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Geometría y alquimia en la “Tabla de esmeralda”

Fragmento del volumen dedicado al pensamiento paracelsiano publicado en francés por las ediciones Beya, bajo la dirección de Caroline Thuysbaert y titulado “Paracelse Dorn Trithème”. En él se trata de la relación entre las figuras y los números y la “Tabla de esmeralda” de Hermes Trismegisto.

En el fragmento de La luz física de la naturaleza que hemos seleccionado, Gerard Dorn (c. 1530-1584) reproduce el comentario del famoso abad de Sponheim, Johannes Trithemius o Tritemo, a las primeras frases de la Tabla de esmeralda de Hermes Trimegisto. De Tritemo se sabe que fue maestro de Paracelso, mientras que Dorn, si bien no fue un discípulo directo de Paracelso, contribuyó en gran manera a que su obra fuera conocida pues la tradujo al latín, el idioma común de la época. Gerard Dorn escribió también sus propias obras, todas ellas imbuidas del pensamiento de Paracelso y muchas de ellas destinadas a defenderlo ante los ataques que recibió después de su muerte.

En los comentarios de Tritemo y del propio Dorn, aparecen muy a menudo los conceptos aritméticos de lo unitario, binario, ternario y cuaternario, con referencias a la década pitagórica. En el volumen se incluyen unos gráficos que, si bien no pertenecen a La luz física de la naturaleza sino a otro tratado de Dorn escrito con anterioridad y que se titula La monarquía física, proponen una explicación visual y geométrica de los conceptos que acabamos de mencionar y que creemos necesario reproducir para acercarnos aunque sea someramente a lo que el pensamiento paracelsiano entendía por estos conceptos.

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Según Tritemo la unidad fue dividida y convertida en binario por la propia obra de la Creación:

“En efecto, dice Tritemo, antes de dividirse, el agua universal del abismo (que se menciona en el Génesis) era una. Por esta división es por lo que lo unitario produce lo binario, el primero de todos los números, no por sustancia sino por accidente”.[i]

La unidad y el binario que aparecen en el  Génesis, Tritemo los halla también en el texto de Hermes cuando dice: “lo que está arriba es como lo que está abajo, etc.” Según el abad, el binario aparece designado por “lo alto” y “lo abajo”. Sin embargo, para alcanzar lo que Hermes propone en su Tabla, es decir, “los milagros de una sola cosa”, el binario debe ser transformado en el ternario, que, a su vez “será convertible en unidad”. Así lo explica Tritemo:

“La unidad, en tanto que natural, es pues divisible o, más bien, contable en el binario; el ternario es reversible en una unidad distinta que se denomina segunda unidad, más allá de la cual es imposible progresar. Por eso toda operación de milagros que se detiene en los límites de la naturaleza desciende de la unidad por el binario en el ternario, pero no antes de que surja del cuaternario en la simplicidad, por el orden de los grados.” (p. 99)

Y aquí aparece la razón de toda la explicación de Tritemo recogida por Dorn: la operación de los milagros o  la magia que está propuesta al género humano, si bien hay que aclarar que Dorn escribirá siempre “sapiencia” o “sabiduría” allí donde Tritemo emplea la palabra “magia”. A este respecto, y para evitar malos entendidos, Dorn reproduce la opinión de Tritemo sobre esta ciencia natural o sobrenatural de la que afirma que nada tiene que ver con los demonios ni con las supersticiones que el vulgo le asocia, sino que actúa a partir del conocimiento interior de Dios, un conocimiento, añade, que nadie puede comprender ni tener si no lo recibe directamente del Creador. He aquí las palabras de Tritemo:

“Los que ignoran la profundidad de este encadenamiento se preguntan qué principios utilizamos para operar los milagros, y piensan equivocadamente que nos apoyamos en la ayuda de los demonios o cualquier superstición contraria a nuestra fe cristiana.  En cuanto a nosotros, no nos extraña que nos juzguen de este modo, visto su ignorancia de los [principios] susodichos. Pues como atestiguan las santísimas Escrituras en relación al conocimiento interior de Dios (conocimiento que nadie comprende excepto aquél que lo recibe) nadie puede ser iniciado a [estos principios] ni hacer uso de ellos si no ha recibido, por don divino, la comprensión de la luz singular de naturaleza en naturaleza, y si no se encuentra en él el fuego con la luz, el viento con el fuego, la potencia con el viento, la ciencia con la potencia, la integridad de una mens sana.”(p. 100)

Creemos que es a partir de estas premisas como debemos adentrarnos en el comentario a la Tabla esmeralda del abad Tritemo recogido por Dorn que empieza así:

A fin de mostrar con mayor claridad lo que Tritemo suscribe al arte de Hermes, he aquí sus palabras:

