La estudiante de doctorado Chiara Marieni, que trabaja en el Centro Nacional de Oceanografía de Southampton, investigó las propiedades físicas del CO2 para elaborar mapas globales del fondo del océano y estimar dónde podía ser almacenado de forma segura.
A altas presiones y bajas temperaturas, que son las características de los océanos profundos, el CO2 está en estado líquido, y es más denso que el agua de mar.
Los basaltos pueden reaccionar con el CO2 de manera que quede bloqueado en forma de carbonato de calcio sólido, evitando de forma permanente su liberación a los océanos o la atmósfera. Como precaución, Mariani refinó la selección de ubicaciones a las áreas que tienen la protección adicional de gruesas mantas de sedimentos impermeables para evitar el escape de gas.
Identificaron cinco regiones potenciales en alta mar en Australia, Japón, Siberia, Sudáfrica y las Bermudas, cuyo tamaño oscila entre medio millón de kilómetros cuadrados y casi cuatro millones de kilómetros cuadrados.
Aún hacen falta nuevas comprobaciones, señala Marieni, pero en principio este estudio confirma que estudios similares anteriores, que no habían tenido en cuenta el efecto de la temperatura, habían señalado las zonas equivocadas.