El aspartame es una neurotóxina compuesta por 3 ingredientes: ácido aspártico, fenilalanina y metanol, utilizado como un endulzante artificial en muchas de las marcas de alimento y bebidas más reconocidas en el mercado. Fabricado por Monsanto, El aspartame es uno de los edulcorantes artificiales más peligrosos, como consecuencia este químico afecta gran parte del sistema nervioso, ya que el aspartame forma metanol en el cuerpo.
El metanol se aloja en el cerebro y la médula ósea, donde se convierte en formaldehído, que daña a su vez partes esenciales del ADN.
Todos los animales, excepto los humanos, pueden descomponer metanol en ácido fórmico sin causarse daños a la salud.
Por esta razón es que los experimentos realizados en ratas siempre arrojaban resultados favorables a las grandes compañías que siguen utilizando hasta día de hoy el aspárteme en muchos de los productos que comemos.
Eso sin incluir los más de 40 efectos adversos del aspartame para la salud, encontrados en la literatura biomédica e incluyen neurotoxicidad y carcinogenicidad.
El aspartame causa un daño silencioso y lento en aquéllos que no muestran una reacción inmediata y que, por lo tanto, no evitan su consumo. Los efectos se pueden ver entre 10 a 40 años.
Colorantes artificiales:
Un estudio realizado por la revista ‘The Lancet’, público que la ingesta de colorantes artificiales están relacionados con los desórdenes en el comportamiento de los niños, (Hiperactividad y déficit de atención.) que consumen este químico. Además añaden, “el consumo de las sustancias más frecuentes en productos de confitería, postres o panadería, podría haber sido la causa del gran aumento en los niños con este problema nivel mundial”.
Científicos estadounidenses descubren documentos que demuestran que los fabricantes de azúcar y bebidas dulces se daban cuenta del serio daño que provocan sus productos ya en los finales de los 60.
Los productores sabían que el azúcar podía causar ateroesclerosis y cáncer de vejiga, pero no hicieron pública dicha información, según el artículo de la revista PLoS Biology.
“Estas manipulaciones con el proceso científico se parecen mucho a lo que hacen los fabricantes de tabaco. Nuestro estudio pone en duda el hecho de que las investigaciones patrocinadas por los fabricantes de azúcar y bebidas dulces puedan tomarse en serio”, declaró Stanton Glantz de la Universidad de California en San Francisco.
Según la Organización Mundial de Salud (OMS), desde los años 80 y hasta ahora en el mundo persiste una epidemia global de obesidad.
El año pasado, cada tercer habitante del mundo —un total de 1.900 millones de personas, sufrieron de sobrepeso y aproximadamente el 15% de formas más graves de obesidad. Así, el sobrepeso resulta ser la causa de casi la mitad de las enfermedades, tales como las cardiovasculares, la diabetes y el cáncer.
Los médicos consideran al azúcar y a las bebidas dulces —que se han hecho muy populares en todo el mundo- como de las mayores causas de la epidemia. Hace dos años los expertos norteamericanos calcularon que el consumo excesivo de refrescos dulces se cobra la vida de unas 184.000 personas anualmente —la mayoría de las víctimas procede de América Latina y EEUU—.
No obstante, los fabricantes no piensan modificar su negocio y siguen gastando unas cantidades enormes de dinero para promover sus intereses en las organizaciones estadounidenses de salud, según revelan los expertos de la Universidad de Boston.
Stanton Glantz y sus colegas concluyeron que los fabricantes conocían perfectamente el peligro provocado por sus productos, pero preferían ocultarlo. Así, los investigadores descubrieron datos del llamado ‘Proyecto 259’ que se llevó a cabo entre los años 1967 y 1971.
Las pruebas realizadas en ratas en el marco del proyecto demostraron otras dos consecuencias del consumo del azúcar. Resultó que la sustancia no solamente provocaba obesidad, sino también incrementaba la posibilidad de desarrollo de la ateroesclerosis y otros trastornos cardiovasculares.
El estudio del ‘Proyecto 259’, dirigido en los años 60 por el científico Walter Pover, no habría gustado a los representantes de la Fundación Internacional de los Estudios del Azúcar que lo valoraron con ‘cero’ y retiraron la financiación de los experimentos, por lo cual la investigación se hizo pública solo en el año 2016.
