Mientras 800.000 niños y adolescentes bolivianos hacen frente cada día a la pobreza trabajando como limpiabotas, algunos sindicatos se aprovechan de su condición para lucrase.
Hay limpiabotas en cada esquina de La Paz, y la mayoría oculta su rostro bajo pasamontañas para evitar ser reconocidos. No es un trabajo bien visto, dicen. Sin embargo, es una labor tan popular y extendida que dos asociaciones representan al colectivo. Los adultos que las dirigen, defienden la labor de los menores.
Son las 10 de la mañana en La Paz y Winter Pacacusi lleva más de 4 horas limpiando zapatos en la calle. Con sólo 12 años, ya sabe lo que es trabajar durante jornadas más largas que las de muchos adultos. Y tiene claro por qué lo hace.
“Para poderme comprar mis materiales, calzado, ropa, medias y demás”, explica Winter.
Dice que así ayuda a su madre, que a duras penas llega a final de mes. Se calcula que, como Winter, hay más de 800.000 niños de entre 5 y 17 años que trabajan en Bolivia, la mayoría en condiciones de riesgo.
“Lamentablemente, hay chicos que nacen en familias con escasos recursos y, de hecho, tienen que salir a la calle a trabajar. Si tuvieran con qué mantenerse, ese niño no saldría a la calle. ¿Qué podemos hacer nosotros? Solamente apoyarlos”, dice el secretario de la Federación de Lustra calzados, Miguel Ángel Sumí. Su organización cubre los gastos de parte de los materiales de trabajo de los chiquillos y les ofrece actividades formativas por una módica cuota mensual.
Al igual que Winter, Francis tuvo que trabajar cuando era pequeño. Maltratado por su padre alcohólico, a los 8 años huyó de casa y vivió en la calle durante un tiempo. Se ganaba la vida limpiando calzado de manera independiente hasta que las asociaciones del gremio comenzaron a hacerle la vida imposible para que pagara la mensualidad.
“Me pateaba muchas veces así, incluso mi caja, y me decía que me iba a quitar la escobilla, y me quitaba mi escobilla. Y yo no le iba a hacer nada porque era pequeño”, dice Francis.
Si bien estas asociaciones dicen que una de sus funciones es ayudar a los niños a mantenerse en la escuela, la experiencia de Francis muestra algo bien diferente.
“Me dijeron ‘asóciate no más, son 40 bolivianos’. Cuesta un poco: 20 primero, luego 10 y luego 10. Y como ya estaba en el colegio en la etapa de exámenes ahí es donde no he podido pagar mis cuotas mensuales y entonces de eso me han retirado de la asociación”, explica Francis.
Ahora es profesor de informática en una organización ajena a los limpiabotas que dice que fue la que realmente le ayudó a salir de la calle y le está ayudando a cumplir sus sueños. Pero Francis es una excepción ya que son muchos los que todavía intentan salir adelante al amparo de personas que sólo desean lucrarse a su costa.
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