Pensar en la educación, es el comienzo para observar las formas de construir sentidos de la realidad, el cómo percibimos las cosas, cómo las comprendemos, hacia qué lugares nos lleva, las formas de relacionarnos, los conceptos que nacen de las teorías generan creencias y nos condicionan sobre qué cosas son importantes o necesarias pensar, cómo insertarnos dentro del sistema para hacernos más “útiles, competitivos, productivos”. Formas de fijar la atención en el hacer, construir un pensamiento colectivo de prioridades a corto y largo plazo.
¿ Para qué nos sirve la educación? ¿ A quiénes sirve? ¿Cuáles son las consecuencias a nivel emocional y mental que genera el sistema educativo? ¿Este modelo… permite comprender la esencia Humana? ¿Cuál es el futuro de los niños del mañana?
Viví casi una década en las aulas del saber, construí una realidad y allí aprendí a estimular la mente concreta, pero durante estos años no descubrí cómo la luz clara y fría del intelecto se filtra con la calidez del corazón.
Comprender estas causas que arroja el modelo educativo vigente y los propósitos que las instituciones tienen de servir al sistema y éste de controlar el contenido teórico-práctico que se dicta. Indignación, compasión por la cantidad de corazones ensombrecidos y la necesidad de imaginar la transformación como contraparte superior de este actual estado. Imágenes que decido hoy, serán el presente del futuro.
Los espacios educativos actuales, consecuencia de un modelo iluminista-racional, están diseñados como escuelas de entrenamiento para competir y no para cooperar, para separar e individualizar y no unir, para alcanzar un cierto nivel, pero no para que conquistes tus dones y posibilidades superiores, para adquirir conocimientos estandarizados, pero no que fijes la atención por conocerte a ti mismo.
Así, las instituciones condicionan los sistema de valores, el orden de prioridades que le das a las cosas, los sueños, la comunicación, la marginalidad de los temas que realmente son trascendentes para el Ser. Generan una fórmula de pensamiento que surca la conciencia con creencias tales como la necesidad de un título para llegar a esto o aquello, alimenta la percepción del mundo con los anteojos del miedo y la escasez, la incertidumbre por la falta de empleos, la mecanicidad en la relación con uno y con el entorno, la disociación entre el intelecto y centro cardíaco, la rigidez de los cuerpos internos, la baja autoestima por no llegar con los requisitos que pide el mundo laboral.
La necesidad radical de transformación, de sembrar las bases para una educación planetaria que albergue los propósitos de las escuelas del futuro y recapitule las enseñanzas de civilizaciones antiguas,donde el proceso del propio pensar y conocerse sea el sentimiento de felicidad que nutra la experiencia purificadora y expanda la conciencia a comprender las dimensiones de lo divino.
Aplicar los principios herméticos es una herramienta para comprender aquello que nos hace mal y fijar la observación en esas causas, trabajar en arrancar de raíz los hábitos arraigados como la competencia, la frustración, el egocentrismo, la soberbia y el afán por reconocimiento, entre otros.
Por ejemplo, tomemos la ley de analogía o correspondencia- como es arriba, es abajo; como es adentro es afuera- para dar luz a causas como el exceso de actividad intelectual… ¿ Qué sucede con las emociones, con la sexualidad, la comunicación, las repercusiones en el cuerpo físico? Te desconecta de lo sensible, de la originalidad que es conexión con la fuente, de fundir realidades, la energía no fluye entre la mente, los mecanismos de expresión y el corazón. La sexualidad se torna un juego, entre el cazador y la presa. La energía se consume por completo en lo nuevo, no se conserva, no se renueva.
Lo único que importa es llegar con el programa. Los contenidos se miden en tiempos, no en procesos de aprehensión, de experiencia y síntesis. Todo corre, todo tiene que saciarse ya. La velocidad de tirar un tema tras otro,ocasiona cúmulos de información sin procesar. Saturación. Desgaste. Abandono. Si esto sucede afuera, ¿acaso dentro de nosotros no sucede lo mismo? Como es afuera es adentro.
¿Cómo ajustar este desequilibrio energético? ¿Cómo hacer para que los días tomen el color del bienestar, de la plenitud y la libertad?
Para ajustar y realizar una alquimia armoniosa es necesario compensar de lo que está excedido con aquellos lugares que dejamos desnutridos. Buscar fervientemente el equilibrio natural, observarse y en ese escaneo interior detectar con sinceridad lo que realmente pasa, la necesidad de escucharse y ser fiel a uno, como primer paso a la reconexión. Aceptar con humildad y perdonar. Poner atención a lo desfasado y provocar conscientemente un nuevo orden, la adaptación al cambio y la paciencia en el peregrinar de lo conocido a lo desconocido.
Así, desde esta nueva plataforma que brota de la necesidad de encontrar ese justo equilibrio para los días de vida, el esfuerzo sostenido nutre de significado cada momento, para abrazar las metas ganadas a luz de un vivo y vibrante agradecimiento. Agradecimiento que se torna en impulso y otorga la ascensión a un nuevo escalón evolutivo que alberga la posibilidad de gravitar un nivel más profundo de respeto, confianza y agradecimiento.
En este proceso de renovación y renutrición, de ser pacientes y aceptar con tolerancia la verdad, nos libera de las imposiciones puestas por el sistema, nos acerca a valorar el momento presente, nos abre a descubrir un universo de posibilidades y comprender que la vida no se mide en bimestres, cuatrimestres, semestres sino en ciclos, en procesos continuos que nacen, crecen, se desarrollan y mueren o previo a ese instante de desaparecer renacen a un nuevo ciclo de vida.
Aceptar la caducidad del modelo educativo vigente, sólo emerge del corazón de cada Hombre que asume la oportunidad de transmutarse y fusionarse con otras Almas que cobijan las células para concebir una educación a la Luz del Alma. La educación para los niños del mañana. La educación para un futuro de Paz.
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