“Es verdad (como dice Hermes), sin mentira, cierto” y muy cierto por el conocimiento de la unidad, “que lo que está abajo es como lo que está arriba” y viceversa, visto que cualquier número sólo se compone de unidades, “para hacer los” numerosos “milagros de una sola cosa”. ¿No es cierto que “todas las cosas” provienen de una sola cosa, por la bondad del Uno, y que todo lo que se une con la unidad no puede ser diverso, sino que fructifica gracias a la simplicidad y a “la adaptación del Uno”? ¿Qué nace de la unidad? ¿No es el ternario? Escucha: lo unitario es simple; el binario, compuesto; el ternario, en cuanto a él, es llevado a la simplicidad de la unidad. No soy Tritemo, el de la mens triple, sino que disfruto de una sola mens gracias al número ternario que engendra un hijo verdaderamente admirable. “El Sol es el padre; la Luna, la madre, el viento ha llevado”, la simiente, “en su vientre”. “La tierra” lo ha alimentado. “El padre de” toda la perfección “del mundo total está aquí”. “Su virtud es completa” e inmensa, “si se convierte en tierra”. “Separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo denso” y el ternario entonces devuelto a sí mismo, se elevará, “con genio” y gran “dulzura,  de la tierra al cielo y de nuevo” adornada con virtud y belleza, volverá “a la tierra”. “Recibe la fuerza” superior e inferior, y será entonces poderoso y glorioso en la claridad de la unidad, apto para producir todos los números, “y huirá toda oscuridad”. El ternario debe, pues, ser llevado enteramente a la unidad, si la mens quiere alcanzar la perfecta comprensión de estas cosas. Lo unitario, en realidad no es un número, pero todos los números surgen de él. El binario, que se separa de la unidad, es el primer número compuesto. He aquí porqué el binario debe ser eliminado, y el ternario será convertible en la simplicidad de la unidad. Todo número está compuesto de unidades. ¿No es verdad que “todas las cosas” derivan de la unidad, por la bondad “del Uno”, como se dice más arriba? ¿Que todo lo que se une a la unidad no puede ser diverso, sino que produce un fruto gracias a la simplicidad y a “la adaptación del Uno”? ¿Qué es lo que nace de la unidad? ¿No es el ternario? En consecuencia, lo unitario es simple; el binario, compuesto; el ternario, en cuanto a él, es llevado a la simplicidad de la unidad.

El Uno es en efecto un principio puro. El binario que se separa de la unidad es compuesto, puesto que es imposible que haya dos principios. Sólo el ternario, pues, sagrado en potencia y virtud, después de haber sobrepasado el binario, vuelve a s u principio, no por naturaleza sino por participación en la similitud. Dentro de este principio, la mens comprende, sin contradicción, todos los misterios del arcano bellísimamente ordenado. “Es” la bellísima virtud “de toda fuerza” que vence todas las  cosas mundanas.

Pero en realidad, las cosas necesarias para todo hombre que desee operar útilmente en este arte por la sabiduría natural, [aquí están] expuestas.

En primer lugar, no sólo debe tener una inclinación natural a este arte, sino que también dispone o al menos [está] disponible al magisterio del preceptor, por la rectificación del ternario en la unidad por el binario dividido.

En segundo lugar, debe tener un conocimiento suficiente de la lengua para que el vulgo no adquiera la tan gran majestad de la ciencia de la misma sapiencia natural. También es necesario que conozca el fundamento de la doctrina astronómica, o al menos, que tenga alguien que la conozca a su disposición.

En tercer lugar, hay que tener una cantidad de libros de esta ciencia, sólo los libros más irreprochables, como los que raramente se encuentran en nuestros días. [Es necesario]

ya sea tener [los libros] a mano, o tener a alguien próximo que pueda corregir verdaderamente sus errores sin aumentarlos.

En cuarto lugar, es necesario tener un preceptor muy docto y muy experto en este arte, dado que esta ciencia está envuelta en misterios tan grandes que no se deja aprender sin sabios muy expertos, a menos que el Dios todopoderoso quiera iluminar la mens por un don singular (lo que en general se produce muy raras veces).

En quinto lugar, se requiere conocer la separación de lo alto y de lo bajo de el universo entero, desde el Uno hasta el cuaternario, reposando en el ternario. Igualmente hay que [conocer] el orden de la subida y el descenso, el grado, el número, la inflexión y la reflexión, el ser y el no ser, en el Uno y en el Tres. Pero hay que saber que esto es muy difícil, pues todas las raíces de efectos maravillosos (de la manera que se producen, tanto en la sabiduría natural como en la sobrenatural) se apoyan sobre el fundamento de este principio. Por eso, todo aquél que aprenda este orden y haya comprendido el modo mismo, será consumado en toda ciencia y alcanzará en la operación, las profundidades de la sabiduría y realizaciones efectivas admirables. Pero en vista de que es muy difícil el saber estas cosas, son muy raros los que obran útilmente en la sabiduría espagírica y numerosos, al contrario [los que obran] sin ningún fruto.

En sexto lugar, hay que conocer el modo de vida que conviene, el orden de trabajo, el momento favorable, la obra, el maestro de obra, es decir, el planeta, el lugar apto, la forma, la materia, la mezcla de la materia, lo puro y lo impuro, lo simple y lo compuesto, lo semejante y lo diverso, así como el vínculo entre las cosas conjuntadas, y después de todo esto, la medida de su propia anima, su virtud y bondad de entrar en potencia.

En séptimo lugar, hay que saber bajo qué dominación de qué planeta (del spiritus del momento, del día y del tiempo) se encuentra cada cosa del mundo, según su substancia, según su accidente, y sobre todo, según el efecto por el cual opera. En efecto, los inferiores están sometidos a los superiores, y sólo es por semejanza (que consiste en substancia, accidente, potencia, virtud, número, grado y propiedad) por lo que se hace una operación útil de cosas sorprendentes en la sabiduría natural, por la aplicación de uno sobre el otro, por un modo seguro en el arte.