Una de las polémicas más fuertes desatadas en el campo de la alimentación en los últimos años ha sido la del aceite de palma. Es el más usado del mundo y se encuentra como ingrediente “oculto” en muchos productos procesados como galletas, bollería, panecillos, helados, salsas, pizzas, aperitivos y chucherías, chocolates, etc.
El líquido se consigue exprimiendo el fruto de una palmera que crece bien en América del Sur y África, de ahí que además de los problemas nutricionales de los que vamos a ocuparnos esté el impacto ambiental del aceite de palma, muy bien tratado en el blogCarro de combate.
El aceite de palma está en el grupo de grasas malas (las grasas no son malas en sí mimas sino según su composición). ¿Cual es el problema? Que ese aceite está compuesto por grasas saturadas que son las que están relacionadas con multitud de enfermedades, entre ellas lascardiopatías y el aumento de peso con las indeseadas consecuencias del mismo para nuestra salud.
El aceite de palma se usa en la industria de la alimentación porque tiene varias características interesantes para los fabricantes de comida: es barato, en frío permanece sólido y por lo tanto es manejable y ofrece a los productos una estética y palatibilidad muy buenas pues es muy untuoso (que hace atractivos los alimentos, vaya).
Por profundizar un poco en las cuestiones más técnicas, otra parte del problema de ingerir aceite de palma es que al hacerlo introducimos en nuestro organismo un compuesto químico muy nocivo: 3-monocloropropano-1,2-diol (3-MCPD). Ésta cosa se forma durante el procesado de los alimentos.
Cuando se aplican temperaturas mayores de 200º sobre alimentos ricos en grasas, por ejemplo en el refinado de aceites, aparecen compuestos químicos como el 3-MCPD, el glicidol, los ésteres glicidílicos y el 2-MCPD. Esto se hace con el de palma para mejorar su olor y sabor, además de para quitarle su característico color rojo.
Como explican desde la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan)
Se detectó por primera vez en salsas de soja y posteriormente en algunos aceites vegetales refinados, como el aceite de palma, muy utilizado como ingrediente alimentario:
Los animales de laboratorio expuestos al 3-MCPD han mostrado principalmente toxicidad renal,infertilidad, disminución en la actividad del sistema inmunológico y desarrollo de tumores benignos. La Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC) ha clasificado al 3-MCPD como posible agente carcinógeno (Grupo 2B)”.
No obstante, agrega dicha agencia, no existe evidencia científica (pruebas) suficiente en animales de experimentación y en humanos la evidencia es limitada, por lo que se requiere la realización de nuevos estudios.
Con respecto al glicidol existen estudios in vitro y algunos in vivo que evidencian su caráctergenotóxico (daños en el materila genético). Por este motivo han sido clasificados por la IARC como probables agentes carcinogénicos (Grupo 2A).
Por su parte, el 2-MCPD no ha sido evaluado por este organismo internacional hasta la fecha puesto que no existen suficientes datos para llegar a una conclusión”.
El aceite de palma ha cogido una mala fama sin precedentes y las empresas de gran distribución como DIA, Eroski, Alcampo, Mercadona, Lidl o Hipercor lo saben; no son ajenos al debate. Los fabricantes también y algunos, como Nestlé, tiran balones fuera cuando se les pregunta por ello:
Pero lo que no dicen es que una parte importante de esa grasa
está colocada en la posición 2 del triglicérido (conocida también como beta). En esa posición se favorece la absorción del ácido palmítico. Las fórmulas infantiles, sustitutos de la leche materna cuando no se dispone de ésta, tienen un contenido en ácido palmítico en cantidades similares a las de la leche materna, aunque en su mayor parte en la posición 1 y 3 del triglicérido”.
En los últimos años, la mayoría de las fórmulas infantiles han aumentado el contenido en β-palmitato, para acercarse a los valores presentes en la leche humana. Con esta disposición se favorece la absorción de ácidos grasos, pero también de calcio y se favorece el desarrollo de una microflora rica en bifidobacterias.
También se ha demostrado en un modelo animal el efecto anti-inflamatorio del β-palmitato sobre la mucosa intestinal, según explican desde la Asociación Española de Pediatría (AEP), nada sospechosa de ser crítica con la industria alimentaria ni ninguna otra con las que se relaciona (en el bote de leche Nestlé de la foto podemos observar que la AEP colabora en su promoción).
No obstante, la leche materna es natural y la sintética es eso, artificial.
