Su retrato de miliciana con el fusil al hombro en una terraza de Barcelona, tomado por el fotógrafo Hans Gutmann, la inmortalizó como uno de los iconos de la Guerra Civil
La sonrisa de una miliciana, fusil al hombro, mirando a la cámara en una terraza de Barcelona se convirtió en uno de los iconos más emblemáticos de la Guerra Civil y la resistencia antifascista frente al golpe de Estado militar que perpetraron militares. Esa sonrisa era la de Marina Ginestà y fue el fotógrafo Hans Gutmann quien la inmortalizó. Ginestà murió este lunes en París a los 94 años.
Cuando en verano de 1936 posó orgullosa y desafiante en la terraza del Hotel Colón de Barcelona para Gutmann, ella tenía 17 años, un carné de las juventudes socialistas y el sueño de una revolución. Vestida con un uniforme miliciano, con el cabello al viento, pertrechada con un fusil que portó por primera y última vez en toda su vida, ella vivía un momento histórico, la primera victoria del pueblo en armas frente a los militares alzados contra la República. “Es una buena foto, refleja el sentimiento que teníamos en aquel momento. Había llegado el socialismo, los clientes del hotel se habían marchado. Había euforia. Nos aposentamos en el Colón, comíamos bien, como si la vida burguesa nos perteneciera y hubiéramos cambiado de categoría rápidamente”, afirmaba Ginestà en una entrevista con la Agencia Efe en su domicilio de París en 2008.
Como periodista, Ginestà vivió la guerra desde una trinchera militante esforzándose en mantener alta la moral republicana
Antes del inicio de la contienda, Ginestà y otros muchos idealistas preparaban la Olimpiada Popular como respuesta a los Juegos Olímpicos que ese mismo año organizaba la Alemania nazi. “Éramos tan ingenuos que pensábamos que el levantamiento militar era contra la Olimpiada popular”, aseguraba en dicha entrevista. Hicieron falta muchos días para que aquellos jóvenes entendieran que afrontaban una cruenta guerra que acabaría con sus sueños.
Primero como traductora del enviado especial del diario soviético Pravda Mijail Koltsov y luego como periodista de varios medios republicanos, Ginestà vivió la guerra desde una retaguardia militante, esforzándose por mantener alto el ánimo de su bando. “Éramos periodistas y nuestra profesión era que no decayera nunca la moral, difundíamos el lema de Juan Negrín ‘con pan o sin pan, resistir’. Y nos lo creíamos”, afirma la mujer, convencida ahora de que los datos que contribuía a propagar habían sido falsificados para mantener viva la ilusión de la victoria.
De la mano de Koltsov asistió a la entrevista que mantuvo en agosto del 36 con Buenaventura Durruti en la localidad maña de Bujalaroz, una conversación de alto nivel político que Ginestà asegura que costó la vida a ambos, porque Stalin les estaba espiando y no debió apreciar lo que se dijeron.
“Teníamos la sensación de que la razón estaba con nosotros y que ganaríamos la guerra”
De su trabajo en la retaguardia también conservaba recuerdos duros, como la visita a un hospital barcelonés para identificar cadáveres. “Es el recuerdo más terrible que guardo de la guerra. Por primera vez tuve una idea de la muerte. Vi a una mujer muerta con su hijo en brazos… Todavía hoy me viene a la mente ese recuerdo”.
Pero los momentos más duros llegaron cuando tuvo que abandonar el país camino del exilio francés, su patria de nacimiento. En el paso de los Pirineos perdió a su novio, comisario político, pocos días antes de reencontrarse con sus padres. La llegada de los nazis les obligó a tomar un barco con destino a América. La nave, que se dirigía al México de Lázaro Cárdenas donde los aguardaban con los brazos abiertos, se desvió para ganar tiempo a la República Dominicana. Ginestá pasó también por Venezuela. Sólo entonces sintió que la guerra estaba perdida.
“La juventud, las ganas de ganar, las consignas,… yo me las tomaba en serio. Creía que si resistíamos ganábamos. Teníamos la sensación de que la razón estaba con nosotros y que acabaríamos ganando la guerra, nunca pensamos que acabaríamos nuestras vidas en el extranjero”, afirmaba en 2008. La decepción de la derrota, el recuerdo “de los compañeros que se quedaban atrás, muchos de ellos fusilados”, se mezclaba entonces con el sueño de que las democracias europeas vencieran al fascismo en la recién iniciada Guerra Mundial.
“Dicen que en la foto tengo una mirada arrebatadora. Es posible, porque convivíamos con la mística de la revolución”
“Esperábamos que ganaran la guerra, que en España volviera la República y que Franco fuera fusilado”, asegura. Marina Ginestà no conocía la foto del hotel Colón, ni el simbolismo que ésta ha adquirido con el tiempo. La instantánea se encuentra en los archivos de Efe y un documentalista logró hace años descubrir la identidad de la modelo y localizar su paradero. Ella consideró que la imagen tiene algo de artificial. “Dicen que en la foto del Colón tengo una mirada arrebatadora. Es posible, porque convivíamos con la mística de la revolución del proletariado y las imágenes de Hollywood, de Greta Garbo y Gary Cooper”, recordaba entonces.
En 1946 se encontraba exiliada en la República Dominicana, cuando tuvo que volver a huir perseguida por el dictador Rafael Trujillo. Se casó en segundas nupcias con un diplomático belga, con el que volvió a Barcelona en los años 1960.
Este lunes falleció en un hospital de la capital francesa, donde había vivido los últimos 40 años.
http://www.noticias.com/original/muere-marina-ginesta-la-sonrisa-que-planto-cara-al-fascismo.2244514