En octavo lugar, el operador debe también saber y comprender, dentro de esta sabiduría, todas las propiedades de las inteligencias, sus grados, sus lugares o disposiciones, sus nombres o palabras y sus roles u obras y cómo se comportan en último lugar; [y debe comprender] cómo hay que operar por ellas en cualquier intención universal. O dicho de otro modo, antes que nada es necesaria la ciencia por la cual se perfeccionan ciertamente, al igual se que conserva la carne en sal para evitar que se pudra.

En noveno lugar, en aquello que no pueda hacerlo solo, deberá buscar asociados, ya sean dignos por naturaleza, ya se vuelvan dignos por enseñanza, pues la indignidad de los asociados impide la realización efectiva de la operación en todas las operaciones de la sabiduría tanto natural como sobrenatural.

En décimo lugar, es necesario, en este arte, que el operador sea de una confianza firme, que no dude ni vacile en ningún caso en cuanto a la obtención del resultado efectivo. Y ello no es por la razón que la credulidad sea una ventaja, sino porque la vacilación finalmente rompe por la mitad la firmeza del anima del operador y la vuelve débil. Sin su virtud estable, el influjo deseado de los superiores no se produce.

En onceavo lugar, aquél que quiera operar con fruto en la sapiencia natural[ii], debe conservar el mayor secreto y no revelar a ningún hombre ni el avance ni el fallo de la operación, ni la propia operación, ni su voluntad, ni su arte, no el momento, sino es a su preceptor o a su discípulo. En efecto, esta ciencia huye de lo público y raramente produce frutos perfectos cuando se divulga.

Nuestra filosofía es celeste y no terrestre, de modo que consideramos fielmente, con la mirada de lamens a través de la fe y el conocimiento, este principio supremo que llamamos Dios. [Debemos] creer verdaderamente que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo [son] un principio único, un Dios único, y el único bien supremo que existe de toda la eternidad en la trinidad de personas; [debemos] conocerlo con pureza y adorarlo sin cesar, [dedicándole] un culto de amor y servicio muy ferviente, [a él] por quien es todo lo que puede ser en cualquier lugar. Si la mens no se muestra animada en este sentido, no comprende nada de lo que es bello, y se consumirá en su ignorancia. Esta subida no es vulgar, y para alcanzarla no basta con imitar a los que se elevan con una sola ala. Solo es familiar a muy pocos, a saber, a los que se han devuelto a sí mismos a la unidad, ni a la ligera ni equivocadamente. Ciertamente muchos lo emprenden, pero no todos tienen el ternario en lamens. ¿No es cierto que para ver el cielo, necesariamente debemos elevar en primer lugar la cabeza y que la bajamos después de haber mirado hacia arriba? Solo se puede mirar al Sol con los ojos, las orejas no ven. Así, a fin de que el animus se eleve, que no haya una oreja, sino el ojo y el corazón y la unidad se haga a partir del ternario, gracias a la participación de la bondad al principio, pues el Uno es un bien todopoderoso y no el Dos o más. En efecto, si no se hace la unidad, no habrá conjunción de la similitud en la mens, ni participación en el bien, y sin ellos no habrá ninguna superación. Si no preceden, nadie podrá obtener la inteligencia de las cosas arriba ni la operación propia de las cosas de abajo. En cuanto a las cosas, ya sean universales o singulares, o en cuanto a las condiciones de las cosas, ciertas son necesariamente manifiestas, otras más manifiestas y otras muy manifiestas. Unas son ocultas, otras más ocultas y otras muy ocultas, tanto al sentido como a la razón. ¡Esta diversidad es obra de la naturaleza de las cosas! De lo que se deriva que ciertos hombres acaban por ser más sabios que todos los demás. Se llama más sabio a quien percibe las cosas menos perceptibles.

A su comprensión debemos abrir el acceso. En consecuencia, aquél que aspire a la filosofía adepta ya sea sobrenatural o natural, puede adquirir el acceso a cada una de ellas por medio de la otra. No obstante progresará con más seguridad si se conduce a sí mismo del binario al ternario por los grados del cuaternario, antes de intentar o presumir realizar lo mismo en el dominio natural. Aunque se pueda acceder igualmente a lo sobrenatural en sentido inverso, por medio de la medicina espagírica, esta vía es, no obstante, más errática que la otra y podemos equivocarnos más que en cualquier otra. Por esta razón, persuadiría a todo el mundo de que avanzara con preferencia por la otra. Iníciate en ella, excelente lector, vuelve atento tu animus y presta oído. (p. 106 y sigs.)


 


[i] Paracelse, Dorn, Trithème, Caroline Thuysbaert éd. , Beya, Grez-Doiceau, Bélgica, 2012, p. 99. Más información en http://www.beyaeditions.com/livre13.htm

[ii] Antes se ha advertido que Dorn reemplaza la palabra “magia” que emplea Tritemo por “sabiduría” o “sapiencia”.

 http://www.arsgravis.com/?p=6459

vania ESTRELLA DE DAVID

 

