«Hakob, encaramado en el balcón y borracho, comentó el bombardeo al llegar a casa al grito de:
– ¡La bomba cae por allí! ¡Otra cae por allá!
Como si fuese un partido de fútbol.
– Justo así. Además, le encantaba el fútbol -cuenta su hija, Venera (…)»
Hakob terminó su retransmisión con un «estoy aquí», tras una explosión que hizo estallar los cristales y resquebrajar la casa, tras el silencio humano que hizo de la casa una tumba.
Esto es Armenia, en Berdavan. Pero podía ser en cualquier aldea, en cualquier lugar. Hakob no fue el único que salió al balcón a anunciar el bombardeo. Algunos de sus vecinos también salieron, como en cualquier aldea de cualquier lugar, a empaparse de todo lo que acontece en el pueblo y alrededores para después comentarlo con el resto de los vecinos. Como Nargiz, una mujer de la misma aldea que se pasaba casa por casa a informar de la contienda, como una verdadera corresponsal de guerra.
Virginia Mendoza
En el libro de «Heridas del viento»de Virginia Mendoza, lo humano siempre sobrepasa lo extraño, y te hace sentir un poquito de Armenia. Los sueños, la esperanza, la hospitalidad, el cariño, el humor… Virginia Mendoza, periodista y con sus gafas de antropóloga, supo distinguir todas estas cosas comunes de toda la raza humana en su viaje de dos años a un país del que nada o casi nada conocemos. Sólo números. Y el genocidio. Aunque bien podíamos decir que, como en todos los lugares del mundo, cada armenio y armenia es un mundo, con su historia, sus raíces y sus sueños.
«Armenia es su silencio. Su nostalgia. Ser armenio es echar de menos», cuenta.Pero más importantes que las raíces son las ramas que saben a donde tirar.
A Anahit y Makar les preguntaron si querían que su casa estuviera en Armenia o en Georgia. Su «casa divida» quedó entre estos dos países: el baño de su casa, el bosque donde él trabaja de guardabosques y la iglesia donde rezaban, quedaron en Armenia; el resto del pueblo, en Georgia. Al baño les dejan ir, (sin papeles, o al menos con papel del baño, bromean ellos) pero no al bosque; y rezar, rezan a distancia.
Foto de Virginia Mendoza
Makar lo tuvo claro: «Pero si el resto del pueblo vive en Georgia, ¡cómo voy a vivir yo solo en Armenia!» Su nacionalidad es su gente. En su pueblo, cuentan, griegos, armenios y azerís viven como hermanos, pero es que sus azerís son los buenos, aclaran: los de otros pueblos, los de Azerbaiyán, no.
«En Armenia, si algo está por encima de mapas y planos es la creación y fortalecimiento de lazos sociales» explica Mendoza, encantada de perderse por esas redes. Un proverbio armenio dice «los perros que se pelean entre ellos, se unen a los lobos». Los armenios saben que con la cabeza bajo tierra no vive nadie. Aunque todavía hubo quien no paró de buscarse bajo el suelo de su casa. Levon, en realidad, lo que pretendía era hacer un agujero para guardar las patatas.
– «Los vecinos siempre preguntaban si había terminado ya el sitio de las patatas y el respondía «no, que espere un poco. Y así me engañó durante veintitrés años» cuenta su paciente mujer, Tosya, de este hombre que se pasó todos esos largos años excavando en las entrañas de la tierra, hasta que el corazón le falló.
Foto de Virginia Mendoza
Mendoza describe este ahora museo-cueva como una red de galerías de «veintiún metros de profundidad, el equivalente a un edificio de siete plantas. Diez mil toneladas de piedra. Trescientos metros cuadrados. Seis galerías. Ochenta escalones. La temperatura no varía: tanto en invierno como en verano mantiene diez grados centígrados.» «En el punto más bajo, hay una especie de altar decorado con piedras. Levon lo llamaba el sitio de los deseos. Personas de todo el mundo han llegado hasta allí para pedir cosas que, según reconocen algunos, se han cumplido.» El deseo de Levon lo cuenta su compañera Tosya «Él decía que algún día, cuando él no estuviese, yo no estaría sola porque siempre habría alguien visitando su museo y entonces me arrepentiría de haberme quejado.»
Los yazidíes son la principal minoría étnica en Armenia. Rezan al Ángel Pavo Real Melek Taus, y al sol, pero una de las primeras preguntas que le hicieron a Virginia fue si era del Athletic de Bilbao. Bueno, esa, y si en su país las mujeres deben casarse vírgenes y si pueden tener más de un novio.
