Nota del editor: Tanya Selvaratnam es escritora, actora, productora y activista. Como activista ha trabajado con la Fundación Ms. Para las Mujeres, la Fundación Third Wave, la ONG Foro sobre las Mujeres y la Organización Mundial de la Salud. Escribió el libro: The Big Lie: Motherhood, Feminism, and the Reality of the Biological Clock.
(CNN) — En el libro The Big Lie: Motherhood, Feminism, and the Reality of the Biological Clock (La gran mentira. Maternidad, feminismo y la realidad del reloj biólogico) exploré muchas Grandes Mentiras, como la de que una mujer puede retrasar la maternidad hasta que esté lista y que si no podemos embarazarnos naturalmente, la ciencia lo hará posible.
Otra de las Grandes Mentiras sobre las que escribo es que ya no necesitamos al feminismo. De cierta forma, esta mentira tiene dos facetas.
En el libro argumento firmemente que necesitamos al feminismo más que nunca. Desde hace décadas se habla del reloj biológico, pero persisten los mensajes contradictorios o engañosos. Creo que la misión de las feministas es armar a las mujeres con conocimientos para que puedan tomar mejores decisiones y tomen el control de su futuro.
Algunas personas afirman que no hay quien no esté consciente del impacto que la edad tiene en la fertilidad. Están equivocados.
Los Centros para la Fertilidad de Illinois, Estados Unidos, hicieron un sondeo público en el que se demostró que solo el 18.2% de los participantes adivinó la cantidad de parejas que se ven afectadas por problemas de fertilidad; el 28.1% no sabía que la fertilidad declina rápidamente en las mujeres mayores de 35 años. Además, el 68.4% de los participantes no estaba consciente de que como parte de la pareja, hombres y mujeres tienen las mismas probabilidades de ser infértiles.
Deberíamos recibir esta información de parte de nuestros educadores en salud y nuestros médicos, y deberíamos recibirla antes, posiblemente junto con la educación sexual.
Los titulares siguen distorsionando la realidad. Apenas la semana pasada, el sitio Jezebel publicó un artículo titulado: Un nuevo estudio indica que la locura del reloj biológico son patrañas.
Entre los hallazgos del estudio, que llevó a cabo el Centro Nacional de Estadísticas en Salud de Estados Unidos, se concluyó que aunque los servicios para la infertilidad habían declinado entre 2006 y 2010, las mujeres blancas con mayores niveles educativos e ingresos tenían mayores probabilidades de recurrir a dichos servicios.
Arthur Greil, profesor de Sociología al que entrevisté para mi libro, dijo al sitio HealthDay: “Las mujeres, especialmente las mujeres blancas de clase media, retrasan la maternidad incluso más que antes. Parte de ello podría deberse a que confían en que los tratamientos contra la infertilidad funcionarán cuando los necesiten. Para muchas de ellas es una confianza infundada porque los tratamientos funcionan mejor cuando eres joven”.
Empecé a escribir The Big Lie después de mi tercer aborto, en 2011. El primero ocurrió tres años antes, cuando tenía 37 años. Desde que se publicó mi libro, he visto comentarios como: “El que ella haya fallado no significa que pasará lo mismo con las demás. Tengo una amiga que tuvo dos hijos de forma natural a sus cuarenta y tantos”.
Tal vez tengan éxito, pero deberían saber que estarán enfrentándose a probabilidades cada vez más reducidas. Mis médicos estaban seguros de que el principal factor era mi edad. Los estudios patológicos de mis primeros dos abortos mostraron anormalidades cromosómicas (a los 40, la mitad de nuestros óvulos tienen anormalidades cromosómicas; para los 42, esa cifra aumenta al 90%); el tercero fue un embarazo anembriónico, que ocurre cuando un óvulo fecundado se implanta en el útero, pero el embrión no se desarrolla.
Creo que estamos en una coyuntura crítica: las mujeres de mi generación están llegando a los 40 y se dan cuenta de que aunque muchas decidimos no tener hijos, muchas no los tenemos porque esperamos demasiado.
Hemos sido una generación de conejillos de indias en lo que respecta al retraso de la maternidad. Según un estudio del Centro Pew, que se llevó a cabo en 2008, casi una de cada cinco estadounidenses terminó su edad fértil sin tener hijos; en la década de 1970, esa proporción fue de una de cada diez.