Las industrias llevan años intentando imitar la leche humana y continúan intentándolo. Según los portavoces de Nestlé:
La oleína de palma, un componente seguro del aceite de palma, es una fuente excelente de ácido palmítico que permite ofrecer el perfil lipídico más parecido posible a la leche materna”, prosigue tras dejar claro que ésta “se ha usado durante muchos años por diferentes fabricantes como una buena y bien tolerada fuente de grasa en leches infantiles”.
Eso sí, continúan trabajando para lanzar recetas sin aceite de palma…
Los trabajadores del campo, con menos del 25% de los recursos disponibles, producen alimentos para más del 70%de la población del planeta, señala el más reciente informe de la organización ETC Group.
De la misma forma, se precisa que más del 75% de los recursos agropecuarios del mundo está en manos de la cadena alimentaria agroindustrial, una de “las fuentes principales de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)”, asevera el texto.
Pero esta, a pesar de disponer de la mayoría de los suelos y de las fuentes de agua y de combustible, aporta comida “a menos del 30% de la población mundial”, indica el documento, titulado ‘¿Quién nos alimentará? ¿La red campesina alimentaria o la cadena agroindustrial?’.
La autora del estudio, ETC Group, es una organización no gubernamental internacional registrada en EE.UU., Canadá y Filipinas que trabaja para “vigilar el poder, monitorear la tecnología y fortalecer la diversidad”, explica su sitio web.
El sur del mundo
La investigación, que este 2017 alcanza su tercera revisión, ofrece múltiples datos que dejan constancia sobre quién produce los alimentos y por qué no llegan a todos los rincones del globo.
Los agricultores campesinos en el Sur global, asegura el organismo, cosechan el “53% de las calorías para consumo humano” a nivel mundial, lo que incluye: “el 80% de la producción total de arroz y el 75% de la producción de oleaginosas”.
En manos de los campesinos de todos los países está la producción de alimentos para el “70% de la gente”, y además, “el 70% de los alimentos disponibles para consumo humano”, medidos en calorías y en peso”.
Comida que se pierde
Si la agroindustria produce cifras astronómicas de comida, ¿cómo es que solo alimenta a menos del 30% de la población mundial?, se pregunta el informe. “La respuesta es que la cadena cosecha calorías que no se destinan directamente a la población”, asegura ETC Group.
Y al respecto, detalla que:
El 44% de las calorías que produce la cadena agroindustrial se pierde en la producción de carne.
El 9% se usan en la producción de agrocombustibles o productos no alimentarios.
El 15% se pierden en transporte, almacenamiento y procesamiento.
El 8% termina en los botes de basura.
En resumen, el “76% del total de calorías que produce la cadena se desperdician antes de llegar al plato, de modo que solo 24% son consumidas directamente por la gente”, subraya el documento.
Cifras negativas
La ONG internacional precisa que la agroindustria utiliza “más del 75% de la tierra agrícola del mundo” y que en ese proceso destruye cada año “75.000 millones de toneladas de capa arable” y, además, “tala 7,5 millones de hectáreas de bosque”.
Las grandes empresas productoras de alimentos, consumen un “90% de los combustibles fósiles que se usan en la agricultura”, y no menos del “80% del agua dulce”, necesaria para sembrar y cosechar.
Es una espiral que “arroja un saldo de 3.900 millones de personas subalimentadas o malnutridas” en todo el mundo.
Los cinco tipos de medicación contra la obesidad aprobados por la FDA actualmente logran hacer que las personas con problemas de sobrepeso pierdan entre un un 7 y un 12% de su peso corporal en el plazo de un año. Una nueva proteína que acaba de probarse en monos reduce un 10% en solo seis semanas.
La proteína en realidad es un vieja conocida de la ciencia. Se llama GDF15 y es, de hecho, la proteína que regula el hambre en los seres humanos y muchos otros animales. Durante años se ha tratado de sintetizar la GDF15 en laboratorio, pero todos los intentos han sido frustrados por el hecho de que la proteína se disuelve demasiado rápido en el torrente sanguíneo y no llega a hacer efecto.
Ahora, un equipo de investigadores de la compañía farmacéutica Amgen liderado por Murielle Véniant ha logrado estabilizar la proteína añadiendole u fragmento de anticuerpo como los que el organismo utiliza para identificar sustancias extrañas.
