“El antropólogo no tiene por qué afirmar que todas las culturas son buenas, pero está en la obligación de someter a todas, incluídas las propias, a la misma crítica negativa”
Pedro Tomé, antropólogo.
“Volvía a casa en un tranvía una tarde de agosto desde el campo en el que enseñaba durante algunas vacaciones de verano cuando estudiaba. Hombres blancos y negros que habían estado trabajando al sol subieron al tranvía. Estaban sucios y sudorosos. Una mujer blanca que estaba a mi lado se quejó del olor de los negros; efectivamente, olían. Me pregunté que pasaba con los trabajadores blancos, y me acerqué a ellos; también olían. El traje azul de algodón que yo llevaba estaba húmedo de sudor a causa del duro día que había tenido. Entonces me di cuenta de que… ¡yo también olía!. Fue un descubrimiento”
Hortense Powdermaker (1966)
El etnocentrismo es una actitud que consiste en considerar al grupo o cultura propia como superior, y es despreciativo respecto a otros grupos y culturas. Todos grupo desprecia a los demás, aunque la forma de hacerlo puede variar culturalmente.
La forma más simple de etnocentrismo es que una persona asuma ingenuamente que las premisas culturales son las mismas en todas partes. Todos nosotros somos problablemente culpables de esta clase de etnocentrismo, y nuestro enfoque parte de la tradición histórico-político occidental.
Esta posición universalista mantiene que existe un criterio moral aplicable a todos los grupos humanos, y se opone a la postura relativista que argumenta que los derechos son relativos al contexto cultural específico en el cual se desarrollan.
Y aquí viene el gran debate de la antropología y no sólo de esta disciplina… Los relativismos.
El relativismo cultural aparece como una respuesta al etnocentrismo, en base al argumento de que los valores de una sociedad dependen del sistema cultural en el cual se originan y por lo tanto no puede haber un criterio universal.
Ojo! El relativismo cultural no toma por objeto los juicios morales, uno es relativista cultural como consecuencia de su conocimiento antropológico. El antropólogo Angel Diaz de Rada lo explica así ”Simplemente, dado el conocimiento antropológico acumulado tras década de investigación empírica, los antropólogos sostenemos que, de hecho, hay muchos órdenes morales diferentes, muchas formas diferentes de interpretar lo que ha de ser entendido como buena vida, lo que ha de ser entendido como deseable. Y nos gusten o no nos gusten esas formas de vida, el único modo de empezar a entenderlas es percibirlas como diferentes.” La metodología que utiliza, por tanto, es el relativismo metodológico, que implica una renuncia profesional a los juicios morales (como un/a médico que llorará si un ser querido ha fallecido por cáncer, pero deberá aparcar sus lágrimas en la medida de lo posible si quiere investigar un tumor maligno y tener un mayor entendimiento objetivo y neutral del tumor)
Un ejemplo práctico es el de Adriana Kaplan, antropóloga, que propuso un rito de iniciación “alternativo” en Gambia: un rito de paso que incluyera la significación psicológica de “convertirse en mujer”, que fuera aceptable para su cultura, y que no incluyera la mutilación genital como elemento.
“Nosotros pretendemos un cambio desde el respeto, entendiendo su cultura. Por eso la vicepresidenta de Gambia estaba tan encantada con el proyecto. “Usted ha visto con ojos africanos”, me decía. Nuestra propuesta alternativa permite seguir manteniendo el significado del ritual. El gobierno de Gambia ha dado la bienvenida a este proyecto, porque estamos invirtiendo en el país, dejamos el conocimiento en su gente y sin que les cueste nada.”
“Se nos ha acusado desde sectores feministas radicales de defender prácticas que atentan contra los derechos. No es cierto. La obligación que tenemos no es relativizar, es comprender y no juzgar. Y desde la comprensión, proponer. Eso es lo que hacemos.”
