Xavier Bartlett
En varias ocasiones me he referido aquí al portentoso conjunto arqueológico que forman las ruinas de Tiahuanaco (o Tiwanaku) y Puma Punku, dos enclaves megalíticos que son muestra de una gran civilización andina que desapareció muchos siglos antes del arranque de la civilización inca. ¿Pero cuándo exactamente? De hecho, todavía existe la polémica acerca de la datación de tales restos. Para la arqueología académica, está claro que el gran conjunto monumental es posterior al cambio de era (si bien los precedentes se pueden remontar al 2º milenio a. C.), pero para la arqueología alternativa existen serias dudas al respecto, sobre todo a partir de los conocidos trabajos de Arthur Posnansky, que –mediante métodos arqueoastronómicos– envió la cronología de Tiahuanaco a una fecha aproximada de 15.000 a. C.
Este horizonte prehistórico y antediluviano resulta del todo inverosímil y disparatado para el mundo académico, pero desde el entorno alternativo se continúa defendiendo el concepto de una civilización perdida, con grandes capacidades (sobre todo en la arquitectura), que precedió a las civilizaciones históricas. Y, lo que es más, varios autores del siglo XX –entre los que se contaba el mismo Posnansky– sugirieron que el inicio del proceso de civilización debería trasladarse al Nuevo Mundo, abandonando la clásica visión centrada en Oriente Medio (el Creciente Fértil y Egipto, principalmente). Siguiendo esta propuesta, los alternativos han insistido en que esa civilización primigenia fue destruida por el gran cataclismo –o Diluvio Universal– de hace más de 12.000 años y que apenas quedaron unos pocos rastros o indicios, entre los cuales destacarían los colosales restos megalíticos.
Si nos referimos de nuevo a Tiahuanaco, hace ya un tiempo que vengo recopilando información sobre ese horizonte antediluviano imposible en aquella región, y me gustaría centrarme en este artículo en ciertos aspectos del inmenso lago Titicaca, muy cercano al conjunto arqueológico de Tiahuanaco, para exponer unos hechos poco conocidos y para establecer algunas hipótesis que tal vez nos ayuden a abrir nuevas puertas a la investigación. No obstante, a modo de introducción y contexto, es preciso aportar previamente algunos datos básicos para luego entrar en el análisis del ámbito estrictamente arqueológico.
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