Solemos confiar sin reservas en nuestros cinco sentidos básicos, por lo que nos cuesta admitir que puedan engañarnos, alterando nuestra percepción de la realidad.
Para orientarnos en este mundo dependemos de nuestra percepción de la realidad, pero todo lo que sentimos, vemos y oímos está formada por distintas partes del cerebro, que, a veces, confunde a nuestros sentidos.
Ceguera al cambio
Los científicos definen la ceguera al cambio como la incapacidad del cerebro humano para detectar variaciones visuales en nuestro entorno, sobre todo si recibimos otros estímulos que desvían nuestra atención. El fenómeno a menudo se asocia a la ceguera por falta de atención: si el cerebro se fijara en todos los detalles que nos rodean, caeríamos presa de la locura, por lo que selecciona solo la información que considera valiosa, y se centra en ella.
Lo que ves modifica lo que oyes
Nuestro cerebro conforma nuestra percepción a partir de la información que le llega de nuestros sentidos, por lo que nuestra visión puede influir en lo que creemos estar oyendo. Esté fenómeno se denomina efecto McGurk y demuestra, una vez más, que nuestro cerebro tiende a completar los vacíos perceptivos y nos hace captar cosas que, en realidad, no están sucediendo. En relación al oído y a la vista, este comportamiento del cerebro demuestra que si nos fijamos en el movimiento de los labios podemos llegar a creer que escuchamos algo que no estamos escuchando. Dicho de otro modo, si lo que vemos no coincide con lo que escuchamos, nuestra mente decodifica mal el mensaje.
Falsos recuerdos
Según los científicos, tampoco podemos creer en lo que recordamos. De hecho, varios experimentos sobre la memoria demuestran que resulta increíblemente fácil implantar falsos recuerdos. Los investigadores sugieren que este efecto está relacionado con el hecho de que nuestro cerebro no puede captar todos los detalles que nos rodean, pero necesita rellenar las pequeñas lagunas que se producen en nuestra memoria, rellenándolas automáticamente con cualquier recuerdo falso basado en nuestros conocimientos y experiencias actuales.
Criptomnesia
Este efecto se caracteriza por la ausencia de la línea divisoria que separa la realidad que nos rodea y los hechos que no han tenido lugar en nuestra experiencia inmediata, por ejemplo, sucesos sobre los que hemos leído o que fueron vistos en sueños. En otras palabras, en este caso nuestro cerebro olvida la fuente de cualquier información. Uno de los primeros casos documentados de este fenómeno es de la famosa médium francesa de finales del siglo XIX Hélène Smith, que afirmaba recordar sus vidas anteriores y contactos con los marcianos. Al final, los especialistas demostraron que sus revelaciones no eran más que fruto de su imaginación subconsciente, basada principalmente en fuentes olvidadas.
Embriaguez del sueño
Para nuestro cerebro tanto los efectos del exceso del sueño, como la falta del mismo, pueden ser similares al estado de embriaguez. Cuando uno duerme más tiempo de lo habitual, su cerebro puede confundirse y dejarte en un estado a medio camino entre el sueño y la vigilia.
Privación sensorial
En una situación en la que el cerebro no recibe temporalmente señales sensoriales, la falta de información conduce a cierta desorientación, por lo que el cerebro empieza a ‘crear’ una realidad para rellenar este vacío. Muchos experimentos demuestran que personas que se encuentran en cámaras diseñada para bloquear el ruido y la luz empiezan a ver alucinaciones visuales o verbales. Mientras cortos períodos de privación sensorial pueden ser relajantes, la privación prolongada puede derivar en ansiedad extrema, depresión y comportamiento antisocial.
Propiocepción
La propiocepción es el sentido que permite al cerebro recibir toda la información sobre la posición de cada parte corporal, lo que nos genera reacciones y respuestas automáticas y regula la dirección de movimiento, entre otras cosas. Sin embargo, a veces también puede fallar. De hecho, ha sido demostrado experimentalmete que el cerebro puede confundir una mano real con una artificial si están cubiertas. Es más, tan pronto como el cerebro identifica al brazo artificial como parte de su propio cuerpo, la temperatura de la mano real cae bruscamente, lo que evidencia la restricción del flujo de sangre en ese momento. En otras palabras, el cerebro comienza a negar su existencia a nivel fisiológico.
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