Una colaboración de la lunagatuna
Apolonio de Tiana
Según Gustav Meyrink, existe una serie indefinida y tal vez infinita de estados de conciencia superiores a la vigilia. Una persona despierta puede despertarse mas todavía, y pasar a un estado de conciencia superior. Meyrink escribe:
El primer escalón ya se llama genio. Los demás son desconocidos por el vulgo y tenidos por espejismos. Troya era considerada también un espejismo hasta que un hombre tuvo el valor de realizar excavaciones por su cuenta.
Éstos son algunos ejemplos de esas leyendas de que me gustaría hablar en el presente capítulo. Algunas de estas leyendas pertenecen al pasado, otras al presente. Cosa curiosa, incluso en la actualidad, los testimonios son tan contradictorios que acontecimientos contemporáneos nuestros se convierten rápidamente en leyendas. El primer ejemplo que he elegido es el de Apolonio de Tiana. personaje misterioso e importante, tan importante que Voltaíre lo situaba, en cuanto a importancia histórica por encima de Jesucristo.
Apolonio de Tiana ofrece otra ventaja para el buscador de maravillas y es que existe una buena biografía suya escrita por G. R. S. Mead. Un buen biógrafo debe tener ciertas semejanzas con su héroe.
George Robert Stow Mead, nacido en 1863 y muerto en 1933, era el biógrafo ideal para Apolonio de Tiana. Ultimo de los secretarios privados de Madame Blavatsky, la ayudó en los últimos tres años de su vida.
Fue redactor jefe del periódico de la Sociedad de Teosofía hasta 1909. Publicó dieciséis volúmenes, entre ellos una traducción absolutamente esencial para todo investigador de los Upanishads.
Publicó un periódico muy notable, The Quest Review, del cual se puede decir que fue el análogo inglés de La Tour Saint-Jacques. Era el hombre que hacía falta para biógrafo de un taumaturgo.
Pues Apolonio, si realmente existió (cosa no absolutamente segura por lo que se refiere a otros personajes de los que hablaremos), dejó la impresión de haber sido un personaje sobrehumano, enteramente por encima de la humanidad ordinaria.
Nace en el año 17 de la Era cristiana. En el año 66 es expulsado de Roma. Viaja a la India y luego vuelve a Grecia. Manifiesta entonces unos poderes supernormales, especialmente en el año 96, cuando ve a distancia el asesinato del emperador Domiciano. Finalmente desaparece sin que puedan encontrarse testigos de su muerte ni su tunaba. Tiene entonces entre ochenta y cien años.
Parece haber viajado más lejos aún de la India, a uno de esos países no situados en el mapa, de los cuales hemos hablado en el capítulo anterior. Así se citan sus palabras después de estos viajes:
He visto hombres que viven en la Tierra y, sin embargo, no son de la Tierra, defendidos por todas partes y no obstante sin defensa alguna y con todo no poseyendo nada más que lo que poseemos todos.
La ciudad que visitó se llamaba Iarchas, un nombre que, evidentemente, no es indio. Por lo demás, no existe rastro alguno de ella. Las descripciones que él da guardan más semejanza con la ciencia que con el misticismo. En particular, habría visto un modelo de sistema solar, construido por seres superiores a la Humanidad y que se desplazaba sin ninguna clase de soporte bajo la cúpula, construida de zafiro, de un templo.
Habría visto también cuatro «ruedas vivientes», dispositivos procedentes de otros lugares y que transportaba mensajes de los dioses. Estos dioses habrían sido seres no humanos, superinteligentes y que se habrían retirado de la Tierra después de haber puesto en marcha la civilización humana. En resumen, extraterrestres.
A su regreso a Grecia, Apolonio parece haberse interesado particularmente por las reliquias de las civilizaciones avanzadas que se encontraban aún en su época.
Visitó también Creta y luego Sicilia. Después, parece que pasó el resto de su vida en Egipto, y tal vez más allá de Egipto, en un país que sus biógrafos han llamado Etiopía, pero que nada tiene que ver con la Etiopía actual, Según él, ese país había estado habitado por hindúes budistas. No se han encontrado huellas de tal colonización hindú en las fuentes del Nilo.
Durante toda su vida realizó milagros y manifestó lo que nosotros llamamos poderes parapsíquicos: levitación, lectura del pensamiento, clarividencia y visión del futuro.
Asimismo curó enfermos y locos. Estando en Alejandría, por ejemplo, describió el incendio de un templo de Roma, lo que fue confirmado cuando llegaron las noticias.
Se le atribuye el poder de obtener fuego del éter. Se trata obviamente de un fenómeno análogo al «fuego secreto» de los alquimistas y a lo que los judíos llamaban la «¿Gloria del Señor». Aún sabemos pocas cosas a este respecto. En términos modernos, parece tratarse de un fenómeno intermedio entre la energía química y la energía nuclear. La hipótesis es necesariamente vaga, a falta de pruebas. Se negó también a subir a bordo de un barco diciendo qué éste naufragaría, lo cual ocurrió. Acusado de brujería, se hizo invisible ante el tribunal y luego abandonó el Palacio de Justicia.
