En 1791, el filósofo inglés Jeremy Bentham diseñó su prisión ideal, el panóptico. Gracias a la distribución interna de la prisión uno y sólo un carcelero sería más que suficiente para crear en los prisioneros la opresiva sensación de estar bajo vigilancia permanente. Aunque la idea no cuajó en la Inglaterra de su tiempo, el panóptico ha sido usado como modelo en la construcción de numerosas prisiones en todo el mundo, muchas de las cuales siguen funcionando en la actualidad.
Bentham derivó el diseño de una escuela militar en París diseñada por su propio hermano,Samuel, teniendo en mente el problema de la gestión y supervisión de un gran número de individuos con el menor número de medios. El nombre, panóptico, viene del observar (-opticón) a todos (pan-).
La prisión propuesta por Bentham sería un edificio circular hueco, con una torre central en su interior. El anillo exterior estaría dividido en celdas, cada una de ellas ocuparía todo el grosor del anillo lo cual permitiría que tuvieran ventanas hacia el exterior y el interior. La parte de la celda que da al interior sólo contaría con una reja lo que permitiría al vigilante ver lo que hace el recluso en todo momento. Los reclusos estarían totalmente aislados de sus vecinos por muros, que se prolongan unos centímetros más allá de la reja y sujetos al escrutinio, tanto colectivo como individual por un observador en la torre que no se dejaba ver.
La luz penetraría por las ventanas exteriores de las celdas, llegando hasta la torre central que dispondría de ventanas y celosías. De esta forma, el vigilante podría ver a contraluz la figura de cualquiera de los reclusos, mientras que las celosías impedirían a estos verlo a él, de hecho no podrían saber ni siquiera si realmente estaba allí. A parte del uso de celosías Bentham también pensó en los accesos y comunicación entre las salas de la torre de observación, optando por el uso de muros en zigzag frente a las puertas, estos muros al igual que las puertas cumplirían su misión de evitar la salida de la luz y pero evitarían los chirridos que pudieran delatar las entradas y salidas del observador.
La torre central del panóptico además se convierte en un símbolo de sumisión y de poder, en una representación del poder visible pero que es a la vez no verificable. La torre es visible desde todas las celdas, recordando a los reclusos que en cualquier momento que podrían estar siendo vigilados, sin embargo jamás pueden verificar que esté siendo así.
En el edificio de Bentham es clave esta falta de relación visual entre observado y observador. Pero también los es el aislamiento y el silencio. Incluso en los casos que el carcelero tuviera que comunicarse con algún preso lo haría mediante un tubo metálico y siempre en voz baja. Se produce la paradoja que para el carcelero los reclusos forman una multitud, pero ellos mismos se ven a sí mismos como individuos solitarios aislados. Las celdas formarían una multitud de teatros, que sólo pueden ser vistos por un único espectador.
Más tarde Bentham abandonaría la idea de absoluta incomunicación. Las celdas deberían alojar a 3 o 4 presos, pues pasaría a considerar las relaciones sociales una pieza importante en la reeducación del preso. Bentham concluiría en su obra “The Rationale of Punishment” que la soledad y la incomunicación conducen a la locura.
El sentimiento de “vigilancia permanente” que se desarrollaba en los reclusos según Bentham reduciría el número de intentos de motín o fuga, lo cual no sólo permitiría abaratar los costes de gestión de la prisión al no ser necesarios tantos vigilantes sino porque también abarataría su construcción al no requerir de la construcción de muros tan gruesos y altos. Otra ventaja del panóptico es que permitiría al alcaide de la prisión controlar fácilmente que sus carceleros no descuidaran sus tareas. El panóptico se convierte entonces en un perfecto engranaje social, en el que todos cumplen son su cometido por miedo a ser “observados” realizando lo que no deben, bien sean reclusos o carceleros.