Luis Pancorbo, periodista y antropólogo, ha recorrido el mundo con una actitud que lo sitúa a medio camino entre la aventura y la antropología, y asegura que “Si tuviera que implicarme en las creencias de todos los pueblos que he conocido, en estos momentos sería ya incapaz de descubrir el bien y el mal. Por lo tanto en eso sí que tengo un cierto acercamiento antropológico, trato de ser un observador participante. No creo que existan verdades supermayúsculas.”
Eso sí, añade:
“Cuando he filmado cómo los yanomami beben un puré de plátanos sobre el que arrojan las cenizas de sus muertos, soy consciente de que una parte de los espectadores puede conceptuarlos como salvajes. Probablemente no hay otra cosa que pueda repeler más a nuestra cultura que la muerte, y eso es algo que condiciona la perspectiva del telespectador. Pero no creo que por ese prejuicio deba renunciar a ofrecer estos planos, por cruda, diversa o ambigua que pueda parecer esa realidad a la hora de ser descodificada. Obviamente, ese tipo de situación puede originar un debate controvertido y complejo, dado que la propuesta relativista puede no ser válida en todas las circunstancias. De hecho, ninguna cultura es inocente y siempre hay reglas de dominio. Por eso, al abordar cuestiones como la ablación del clítoris o la lapidación de las adúlteras, hay que tomar partido y denunciar su práctica, se esté o no en televisión.”
Del relativismo de la que hablan tanto Adriana Kaplan como Luis Pancorbo es la propuesta del relativismo moral.
Paul Bohannan, antropólogo, cuenta:
“En 1950 me encontraba haciendo trabajo de campo entre los tiv de Nigeria Central. Una tarde, un tiv regresó de bañarse en el rio local. Metió la cabeza en mi cabaña para decirme que ya había vuelto. Le pregunté qué habia pasado. Me contestó: “No mucho. Se ha ahogado un hombre”
Inmediatamente salté ¿Qué? ¿¿Ahogado??
“¿Conoces el lugar del río donde el fondo cae de golpe? Bueno, era extranjero. Perdio pié, y no sabía nadar.”
“¿Nadie le salvó? ¿No intentaste tú salvarlo?” (Yo sabía que era un gran nadador)
La respuesta fué demoledora: “No era mío”
Entendí perfectamente lo que quería decir. Los tiv se toman molestias para prestar algún servicio a sus parientes, pero no cualquiera. Me encontré odiándole a él y a sus valores porque me habían enseñado a pensar que una vida humana es una vida humana, sin importar de quien sea. Pensé -y sigo pensando- que no le hubiese costado demasiado rescatar a aquel extraño.
Una semana más tarde, cuando estaba hablando con el mismo ayudante sobre las familia tiv, mencioné que no veía a mi madre desde hacía casi cinco años. Me miró horrorizado: ¿Quieres decir que no vas a tu casa a ayudar a tu madre?” Intenté decirle que nos escribíamos, que nos manteníamos en contacto, que ella no necesitaba mi ayuda. Mis explicaciones no sirvieron de nada, estaba tan ultrajado por mis valores como yo por los suyos. Después de considerarlo una y otra vez durante años, todavía creo que los míos son mejores. Sin duda él sigue creyendo que los mejores son los suyos.”
El relativismo moral dice “tú eres capaz de hacer juicios morales, entonces no es lícito que no los hagas porque no todo vale.” Y desde este enfoque, Bohannan “se ha mojado”, y desde su óptica moral, opina que es intolerable dejarle ahogar a una persona, sea quien sea, y desde su óptica moral, cree que es mucho menos malo no tener tanto contacto con una madre. El tiv opina que es mucho peor ésto último.
El relativismo moral afecta a la esfera de las creencias morales de las personas, de todas ellas, ya sean antropólog@s, políticos, albañiles o catedráticos. Tod@s tenemos derecho a opinar sobre lo que es para nosotr@s la buena vida.
Aquí aparece una forma más compleja de etnocentrismo, cuando la gente sabe perfectamente que existen diferencias culturales, pero que en lugar de tratar de comprenderlas y ver la humanidad común a través de las diferencias, consideran a la otra cultura como incorrecta, inmoral, inferior, o en el peor de los casos perversa. O al contrario: como una cultura casta y pura, sin maldad ninguna, o el mito del “buen salvaje”.
