Encontrado por Mohammed Ali Samman en la montaña próxima a su aldea, desenterró accidentalmente una jarra de tierra roja, de un metro de alto. Dudando antes de romperla (podía haber sido la vivienda de un espíritu maligno) la codicia y la curiosidad fueron mayores al fin. Pero en lugar del oro tan esperado, solo descubrió una docena de libros encuadernados en estuches de cuero marrón, que se llevó a su casa de al-Qasr.Despues de una serie de vicisitudes fue entregado al religioso Al-Qummus Basiliyus Abd el Masih, quien, dada la originalidad de la cosa, envió un ejemplar de los manuscritos al historiador egipcio Raghib. Este último, presumiendo ya su gran valor, los envió en El Cairo.
Vendidos rápidamente en el mercado negro, los libros atrajeron la atención del gobierno egipcio quien los compró, frenando de este modo su diseminación y su fuga fuera de las fronteras egipcias. Depositados en el Museo Copto del Cairo, habrá que esperar todavía unos años antes de que estos libros sean mostrados al conocimiento científico.Uno de los códices, llamado hoy día el códice Jung, salió de la autoridad egipcia y fue vendido en los Estados Unidos a unos coleccionistas privados. Un historiador holandés, Gilles Quispel, oyó hablar de estos misteriosos manuscritos y decidió comprarlos por medio de la Fundación Jung de Zurich.
Tras examen de este códice aislado, el historiador pudo constatar que algunas páginas faltaban y se fue a Egipcio volando con objeto de buscarlas. Se rindió al Museo Copto desde la primavera de 1955, con objeto de tomar prestadas las fotografías de los textos. En ese momento es cuando se dio cuenta del valor real de las páginas que tenía entre sus manos. ¡ No se trataba más que de uno de los 52 manuscritos descubiertos diez años antes en Nag Hammadi!. El conjunto de los libros se basa en textos religiosos y herméticos, obras de sentencias morales, escritos apócrifos y más curiosamente todavía de una reescritura de la República de Platón.
Además del interés de los manuscritos sobre la historia del libro (son los más antiguos conocidos hoy día) y la paleografía copta, representan un testimonio capital para la historia de la filosofía ydel cristianismo primitivo.Los textos religiosos llamados “gnósticos” proponen interpretaciones y rituales cristianos diferentes de los oficializados en el año 325, que habían sido rechazados inmediatamente como heréticos. Por estas razones fueron reunidos, protegidos y guardados por las comunidades llamadas “marginales”.La biblioteca de Nag Hammadi ofrece numerosos testimonios de estas corrientes gnósticas que pretendían contener una enseñanza, sin dejar de inspirarse en el Antiguo Testamento.Dentro del cuerpo de la biblioteca se encontraban libros denominados “herméticos” que se inscribían en la tradición del Corpus Hermeticum. El códice VI está compuesto, en efecto, por un tratado de título desconocido, llamado la Ogdoada y la Enneada, de una oración de acción de gracias y de un amplio fragmento del Discurso Perfecto. Estos dos últimos textos se retoman en parte en el Asclepios, mientras que el primero es totalmente inédito. Estos escritos pueden ponerse a parte, puesto que se alejan de las teorías gnósticas ampliamente difundidas en el resto de la biblioteca. Ahora bien, su interés reside ante todo en su inspiración egipcia, muy marcada en comparación con los textos griegos y latinos conocidos hoy día. No rechazan de ningún modo la religión egipcia, sino que proponen “espiritualizarla”. Más que un sistema religioso a la manera cristiana, el hermetismo es una “vía”. Complementarios y suficientes, esos tres textos exponen el conjunto de la doctrina hermética, el camino iniciático que debe conducir a la “iluminación divina”.