Por su parte, consideraba todos estos fenómenos como algo totalmente secundario y completamente natural. Por lo demás, explicaba que los volcanes y las mareas son fenómenos perfectamente naturales que el hombre algún día explicaría. Empleaba la mayor parte de su tiempo enseñando y respondiendo a preguntas.
Físicamente, habría parecido más bien un indio que un griego. Existen dos retratos de él, así como un busto. También hay algunas medallas. Todas esas representaciones le muestran con una larga barba y largos cabellos.
Los discípulos tenían también el aspecto «hippy», para emplear un término moderno.
No se sabe de qué vivía, puesto que rechazaba los regalos. Constantemente aludía al «conocimiento procedente de los Dioses», y a «la energía demoníaca». Pero, para él, los dioses y los demonios eran seres perfectamente reales, aunque no humanos. Los hombres poseían, según él, todos los poderes de los dioses y de los demonios, pero generalmente no sabían utilizarlos. Escribió muchas cartas, la mayor parte de las veces en clave, de las que han quedado algunas. Noventa y cinco de ellas son citadas en la mayor parte de las ediciones de Apolonio. Hay una que es particularmente interesante, la carta número 17, de la que damos aquí un extracto:
Los persas llaman a aquellos que poseen la facultad divina los Magos. Un Mago, por consiguiente, es un representante de los Dioses, o que posee en sí mismo la facultad, divina.
También escribió libros, pero ninguno ha llegado hasta nosotros más que en forma de fragmentos. Entre estos escritos había El Libro de los Sacrificios que aconsejaba no ofrecer a los dioses ningún sacrificio, pues el uso de la razón era el único sacrificio digno de ellos (se comprende que Apolonio gustara a Voltaire); El Libro de la Adivinación, en cuatro volúmenes, basado en lo que Apolonio había aprendido en la India. Los contemporáneos de Apolonio escribieron que nada tenía que ver con la astrología. Desgraciadamente, no se ha conservado ninguno de esos cuatro volúmenes. Se cita también una vida de Pitágoras, un testamento filosófico y un himno a la memoria.
Hay que reconocer que todo esto no justifica la reputación fantástica del personaje. Si ha sobrevivido es porque fue constantemente un hacedor de milagros.
Es en su calidad de taumaturgo como su único biógrafo que ha llegado hasta nosotros, Flavio Filostrato ( 170 al 245 de la Era cristiana), nos lo presenta. Esta biografía (“Vida de Apolonio de Tiana”) ha sido muy criticada y su autor ha sido considerado más bien como un novelista que como un biógrafo en el sentido corriente. Por desgracia, no poseemos ninguna biografía mejor.
Un discípulo de Apolonio, Damis, tomó notas en una libreta de apuntes que no ha sido conservada. Tal vez se encuentre algún día, como se han encontrado los manuscritos del mar Muerto.
G. R. S. Mead lo espera así. Filostrato, casi dos siglos después de los acontecimientos, reconstruye lo que Damis dijo de tercera o cuarta mano.
Se acusa a Filostrato el haber añadido milagros por su cuenta. En todo caso, está claro que no restó ninguno, al contrario. Lo que parece cierto es que, como escribe muy justamente Mead, Apolonio fue a la India con un objetivo bien definido y regresó con una misión.
¿A la India, o más allá de la India? No podemos responder a esta pregunta en el estado actual de nuestros conocimientos. Filostrato ignoraba todo lo referente a la geografía de la India, y dice, de vez en cuando, que Apolonio fue más allá de la India, «al fin del mundo».
¿Imagen retórica? No lo sabemos.
Lo que afirma es que el centro de conocimientos, la central de energía que Apolonio visitó en la India, era única en el mundo de su época. El propio Apolonio escribió:
Me acuerdo a menudo de mis Maestros, y viajo a través del mundo enseñando lo que aprendí.
El punto esencial de esta enseñanza es que no hay que tener miedo de la muerte.
No vale la pena.
Según parece Apolonio siguió la misma ruta hacia la India
La enseñanza de Ápolonio insiste también en el hecho de que hay que ser sano de mente, y entonces la salud del cuerpo vendrá de un modo, natural. Eso es lo que ha redescubierto la moderna medicina psicosomática.
Como todos los personajes fuera de serie, Ápolonio plantea problemas difíciles de resolver. ¿Puede situarse en un mapa el centro que visitó? ¿Cómo los Superiores desconocidos de ese centro conocieron la existencia en Grecia de un joven tan excepcional? ¿Cómo lo convocaron? ¿Cuál era la misión que le encargaron en Europa? Otros tantos problemas.
Por rara casualidad, Andreas Faber-Kaiser en su libro “Jesús vivió y murió en Cachemira”, plantea un viaje de Jesús durante su juventud, hacia la India, Cachemira, Tibet, y una zona indeterminada, para luego regresar con una misión específica.