Melek Taus es el Ángel Caído de otras religiones: Satanás, Lucifer. Pero aunque a los medios les encante remarcarlo, los yazidíes no son satánicos, simplemente porque no lo interpretan de la misma manera y no es tanto veneración como temor.
«En el yazidismo»- explica Virginia Mendoza -«no es preciso el culto al Dios creador por la sencilla razón de que no hará nada. Pero al ángel Melek Taus, capaz de contener el bien y el mal dentro de sí, hay que tenerlo contento para aplicar su ira.»
Visto así…
Foto de Virginia Mendoza
Los molokanes son otro grupo religioso que visitó Mendoza, y su nombre significa «bebedores de leche». Virginia los visitó en Lorri, en el norte de Armenia. Una suerte de pequeña Rusia.
«En 1670 varios disidentes fueron vistos bebiendo leche durante un día de ayuno impuesto por la Iglesia Ortodoxa. El revuelo que tal atrevimiento provocó dio comienzo su historia de aislamiento y persecución» Y es que aquello no aparecía en sus escrituras, y se preguntaban qué lógica tenía dejar de beber un líquido tan sagrado y puro como la leche y venerar, sin embargo, un símbolo del sufrimiento y la muerte de su salvador, como era la cruz.
Por eso, reniegan de la jerarquía eclesiástica y de sus iconos, de la propiedad privada, y están mal vistas muchas costumbres modernas como las nuevas tecnologías, los móviles, la televisión… «hay muchos malos programas» le aseguró el molokan Pavel. Pero Tanya le confiesa que pueden ver la tele y usa los teléfonos quien quiere. Incluso Pavel se olvida del satanismo de la cámara de fotos de la antropóloga y, finalmente, pide retratarse juntos.
«Somos bebedores de leche, eso es todo. Ni siquiera es una cuestión nacional, sólo es una cuestión religiosa y nada más»
Y sobre el segundo genocidio del siglo XX… *
«No vamos a hablar del genocidio. Sentaos y tomad el café – sentencia Movses.
Cinq Femmes. De Jansem.
«Movses e Iskushi son supervivientes del genocidio armenio. Ella dice que llorar no sirve para nada. Sobrevivir tiene que ser algo parecido a llegar a esa conclusión.» cuenta la autora.
«Seguir con vida no siempre significa sobrevivir» puntualiza.
Y Mendoza recomienda dos documentales:
La película Auction of Souls -Ravished Armenia-, protagonizada por la superviviente Aurora Mardigarian, fue la primera película sobre el genocidio armenio y fue abordada desde la situación de las mujeres, violadas y esclavizadas, al igual que lo fue la misma Arshaluys (Aurora) Mardigarian.
La cineasta Suzanne Jardalian también quiso saber qué significaban los tatuajes de su abuela, los que señalaban de por vida a quien pertenecía. En su documental «los tatuajes de la abuela», cuenta que «Cuando era niña yo pensaba que eran signos diabólicos que venían de un mundo oscuro. Agitaba el miedo en mí. Sin embargo, los tatuajes en las manos y la cara de la abuela eran un tabú, nunca se habló de ello». Finalmente, el secreto detrás de marcas azules de la abuela Khanoum se revelan:
«La abuela fue secuestrada y mantenida en la esclavitud durante muchos años en algún lugar de Turquía. Ella era también marcada, tatuada como una propiedad, del mismo modo que se marca al ganado. El descubrimiento de la historia me ha conmovido. Comparto la vergüenza, la culpa y la ira que infectó la vida de mi abuela. El destino de la abuela Khanoum no fue una aberración. Por el contrario, decenas de miles de niñas y adolescentes armenias fueron violadas y secuestradas, mantenidas en la esclavitud».
En su documental, una abuela de 104 años todavía llora por la muerte sus padres.
* (Se dice sobre el genocidio armenio, incluso el Papa así lo dijo hace poco, que fue el primero del siglo XX. El historiador David Olusoga recuerda que “esa triste distinción corresponde en realidad al genocidio que la alemania imperial llevó a cabo una década antes contra los Herero y los Nama, dos grupos étnicos que vivían en la por entonces llamadaGerman South West Africa, ahora conocida como Namibia”. No tendría tanta importancia esta puntualización, lo mismo da que sea primero o segundo, si no fuera porque este genocidio todavía no ha sido reconocido por el gobierno alemán)