Los arqueólogos se sorprendieron al descubrir que las facciones de los rostros de los 8.099 soldados, como sus tocados, se correspondían con 10 de los 10.516 caracteres del alfabeto chino. Curiosamente, aunque los nombres de estos caracteres son citados en la documentación oficial del sitio de Xi’a, los expertos no han explicado jamás su significado. Quizás no se les ocurrió nunca descifrar qué mensaje quería transmitir cada rostro. O tal vez lo advirtieron, pero prefirieron no difundirlo.
Lo cierto es que, inmediatamente después del hallazgo, volvieron a enterrar todo de prisa y lo ocultaron. A nadie se le permitió acercarse al sitio, por lo menos durante dos años, hasta el momento en que se reanudaron las excavaciones. Las autoridades jamás explicaron los motivos de este proceder tan extraño. Hasta el día de hoy, la guía oficial del sitio no hace ninguna referencia al significado de los diez caracteres.
Hay cinco códigos diferentes, ocultos en los guerreros. Las facciones de sus rostros son solamente uno. Por ejemplo: los tocados explican cómo las radiaciones provenientes de nuestro Sol, que tiene un período de rotación de 28 días, llegan a la superficie de la Tierra, y cómo el viento solar incide sobre las variaciones del campo magnético terrestre que, a su vez, estimulan las hormonas femeninas. Dicho de una forma más simple, describen cómo las radiaciones solares estimulan la fertilidad en nuestro planeta.
Estamos ante una creencia compartida por todas las antiguas civilizaciones que adoraban al Sol en Egipto, México y Perú. En la posición de las manos y vestimentas de estas tropas de terracota, observamos números simbólicos que también hallamos en distintas tradiciones, entre ellas en la cultura bíblica, como el 666 o el 144.000, que aparecen en el Apocalipsis de San Juan. Dos carros de bronce tirados por caballos cuentan la historia del viaje final hacia el Cielo del primer emperador, de cómo se transformó en un dragón, en una serpiente emplumada (como el Quetzalcóatl azteca) y en un ciervo, para gozar de la inmortalidad convertido en estrella, como los faraones egipcios.
Cada soldado se halla sobre un pedestal cuadrado, símbolo universal del mundo material que alude a los cuatro puntos cardinales.Curiosamente, la mayor parte de estos misteriosos guerreros no porta armas. Pero el mayor enigma está en la inusual formación de las tropas en las galerías. En primera línea hay soldados desprovistos de armadura y, detrás de éstos, batallones de arqueros con armadura arrodillados, como si se estuviesen protegiendo detrás de los primeros. En buena lógica, los arqueros con armadura deberían estar en primera línea. No tiene sentido que se protejan detrás de guerreros sin armadura.
Estos signos decodificados de los tesoros de Shi Huangdi nos sugieren que éste había comprendido el auténtico sentido de la vida en la Tierra. Había entendido, como los otros superdioses de las más variadas civilizaciones y épocas, que la finalidad de la existencia terrena es purificar el alma para acceder al más allá. Y los superdioses creían que la purificación se conseguía a través del sacrificio.Cada día el individuo debía enfrentarse a una batalla interior, en una lucha sin fin, para reconciliar todos los datos de la experiencia vital. Éste sería el verdadero significado de esos guerreros de terracota dispuestos para librar un combate. Podemos ver una alegoría similar en un libro sagrado hindú. En el Bhagavad Gita (”el canto del Señor”), una parte del poema épico Mahabharata, se nos ofrece un camino de salvación espiritual, a través de un diálogo entre el soldado Arjuna y Krishna que aparece en el campo de batalla para ayudar a Arjuna en el momento decisivo.
Esta antigua historia comienza con el rey Dhrtarashtra, que se encuentra en su palacio, a muchos kilómetros del campo de batalla de Kurukshetra, donde el ejército de sus hijos va a enfrentarse con sus sobrinos, los Pandava. El rey está ansioso por conocer la suerte de la batalla, porque Kurukshetra está en un lugar sagrado que podría favorecer a los piadosos Pandava……