Otra idea de Bentham para “reducir costes” era utilizar a los reclusos como mano de obra en trabajos forzados, tales como andar sobre ruedas que harían funcionar telares o norias para extraer agua. Aunque Bentham no sólo estaba preocupado por la viabilidad económica y la efectividad reformatoria de su prisión, sino que también incluye medidas para velar por la salud de internos y guardianes. Así previó la existencia de letrinas individuales o agua corriente en cada celda así como el uso de calefacción central para caldear el edificio.
A parte de la practicidad de su diseño, el panóptico servía también como un modelo de reinserción de delincuentes. El filósofo inglés aseguraba que pasada una larga temporada en la prisión, el recluso internalizaría de tal manera el sentimiento de estar bajo vigilancia, que este no le abandonaría ni cuando hubiera recuperado su libertad, lo cual disminuiría las posibilidades que volviera a delinquir.
En 1975 el filósofo francés Michel Foucault hizo una crítica del panóptico de Bentham en su obra “Vigilar y castigar”, considerándolo un edificio totalitario. Para Foucault la clave está en la “invisibilidad” del carcelero del panóptico, que lo convierte en “omnisciente” para los presos, es decir un carcelero que pese a no saber si está o no está vigilando, puede estar en todas partes y en todo momento. Para reforzar esta idea en el subconsciente de los reclusos, los carceleros tenían que demostrar cada cierto tiempo su poder por medio del castigo. Finalmente Foucault consideró esta “invisibilidad” del vigilante un método disciplinario opresivo.
Las ideas de Bentham inspiraron también a George Orwell en su novela “1984”, la descripción de un estado totalitario dominado por un gran hermano que todo lo ve.
Bentham dedicó una gran parte de su tiempo y casi toda su fortuna para promover la construcción de una prisión siguiendo su esquema. Tras muchos años e innumerables problemas financieros y políticos, consiguió el permiso del Parlamento inglés para la compra de un lugar donde levantar la prisión. Aunque más tarde, en el 1811, el Primer Ministro se lo revocó, aunque concediéndole una indemnización de 23.000 libras.
Más fortuna tuvo en el exterior, donde a lo largo de los siglos XIX y XX varias cárceles se adaptaron a su modelo, por citar algunos: Edinburgh Bridgewelly (1794), Santo Stefano en Sicilia (1795), Panóptico de Bogotá o el Presidio Modelo en Cuba (1932). Pero también hubo en muchos otros países como Argentina, Estados Unidos, Australia, Holanda…
En España la primera prisión construida bajo este paradigma fue la de Mataró, diseñara por el arquitecto Elies Rogent en 1851 e inaugurada en 1863, que fue declarada Monumento histórico en Octubre de 2001.
A parte del éxito de su modelo arquitectónico, la obra de Bentham puso su granito de arena en el cambio de orientación de las políticas penitenciarias. Durante la época anterior, la de las monarquías absolutas, la lucha contra el crimen consistía en el uso de penas ejemplares que intentaban asustar a los delincuentes. Por otro lado, como el crimen se asimilaba al pecado, castigar era más que legítimo. Sin embargo, se vio que no era un sistema demasiado eficaz.
Sería tras la Revolución Francesa, cuando se comenzarían a poner en práctica algunas de las ideas de Bentham. El medio para que el delincuente desistiera de su idea de delinquir no sería el miedo, sino, simplemente, que fuera el propio delincuente el que no quisiera delinquir. Las prisiones pasarían de ser un lugar de castigo a uno de rehabilitación.
PS: Por expreso deseo de Jeremy Bentham, su esqueleto, totalmente vestido y con una cabeza de cera (la auténtica fue momificada), se guardad en una vitrina en el University College de Londres. Donde “sigue” participando en las reuniones de su consejo académico.
*foto 1: Diseño del Panóptico de Bentham
*foto 2,3: Vista exterior e interior del Presidio Modelo en cuba
http://www.cabovolo.com/2008/09/el-panptico-una-prisin-sin-rincones.html