Nota del editor: Meghan Laslocky es autora de The Little Book of Heartbreak: Love Gone Wrong Through the Ages, editado por Plume/Penguin en 2013.
(CNN) — Kirsten Stewart, Ryan Phillipe, LeAnn Rimes, Jude Law, Mark Sanford y Bill Clinton. ¿Qué tienen en común?
Muchas personas son buenas para etiquetar a alguien que se desvía de su matrimonio o relación como “infiel”, pero en realidad no es tan sencillo. Es momento de que nuestra cultura despierte y huela las feromona sexuales: la monogamia no es natural para muchos o quizás incluso para la mayoría de los humanos.
Debido a que ahora las personas viven más que antes, es necesario una mayor tolerancia al impulso humano de experimentar la variedad sexual. El que una persona tenga éxito en permanecer sexualmente monógama depende tanto de la biología como del ambiente.
La historia y la biología sugieren que la monogamia estricta, que tiene ventajas sociales, no es una propuesta de la “misma talla” para todos.
El surgimiento del matrimonio por amor
Casarse por amor es un concepto relativamente nuevo. A partir de la Ilustración (el movimiento cultural los siglos XVIII y XIX, cuando la búsqueda de la felicidad se convirtió en una aspiración humana legítima), casarse por amor se convirtió paulatinamente en una aspiración del mundo occidental.
Pero durante la mayor parte de la historia de la humanidad, el matrimonio era principalmente una transacción socioeconómica. Pasar el resto de tu vida con alguien se trataba más acerca de la protección de la propiedad y de compartir el trabajo, que de romance.
El efecto secundario del crecimiento del matrimonio como propuesta romántica fue que la envidia sexual se convirtió en un ingrediente preponderante en el matrimonio a diferencia de lo que había sido antes. Con el paso del tiempo, la fidelidad sexual se ha convertido en el barómetro de un matrimonio exitoso, sin importar lo que la ciencia diga sobre las inclinaciones humanas naturales.
Los loros engañan
Biológicamente, los humanos somos animales. Así que tiene sentido buscar pistas en el reino animal que nos indiquen para qué estamos hechos. Empecemos con las aves. Durante algún tiempo, algunas especies de aves como los loros y los pingüinos eran célebres entre los humanos por sus costumbres aparentemente monógamas. Se pensaba que cerca del 90% de las aves eran estrictamente monógamas.
Pero la identificación de características genéticas en el ADN tiró a los pájaros de la percha de la monogamia. El análisis del ADN de las aves indica que muchos de los padres de las crías no son los padres biológicos.
Esto llevó a los expertos a distinguir entre las uniones que son sexualmente excluyentes y aquellas que son socialmente monógamas, es decir, una pareja que cría una familia junta, pero practica lo que se llama “copulación extrapareja”.
La norma es el “apareamiento infiel”
La evidencia muestra que la monogamia es una rareza entre los mamíferos. Solo entre el 3 y el 5% de todas las especies de mamíferos en la Tierra practican alguna forma de monogamia. De hecho, no se ha probado que alguna especie de mamíferos sea verdaderamente monógama.
Una especie, los ratones de la pradera, estuvo bajo el escrutinio de los biólogos porque aparentemente es totalmente monógama. Sin embargo, resulta que como especie solamente tienen una alta tasa de monogamia sexual, no todos los ratones de la pradera resisten una desviación de la relación.
Algunos estudios de los ratones de la pradera han ayudado a los científicos a entender que desde un punto de vista químico y biológico, la monogamia depende no solo de algunas hormonas en particular que se secretan en el cerebro, sino de los receptores de estas hormonas.
Entre los humanos, el problema es que tenemos las sustancias químicas y los receptores, pero la cantidad varía de persona a persona. Con base en las conexiones cerebrales solamente, la inclinación hacia la fidelidad puede variar dramáticamente de un individuo a otro.
En otras palabras, la afirmación “una vez que se es infiel, siempre se es infiel” puede tener que ver tanto con las conexiones cerebrales como con la base moral de una persona, su educación y su cultura.
La conclusión es que las aventuras están lejos de ser locuras, por lo menos en el mundo del reino animal. Incluso los cisnes, símbolos de fidelidad, no son inmunes.
¿Una pareja durante 50 años?
También es importante considerar la longevidad humana con respecto a las expectativas culturales de la monogamia.
Hace tan solo 100 años, era mucho más probable que un individuo perdiera a su pareja a una edad temprana. Un segundo matrimonio por parte de los viudos y viudas (también conocido como monogamia serial), era una manera de los humanos para satisfacer su necesidad de una variedad sexual.
Hoy, la edad promedio para casarse por primera vez es de 28 años para los hombres y 26 años para las mujeres. Es mucho menos probable que la enfermedad mate a alguien en la plenitud de la vida y la expectativa de vida es de alrededor de 70 años.
Debido a que se considera a la infidelidad como barómetro de un matrimonio exitoso, se espera que una persona, teóricamente, tenga una pareja sexual durante casi 50 años.
Parece ser que ésta es una gran expectativa para cualquier ser humano, incluso el más honesto, ético y moral.
Es común que admiremos a los que son capaces de permanecer con una pareja durante largo tiempo. Ciertamente un matrimonio largo y feliz tiende a ser mucho mejor para los niños.
Durante mucho tiempo se ha supuesto que los hombres sufren más con la monogamia que las mujeres. Algunos expertos han comenzado a cuestionar esta teoría. Con el desarrollo de un medicamento que promete aumentar el libido femenino, uno puede argumentar que el aburrimiento sexual y la tentación de desviarse de la relación es un problema tan grande para las mujeres como para los hombres, sino es que más.
La monogamia humana se ve influenciada por muchos factores. En lugar de señalar con el dedo o de sentirnos moralmente superiores a aquellos que se desvían de sus matrimonios, debemos reconocer que la fidelidad sexual estricta es una aspiración noble, aunque tal vez fundamentalmente esté destinada a desaparecer.
No hay dos individuos, ni dos parejas iguales y debemos respetar esa diferencia.
Además, la perspectiva de una persona sobre la monogamia no es necesariamente un indicador de sus prácticas personales. Muchas personas se han equivocado al suponer que debido a que he leído, pensado y escrito sobre los problemas de la monogamia humana yo soy promiscua.
De hecho, nada puede estar más alejado de la verdad. No soy, como muchos que comentaron una nota de Yahoo afirmaron, ni una adoradora de Satanás, ni una prostituta.
Solo soy una mujer con un respeto saludable por la ciencia
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Meghan Laslocky.