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Siempre hemos pensado que ignorar es un verbo pasivo. La ignorancia es la falta de conocimientos, un estado de desinformación o una carencia de comprensión. Por tanto, calificamos a una persona como «ignorante» cuando desconoce o no comprende algo.
Ese carácter pasivo implica que, de cierta forma, esa persona no es responsable de su ignorancia, simplemente arrastra consigo esa «carencia». Es curioso, sin embargo, que no apliquemos el calificativo de ignorante a los niños, a pesar de que estos no suelen dominar los mismos conocimientos de los adultos.
Eso significa que la ignorancia parte de un presupuesto: algo que deberíamos conocer pero no sabemos, un camino que debíamos haber recorrido pero no lo hicimos. Entonces la ignorancia abandona su significado pasivo para tener una acepción activa que implica no reconocer algo o actuar como si no se supiera. Caemos en lo que se conoce como «ignorancia motivada».
¿Qué es la ignorancia motivada?
La ignorancia motivada es cuando elegimos, de manera más o menos consciente, no saber más, no profundizar, no comprender. Esa ignorancia es terriblemente peligrosa porque suele conducir a posturas extremas y cercena nuestra capacidad para seguir creciendo y madurando. Cuando decidimos ser ignorantes, alguien más decidirá en nuestro lugar. Nos convertimos en personas manipulables.
Ya lo había dicho Goethe: «nada hay más terrible que una ignorancia activa». El filósofo Karl Popper pensaba lo mismo: «La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo».
Esa ignorancia motivada puede darse en todos los ámbitos de nuestra vida. Algunas personas comienzan a sentirse mal, pero en vez de ir al médico para recibir un diagnóstico, prefieren refugiarse en la ignorancia suponiendo que todo está bien. Otras personas sospechan que su pareja le es infiel pero, en lugar de despejar las dudas, eligen permanecer en la ignorancia. Lo mismo ocurre a nivel político o social: cuando ya tenemos una idea formada, elegimos no escuchar o dar valor a los argumentos contrarios.
¿Por qué elegimos la ignorancia motivada?
Un experimento realizado en la Universidad de Winnipeg y la Universidad de Illinois demostró cuan fuerte e irracional puede ser nuestra tendencia a la ignorancia motivada. Estos psicólogos reclutaron a 200 personas y les dieron dos opciones: leer y responder preguntas sobre una opinión (matrimonio gay) con la que estaban de acuerdo, o leer un punto de vista opuesto.
Quienes decidieran leer la opinión con la que estaban de acuerdo ganarían 7 dólares; pero si elegían la opinión contraria ganarían 10 dólares. Asombrosamente, el 63% de las personas prefirió leer la opinión con la que estaban de acuerdo rechazando la posibilidad de ganar más dinero.
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