Los algoritmos en Internet contienen la lógica que permite que la nube funcione de la manera que conocemos. Aunque estamos rodeados de algoritmos por todas partes, estos están escritos a un nivel al que la mayoría de usuarios no desciende. De hecho, muchas personas ni siquiera se han percatado de que existen y que todo el tiempo están tomando decisiones por nosotros.
De todos los algoritmos de Internet, los más conocidos son los de búsqueda. Cada vez que un usuario utiliza un motor de búsqueda se vale de ellos para hallar la información a la que quiere acceder. Sin embargo, estos no son los únicos.
Hay algoritmos en la bolsa de valores y en las campañas políticas. También, y quizás más que en ningún otro espacio, los hay en el mundo económico y comercial. Cada usuario que se conecta a la red queda a merced de los algoritmos de Internet. Pero, ¿por qué se dice que son un riesgo?
… “estos sistemas informáticos pueden deducir cantidad de cosas de nuestras migajas informáticas, incluso si hacemos un esfuerzo por evitarlo. Pueden deducir preferencias sexuales, rasgos de personalidad, ideas políticas…”.
-Zeynep Tufekci-
Los algoritmos
Comencemos por el principio: ¿qué es un algoritmo? Se define como una secuencia lógica y limitada de pasos para cumplir con un objetivo o solucionar un problema. Cada paso de esa secuencia debe estar bien definido y existe para que se obtenga siempre el mismo resultado.
Por ejemplo, si alguien quiere usar un horno microondas convencional debe conectarlo, abrir la puerta, introducir allí lo que va a calentar o preparar, cerrar la puerta, programar el tiempo, darle el inicio, esperar a que se detenga, abrir la puerta y sacar el alimento.
Siempre serán los mismos pasos y variando el resultado en función de diferentes variables -por norma, los parámetros de entrada-. Así, la mayoría de algoritmos no devuelven el mismo resultado ante la misma variable de entrada.
Por ejemplo, si realizas una búsqueda y dentro de cinco minutos la repites, verás que los resultados coinciden. Esto no es porque se hayan guardado los resultados en tu ordenador, sino porque el procedimiento que se ha empleado ha sido el mismo.
Los algoritmos de Internet
Ahora bien, los algoritmos de Internet son también secuencias lógicas y limitadas. En el caso de los algoritmos de búsqueda, se puede hacer un símil con una biblioteca. Hay 100 libros de todo tipo que deben organizarse por orden alfabético para luego archivarse. ¿Cómo ordenarlos? Los libros se pueden separar por las letras del alfabeto: todos los “A” allí, los “B” aquí, los “C ” en este otro lado, etc.
Sin embargo, también se puede acudir a otro tipo de secuencia lógica. Por ejemplo, separar primero todos los que vayan de la “A” a la “M” y aparte todos los demás. Después, en cada grupo, separar un nuevo subgrupo: los que vayan de la “A” a la “D” y así sucesivamente.
Aquí tenemos ya dos algoritmos: el primero, en el que la secuencia es separar por letras y luego organizar. Y el segundo, en donde se separa primero por subgrupos que se dividen sucesivamente. Los motores de búsqueda hacen algo así: entran en juego sus algoritmos para darle los resultados que espera.
¿Cuál es el problema con los algoritmos de Internet?
Hasta aquí todo suena muy lógico y racional. Sin embargo, los algoritmos no son diseñados por máquinas, sino por personas o compañías con convicciones, creencias e intereses. Esto plantea un primer problema: ¿seguro que cuando una persona busca la palabra “vaca blanca” le salen los “mejores” resultados? O, ¿es posible que le salgan unos resultados filtrados por intereses?
De seguro, así es. Nadie sabe cuál es el algoritmo de Google, por ejemplo. Es un hecho que ofrece resultados de búsqueda muy satisfactorios, pero es imposible saber si en verdad corresponde al mejor contenido de la red.
El tema no para ahí. Los algoritmos no son estáticos, sino que van adaptándose al usuario, en principio para ofrecerle los mejores resultados.
Por lo tanto, si una persona ama el tango y busca música de ese género en la red con frecuencia, el algoritmo “aprende” esto. Por lo tanto, es posible que cuando el usuario escriba “música”, le salgan los clásicos del tango como resultado.
La burbuja de filtros
Si una persona busca con frecuencia contenidos de psicología, es probable que las ofertas que vea en los banners empiecen a estar relacionadas con este campo. Los algoritmos de Internet también están, por supuesto, en las redes sociales y en plataformas en las que el usuario consume contenido. Así, si alguien entra a YouTube, verá que los vídeos que le sugiere la plataforma están relacionados con los últimos que ha visto.
Hay otros videos, sobre distintos temas y con distintos enfoques. Pero los que le aparecerán en primera instancia son aquellos asociados a sus gustos. El riesgo es que, sin quererlo, una persona termina encerrada en una burbuja informativa.
En Facebook, por ejemplo, también aparecen solo las actualizaciones de aquellos contactos con los que se tiene un trato más o menos frecuente. Lo demás queda oculto a primera vista, aunque esté allí.
De la burbuja informativa se pasa a una burbuja cognitiva en la que los algoritmos de Internet me llevan a ver solo mi yo y sus gustos, mi yo y sus contactos más cercanos, mi yo y su música, etc. De esta manera, no interactuar con lo diferente lleva a reducir el horizonte de una manera muy significativa. Este es quizás el mayor riesgo.
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