¿Qué elijo hoy? ¿Qué necesito vivir, experimentar o aprender? ¿Qué cosas van a ser parte de este día? ¿Con qué energías me nutro? ¿Qué me llena de gozo, de plenitud? ¿Qué actitud voy a tomar ante los desafíos que se me presentan? ¿ Con qué cara salgo de casa…?¿Con un Sí dispuesto a vivir o un No resistente que elige escabullirse del lenguaje sincrónico de la Vida?
No viene mal tomarse los primeros minutos del despertar, ese momento entre aún dormidos y un poco despiertos, cuando necesitamos respirar profundo para darle hálito a los sentidos vitales, conectar con las partes del cuerpo para salir de la cama y comenzar a vivir un nuevo día. Respirar es vivir, su ausencia es muerte. Y entonces, en ese primer inspirar profundo del aire, del alimento vital que nutre nuestras células, nos conectamos con la vida y la exhalación se transforma en el profundo agradecimiento por el regalo de estar vivos.
Encender el observador a cada nueva oportunidad…Captar este primer estado de ánimo, ese primer pensamiento que aparece en nuestra mente al abrir los ojos y tomar la punta del ovillo, momento donde dejamos correr el hilo o lo soltamos para definir un mejor día. Ese instante de observación y decisión sobre aquello que está naciendo dispondrá el ruedo de nuestra energía hacia una buena o mala actitud.
Preguntarnos qué anhelamos vivir hoy, las oportunidades que tenemos delante de nosotros ante un nuevo comienzo, las posibilidades de diseñar momentos diferentes dentro de las rutinas laborales o las actividades cotidianas, resignificar el valor de la pareja, la familia, los amigos…. Abrir las puertas a la vitalizante manifestación de la Vida, la cual nos predispone hacia una correcta actitud para transitar el día, eliminar lo intrascendente y colmarnos con aquello que verdaderamente nos transforma y eleva los ojos a la expresión del Alma.
¿Te detuviste a pensar cuántos minutos al día pierdes mirando tus redes sociales o con tus ojos posados en la vida de los otros o ponerte mal por un comentario, acción o mirada despectiva que no tiene verdadera relevancia para abordar el propósito y la plenitud de vivir?
Los tiempos “muertos” en el trabajo, el banco, la cola del supermercado, el viaje en el transporte público. Que el simple hecho de trasladarse o esperar nos sea nutritivo. Elegir qué vivir en esos momentos. De ahí que algo puede ser sumamente tedioso y genera un estado de ansiedad que nos pone irritables e irascibles, o por el contrario, puede convertirse en un momento de conexión que nos eleva la frecuencia vibratoria. Un libro, la música, una reflexión del presente o esbozar imágenes del futuro porvenir. Siempre que queramos es posible redireccionar nuestra visión en algo que valga la alegría de vivir.
Así como en esos momentos que nos urge a hacerlo, también hay otros a los que vamos inconscientemente hacia otros lugares dentro de uno mismo. ¿Cuánto tiempo perdido en una constante dualidad e indefinición de aquellos momentos que hacen a nuestra Vida? Esto o aquello, la duda constante. Largas son las horas y los días que viajamos en un vaivén indefinido, sin saber qué hacer o haciendo por demás… ¿Por qué no nos planteamos esto teniendo las herramientas necesarias antes de estar afligidos, nerviosos o apesadumbrados por no saber cómo salir de una situación compleja y enmarañada?
Nos aqueja la indecisión, la incertidumbre o la expectativa de que algo pase, o más complejo aún, nos disociamos entre nuestro mundo real e imaginario, viviendo más entre las brumas que en la conexión con el momento presente. Así, sólo el observador interno nos tornará conscientes de este estado. Sólo la voluntad puesta en el desandar las sombras, elevará la condición a las luces que integran la personalidad con el Alma.
Todas estas actitudes que nos desintegran y por sobre todo nos hacen perder tiempo de disfrute, de creación, de amor, de conexión y de transformación de nuestras propias dificultades. La vida se escurre entre los dedos como agua en las manos.