El resultado es una inyección que logra que los monos pierdan un 10% de su peso corporal en solo seis semanas, y que además reduce la glucosa en sangre y el riesgo de diabetes. Lo que la GDF15 hace es inhibir la sensación de hambre evitando que las terminaciones nerviosas del estómago envíen tantas señales al cerebro y dando a los monos la sensación de tener el estómago lleno. La droga, además, no tiene ningún tipo de efectos secundarios, al menos en monos.
El siguiente paso de los investigadores es realizar ensayos clínicos en seres humanos. Amgen no es la única compañía que está ultimando tratamientos basados en esta proteína. Es muy probable que veamos un fármaco basado en ella en el mercado en cuestión de un par de años. [Science Translational Medicinevía New Scientist]
Estas sustancias son denominadas excitotoxinas y pueden aparecer con muchos nombres distintos, pero todas contienen básicamente Acido glutámico llamado también glutamato, esta sustancia es un aminoácido de las proteínas que esta presente en las neuronas y participa del complejo funcionamiento cerebral en el cuerpo humano.
Sin embargo, el hecho de que esté en nuestro cerebro no significa que la ingesta sea saludable.
Todo lo contrario, grandes dosis o un consumo prolongado de glutamato pueden ser muy nocivos para las células cerebrales y puede llegar a provocar desde
dolores de cabeza
obesidad
fatiga crónica,
…hasta,
cáncer
esclerosis
mal de parkinson
artritis,
…y muchas otras enfermedades.
Una extraordinaria conferencia de Russell Blaylock sobre los componentes que están en productos procesados que mucha gente aun sigue consumiendo, a pesar del peligro para su salud física, mental y espiritual.
Aunque no quiera ingerir glifosato, el herbicida más utilizado en todo el mundo fabricado por Monsanto, y conocido como Roundup, no va a poder evitarlo. Lo va a ingerir de todos modos.
Aquellos alimentos que se promocionan como sanos y nutritivos, incluso los considerados ecológicos y sin ingredientes transgénicos, contienen un ingrediente extra añadido por el gigante de la Industria Química y de la Agricultura Industrial, Monsanto, en su desayuno, en la comida, en su cena y cualquier otro alimento que tome entre comidas. Sí, es una cortesía de las Agencias de Regulación el que este herbicida esté omnipresente en nuestros alimentos, provocando una contaminación a gran escala y sin precedentes.
Historia del glifosato
Son 3 las patentes del glifosato: fue patentado por primera vez en 1964 por Stauffer Chemicalcomo un quelante de metales comercial que se utilizaba para limpiar o descalcificar las calderas y tuberías (2). El glifosato se une y elimina minerales como el calcio, magnesio, el manganeso, el cobre y el zinc, que son vitales para nuestra salud.
Las segunda patente fue presentada en 1974 por Monsanto para uso como herbicida (3). Monsanto afirma que el glifosato, que mata a las plantas al interrumpir la vía shikimato, no tiene ningún efecto sobre los seres humanos porque los mamíferos no disponen de la vía shikimato. Sin embargo, un reciente estudio revisado por pares (4) afirma:
“El glifosato inhibe la enzima citocromo P450 (CYP), algo que se ignora de su toxicidad para los mamíferos. Las enzimas CYP juegan un papel crucial en las funciones biológicas, una de las cuales es la de desintoxicar los xenobióticos (sustancias químicas extrañas). Por lo tanto, el glifosato aumenta los efectos dañinos de otros residuos químicos presentes en los alimentos y toxinas ambientales. El impacto negativo en nuestro organismo es persistente y se manifiesta lentamente con el tiempo, ya que la inflamación daña los sistemas celulares de todo el cuerpo”.
En el año 2003, Monsanto solicitó una nueva patente sobre el glifosato como antimicrobiano para el control de parásitos o como antibiótico (5). Esta patente se concedió en 2010. Se propone que el glifosato se utilice como un tratamiento contra las infecciones microbianas y el control parasitario de diversas enfermedades, como la malaria. Un estudio revisado en 2013 decía que el glifosato mata la flora intestinal beneficiosa de los pollos ya en cantidades tan bajas como 0,75 ppm (partes por millón) (6).
Justo lo que necesitamos para el desayuno
El informe publicado por Food Democracy Now y el Proyecto Detox ofrece un alarmante panorama de los alimentos contaminados, de los que probablemente nos alimentemos y se los demos a nuestros hijos.
Glifosato: inseguro en cualquier plato
Un destacado laboratorio de evaluación alimentaria registrado por la FDA ha encontrado niveles extremadamente altos de glifosato procedente de los herbicidas en los productos alimentarios de mayor consumo en los Estados Unidos.