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Si la Estrella de David es un símbolo oculto, entonces lo es cada copo de nieve — aquellas estrellas de seis puntas delicadas que glorifican al Creador en una miríada de formas. En el hebreo, la Estrella de David es llamada el Escudo de David porque está arreglada de dos escudos triangulares que están uno encima del otro.
En el tiempo de David, alrededor 1000 A.C., esta era una forma común para los escudos militares. La representación más antigua de una Estrella de David todavía existente aparece en un sello del 7o siglo. La Estrella de David en la sinagoga en Capernaúm data del 350 DC. Hay muchas teorías sobre el sentido de la Estrella de David. Por ejemplo, porque un triángulo señala abajo y el otro hacia arriba, unos lo ven como la unión del mundo visible e invisible, es decir, Dios que se acerca a los hombres, y los hombres a Dios.
Otros ven a las seis formas triangulares externas como la representación de los seis días laborables, con el Shabbat (el sábado) – el día de descanso — en el centro. La Estrella de David también es conocida como “la Estrella del Mesías” porque la Biblia dice que una estrella se levantará de Jacob (Números 24:17). Durante los siglos, los Judíos han estado esperando por la Estrella del Mesías de la casa de David, que es de dónde el nombre de la Estrella de David vino.
Porque Yeshúa (Jesús) era de la Casa de David, la Estrella de David sirvió como un símbolo a los Cristianos tempranos de su vínculo con sus hermanos judíos (representados por un menorah [candelabro]), y los Gentiles Cristianos (representados por el Ichthys [pescado]). Ellos citaban Revelación 22:16:
“Jesús, he enviado a Mi ángel para declararles estas cosas en las iglesias. Soy la raíz y el descendiente de David, la estrella resplandeciente de la mañana.”
En la religión cultica de los egipcios, la Estrella de David era completamente desconocida. No fue sino hasta 2,500 años después de su inicio que comenzó a ser empleada mal para otros objetivos. En 1600 DC, la Estrella de David vino a estar asociada con grupos ocultos. Los Rosacruces y los Cabalistas (místicos judíos) adoptaron primero el símbolo, y ellos fueron seguidos de los Francmasones (1717) y el Illuminati (1776).
Desde entonces, la cruz, el nombre de Dios (YHWH), la misa Católica, y la Oración del Señor también han sido usurpados para prácticas culticas. Durante el reinado del Tercer Reich en Alemania, la Estrella de David fue etiquetada como un símbolo oculto. Este hizo que muchos cristianos se abstuvieran de tratar de salvar a Judíos porque ellos no quisieron venir bajo las influencias ocultas de la estrella de David que ellos llevaron puestos.
La Estrella de David no es, ni símbolo oculto, ni uno de redención, con poderes “mágicos” para salvar. Esta estrella es simplemente un símbolo que representa el renacimiento de la nación de Israel de acuerdo con las promesas de Dios. Cuando los sabios “vieron la estrella, ellos se alegraron mucho con gran alegría” (Mateo 2:10); esto los alertó de la venida del Mesías. Del mismo modo, la estrella en la bandera de Israel anuncia la (segunda) venida del Mesías.
Símbolo Antiguo: Esta Estrella antigua de David fue encontrada en Capernaúm bíblico en el Mar de Galilea
Símbolo en la Nieve: el copo de nieve es una estrella de seis puntas.

http://soyangelspace.blogspot.com.es/2009/05/estrella-de-david.html

domi Ruta de las esculturas

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En Sintra, entre el centro urbano y la zona “noble” de la misma, alguien ha decidido colocar una serie de figuras cinceladas por varios escultores, unidos por una misma temática: el lenguaje de los símbolos. Cada una de estas formas no puede entenderse como aislada de las demás, sino que todas ellas forman un conjunto simbólico. Los artistas que las han elaborado han querido, sin duda, decirnos algo. Cada cual podrá leerlas según su intuición y estamos seguros de que otros querrán ver un mensaje diferente al que, por nuestra parte, hemos considerado. Están en su derecho. No en vano, el mismo símbolo puede ser susceptible de distintos niveles de interpretación.

1. La Rosa y Dios Padre

Se trata de esculturas simbólicas que, en tanto que tales, pretenden ser expresiones sensibles de ideas. Todas ellas están situadas en un espacio de apenas 100 metros. La secuencia de inicia con dos imágenes algo separadas del resto: un trono representado por un cojín extremadamente mullido realizado en mármol blanco, sobre el que se ve una rosa. Cerca de allí, sobre una piedra en bruto, una imagen de Dios Padre con los brazos abiertos parece ser la contrapartida: esoterismo y exoterismo, vía interior y vía exterior, parecen sugerirnos ambas figuras. El esoterismo, representado por la rosa (esa rosa roja, equivalente al corazón y que el adepto siente como se abre en su pecho cuando atraviesa la última fase dela progresión que le lleva por los peldaños del Saber). El exoterismo representado por el culto religioso y la fe, ese impulso emotivo del alma que nos lleva a abstraernos y creer a la espera de la recompensa en el más allá. No es por casualidad, sin duda, que la imagen de este Dios Padre está diseñada de manera etérea; a pesar de estar elaborada en hierro forjado puede verse a través suyo.

