Tiempo antes de que Egipto se librara de la ocupación británica en 1952, el embajador inglés en El Cairo, Lord Cromer, ordenó quemar un curioso papiro de la época ptolemaica (304-30 a.C.). En él se decía que los antiguos dioses del país de los faraones se habían enojado con su pueblo, y que habían decidido abandonar Egipto durante un tiempo indeterminado. Según este documento, tres signos hicieron patente ese abandono: los ibis emigraron de la vera del Nilo, al tiempo que la flor de loto y la caña de papiro desaparecieron de sus lugares habituales.
Los dioses, no obstante, advirtieron en aquel texto algo más: a partir de su marcha el país iba a ser gobernado por extranjeros hasta que, una vez perdonado, vería regresar al loto, al ibis y a la caña de papiro a donde siempre deberían haber estado.El curso de la historia daría la razón a este papiro. Desde el 304 a.C., con la llegada de Alejandro Magno a Egipto, el Nilo no dejó nunca de estar controlado por griegos, romanos y colonos de todas clases. Sin embargo, según lo profetizado, todo iba a cambiar. Fue poco antes de 1952, según cuenta una estudiosa de Egipto llamada Dorothy Eady que por aquel entonces vivía en El Cairo, cuando los lotos reaparecieron sobre el rio sagrado, los ibis fueron vistos planear de nuevo al sur de Luxor y las cañas de papiro florecieron sobre las islas del Nilo.
El tiempo del regreso de los dioses estaba a punto de cumplirse. Casualidad o no, esta profecía resultó ser bastante certera, y desde 1952 todo Egipto volvió a manos de sus legítimos habitantes. En adelante, los egipcios gobernarían Egipto.La historia de Dorothy Eady :Dorothy Eady, la mujer que constató la precisión de esta profecía, no fue una mujer cualquiera. Además de una magnífica dibujante y asistente de arqueólogos tan notables como Selim Hassan o Ahmed Fakhry, su vida entera ha estado ligada a «premoniciones» tan certeras
como las de los antiguos dioses egipcios. Aunque quizá no fueron exactamente premoniciones. Y me explico: Eady creía haber vivido una vida anterior en Egipto, como sacerdotisa de Isis en el templo de Abydos, al sur del país. Según su propio relato, Eady -que en aquel entonces se llamaba Bentreshyt- tuvo un romance ilícito con el faraón Seti I, y quedó embarazada de éste.
Como quiera que las vírgenes al servicio del Templo no podían tener relaciones carnales con nadie, ni con el propio faraón, antes de poner en un serio aprieto a su amado monarca, Bentreshyt decidió quitarse la vida. Desde entonces -eso creía firmemente Eady- el faraón Seti la había estado buscando en el Más Allá, y al encontrarla reencarnada en una muchachita inglesa de finales del siglo pasado, se le apareció en numerosas ocasiones y le puso al corriente de todos los detalles de su vida anterior.
De esta curiosa manera, afloraron en Eady «recuerdos» de todo tipo que parecen premoniciones exactas sobre descubrimientos arqueológicos posteriores. Especialmente en Abydos. Cuando Dorothy-Bentreshyt llegó a este lugar con su extraña historia a cuestas en 1956, los guardianes del templo de Abydos decidieron ponerla a prueba. Durante una visita nocturna a este recinto erigido por Seti, la instaron a que, en la oscuridad, se dirigiera a varias de las salas del lugar.
No sólo llegó a ellas con total aplomo, sino que en el camino no se tropezó con nada ni equivocó una sola vez la ruta. Los guardianes tuvieron que aceptar que su conocimiento del lugar no había sido adquirido gracias a sus estudios en El Cairo, ya que en aquel entonces el templo estaba en muy mal estado y nadie había publicado planos o descripciones minuciosas del mismo. Ni que decir tiene que, desde aquellas «pruebas», Dorothy Eady se ganó el respeto de los custodios del lugar.Gracias a esta mujer, los trabajos de restauración emprendidos en Abydos aquel año de 1956 bajo la supervisión de Edouard B. Ghazouli avanzaron a un ritmo trepidante.
Dorothy -conocida en la zona como Omm Seti, o «madre de Seti», pues así se llamaba, efectivamente, su único hijo- se adelantó en aquella época a un descubrimiento espectacular. Desde niña «sabía» que en Abydos había existido un generoso jardín que nada tenía que ver con el áspero desierto actual. Conocía hasta sus más mínimos detalles y estaba segura de dónde se encontraba: al sudoeste del Templo. Pues bien, pronto los trabajos de Ghazouli confirmaron al milímetro las «visiones» de Omm Seti. «Desde que llegué aquí -recuerda Eady en un escrito suyo-, yo insistía en la existencia de ese jardín, que por fin fue descubierto en el lugar exacto donde yo decía que estaba.
Había raíces de árboles, raíces de viñedo, pequeños canales para el riego y un pozo, que aún tenía agua».Hoy Omm Seti figura en todos los libros de egiptología que hablan de Abydos, como la «maga» que ayudó a desenterrar los secretos más ocultos del bello templo erigido por el poderoso faraón Seti I. De sus vaticinios quedan, sin embargo, por confirmarse los que se refieren al hallazgo de una cámara subterránea en Abydos donde no sólo se encontrarán numerosos tesoros del Templo, sino también fragmentos de papiros que contienen partes substanciales del diario del faraón Seti, escritos de su puño y letra.
Ante la exactitud de sus visiones, investigadores como Stephan A. Schwartz han reflexionado sobre el caso de Omm Seti. Esté concluye que, en realidad, «lo que parece suceder es que algún aspecto de la conciencia humana tiene la habilidad de moverse en el tiempo y el espacio»….