De hecho, aquí viene la forma más compleja, y el primer paso más allá del etnocentrismo: supone darse cuenta de que otros pueblos… ¡también son etnocéntricos.!
Pero puede ocurrir también lo contrario que, en nombre de la cultura o en la idea suprema de preservar y salvar esa especificidad cultural en este mundo globalizado, preferimos mantenernos al margen de muchas cuestiones y no opinar, porque “es otra cultura diferente y no comprendemos”. Este quizás es el relativismo más criticado, quizás por ser el más cómodo y extremo, y es el “como no lo entiendo, por si acaso, no lo critico: todo vale”
En uno y otro caso, sometemos a juicio moral las vidas de los otros sin ser copartícipes de esas vidas y arrebatándoles su protagonismo como agentes morales, “todo para la gente, pero sin contar con ella”
Y, por lo tanto, en uno y otro caso, vemos la cultura como si no la crearan las personas, como si fuera algo estático a lo que hay que adorar. La historia, la tradición, la cultura, es algo creado y recreado por las personas, es decir, es algo que sirve a las personas, y no al revés.
Es lo que Edward Said planteaba en su libro Orientalismo, un libro que critica el pensamiento colonial occidental que representa lo oriental como algo exótico, decadente y corrupto, y que “se nos da ya definido, acotado y dispuesto de una forma cerrada y acabada.” Y una cultura así, no existe, por suerte.
Entonces ¿como hay que tomarlas, cómo estudiarlas de manera objetiva??
“Hemos de ser sensatos” dice Luis Pancorbo ”muchos antropólogos tienen discusiones periódicas para refundar su ciencia, que es muy versátil. El subjetivismo resulta imposible de extirpar, puesto que el etnólogo y el realizador de documentales televisivos siempre tendrán que utilizar su estructura mental y lingüística para traducir y dotar de un sentido a esa otra realidad.”
Y es que no debemos olvidar que ese mito del poder de la ciencia, el que aboga por una ciencia totalmente objetiva y neutral, es también un mito propio de la idea occidental quepropuso como incontestable el número: todo lo que se puede pensar, contar o medir. Sin embargo, hay muchos elementos cualitativos que son esenciales para vivir. Quizás, quien sabe, el/la médico que estudia el tumor lo hace por y pensando en su ser querido fallecido de cáncer y, es más, no quiere que nadie lo sufra más.
Por eso, Marc Augé tiene un truco que va por este camino, y es bien simple, de hecho, es una herramienta que los seres humanos la hemos ido desarrollando durante toda nuestra existencia, y que a veces parece en peligro de extinción: la empatía.
“Podríamos tener todo un debate sobre las nociones de
tolerancia, de
relativismo, que son nociones ambiguas, pero ¿qué es la tolerancia? Que yo piense que tú tienes derecho a equivocarte y que esto es recíproco. En realidad, no pienso como tú, pero creo que tengo razón, claro que también puedo equivocarme. Sin embargo, no puedo decir que se puede pensar cualquier cosa y no tengo respeto hacia ciertos aspectos de algunas “culturas”, ya que, por ejemplo, para mí una mujer es exactamente igual que un hombre, a nivel teórico no tengo ningún respeto intelectual por las posiciones que dicen que hombres y mujeres tienen su puesto. Está claro que no voy a hacer la guerra, pero podemos pensar que tenemos que hacer un esfuerzo.
Mañana la moda intelectual puede cambiar y lo importante me parece el individuo. La cultura se puede reivindicar por parte de los individuos, diría mejor “las culturas”, en esa mezcla que hay siempre, pero no hay que partir de la cultura, sino que hay que
tomar al individuo como punto de referencia».
“Cambiar las gafas para mirar el mundo. Una nueva cultura de la sostenibilidad.” Yayo Herrero, Fernando Cembranos y Marta Pascual (coords.)
“Para raros, nosotros.” Paul Bohannan.
“Cultura, antropología y otras tonterías”. Ángel Díaz de Rada.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...
Relacionado