 

Guénon piensa que solamente la unión de esoterismo y exoterismo, de doctrina interior y de fe pública, pueden conducir a la liberación del alma. No parece evidente. La fe es apenas una forma de emotividad. Tener fe, simplemente, tranquiliza, pero no es seguridad ni vencer al desasosiego lo que implica una práctica espiritual, sino más bien, clavo ardiendo al que asirse en un mundo que tiene poco sentido. Al igual que ascender por el camino que conduce a la cúspide de una montaña, implica que el paisaje que vemos se va ampliando y va cambiando la percepción que teníamos de él en los niveles inferiores, así mismo en el terreno de la espiritualidad existe un nivel inferior, la fe, y un nivel superior, la conquista de lo espiritual. La fe se expresa a través del exoterismo, de la práctica religiosa, superior seguramente a la mera observancia de principios morales, pero inferior a la práctica esotérica. Porque el esoterismo implica reconocer que existe una realidad física y una realidad metafísica y que la iniciación es el puente entre una y otra realidades. Así pues, estas dos primeras imágenes nos sitúan ante esa disyuntiva: o culto exterior, o práctica interior, o “salvación” o “liberación”. Quien aspire a la “salvación”, la religión tradicional, la Iglesia, ofrece una vía. Quien aspire a la “liberación” deberá optar por recorrer un camino mucho más complejo en donde nadie le perdonará sus pecados, ni le reprochará sus errores: una “vía autónoma a la trascendencia”, en definitiva. La vía del esoterismo.

2. El laberinto y el árbol

El ser humano, arrojado a un mundo carente de sentido tiene, durante todo el tiempo que se prolongue su estancia aquí, la posibilidad de permanecer en las tinieblas o de aspirar a buscar la luz, esto es, a dar un sentido a su vida. En la Edad Media, el laberinto que se encontraba en algunas catedrales góticas indicaba los conflictos y los problemas que todos encontraríamos en nuestra peripecia en este mundo, pero siguiéndolo, finalmente, llegaríamos a un centro exento de conflictos. Ese centro se representaba casi siempre por un círculo o una figura geométrica próxima a él (el octógono regular). Aspirar a llegar a ese centro era, justamente, lo que daba sentido a la vida.

En el camino de Sintra, la siguiente escultura que encontramos nos muestra a un “laberinto” en forma de línea quebrada, que partiendo de lo más profundo de la tierra, de la negrura más abisal, va ascendiendo hasta la superficie y eclosiona como forma vegetal. El simbolismo es el mismo que el de las viejas catedrales: de la negrura y de conflicto a la luz. Tal es el recorrido que la simiente debe superar una vez se la ha enterrado en la tierra. La semilla busca la luz porque es ahí, en contacto con la luz del Sol, como podrá crecer y multiplicarse.

Por otra parte, la vida vegetativa es un estadio inferior en relación con la vida animal. Es necesario comprender la necesidad de pasar de las tinieblas a la luz. Ese primer recorrido es complicado, e incluso laberíntico: no hay escuelas esotéricas dignas de tal nombre que “garanticen” que el camino emprendido llegue a buen puerto; hay lecturas que el interesado puede estudiar, símbolos que deberá tener en cuenta, pero también hay mucha charlatanería, mucha banalidad, demasiado gusto por la erudición que lo desviará de su camino. La única señal de que va por una buena ruta y de que va esquivando las trampas del laberinto y aproximándose a la luz, es seguir solamente a quien hable claro desde el principio: no se trata de “mejorar” como persona, ni de “enriquecerse como ser humano” o “crecer”, sino, simplemente, de destruir el Ego. De morir, en definitiva. La semilla muere como tal cuando eclosiona y sale a la superficie para alimentarse de la pura luz del sol. Si una semilla tuviera la potestad de negarse a morir, sin duda, jamás daría fruto. El ser humano está situado en un espacio intermedio entre la Trascendencia y la Materia. Su cuerpo es materia, su alma es espíritu, pero su mente es una emanación de sus neuronas y por tanto de la materia que compone su cerebro, pero al mismo y está situado en el espacio intermedio del ser humano: es emanación de la materia, pero no es materia. Es ahí, en su cerebro en donde anida lo esencial de su personalidad, de su Ego. A lo largo de la vida, el ser humano, debe en cada momento, optar por engordar su Ego o por liberarse de su tiranía. Engordar el Ego supone verse atraído por el mundo de la materia, liberarse de él implica tender hacia la conquista del mundo que está “al otro lado”, el mundo de la trascendencia. Y, para ello, es preciso liberar la personalidad, neutralizarla primero y vencerla después. Vale la pena recordar que en el camino de la verdadera espiritualidad, el Ego no tiene entrada. Cuando se acepta esto, la semilla ha llegado a la superficie, ha entendido la vía a seguir y se sitúa en el atrio del Templo del Saber.

3. La comprensión del Mundo

Todas las escuelas esotéricas (y especialmente la tradición hermética alejandrina) explican que el mundo está compuesto por una sucesión de elementos que emanan de lo Absoluto y replegándose sobre sí mismo, ese Absoluto crea el Cosmos, la totalidad; el círculo vacío es su representación. Esa totalidad está formada por dos principios: activo y pasivo, cielo y tierra, espíritu y materia, positivo y negativo; sin duda, el ying-yang es el símbolo que mejor nos transmite estas concepciones. Todos estos elementos están representados en la parte superior de la siguiente escultura: La pura trascendencia es la estrella e cinco puntas con volumen que aparece en la parte superior, como culminación del conjunto. Inmediatamente debajo aparece el círculo y debajo suyo, el ying-yang. Los colores que dominan son el blanco y el rojo y todos estos símbolos están situados sobre una forma triangular de piedra relativamente pulida que tiende a lo alto.

