La tecnología predictiva está en pleno desarrollo.
La llegada de las iniciativas de Big Data o Datos Masivos en manos de los gobiernos, no sólo está poniendo en riesgo la privacidad, sino que está ofreciendo a aquellos que acceden a dicha información, una nueva manera de gestionar, controlar y vigilar nuestras vidas, hasta un nivel sin precedentes en la historia.
La mayoría de la gente parece haberse resignado a que sus dispositivos de comunicaciones sean vigilados, desde los móviles y las tablets, a los ordenadores y los Wearables.
Sin embargo, nuestra información de salud es la más tentadora y ofrece una ventana de intrusión completa en nuestra vida cotidiana.
Los ejemplos del nuevo nivel de control que se avecina empiezan a aparecer a nuestro alrededor y resultan de lo más preocupantes.
En julio del año pasado, por ejemplo, conocimos un proyecto realizado por investigadores de la Universidad de Tel Aviv consistente en “Una aplicación para Smartphone que puede revolucionar el tratamiento de salud mental”.
Así es como describian el proyecto estos científicos en la nota de prensa:
-Hay una gran necesidad de servicios de apoyo para ayudar a los médicos en la evaluación y el tratamiento de aquellos que sufren de enfermedades mentales.
-Un nuevo sistema basado en teléfonos inteligentes, detecta los cambios en los patrones de comportamiento de los pacientes y, a continuación, los transmite a profesionales en tiempo real.
-Al facilitar la observación del paciente a través de los teléfonos inteligentes, la tecnología también permite a los pacientes un cierto nivel de independencia respecto a hospitales, médicos e incluso miembros de la familia.
-Debido a que la mayoría de las personas de la actualidad poseen teléfonos inteligentes, pensamos, ¿por qué no aprovechar el teléfono inteligente, un depósito que registra las actividades diarias, para monitorear los patrones de comportamiento?
“El trastorno bipolar, por ejemplo, comienza con un episodio maníaco” dijo el Dr. Nevo. “Un paciente que por lo general hace cinco o diez llamadas al día pronto podría empezar a hacer docenas de llamadas al día. Saber cuánto habla por teléfono, cuántos mensajes de texto envía, el número de lugares que visita, cuándo se va a la cama y por cuánto tiempo. Todo esto pueden ser indicadores sobre la salud mental del paciente y proporcionan importantes conocimientos a los médicos que quieren detectar un trastorno antes de que se desarrolle plenamente”
La idea fue bien recibida por otros equipos de psiquiatras en otros lugares del mundo.
La Northwestern University siguió el anuncio de Tel Aviv, proclamando que según sus propias “investigaciones”, el smartphone estándar puede detectar con precisión si una persona tiene depresión, con casi el 90% de precisión, simplemente basándose en los datos de localización GPS y en la información de uso del dispositivo.
Los investigadores parecían muy contentos por los resultados obtenidos a partir de tan sólo 40 participantes, pero vale la pena señalar cuál es su objetivo, según ellos mismos afirmaron:
Objetivo: El objetivo de este estudio fue explorar la detección de marcadores de comportamiento en la vida diaria utilizando los sistemas de telefonía móvil de posicionamiento global (GPS) y sensores de uso, y su uso en la identificación de la gravedad de los síntomas depresivos.
Conclusiones: Mientras que estos resultados deben ser replicados en un estudio más amplio entre participantes con síntomas clínicos confirmados, los resultados obtenidos sugieren que los sensores telefónicos ofrecen numerosas oportunidades clínicas, incluyendo el monitoreo continuo de las poblaciones en riesgo y las intervenciones clínicas que permitan actuar a tiempo.
En definitiva, lo que todos estos científicos afirman es que, controlando cómo usas el móvil, cuánto llamas, cuántos mensajes envías y a dónde vas, pueden detectar si “tienes una enfermedad mental o no, o si estás en riesgo de padecer algún trastorno mental”.
Para ellos, los pensamientos elaborados y complejos de los seres humanos, junto con sus deseos y emociones, pueden ser reemplazados por una superposición algorítmica extraída de los resultados de los sensores de tu móvil.