El glifosato, ingrediente activo de Roundup de Monsanto, es el herbicida más utilizado en todo el mundo en la producción agrícola y alimentaria, como resultado de la adopción generalizada de los cultivos transgénicos, con más de 71 millones de hectáreas cultivadas en los Estados Unidas, y más de 440 millones de hectáreas en todo el mundo.
En este mapa se muestra el aumento en la utilización de glifosato en los Estados Unidos, entre 1992 y 2014.
Los nuevos estudios científicos revelan daño probable para la salud humana, algo que podría ya producirse a niveles tan reducidos como 0,1 partes por mil millones. Los alimentos más consumidos fueron analizados para comprobar la presencia o no de glifosato, encontrándose entre 289,47 partes por mil millones hasta niveles tan altos como 1.125, 3 partes por mil millones.
Las pruebas y los análisis fueron realizados por Anresco Laboratories, de San Francisco, un laboratorio registrado por la FDA, que lleva realizando análisis alimentarios desde 1943. El laboratorio encontró que los productos más consumidos, por ejemplo, Cheerios, tenía un contenido en glifosato de 1.125, 3 partes por mil millones. Otros niveles también altos de glifosato se encontraron en las marcas Oreo, Doritos y Ritz Crackers, entre los 29 alimentos analizados.
Actualmente, las Agencias de Regulación de Estados Unidos permiten la presencia de unos niveles muy altos de residuos de glifosato en los alimentos. El límite de la ingesta diaria admisible (IDA) está establecida en 1,75 mg/kg de peso corporal al día en los Estados Unidos, mientras que en la Unión Europea es de 0,3 mg/kg de peso corporal. Las tolerancias se han establecido mediante estudios patrocinados por las Empresas y la influencia ejercida por la Industria en el proceso de reglamentación.
La nueva investigación muestra que el herbicida Roundup causa daños en el hígado y los riñones de las ratas, como se refleja en los cambios en las funciones de 4.000 genes con una ingesta de sólo 0,05 partes por mil millones, lo que indicaría la producción de un daño.
Estudios adicionales han encontrado que niveles tan bajos como 10 partes por mil millones pueden tener efectos tóxicos en el hígado de los peces y causar daño significativo a los hígados y riñones de las ratas a 700 partes por mil millones, que es el nivel permisible de glifosato en el agua potable de los Estados Unidos.
Las evidencias científicas independientes y revisadas por expertos muestran que los daños en la salud humana podrían comenzar a niveles tan bajos de glifosato como 0,1 partes por mil millones.
Estos innovadores descubrimientos, que unos cereales de una marca emblemática en los Estados Unidos, contengan niveles tan altos como 1.125,3 partes por mil millones, debería suponer una llamada de atención para todas las personas respecto a los niveles inaceptables de residuos de plaguicidas en los alimentos. [En este sentido, puede consultarse el informe publicado recientemente por Ecologistas en Acción sobre la presencia de plaguicidas disruptores endocrinos en los alimentos de España: “Directo a tus hormonas: guía de alimentos disruptores”]. Estos hallazgos son especialmente preocupantes, ya que los últimos estudios científicos independientes, durante los cuales un equipo internacional de científicos ha reevaluado los mismos datos previamente utilizados por las Agencias de Regulación, solicitan una Ingesta Diaria Admisible (IDA) más baja, debiéndose fijar en 0,025 mg/kg de peso corporal por día, es decir, “doce veces inferior a la IDA establecida actualmente en Europa y 70 veces menor al nivel actualmente permitida por la EPA en los Estados Unidos”.
Es importante que las personas y los padres comprendan que la contaminación por glifosato no se puede eliminar por lavado y no se descompone al cocinar. Los residuos de glifosato pueden permanecer estables en los alimentos durante un año o más, incluso si los alimentos se congelan o procesan.
Las pruebas y análisis de realizaron a petición de FOOD DEMOCRACY NOW, en coordinación con THE DETOX PROJECT, que ha reunido evidencias científicas adicionales en todo el mundo e incluyendo un compendio de investigación independiente sobre el glifosato, en el que se recogen los análisis de Anresco Laboratories.
Basándose en esta nueva información, FOOD DEMOCRACY NOW está solicitando una investigación federal sobre los probables efectos nocivos del glifosato en la salud humana y el medio ambiente, y también solicita una investigación sobre las relaciones entre las Agencias de Regulación y la Industria, a raíz de la exposición a la que están sujetas las personas y considerando los niveles de glifosato que los científicos señalan como perjudiciales para la salud humana.