Los elementos de la parte inferior, en cambio, están incluidos en una piedra apenas sin desbastar y en ella es perceptible la espiral levógira, la estrella de seis puntas y la estrella de cinco puntas, esta última provista de una tonalidad rojiza idéntica a triángulo superior. La espiral sugiere generación, desarrollo de una fuerza que, después de varios giros termina abarcando el perímetro formado por la estrella de seis puntas. ¿Qué implica este elemento? En la Tradición Hermética es la fusión de los cuatro elementos (Fuego, Tierra, Agua y Aire) que forman la estrella de seis puntas (la llamada “Corona del Mago” 1+2+3+4+5+6=24).

La tradición hermética alejandrina aludía a que estos cuatro elementos tenían su equivalente tanto en el cosmos como en el interior del ser humano (el fuego en la sangre, la tierra en los huesos, el agua en los fluidos corporales, el aire en los pulmones). De ahí que también este símbolo sea la unión de dos triángulos, macrocosmos y microcosmos. Tomar conciencia del propio cuerpo y de sus elementos parece una de las vías para armonizar la vía y adquirir una naturaleza en cuyo interior exista equilibrio, es decir, “ser hombre”. A diferencia de una modernidad que tan fácilmente concede la patente “humana” a cualquier primate evolucionado, en el terreno de la Tradición Hermética, tal condición solamente se concede a quien tenga la conciencia de que dentro de sí mismo existe un elemento sobrenatural, una chispa de trascendencia, que se trata de desarrollar. Como se sabe, la estrella de cinco puntas se traza en función del llamado “número de oro” o “divina proporción”: es decir, de una “medida” divina que está presente en algunos humanos. De ahí que en el conjunto escultórico esta estrella de cinco puntas esté presente en la piedra, como réplica invertida de la estrella de cinco puntas esculpida casi en el vacío en lo alto de la imagen.

4. La cópula filosofal

La “divina proporción” y el “número de oro” presentes en el trazado del pentágono regular y en la estrella de cinco puntas, indica que hay en el interior del ser humano que tiene conciencia de sí mismo y de su realidad, un “germen” que puede desarrollarse. Es lo que nos indica la siguiente escultura: una imagen de verticalidad en cuya base se encuentra un “huevo” (símbolo de toda generación), próximo a un “cinturón” formado por triángulos equiláteros (símbolo del fuego), encima del cual, un canal ascendente conduce mediante una progresión de piedra a una forma redondeada, evocadora, sin duda, de las curvas femeninas. Para confirmarlo, un búho estilizado cuyo pico es un triángulo invertido parece ser el destino del germen situado en la base.

Lo que el artista no está diciendo es la necesidad de unir lo “activo” (el huevo) y lo “pasivo” (el triángulo invertido, símbolo también de la feminidad). Tras ordenar los cuatro elementos que existen en su interior, el ser humano da “forma” a su naturaleza (la estrella pentagonal), con el que podrá huir de la materia. El tránsito a través del canal ascendente que muestra la escultura que comentamos implica unir esa chispa de trascendencia que encontramos en el ser humano al “aspecto femenino del Cosmos” es lo que la Tradición Hermética llamó “la cópula filosofal”. Los textos clásicos advierten que solamente es posible realizar esta cópula en cuanto el “principio activo” (el huevo de toda generación) está suficientemente depurado y es capaz de huir de la materia y reconocer su meta en el Espíritu, ese principio pasivo presente en el Cosmos solamente accesible para un espíritu que ya se ha liberado de las escorias del Ego.

5. La gestación del hombre nuevo

Apenas 20 metros más adelante por el camino del Palacio Nacional de Sintra, se encuentra la siguiente escultura: una forma femenina esencial, reducida a un cuerpo en el que destaca el vientre, visiblemente embarazado, sin rostro, es el “crisol” en donde se gesta el hombre nuevo que nacerá de la “cópula filosofal”. La imagen de la mujer y del fruto de su vientre, parece escapar del mármol que los representa. Bajo ella, en la parte izquierda, sumido en la piedra en bruto, un fauno, apenas está en condiciones de extraer la cabeza y observar con gente horrorizado la imagen de la mujer encinta.

En la Tradición Hermética, a la “cópula filosofal” sigue una etapa en la que se trata de insistir en lo realizado hasta ese momento: ir depurando la materia, asegurarnos de que el Ego ha sido definitivamente vencido (ese Ego representado por el fauno, símbolo de lo que es meramente humano, animal, salvaje, desenfrenado, incontrolable, encastrado en la “piedra en bruto”). Los nueve meses de gestación de todo embarazo, son el símbolo de ese proceso de perfeccionamiento interior realizado con total abandono de uno mismo, como el feto se abandona a su madre durante el embarazo. La blancura de la forma femenina, sus contornos perfectamente dibujados por el cincel, aumentan la sensación de huida de la materia, contrapartida al fauno y a su Ego, atrapados en la misma.

6. La piedra se va desbastando

La siguiente escultura es extremadamente diáfana para que nos tome muchas líneas el comentarla: en el interior del vientre de la madre, el nuevo ser va cobrando forma. En él son perceptibles ya los rasgos de un recién nacido. Poco a poco, la piedra va quedando desbastada, la materia superflua va cayendo, y el nuevo ser va adquiriendo sus facciones definitivas.