Ser conscientes que cada día es único, es un grito de libertad por el hecho de estar vivos, de un enorme gracias a la vida por cada bendita posibilidad que nos consagra y renueva.
Cada momento es una posibilidad de auto-desafiarse y dar el salto a cambiar algo que no nos gusta; hacerlo ahora. Transmutar los pensamientos y las actitudes, renovar el alimento de cada nuevo día, lo que ayer nos hacía bien, tal vez hoy ya no suma… y lo que es bueno hoy, tal vez no lo sea mañana. Probar y experimentar. Conocerse y disfrutarse.
“De vez en cuando la vida, toma conmigo café y está tan bonita, que da gusto verla…”canta Joan Manuel Serrat. En esa charla de amistad con la vida, nace la comunión consigo mismo, el descubrir y valorar las pequeñas cosas que hacen a la comunicación con la propia existe.
La valoración nos abre el corazón a agradecer que tenemos un cuerpo físico al que debemos cuidar a diario con la alimentación, el descanso apropiado, el empleo correcto de las energías más densas. De igual manera, como tenemos un cuerpo físico que es el más denso y nos ancla a la Tierra, tenemos cuerpos más sutiles que necesitan de la comprensión, metabolización y síntesis, como el cuerpo emocional y mental, donde se cuecen las ideas y residen todas nuestras reacciones emocionales. Así, la vida es un exquisito libre albedrío que nos obliga a adentrarnos en sus múltiples posibilidades para construir el tipo de día y vida que elegimos vivir. ¿Amistad o rivalidad de nuestros cuerpos internos? ¿Fluidez, unidad y apertura o desconexión, separatividad de cada una de las partes… qué cultivamos día a día?
De modo que, cuando empezamos a religar los elementos que nos conectan con ideas superiores, nos acercamos a la presencia Divina dentro de nosotros, comprendemos con mayor sutileza las leyes del karma, de aquello que se nos presenta como desafío esencial, para re-equilibrar las fuerzas y convertir las barreras en la libre afluencia de la vida del Alma.
La belleza, la bondad y las buenas actitudes se hacen cotidianas y aprendemos a llenar la copa interna, el Cáliz de Vida, para luego entregar ese disfrute vivido en soledad al servicio de quienes comparten el día a día con nosotros. En este crecer, sin tener noción del propio crecimiento, crecemos armoniosamente y el Alma poco a poco logra fluir por sus envolturas.
Exploremos un poco en nuestros andares a modo de reflexionar sobre los días de Vida… ¿Cuándo fue la última vez que miraste hacia el cielo y disfrutaste de ese maravilloso espectáculo que danza armonioso sobre nuestras cabezas?, ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste gracias a alguien por haber colmado de vida y significado la íntima relación que los conecta, abraza y funde en el Amor? ¿O ese momento donde te sacralizaste contigo en un fervoroso deleite de las pequeñas cosas… poner un tema que te agrada, subir el volumen, y desacartonar el cuerpo, quitándole solemnidad para bailar al ritmo de aquello que suena, cantarle a la Vida y elaborar la cena con tus propias manos en regocijo con tu Alma?
¡Hay tantas cosas para maravillarse, disfrutar, sentir y vivir con gracia Divina! Pequeños momentos de unidad, cuando la felicidad te atrapa y envuelve en su delicado perfume. Su ímpetu nos toma, recorre como una ligera brisa, y nos vuelve dejar hasta un próximo reencuentro.
Indiscutiblemente, la Vida es un hermoso regalo. Una celebración. La fiesta que vive en un constante movimiento de subidas y bajadas, de empezar de nuevo a cada instante, de reconocernos en la mirada del otro y de transformar los miedos en fortaleza, la crítica en belleza, en un canto de alabanza, en un bienaventurado compartir de Amor y Libertad.
Lic. Jimena Rodríguez
Es verdad, la vida es un hermoso regalo.