«Estamos comiendo como lo hacían hace 100 años», dice Mariano Feldstein, un productor agrícola argentino, mientras Néstor, un gaucho corpulento que efectivamente parece de otra época, corta un cordero que huele a gloria.
«Y el cordero que nos vamos a comer es orgánico, ¿verdad?», les pregunto.
«Bueno, era», bromea el fortachón Néstor, en referencia al impacto del fuego sobre la carne, que se cocina en una esquina de la cabaña de ladrillo donde disfrutaremos el almuerzo en típicos platos de madera.
Estamos en una hacienda de 2.500 hectáreas en Rauch, una población a casi 300 kilómetros de Buenos Aires, donde 1.500 vacunos son lo que en el mundo de la nutrición y la gastronomía responsable se conoce como «vacas felices»: animales que caminan libres en el campo y comen lo que su genética les pide, pasto.
Pasto, encima, que no tiene fertilizantes ni pesticidas. En un terreno que equivale a 2.314 canchas de fútbol.
La carne orgánica que produce Feldstein es una incipiente tendencia en una industria gigantesca, prestigiosa y, en los últimos años, en crisis: la famosa carne argentina.
A esto se suma la apertura de mercados en Estados Unidos, China y Europa,el surgimiento de carniceros jóvenes, sofisticados y cosmopolitas, y la creación de innovadoras maneras de financiación en un sector que, entusiasmado por el escenario de cambio económico, quiere revivir sus tiempos de prosperidad.
Los que pasó y lo que puede pasar
Durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) hubo un periodo de auge y luego uno de retroceso en la industria de la carne.
Hacia 2006, el gobierno subvencionó a los polémicos feedlots, grandes corrales típicos del campo estadounidense donde se potencia la producción de manera rápida y efectiva, engordando a los animales con alimentos balanceados hechos a base de maíz, soja y suplementos especiales.
Eso produjo un auge de la producción, reducción de precios y satisfacción de la demanda, pero «generó los esperables efectos secundarios de una política en contra del comercio«, le dice a BBC Mundo Pedro Landa, director de la Organización Internacional Agropecuaria (OIA), una entidad de certificación con base en Buenos Aires.
Afectados por las restricciones a las exportaciones, también impuestas por Fernández en 2010 para controlar los precios locales, muchos criadores de vacas se retiraron o quebraron o no repusieron sus vacas, generando una pérdida de 12 millones de cabezas en el stock de vacunos (que venía de tener 58 millones), uno de los peores retrocesos en la historia de la industria.
Mayores productores de carne
Porcentaje del mercado mundial
1. Estados Unidos19%
2. Brasil 16%
3. Unión Europea13%
4. China 11%
5. India 7%
6. Argentina 4%
AFP
Eso, aunado a una inédita sequía que afectó los pastos del país y el auge del cultivo de soja que le quitó terrenos a la ganadería, redujo la oferta, volvió a disparar los precios y provocó una noticia que dio la vuelta al mundo: Argentina empezó a importar carne de Uruguay.
El país dejó de estar entre los 10 mayores exportadores y los 5 mayores productores (es el sexto) de carne en el mundo, según diferentes conteos.
Y de acuerdo con el Departamento de Economía de Confederaciones Rurales Argentinas, una asociación gremial, entre 2007 y 2015 la producción cayó 15% y las exportaciones se redujeron 62%.
Tras la llegada al poder de Mauricio Macri, quien ha impulsado un ajuste de la economía en favor del mercado, se abolieron las restricciones a las exportación y potencias como Canadá, la Unión Europea y Estados Unidos dieron el visto bueno para volver a importar carne argentina.
Sin embargo, Landa advierte: «Nuestra estructura de costos sigue desbalanceada, perdimos mucha competitividad y se necesita tiempo e incentivos del Estado».
Mientras tanto, algunos ya están sembrando las semillas de la que puede ser una nueva y diferente industria de «la mejor carne del mundo».
Financiación creativa
Martín Edo, un empresario porteño, cree que el sector puede crecer 15% en cinco años con el sistema de financiación para la inversión que lanzó hace unas semanas junto con un grupo de emprendedores en un evento al que asistieron miembros del gobierno nacional.