La masonería moderna, heredera de antiguas corporaciones artesanales y estas, a su vez, detentadoras de ritos iniciáticos procedentes del mundo clásico, alude a la transformación de la piedra en bruto, sacada de la mina, informe y áspera, que equivaldría al ser humano anterior a comenzar su proceso de perfeccionamiento y, por tanto, en el simbolismo masónico equivale al grado de “aprendiz”. Dicha “piedra en bruto”, mediante el “arte”, deberá transformarse en “piedra cúbica”, con sus seis caras perfectamente pulidas, cuya proyección se extenderá por las seis direcciones del espacio, en lo que constituye el símbolo del “compañero”, el segundo grado de aprendizaje en la masonería.

El artista de Sintra ha representado esta misma idea de otra forma: la piedra en bruto, con forma de cuyo sin desbastar, poco a poco va adquiriendo los rasgos del nuevo ser. Se percibe claramente que el artista ha querido huir del simbolismo masónico para evitar caer en equívocos simbólicos y ha dado su particular interpretación que culminará en la escultura siguiente.

7. El nacimiento del hombre nuevo

La última escultura de la serie nos muestra a la vez el dominio que el artista tiene sobre el mármol, pues no en vano, ha cincelado a un recién nacido perfecto y absolutamente realista, sino también el dominio que tiene sobre el simbolismo: el bebé, en posición fetal, se dispone a salir del claustro materno, es el Hombre Nuevo. El “re-nacido”, el nacido dos veces, el “vuelto a nacer”, aquel que ha pasado por la “iniciación” que en el mundo clásico equivalía a un nuevo nacimiento.

La imagen recuerda extraordinariamente al final de la película de Kubrick, 2001 Odisea en el Espacio. Haciéndose eco de la popularidad que vivía en la época el padre Teilhard du Chardin, Kubrick sobre el “Cristo Cósmico” como destino final de la evolución de lo humano, presentaba el nacimiento del hombre nuevo con la imagen de un feto en gestación proyectado sobre el planeta Tierra. La película de Kubrick es, en cualquier caso, difícilmente comprensible en nuestros días cuando las tesis de Teilhard du Chardin se han desdibujado completamente y solamente subsiste un eco de las mismas en el movimiento de la New Age. Sin embargo, a poco que nos documentemos, veremos que la idea del nacimiento de hombre nuevo es común a todas las escuelas herméticas y a toda la metafísica tradicional. El hombre viejo, representado por aquella estrella pentagonal tintada de rojo, que tiene en sí mismo la chispa divina pero que se muestra incapaz de manifestarla en tanto que ahogada por su Ego, finamente logra liberarse, hacerse con una “forma”, sublimarse, mediante la muerte del Ego a la que sigue, tras una etapa de gestación y depuración, el nuevo nacimiento, no ya en la materia sino en el espíritu.

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Resulta curioso dar una vuelta, en un momento de vacaciones, por las inmediaciones de Sintra y bruscamente encontrar una serie de estatuas colocadas recientemente que nos hablan en el lenguaje tradicional de los símbolos. Los símbolos están ahí para sugerirnos interpretaciones. No apelan a la lógica, ni al racionalismo, pero si a la coherencia y a la racionalidad. Con solo verlos, las interpretaciones apelan a nuestra intuición. Son como chispas en la oscuridad que permiten divisar en la mínima fracción de tiempo, el paisaje que estamos recorriendo. Hacía mucho sol en el camino que va desde el centro urbano de Sintra a la zona noble de los palacios y las quintas. Y ha querido el destino que nos fijáramos en estas imágenes que, en sí mismas, constituían una “morada filosofal”, esto es el soporte físico de una verdad hermética.

Se observará que no hemos dedicado ni una línea a los autores de estas esculturas: ¿a quién le importa una firma personal para un conjunto que nos habla de vencer al Ego?

http://infokrisis.blogia.com/2013/120101-ruta-de-las-esculturas.php

Una religada-LA FLOR DE LA VIDA

Una religada es un símbolo consistente en una especie de esvástica curvilinea de cuatro o más brazos.  Este nombre se le suele dar en Aragón, y viene a ser lo mismo que lo que en el País Vasco se denomina Lauburu.
Dependiendo del número de brazos que tenga, a las religadas, se les denomina también Quatrefuellas (las de cuatro brazos) o Rosetas (de seis brazos).
La roseta hexapétala, es muy común en el Alto Aragón.  Muchas rosetas juntas, forman lo que se llama la flor de la vida.
Estos símbolos solares, son antiquísimos y característicos también del arte Celta y usados ya desde la Edad de Bronce.  Muchas iglesias románicas del Alto Aragón cuentan con algunos de éstos símbolos en sus capiteles, puertas o muros. Siempre ha estado considerado como un símbolo protector-benefactor por lo que es común encontrarlo también sobre los dinteles de algunas puertas.

mitológico antiquísimo y común a muchas culturas, desde el extremo oriente, a islas del Pacífico y gran parte de Europa, según algunas teorías lo importaron los legionarios vascones del ejército romano tras sus campañas en países célticos, sin embargo, resulta más probable que sea un símbolo originado en un rito solar, común en casi toda Europa y que se transmitió por “contagio” de unos pueblos a otros.

Como símbolo solar, se usa normalmente en dirección del recorrido solar es decir, de este a oeste. Según algunas teorías, en ese sentido es un signo de buen augurio y en el contrario de mal augurio.

