La científica congoleña Thérese Kirongozi. |AFP Getty
África, el continente de la miseria, del expolio y los virus más mortíferos, es también un espacio de crecimiento, de nuevas artes en ebullición, de diseño y de ciencia. Y eso es lo que quieren descubrir a quienes solo ven su lado oscuro, en la Fundación Mujeres por África, presidida por María Teresa Fernández de la Vega. Hacia esa cara luminosa del progreso se dirige su último proyecto: Ellas investigan. Y «ellas» son mujeres negras con batas blancas. Astrofísicas, genetistas, expertas en robótica, biomédicas…. Africanas que, sin salir de sus países, andan metidas en precarios laboratorios de los que salen hallazgos que ayudan a mejorar la vida en el continente. Mujeres negras en batas blancas que saben muy bien qué es lo más urgente y necesario para los africanos.
No es fácil encontrar datos sobre cómo anda la I+D en ese continente. El estudio más reciente, de abril de este año, es el African Innovation Outlook II (AOI II), realizado en 35 países por un organismo de la Unión Africana. Entre sus conclusiones destacaba que los gobiernos incumplen sus compromisos de destinar el 1% del PIB a la investigación, aunque algunos andan cerca, como Ruanda, Sudáfrica, Kenia, Senegal, Uganda. Bien, España está ya por en el 1,2%, y en descenso. También se señalaba en este documento que, salvo en Sudáfrica, el 40% del dinero para la ciencia es público. Y no sorprende, dado que empresas africanas potentes hay pocas, y las multinacionales que copan sus mercados no invierten en ciencia africana. Con ese panorama, no es de extrañar que un continente tan grande (el 20% del total terrestre) suponga únicamente el 2% de la ciencia mundial.
María Teresa Fernández de la Vega y María Blasco. |ROSA M. TRISTÁN
Pero vayamos a la cara oculta, que en este caso si brilla: su producción científica, la de esas mujeres negras de bata blanca, o mulatas, o con rostro árabe, es la que tiene un crecimiento más rápido en todo el mundo (con Egipto, Kenia, Nigeria y Sudáfrica a la cabeza), y muy especialmente en el ámbito de la salud, que se lleva casi la mitad del esfuerzo investigador.
También indica que, por desgracia, los científicos del continente rara vez colaboran entre sí y que aún falta mucho por hacer para la incorporación de las mujeres: hay un 24% de investigadoras de media en el colectivo investigador africano, si bien algunos países (como Namibia, Cabo Verde, Sudáfrica o Kenia) aseguran tener hasta un 40% (más que en España, donde suponen el 38%).
Fue este punto el que animó a la Fundación Mujeres por África a poner en marcha un proyecto que trata de potenciar la ciencia, pero a la vez romper un techo de cristal que si aquí existe, allí parece blindado. «Queremos que el sistema científico español sirva de soporte para promover el I+D hecho por africanas y para fomentar que formen redes entre ellas, que creen sinergias», destacaba Fernández de la Vega en la presentación de la pionera iniciativa.
¿Y cómo hacerlo? Primero, buscando centros españoles interesados en implicarse, que ya los tienen: el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), el Centro Nacional de Biotecnología (CSIC), el Instituto de Ciencias Fotónicas y el Centro de Salud Carlos III. Los tres primeros, además, tienen la calificación de «centros de excelencia Severo Ochoa».
Y segundo, buscando a las científicas africanas de alto nivel dispuestas a trabajar con sus colegas de España. Es ahí donde entra en juego un comité científico que preside Margarita Salas y del que forman parte investigadoras de la talla de María Blasco (CNIO), Silvia Carrasco (IFCO) o la astrofísica nigeriana Francisca Nneka Okeke, entre otras muchas. Y cómo no, el investigador español que más sabe de la malaria: Pedro Alonso.
«Yo tenía un total desconocimiento de lo que hacían mis colegas africanas, pero he descubierto que tienen mucho potencial», reconocía Blasco. «Ahora bien, no se trata de fomentar la fuga de cerebros de allí hacia aquí, así que vamos a elegir a mujeres que ya son líderes en sus países, aquellas que tienen proyectos potentes de investigación que cuadren con los que nosotros tenemos», explicaba.
Para 2015, la oferta será de seis becas, seis científicas que pasarán medio año en los tres centros Severo Ochoa y que está previsto que lleguen a España a mediados del próximo año. El Carlos III, por su parte, participará ofreciendo formación a africanas sobre cómo mejorar la atención sanitaria general en un contexto de virus tan peligrosos como el ébola. «Los cursos podrán impartirse aquí o en los países de origen, en ese caso. Depende del número de personas», señaló la presidenta de la Fundación.
Para llegar hasta las candidatas, confían en los contactos que están haciendo en las universidades, en las redes de investigación que ya existen en África y en el poderosoboca a boca, la transmisión oral que no pierde fuerza en tan grande continente.
Para dar el pistoletazo de salida a ELLAS INVESTIGAN, el martes 2 de diciembre tendrá lugar en Madrid (Fundación Areces) un encuentro del comité científico en pleno desde las 10 de la mañana. Entre las ponentes, estarán algunas de las componentes del comité científico y otras, como la congoleña Thérese Kirongozi, experta en autoprogramación. Será una buena ocasión para acercarse a algunas de esas mujeres negras con batas blancas que trabajan para mejorar su mundo, que también es el nuestro.
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