El Círculo de Ganado busca promover la inversión en haciendas, tecnología agropecuaria y cría de bovinos, entre otras, con un sistema simple: los suscriptores pagan una cuota mensual y crean un estilo de fondo de ahorro no sujeto a intereses que cada tanto entrega una suma de dinero a cada uno de ellos por licitación o por sorteo.
En un estilo de microcrédito a gran escala, cada fondo del Círculo tendrá un rubro y una gama de miembros específicos, y cada suscriptor podrá invertir el dinero como quiera.
Edo calcula que para 2017 tendrán 5.000 suscriptores y que en los primeros cuatro años pueden llegar hasta 20.000.
«Si logramos sistemas de financiación eficientes que se adapten fácilmente al momento económico que vivimos, tenemos el potencial de recuperar los mercados que en algún momento supimos tener», le dice Edo a BBC Mundo.
El Círculo de Ganado está destinado a cualquier tipo de emprendedor en el sector, pero la pregunta es qué tipo de carne puede y quiere Argentina venderle al mundo.
El riesgo de la carne procesada
El hijo de 6 años de Gabriela Río tiene neoplasia endócrina múltiple, una enfermedad que genera tumores en las glándulas y en él produjo uno en la tiroides.
Al niño ya le sacaron los ganglios, pero ahora debe prevenirse la aparición de nuevos tumores.
Inspirada en la experiencia de una familia que al parecer logró erradicarle el cáncer a su hijo con jugos verdes, Río empezó a instruirse en nutrición y se dio cuenta que, «de haber sabido que la alimentación es tan influyente, quizá si yo hubiese comido distinto, mi hijo no tendría esto«, le dice a BBC Mundo.
Gracias a una alimentación basada en alimentos orgánicos, frutos secos y jugos verdes, los últimos exámenes del hijo de Río salieron positivos en todos menos un aspecto: el hierro, una propiedad de la carne roja que dejó de consumir para prevenir la ingesta de toxinas.
Ahora, Río y su hijo comen carne orgánica como la que produce Feldstein.
Los fertilizantes, insecticidas y demás químicos que se le aplican a los alimentos para hacer más eficiente su producción son motivo de un férreo debate académico y político sobre sus consecuencias: unos escriben decenas de ensayos argumentando que no pasa nada, y otros sosteniendo que sí.
En el caso de la carne, los críticos de las grandes industrias dicen que las hormonas y antibióticos que se aplican a las vacas producen toxinas que, según diversos estudios, pueden afectar la salud.
Y si, como en los feedlot, las vacas son engordadas con maíz procesado, un alimento que este animal no está genéticamente capacitado para digerir, la aparición de toxinas, al parecer, se multiplica.
Hace un año, la Organización Mundial de la Salud declaró en un polémico fallo que el consumo frecuente y prolongado de carne roja procesada aumenta el riesgo de cáncer.
Y ahí es donde Argentina tiene un as bajo la manga.
Volver a las raíces
Landa, el certificador de haciendas orgánicas de la OIA, es quien lo argumenta: «El índice de cáncer de colon en Argentina es la mitad que en Estados Unidos, pero el consumo de carne acá es el doble», indica.
Y eso es –asegura– porque los argentinos por tradición han consumido carne no procesada, sino engordada «como hace 100 años».
Sentado a unas alargadas praderas que fueron certificadas de orgánicas tras un complicado proceso, Feldstein retoma su argumento de volver a las raíces de la producción ganadera.
«El modelo pastoril, basado en la superlativa calidad de nuestras praderas, es la que hizo posible lograr la excelencia en el sabor, terneza y jugosidad», le explica a BBC Mundo.
Los pastos argentinos –colmados de alfalfa y gramíneas– no solo son poco húmedos y están sembrados sobre extensas planicies, el escenario perfecto para el ganado, sino que tienen entre 12% y 20% de proteínas, cuando el pasto ordinario tiene entre 6% y 8%.
Las vacas argentinas solían alimentarse con el caviar del pasto, pero en los últimos 15 años la eficiencia del feedlot y el maíz se tomó cada vez más haciendas, hasta que hoy más de la mitad de la producción nacional no es ganado pastoril.
Muchos expertos argumentan, además, que la carne de feedlot es inferior en calidad: más dulce, menos intensa, aunque sin duda más suave.
Felstein, así como decenas de emprendedores, quiere revertir la tendencia hacia el feedlot con el lanzamiento de Moo, una empresa que busca ligar la iniciativa de productores de carne orgánica con la demanda de carniceros y consumidores por un alimento «responsable».
