es andar sobre la alfombra de un punto a otro. Pero hay otra manera. Se podría atar una cuerda a la mesa y arrastrarla hacia nosotros junto con la alfombra, de modo que estaríamos comprimiendo la alfombra. En lugar de andar sobre la alfombra para llegar a la mesa, la alfombra se plegaría y la mesa vendría hacia nosotros. Entonces a Alcubierre se le ocurrió una idea interesante. En general, tomamos una estrella o planeta y aplicamos las ecuaciones de Einstein para calcular la curvatura del espacio a su alrededor. Pero también se puede proceder al revés. Se puede identificar una curvatura concreta y después utilizar las mismas ecuaciones para determinar el tipo de estrella o planeta que la causa. Alcubierre puso del revés las matemáticas de Einstein, invirtiendo la lógica habitual de los físicos teóricos. Intentó imaginar qué clase de estrella comprimiría el espacio hacia delante y lo expandiría hacia atrás. Para su sorpresa, dio con una respuesta muy simple. Resultó que la distorsión del espacio utilizada en Star Trek era una solución posible a partir de las ecuaciones de Einstein. A lo mejor, después de todo, el impulso por curvatura no era tan improbable. Una astronave equipada con el impulso de Alcubierre tendría que estar rodeada por una burbuja de distorsión, una burbuja hueca de materia y energía. El espacio-tiempo dentro y fuera de la burbuja estarían desconectados. Cuando la astronave acelerara, la gente en su interior no sentiría nada; tal vez ni se dieran cuenta de ello, a pesar de que estarían viajando más deprisa que la luz. Los resultados de Alcubierre sorprendieron a la comunidad de físicos por ser tan novedosos y radicales. Pero después de que publicara su artículo, los críticos empezaron a señalar sus puntos débiles. Aunque su visión del viaje a una mayor velocidad que la luz era elegante, no tenía en cuenta todas las complicaciones. Si la zona interior de la astronave estaba separada del mundo exterior por la burbuja, la información no podría pasar, y el piloto no será capaz de controlar su dirección. Sería imposible mantener un rumbo. Y, además, hay que añadir el problema de crear una burbuja de distorsión. Para comprimir el espacio delante de ella, tendría que estar alimentada por algún tipo de combustible; esto es, materia o energía negativa. Pero, tal vez, una civilización extraterrestre muy avanzada podría estar aplicando la teoría de Alcubierre.

Vemos pues que la materia negativa o la energía negativa serían el ingrediente, del que todavía no disponemos, necesario para mantener intactas nuestras burbujas de distorsión y nuestros agujeros de gusano. Stephen Hawking demostró un teorema general que afirma que todas las soluciones a las ecuaciones de Einstein que permiten el viaje a mayor velocidad que la luz tienen que incluir materia o energía negativas. En otras palabras, la materia y la energía positivas que observamos en las estrellas pueden deformar el espacio-tiempo de modo que se pueda describir a la perfección el movimiento de los cuerpos celestes. Pero la materia y la energía negativas deforman el espacio-tiempo de maneras extrañas, generando una fuerza antigravitatoria que puede estabilizar los agujeros de gusano e impedir que colapsen, e impulsando burbujas de distorsión a velocidades superiores a la de la luz, comprimiendo el espacio-tiempo delante de ellas. A continuación, los físicos intentaron calcular la cantidad de materia o energía negativas necesaria para impulsar una astronave. Los resultados más recientes indican que la cantidad necesaria es equivalente a la masa del planeta Júpiter. Esto significa que solo una civilización muy avanzada sería capaz de utilizar materia o energía negativas para propulsar sus naves espaciales, si es que ello fuera posible. Sin embargo, es posible que disminuyera la cantidad de materia o energía negativa necesaria para alcanzar una mayor velocidad que la luz, pues los cálculos dependen de la geometría y el tamaño de la burbuja de distorsión o el agujero de gusano. Star Trek elude este impedimento diciendo que el componente fundamental de un motor de impulso por curvatura es un raro mineral llamado «cristal de dilitio». Ahora sabemos que eso de los «cristales de dilitio» podría ser una manera ingeniosa de referirse a la materia o energía negativas. Según las ecuaciones de Einstein, el motor de Alcubierre alcanzaría una velocidad superior a la de la luz. Pero aún es muy discutible que se pueda construir una astronave de este tipo con nuestra tecnología actual y del futuro inmediato. Pero puede ser factible para civilizaciones extraterrestres más avanzadas, como las que parece han visitado y siguen visitando la Tierra.

