HACE UNOS MESES LA REINA ISABEL II LE REGALO EL CLÁSICO DE ORWELL “1984“ AL PRESIDENTE FELIPE CALDERÓN: ¿INICIACIÓN, SUGERENCIA O UNA BROMA CÓSMICA PARA LAS CONSPIRACIONES?
La Hermana Grande de la élite planetaria le regala al presidente de México, Felipe Calderón, un ejemplar de la novela del Big Brother. Un singular regalo sin duda, carnada fresca para el delfín de la conspiración. ¿O es esta una broma más del Cosmik Joker? Aunque esta rara dádiva ocurrió en marzo de este año, antes del brote de la influenza A-H1N1, el caso, como análisis protocolario o como simbólica manifestación de una agenda oculta, merece atención (una mirada a través del ojo en la pirámide).
“Según parece, el Presidente realmente admira a George Orwell”, comentó una portavoz del Palacio de Buckingham, residencia oficial en Londres de la Reina.
Orwell publicó 1984, el clásico mundial del nuevo orden de ciencia ficción distópica, en 1949. En el libro se plantea una entidad totalitaria holográfica llamada Big Brother, una alegoría de Joseph Stalin o un dictador tecnomnipresente. Este texto se ha convertido en el referente de la sociedad de control y la tecnología como vigilancia.
Según la agencia local Press Association (PA), se trata de “uno de los regalos más inusuales dado por la Reina en una visita de Estado”.
Por otro lado, la más desaforada teoría de la conspiración (expuesta entre otros por el hombre lagartija, David Icke) asegura que la Reina Isabel II junto con otras familias reales, entre las que se incluyen la de algunos banqueros como los Rothschild, provienen de un linaje de razas extraterrestres reptilianas que controlan al mundo y buscan establecer un estado policial perfecto como culminación de su proyecto de un nuevo orden mundial. O como dijera la canción de Sex Pistols: «God save the Queen/ she ain´t no human being».
Es posible que la Reina Isabel II, con un retorcido humor espectral, estuviera jugando con esta corriente conspiranoica y usar el grial de 1984 como tirabuzón, especie de screwball de metaficción.
Por supuesto es difícil pensar que el presidente mexicano, que no parece ser un genio maligno de maquiavélicas manipulaciones dignas de una raza superior de extraterrestres, sea parte de esta élite planetaria (¿suena ridículo preguntarse si Calderón forma parte de los Iluminati?). Pero no sería difícil imaginar que el regalo es parte simbólica de una iniciación o al menos un consejo de alta ingerencia. ¿Querrá la Reina que se combata al narco con una Policía del Pensamiento? ¿O estará estimulando el picaresco gusto por Orwell que según se dice tiene Calderón, en aras de que aplique lo ejecutado en el libro? ¿Soñará, como Napoleón, el pequeño Calderón con convertirse en un Gran Hermano, tal vez utilizar a Televisa como su Ministerio de la Verdad, su agencia Newspeak y culminar la guerra contra el narco con una Policía del Pensamiento?
Aunque ciertamente no creemos que Calderón pueda establecer un Estado de control de estas dimensiones, es sumamente bizarro que la Reina le haya regalado un libro tan cargado de simbolismo. Tal vez la Reina busca programar a Calderón.
Reproducimos algunos extractos de 1984:
«No había forma de saber si estabas siendo observado en cualquier momento específico. Era necesario adivinar qué tan seguido, o a través de que sistema, la Policía del Pensamiento se conectaba a tu puerto. Incluso era concebible que estuvieran vigilando a todos todo el tiempo».
Quizás no es coincidencia que se introdujera una ley que permite a la policía mexicana intervenir llamadas telefónicas, bajo la alarma del narcotráfico, en los días del brote del virus mediático de la influenza.
«El ideal del Partido era algo terrible, enorme y brillante —un mundo de acero y concreto, de monstruosas máquinas y terroríficas armas— una nación de guerreros y fanáticos, marchando adelante en unidad perfecta, todos pensando los mismos pensamientos, gritando los mismos eslogans, perpetuamente trabajando, peleando, triunfando, persiguiendo trescientos millones de personas con el mismo rostro».
Algo que como en la sociedad consumista, “democrática”, aspiracional, tenía que ser logrado programando el libre albedrío:
«No estamos contentos con la obediencia negativa, ni siquiera con la más abyecta sumisión. Cuando finalmente te rindas a nosotros, debe de ser por tu propia voluntad».
«Aboliremos el orgasmo. Nuestros neurólogos ya están trabajando en ello. No habrá lealtad, excepto la lealtad hacia el Partido. No habrá amor, excepto amor a Big Brother”.
(Según Baudrillard, en el mundo hiperreal en el que vivimos, en el extásis de comunicación, el sexo ya no está en el sexo, ha sido traspolado a la representación del sexo: “la pornografía es más sexy que el sexo”).
«Si quieres una imagen del futuro, imagínate una bota estampando un rostro humano, para siempre».
«Pero estaba bien, todo estaba bien, la lucha había terminado. Había ganado la batalla sobre sí mismo. Amaba al Big Brother».
El amor de la dulce ataraxia hacia el Gran Hermano, el confort con el sistema actual, el cáliz de la enajenación: el hombre que se identifica con el dictador, que ve su rostro en todas parte como una moneda holográfica y aprende a amar su reino indolente.