El animal completo
Ariel Argomaniz, un gastrónomo que con su franela estampada y barba estirada contrasta el estereotipo del carnicero tradicional, es uno de esos interesados.
Meneando el brazo en el que un tatuaje anuncia «To beef or not to beef«, Argomaniz habla con BBC Mundo en la carnicería Amics, en el barrio Palermo de Buenos Aires, donde hoy se encuentra una tienda de alimentación vegetariana u orgánica en cada cuadra.
«Cuando mi vieja me dijo que me buscara ‘un laburo serio‘ el día que le manifesté mi interés de ser carnicero, me di cuenta que había que reivindicar este oficio, que es muy lindo y también requiere de profesionales», explica el porteño de 37 años.
Varios medios locales han graduado a esta nueva ola de charcuteros como «carniceros hipster«, en alusión a la generación que nació con internet, estudió artes o ciencia sociales y busca reivindicar costumbres de antaño.
Una de las prácticas que Argomaniz quiere recuperar es que el consumidor de carne vuelva a los cortes que se empezaron a considerar malos para la salud.
Al usarse el cuerpo entero de la vaca, argumenta, se sacrifican menos cabezas y se consume más responsablemente.
«Si es de un animal que fue bien tratado, si lo cocinas bien y no lo comes todos los días, las entrañas son fuentes increíbles de vitaminas«, asegura.
En otras palabras: los jóvenes que pregonan la alimentación sana quieren que la gente coma más corazón, intestino o ubre. Tanto como hace 100 años.
Quienes venimos transitando un Camino Espiritual, sabemos que es necesario contar con energía más fina y sutil que nos favorezca en desarrollo de la nueva conciencia.
Los alimentos «vivos» nos permiten contar con esta energía que nos sutiliza y nos ayuda a recordar… siendo esto una amenaza para las élites dominantes…
Entiendo que para muchas personas la alimentación y la espiritualidad son cuestiones que van por carriles independientes… nos enseñaron eso… peor aún… parte de la estrategia de domesticación instrumentadas por las élites que manejan el poder está en esa línea desde hace décadas.
Por un lado instrumentan sus mandatos sociales desde la «industria del entretenimiento» así desviar la atención de las masas de lo verdaderamente importante… y por otro lado vienen manipulando mediante las «industrias alimenticias« provocando deliberadamente desequilibrios en el metabolismo de billones de personas, impidiendo que accedan a un nivel de energía más «fina».
Este tipo de alimentos industrializados son literalmente diseñados para generar bajas vibraciones y además promover la industria farmacológica… que sólo tapa los síntomas generando más desequilibrio en la química de nuestro cuerpo físico. Un círculo vicioso que nos ancla en lo más denso.
Todos hemos oído de las condiciones terribles en las que viven los animales que comemos, hemos visto imágenes de pollos enjaulados, vacas con lodo hasta el pecho, cerdos apachurrados en espacios mínimos, alimentados en una dieta continua de granos transgénicos y antibióticos. Muchos de los animales que son criados siguiendo producción en masa están enfermos, miserables, viven y mueren enjaulados —vidas innegablemente anti-naturales. Un poco de sentido común dicta que la comida nos nutra debe de estar bien nutrida también, sin embargo, las prácticas “modernas” garantizan lo opuesto a un alimento sano.
Frescura
Si el producto no es nacional, las probabilidades de que este sea fresco son muy bajas. Ya que el mercado globalizado ha permeado la industria alimenticia, prácticas más que cuestionables también lo han hecho, por ejemplo la práctica de inyectar gas de monóxido de carbono a la carne para que esta tenga una apariencia más agradable, o carne de cordero neo zelandesa que viaja hasta por dos meses antes de ser consumida.
¿Cuántos químicos tiene la carne?
Aparte del uso desmesurado de antibióticos y conservativos, durante la vida de un animal este también recibe un cóctel químico con vacunas, analgésicos y hormonas del crecimiento. El cóctel mortal de químicos sin embargo, no para ahí, también tiene los ingredientes cosméticos, o sea aquellos que hacen que la carne se vea fresca como el antes mencionado gas de monóxido de carbono (que es venenoso), “pegamento de carne” y productos nuevos creados a base de partes animales como la infame baba rosa; se encuentra hasta en el 70% de la carne procesada y usa sustancias como amoniaco para hacer que la carne se vea más atractiva.