domi Más de 1.800 tratamientos de la enfermedad silenciosa en España

El chagas es la principal patología tropical importada

Lo causa una chinche en zonas endémicas y genera problemas cardíacos y digestivos

El latigazo del chagas

Carmen Torrico (izquierda), boliviana de origen, y su cuñada María Elsa, han sido tratadas de chagas en Valencia.

El chagas es la enfermedad tropical, emergente e importada número uno en España. “Es la que más frecuentemente vemos en las consultas”, apunta Magdalena García, responsable de la sección de salud internacional del hospital General de Valencia. Y sin embargo, sigue siendo una gran desconocida.

La produce el parásito Trypanosoma cruzi que contagian unas chinches llamadas vinchucas, presentes en zonas de Argentina y Bolivia y en rincones de Perú y Paraguay. Puede transmitirse de madres a sus bebés o en transfusiones de sangre y trasplantes de órganos. No existe el contagio por contacto o proximidad.

“Hay quien no ha podido ser tratado al habérsele retirado la tarjeta sanitaria”

Carmen Torrico, al igual que su hija, su marido o su cuñada, ha sido tratada de chagas en España. Nació hace 44 años en Pampa Grande (departamento de Santa Cruz), una zona del centro de Bolivia. “Allí la enfermedad es endémica”, apunta. Llegó a Valencia hace 13 años —tiene nacionalidad española— y ahora, desde la Asociación de Afectados por la Enfermedad del Chagas, Voluntarios y Amigos(Asapechavae Valencia), se dedica a “concienciar de la importancia de detectar la patología” entre la población latinoamericana y a combatir los recelos injustificados que despierta en los españoles.

Carmen se enteró de que alojaba el parásito en su cuerpo cuando en 2003, en un viaje a Bolivia, fue a donar sangre para su hermana y el análisis le salió positivo a los anticuerpos de la enfermedad. Era asintomática, por lo que, tras una primera consulta en Bolivia, no le dio demasiada importancia. No fue hasta años más tarde cuando se ocupó de la enfermedad.

En 2007 su hermana Mónica falleció en Bolivia por un ataque al corazón provocado por el chagas. Poco después, en un periódico dirigido a emigrantes latinoamericanos, leyó a una médico que alentaba a los ciudadanos de países donde la enfermedad está presente a que se hicieran las pruebas y se trataran. Fue entonces cuando se acercó al Hospital General de Valencia, donde se encuentra el centro de referencia del tratamiento de enfermedades importadas y emergentes en la Comunidad Valenciana, y le recomendaron iniciar el tratamiento.

La terapia puede ir acompañada de efectos secundarios. Carmen soportó una erupción cutánea y una reacción alérgica. “Ya había perdido a mi hermana y quería matar al bicho”, explica. La medicación no siempre acaba con el parásito (las tasas de curación oscilan entre el 20% y el 60%, según los estudios). Cuando no lo hace, lo mantiene bajo control y contiene el avance de la patología. Es lo que le sucedió a ella: “Mantengo la enfermedad dormida, tengo el corazón bien”.

También se ha tratado su marido, con quien regenta un bar en Valencia, y su hija Oshin, de 21 años. “Aún tengo la duda de si le transmití yo la enfermedad o se infectó en uno de los viajes que hicimos a Bolivia”. A ella, el tratamiento sí le ha resultado eficaz.

Desde la asociación Asapechavae, Carmen y sus compañeros organizan jornadas en las que ofrecen pruebas gratuitas de detección de la enfermedad. “Cada vez nos cuesta más conseguir los reactivos para los análisis y recurrimos a huchas solidarias y colectas”, relata. “Hay gente que cree que se puede contagiar por contacto o proximidad; conocemos a personas despedidas y discriminadas por la infección”, indica como muestra del desconocimiento que existe en torno sobre la patología.

El contacto con pacientes también le ha permitido percibir los efectos de la retirada de la tarjeta sanitaria a inmigrantes no regularizados. “Sabemos de gente que no ha podido seguir el tratamiento o acudir a citas con el médico”, circunstancias que, tras las últimas medidas adoptadas por la Generalitat valenciana, “parece que se están arreglando”.

A partir del año 2000, a medida que el flujo migratorio de ciudadanos latinoamericanos comenzó a crecer, empezaron a aparecer casos en España. En la actualidad más de 1.800 personas reciben en 94 centros sanitarios tratamiento de una enfermedad que puede generar problemas crónicos cardiacos, digestivos o neurológicos. A veces de gravedad, incluso muerte súbita, como explicó la responsable en España de la Fundación Mundo Sano, la médico Miriam Navarro, en Buenos Aires en un reciente encuentro internacional sobre las llamadas enfermedades olvidadas.

España aplica normas para evitar donaciones de sangre de enfermos chagásicos, controles que en la Unión Europea rigen en Reino Unido, Suecia y Francia. Desde 2006 además se vigilan los trasplantes de órganos. “Aún no hay un protocolo oficial nacional para controlar la transmisión vertical (madre a hijo), solo tres comunidades (Valencia, Cataluña y Galicia) tienen regulado el cribado a gestantes”, dijo Navarro.

La OMS calcula que entre 60.000 y 100.000 personas pueden estar afectadas en Europa, pero no hay cifras exactas. Solo se diagnostica el 6% de los casos. Entre 1999 y 2009 se confirmaron unos 4.000, de los cuales 3.617 estaban en España, 180 en Suiza y 114 en Italia. Estudios practicados en hospitales españoles muestran que el 81,1% de los afectados es boliviano. Se estima que en España unos 42.000 adultos están infectados y, de ellos, más 17.000 requerirán atención por cardiopatías derivadas de la acción del parásito.

Es una enfermedad difícil de diagnosticar porque no es fácil de detectar. “Al chagas hay que buscarlo”, apunta Magdalena García. Tras la infección, el 70% de los afectados no presenta síntomas y el 30% restante muestra problemas digestivos, cardiacos o ambos, que suelen detectarse 20 o 30 años después. De ahí que se conozca como la enfermedad silenciosa. No solo por este periodo latente, sino también porque sus primeras manifestaciones son muy inespecíficas. “Se presenta con pálpitos o estreñimiento”, comenta la médico del hospital valenciano. “En una inmigrante que trabaja de interna, con cinco hijos en su país, con miedo a perder su trabajo… por su situación vital podría confundirse perfectamente con un trastorno de ansiedad”. Por ello, hay que estar muy atento cuando quien sufre estas manifestaciones procede de zonas endémicas de la enfermedad.

Solo existen dos medicamentos para combatir el chagas, el benznidazol y el nifurtimox, ambos antiguos y fuera del interés de los principales laboratorios. El primero de ellos se fabrica en Argentina, que con Brasil y México son los países con más chagas, y por un único laboratorio, Elea, cuyos dueños son los fundadores de Mundo Sano.

El otro remedio “se suele utilizar cuando se descarta el primero, ya que presenta más efectos secundarios”, dice Médicos Sin Fronteras.

“Las tasas de curación alcanzan casi el 100% en los casos agudos [justo después de la infección]. En los crónicos [los habituales en España] el tratamiento es mucho menos eficaz, a pesar de su importancia para —en el peor de los casos— controlar la evolución de la enfermedad. Distintas iniciativas trabajan en la búsqueda de nuevas terapias para combatir esta enfermedad desatendida por la industria.

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