La geocronología es un ámbito científico tan esencial para la arqueología o la paleoantropología, que ninguna hipótesis sobre nuestra historia evolutiva puede carecer de un soporte temporal. El tiempo, ese concepto abstracto que apenas podemos procesar con nuestra “privilegiada” mente, puede al menos ser cuantificado por los expertos. Cuantos más ceros tenga la cifra temporal que manejamos más difícil será comprender el significado de esa cifra. Si nos dicen que nuestro planeta se formó hace 4.567.000.000 años (4.567 millones de años) nuestra mente será incapaz de procesar y aún menos de comprender un lapso temporal tan abrumador. Ni los propios expertos, que manejan a diario tales cifras, pueden asimilar sus propios datos.
Me parecía interesante comenzar con esta breve introducción, aunque en las siguientes líneas hablaré de un cifra de tiempo mucho más modesta, casi asequible. También quiero romper una lanza a favor de los geocronólogos, que para muchos no son sino meros técnicos que facilitan datos temporales. Se trataría así como de un ciencia auxiliar de la arqueología. Nada más lejos de la realidad. Desde que comencé a trabajar en esto de la evolución humana, allá por el año 1979, he sido testigo de los impresionantes avances de la geocronología. Los científicos en este ámbito son expertos en física, química y geología y dedican su tiempo a conocer mejor el mundo submicroscópico de las partículas que nos rodean, y las que rodearon a los seres vivos del pasado. Con ese trabajo se han ido mejorando métodos de datación. Dentro de algunos años veremos como el error de esos métodos se va reduciendo y se obtienen cifras cada vez más precisas.
El investigador Tom Higham, que trabaja en la Unidad de Radiocarbono del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Oxford es uno de esos científicos empeñados en mejorar los resultados. Este investigador y los miembros de su equipo han dedicado varios años a tomar muestras de 40 yacimientos situados en la enorme franja que ocuparon los neandertales desde el actual estado de Rusia hasta el estrecho de Gibraltar. El conocido método del Carbono 14 (C14) tiene muchas limitaciones, por lo que en los últimos años se ha trabajado para conseguir mejorar sus prestaciones y precisión mediante un acelerador de partículas (AMS), que mide los isótopos del carbono en muestras muy pequeñas.
Los resultados de Tom Higham y su equipo acaban de publicarse en la revista Nature por dos razones. En primer lugar, el número de yacimientos analizados es abrumador. En segundo lugar, la precisión de los datos es sobresaliente. La tecnología musteriense (y tal vez la tecnología chatelperroniense), empleada por los neandertales desapareció hace entre 41.030 y 39.260 años, con un precisión del 95.4%. Ese 4.6% que resta hasta el 100% puede implicar la persistencia de algunos grupos de neandertales en lugares como la cueva de Gorham, en Gibraltar, como ha sido propuesto en repetidas ocasiones. Sin embargo, la casi completa desaparición de los neandertales sucedió en la mayor parte de Eurasia en el suspiro que representan 1.770 años. En términos geológicos esto es una minucia casi despreciable. En términos humanos representa casi toda la historia de la Era Cristiana.
Los resultados de Higham van más allá al obtener que las poblaciones humanas modernas llegadas al continente europeo coexistimos con los neandertales entre 2.600 y 5.400 años. De nuevo, la cifra es comparativamente despreciable en términos geológicos, pero muy significativa en términos humanos. Son muchas generaciones de coexistencia (o convivencia, según lo miremos) ¿Qué sucedió en ese tiempo? Ya no cabe duda de que los humanos modernos y los neandertales tuvimos contactos sexuales, aunque fueran esporádicos. Así parecen demostrarlo los análisis genéticos. Esos contactos físicos podrían implicar una cierta convivencia o no. Quizá simplemente nos repartimos los territorios de caza, puesto que desde el punto de vista demográfico cabíamos todos sin mayores problemas. Por descontado, la hipótesis de un brusco reemplazamiento de los neandertales queda totalmente descartado con el trabajo de Tom Higham.
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