Claro que hay muchas vías hacia la maternidad y uno de los objetivos de mi libro es animar a la gente a buscar esas opciones (maternidad subrogada, donación de óvulos, criogenia, ser madre soltera, etc.). También está la adopción: tan solo en Estados Unidos hay más de 100,000 niños a la espera de que los adopten. En 2012 había unos 400,000 niños en hogares sustitutos.
Sin embargo, muchas de las opciones son costosas y no podemos deslindar el tema de la búsqueda de la maternidad de su costo. Según un reporte de 2012 del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, criar a un hijo durante los primeros 17 años cuesta unos 235,000 dólares (tres millones 55,000 pesos). Cuando tomas en consideración los tratamientos de fertilidad o los costos de la adopción y demás, muchas personas simplemente no se pueden dar el lujo de tener hijos.
Creo que tenemos que hacer que la paternidad sea un objetivo más asequible al incorporar una consciencia fundamental sobre la fertilidad en la educación sexual y al ofrecer más apoyo a través de permisos de paternidad garantizados, cobertura de seguros amplia para los tratamientos de fertilidad, guarderías subsidiadas, etc.
Pretendí que mi libro iniciara el diálogo y cambiara las políticas. Exploré la forma en la que diversos factores, como las primeras victorias del feminismo y los avances en la ciencia reproductiva, se combinaran para crear una atmósfera en la que las mujeres creyeron que tenían más control de su plazo para ser madres.
A final de cuentas, The Big Lie es un libro feminista que pretende lograr que las mujeres superen la retórica y se ‘armen’ con información.
Después de todo, uno de los fines del feminismo siempre ha sido contrarrestar esa clase de ilusión que indica a una mujer que alguien vendrá a rescatarla, ya sea un esposo o un médico especialista en fertilidad. Esa mentalidad nos impide alcanzar la solución. Tenemos que equilibrar los escenarios desalentadores con los optimistas.
El feminismo ofrece un marco para buscar soluciones a muchos de los problemas que cunden en todos los ámbitos geográficos y económicos.
Cuando empecé a contar mi historia, me sorprendió descubrir cuántas mujeres también tenían algo que contar, ya fuera acerca de ellas o de una amiga, madre, hija, etc. En un sondeo que el gigante de la farmacéutica, Schering-Plough, hizo en 2009 entre las pacientes que tomaban tratamientos contra la infertilidad, se reveló que el 61% oculta de sus amigos y familiares su lucha por embarazarse.
Espero que mi libro anime a los demás a normalizar el debate. He recibido decenas de correos electrónicos y he leído muchos comentarios más de aquellas personas a las que ciertas partes de mi relato les parecen verdaderas. Ciertamente no soy la única mujer que ha tenido abortos múltiples. No soy la única mujer cuyo matrimonio fue una de las víctimas del proceso. No soy la única mujer que siente que tal vez esperó demasiado para tratar de tener un hijo biológico. Tampoco soy la primera que escribe al respecto. Hay libros excelentes de Peggy Orenstein, Amy Richards, Miriam Zoll y muchas más. He recibido inspiración de quienes transformaron la adversidad en acción. La ministra de la Suprema Corte estadounidense, Sonia Sotomayor, escribió en el libro My Beloved World: “La adversidad tiene sus usos y no se revelan hasta que se los pone a prueba… Las dificultades pueden hacer surgir fortalezas insospechadas”.
En mi caso, tomé lo que aprendí de mis errores y de mi experiencia con la maternidad retrasada y lo usé como punto de partida para entrevistar y conocer la opinión de decenas de mujeres de diversas edades, sociólogos, consejeros para adopciones y médicos especialistas en fertilidad.
El resultado es un libro que espero que ayude a los demás. Exploré las decisiones que las mujeres tienen que tomar a lo largo de su vida, entre ellas la de tener hijos o no.
Las mujeres y los hombres tienen que compartir sus historias, informarse, hacer una estrategia para alcanzar sus metas, buscar un futuro mejor… y no tener miedo del feminismo. Las mujeres ya no necesitan más Grandes Mentiras.