Los cristales de dilitio no existen, pero lo fascinante es que la energía negativa sí, lo que deja abierta la posibilidad de los agujeros de gusano, el espacio comprimido e incluso las máquinas del tiempo. Aunque las leyes de Newton no admiten la energía negativa, la teoría cuántica sí, gracias al efecto Casimir, que fue formulado en 1948 y medido en un laboratorio en 1997. Supongamos que tenemos dos placas metálicas paralelas, sin carga eléctrica. Cuando se encuentran a mucha distancia una de otra, decimos que hay fuerza eléctrica cero entre ellas. Pero a medida que se acercan, empiezan misteriosamente a atraerse una a otra, por lo que podemos extraer energía de ellas. Dado que empezamos con energía cero, pero obtenemos energía positiva cuando las placas se acercan, tenemos que deducir que al principio las placas poseían energía negativa. Evidentemente la razón es bastante esotérica, ya que el sentido común nos dice que un vacío es un estado sin nada dentro, con energía cero. Pero en realidad, está repleto de partículas de materia y antimateria que se materializan brevemente y después se destruyen y vuelven al vacío. Estas partículas «virtuales» aparecen y desaparecen tan rápidamente que no violan la ley de conservación de la materia y la energía, es decir, el principio que afirma que la cantidad total de materia y energía en el universo es siempre la misma. Esta constante agitación en el vacío genera presión. Dado que hay más actividad de materia y antimateria fuera de las placas que entre ellas, esta presión hace que las placas se acerquen, generando energía negativa. Este es el efecto Casimir, que, en la teoría cuántica, demuestra que la energía negativa puede existir. Al principio, dado que este efecto produce una fuerza muy débil, solo se podía medir con los instrumentos más sensibles que existen. Pero la nanotecnología ha avanzado hasta el punto en que podemos jugar con átomos individuales. el físico Mishio Kaku explica que visitó un laboratorio de Harvard en el que había un pequeño aparato capaz de manipular átomos. En el experimento era difícil impedir que dos átomos que se habían acercado uno a otro se repelieran o se juntaran debido a la fuerza de Casimir, que puede ser repelente o atrayente. A un físico que quiere construir una astronave, la energía negativa puede parecerle el Santo Grial, pero para un nanotecnólogo, el efecto Casimir es tan fuerte a nivel atómico que se convierte en una molestia. En conclusión, la energía negativa existe, y si de algún modo se pudiera acumular en cantidades suficientes en principio podríamos crear una máquina de agujeros de gusano o un motor de impulso por curvatura, haciendo realidad algunas de las fantasías más descabelladas de la ciencia ficción. Pero estas tecnologías aún están muy lejos. Mientras tanto, tendremos que conformarnos con las velas solares, que pueden estar surcando el espacio a finales de este siglo XXI, proporcionándonos las primeras imágenes cercanas de exoplanetas en órbita alrededor de otras estrellas. En el siglo XXII podríamos ser capaces de enviar astronautas a estos planetas, viajando en cohetes de fusión. Y si logramos resolver los intrincados problemas de ingeniería que nos esperan, podríamos incluso construir motores de antimateria y estatorreactores de fusión. Una vez que dispongamos de naves estelares, ¿qué encontraremos en el espacio lejano? ¿Tal vez otras civilizaciones? ¿Habrá otros mundos habitables?

Fuentes:

  • Michio Kaku – Física de lo Imposible
  • Michio Kaku – La Física del Futuro
  • Michio Kaku – El futuro de la humanidad
  • Charles Berlitz – El Triangulo de las Bermudas
  • Jacques Vallee – Pasaporte a Magonia
  • William Bramley – Los Dioses del Eden
  • La Biblia – Antiguo Testamento
  • Salvador Freixedo – Israel Pueblo Contacto
  • Salvador Freixedo – La Amenaza Extraterrestre
  • Fabio Ramírez – ¿Cómo son los Extraterrestres?
  • Adonai – Ángeles ayer extraterrestres hoy
  • Zecharia Sitchin – El 12º Planeta
  • Fabio Zerpa – Ellos los Seres Extraterrestres
  • Manuel Navas Arcos – Los Grandes Contactados
  • Robert Charroux – Archivos de otros Mundos
  • Santiago Martinez Concha – La Conexión Atlante
  • David Icke – El gran secreto
  • Pauwels & Bergier – El Retorno de los Brujos
  • J.J. Benitez – Mis enigmas favoritos

La vía extraterrestre a la luz de los nuevos avances científicos

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.