En el occidente asturiano se encuentran lauburus que, de acuerdo a relatos, era un símbolo muy utilizado en todo tipo de ornamentaciones en aquella zona. La svástica es una especie de cruz gamada presente en templos del culto budista, sobre vasos beocios, monumentos persas, monedas indias y aún en la figura de la cruz representada en su más simple expresión. Esta palabra se deriva del sánscrito, idioma madre en la India, y hay quien pretende que la svástica es un diagrama místico de buen agüero, a pesar de que los arqueólogos la reputan monograma del sol, algunos, cifra del amor, otros, símbolo del fuego, de la llama, del rayo, del trueno, del movimiento o del aire.

Se presenta en el País Vasco en formas rectilíneas y curvilíneas. Algunas halladas en Irisarry (Baja Navarra), se parecen al lábaro rectilíneo aún usado en el Extremo Oriente. Se halla acoplada a la rueda solar, al sol enrayado en forma de hélice, antiguos emblemas del disco en movimiento.

La svástica curvilínea de brazos redondeados la hallamos perfectamente determinada en Biriatu, Zugarramurdi y en piedras tum-bales laburdinas y bajonavarras. Mientras las variedades anteriores no son exclusivas del País Vasco, resalta aquí esta forma de svástica curvilínea de brazos redondeados, que asemejan a algo como un trébol de cuatro hojas; por lo que podríamos considerarla como el verdadero símbolo pastoril éuskaro de la alta antigüedad, emblema, tal vez, de una secta religiosa anterior al Cristianismo y que rechazaba la idolatría. La svástica curvilínea en forma de hélice, de brazos redondeados, que se halla en el País Vasco sola o acompañada de disco solar, de adornos ornamentales y de inscripciones lapidarias fue un símbolo o emblema de los pastores, de quienes lo hemos heredado a través de la evolución agrícola e industrial; insignia ingenua y distintivo vasco que equivale a un estandarte, a un escudo, y que se considera, al igual que las divinidades solares y lunares, como representación de las fuerzas de la naturaleza o de los cuatro elementos.

Según el celebre antropólogo e investigador vasco Don José Miguel de Barandiaran hay algunas señales que apuntan a una influencia indoeuropea en el culto del sol. Las cabezas verticales, a veces llamadas OCASO, representan la expresión femenina (emocional y perceptual) o los elementos de fuego y agua. Las cabezas horizontales, a veces llamadas AMANECER, representan la energía masculina (mental y físico) o los elementos de aire y tierra. A menudo este símbolo era el instrumento usado para hacer fuego prehistóricamente y así representa fuego sagrado, llama viviente, y poder productivo.

El Lauburu comparte las características de otras svásticas que han sido empleadas durante miles de años como señales religiosas y emblemas decorativos. Hay svásticas con los brazos que apuntan en el sentido de las agujas del reloj o en sentido contrario a las agujas del reloj, y con más de cuatro brazos. No es extraño ver, con frecuencia, lauburus grabados en piedra, sobre las puertas de muchas casas y caseríos vascos. Su significado, en principio, parece responder a la creencia de que el Sol ahuyenta el influjo del mal. Hoy día, la cruz vasca prevalece en todas las ramas del arte decorativo, incluso en joyería.

  El símbolo de la Flor de la Vida, es una figura geométrica formada por círculos superpuestos.Representa una flor con forma similar a la de un hexágono. Considerada una “forma perfecta” ha sido, a lo largo de los tiempos, utilizada por arquitectos, artistas, etc.
Se dice que es uno de los más antiguos símbolos, con una antigüedad de 6000 años.
La Flor de la Vida, forma parte de la llamada Geometría Sagrada, o lo que es lo mismo, la creencia de que existe una relación entre la geometría, la matemática y la espiritualidad.
Este símbolo ha tenido siempre un gran valor religioso porque representa la conexión de la vida con los seres humanos. Valor no sólo en una, sino en todas las religiones del mundo. Desde los egipicios hasta los celtas, pasando por el cristianismo o el hinduísmo entre otras.
Se considera un símbolo tan importante, porque incluso es posible que los 5 Sólidos Platónicos (tetraedro, cubo, octaedro, dodecaedro e icosaedro) hayan derivado de la Flor de la Vida.
Es una forma relacionada también de alguna manera con el símbolo de Vésica Piscis y con el nudo Borromeo, los tres círculos que representan a  la Santísima Trinidad entre otras cosas.
El símbolo de la Flor de la Vida ha sido encontrado en multitud de templos y construcciones en muy diversos lugares del mundo. Algunos ejemplos son Europa Central, Egipto, China, Japón, India, Mexico etc.
Lugares que nada tienen que ver entre si, y civilizaciones tan antiguas como la egipcia.
En cuanto a sus significados, también son variados, dependiendo de las culturas en las que se utilice. Por ejemplo, en la religión cristiana, es un símbolo de las virtudes del alma, representando la dulzura mientras que para los orientales, representa los chacras y los puntos magnéticos.
Para entender sus múltiples significados, hay que tener en cuenta el significado de las tres principales formas geométricas:
El Círculo, simboliza la mente
El Triángulo, las tres fuerzas. (Padre, Hijo y Espíritu Santo // Brama, Vishnu y Shiva // Sabiduría, Poder y Justicia // Positivo, negativo y Neutro)
 El Cuadrado, la rectitud. Obrar, Hablar, Pensar y Sentir.
En pocas palabras, el símbolo de la Flor de la Vida, representa la esencia pura de la Vida.

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