No es del interés de la Casa Blanca tener tropas en cada conflicto de Oriente Próximo», afirma el subconsejero de Seguridad Nacional, Benjamin Rhodes
La Administración norteamericana no está dispuesta a volver a involucrarse en Irak pese al resurgir de Al Qaida en este país, del que Estados Unidos retiró todas sus tropas en 2011 sin dejar siquiera un pequeño contingente. La cuestión, además, complica a Barack Obama la decisión sobre la retirada de Afganistán, que debe consumarse a final de este año.
La Administración ha acordado con el presidente afgano, Hamid Karzai, la permanencia de algunas tropas, más allá de 2014, en labor de formación y asistencia. Karzai, sin embargo, aún no ha firmado el acuerdo y, como respuesta, EE.UU. amenaza con no dejar ningún soldado. Los estadounidenses abandonaron Irak a su suerte al no poder alcanzar un acuerdo con el Gobierno iraquí.
La ausencia de EE.UU. ha dado vía libre a Arabia Saudí e Irán a mover sus peones
La Administración Obama siempre ha negado que la salida completa de Irak, criticada por los republicanos, fuera un error. Ahora que Al Qaida ha retomado enclaves por cuya liberación lucharon los soldados estadounidenses, como la emblemática ciudad de Faluya, la Casa Blanca mantiene su opinión. «No es del interés de EE.UU. mantener tropas en medio de cada conflicto de Oriente Próximo, o estar permanentemente implicados en guerras interminables en la zona», aseguró Benjamin Rhodes, subconsejero de Seguridad Nacional.
En cualquier caso, el conflicto bélico en Siria, con sus ramificaciones en Irak y Líbano, muestra «la emergencia de un Oriente Próximo postestadounidense en el que ningún actor tiene el poder o la voluntad de contener los odios sectarios de la región», escribía este domingo en su portada «The New York Times».
Según este diario, «detrás de gran parte de todo ello está la amarga rivalidad de dos grandes potencias petroleras, Irán y Arabia Saudí, cuyos dirigentes –mientras aseguran representar al islam chií y al islam suní, respectivamente– despliegan con cinismo una agenda sectaria». La ausencia de EE.UU. ha dado vía libre a esos dos países a mover con libertad sus peones en la zona.
Menor implicación posible
La decisión de EE.UU. de permanecer al margen de la guerra de Siria –no solo dando marcha atrás al ataque con el que había amenazado, sino además retirando ayuda a grupos insurgentes por temor a que caiga en manos de yihadistas–, indica el propósito de Obama de llevar hasta las últimas consecuencias su política de menor implicación posible en áreas de conflicto.
Los republicanos consideran que la Administración no hará autocrítica por no haber conseguido mantener un pie en Irak, pese a que conservar cierta presencia militar allí fue la primera intención de Obama. Por lo demás, la Casa Blanca asegura que no se ha olvidado de Oriente Próximo, pues sigue mediando para un acuerdo entre israelíes y palestinos, al que el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, está dedicando mucho tiempo.