Solo con esos datos superficiales, estos científicos sostienen que pueden conocerte mejor que tú mismo o que tu propia familia y amigos.
¿Sabías que el tiempo promedio de uso del teléfono inteligente para una persona deprimida, según sus cálculos, es de 68 minutos? ¿Sabías que 17 minutos de uso, en cambio, te convierte en alguien normal?
¿Estos datos tan fríos y superficiales, realmente definen lo que es tu vida y lo que eres tú?
Dichos científicos utilizan términos como “variación de la ubicación”, “clustering”, “movimiento circadiano” y “tiempo de transición” para definir tus movimientos. Es el procedimiento operativo estándar para los reduccionistas y tecnócratas de todo el mundo, aquellos a los que Jon Rappoport ha llamado OTO (obsesionados en organizar).
Lo más peligroso de este tipo de proyectos de análisis de comportamiento es que definen implícitamente lo que es “una vida normal” y ponen bajo sospecha de “enfermedad mental” o “conducta anormal o sospechosa”, a cualquier conducta que se salga de esa norma pre-establecida.
Por lo tanto, si a usted no le gusta pasar el tiempo comprando en centros comerciales y prefiere estar en su casa la mayor parte del tiempo o si por contra, le gusta vagar sin rumbo por las calles durante horas y sin mayor objetivo que dejarse llevar y observar el entorno humano, podría llegar a ser considerado como “sospechoso de enfermedad mental”, simplemente porque no se comporta como todos los demás, según los datos de seguimiento de su teléfono inteligente.
Y estos grandes científicos determinarán entonces que usted debe ser vigilado…”siempre por su propio bien, claro”.
Con todos estos datos, elaboran lo que se conocen como “modelos predictivos”, que reducen la compleja conducta y psique de las personas a meros datos de los que se pueden extraer previsiones de comportamiento futuro, como si todos fuéramos poco más que robots completamente predecibles.
Esto puede parecer un proyecto científico que no llegará a puerto y que no tiene demasiado sentido.
Pero está empezando a ser aplicado cada vez más, tal y como indicábamos en el artículo: PELIGRO: LLEGAN LOS MODELOS PREDICTIVOS A LA MEDICINA
Ya se ha creado el marco político para aplicar estas técnicas de control y seguimiento en algunos países.
Por ejemplo, en EEUU, incrustado en la “ley de protección del paciente y de Asistencia Asequible” (también conocido como Obamacare), se afirma, con toda claridad, el valor de los datos obtenidos de dispositivos de comunicación y de los patrones de comportamiento del consumidor, y augura cómo el gobierno podría exigir cambios en el futuro próximo.
“Las organizaciónes de atención médica canalizan cada vez más a sus pacientes hacia intervenciones basadas, en parte, en lo que deducen a partir de modelos predictivos.
Un creciente número de expertos en el cuidado de la salud, ven los modelos predictivos como una oportunidad para prevenir enfermedades y sus complicaciones, controlar admisiones en hospitales, predecir riesgos, controlar costos para una gama cada vez más diversa de segmentos de población.
Las organizaciónes de atención médica tendrán acceso a fuentes de datos más variadas, como las procedentes de las evaluaciones de riesgo para la salud, evaluaciones de comportamiento, resultados de laboratorio y recetas farmacéuticas, lo que comportará que el impacto de los modelos predictivos se incrementará cada vez más”
Para entender hasta qué punto pretenden analizarnos, controlarnos y clasificarnos mediante estos sistemas de control, solo necesitamos leer lo que dijo sobre dichos modelos David Mohr, director del Centro de Tecnologías de Intervención del Comportamiento de la Escuela Feinberg de Medicina de la Universidad Northwestern:
“La importancia de esto es que podemos detectar si una persona tiene síntomas depresivos y conocer la severidad de esos síntomas sin tener que hacerle ni una sola pregunta. Ahora disponemos de una medida objetiva de la conducta relacionada con la depresión. Y estamos detectándola pasivamente. Los teléfonos pueden proporcionar datos discretamente y sin ningún esfuerzo por parte del usuario”
Naturalmente, el siguiente paso que seguirá a los diagnósticos de depresión, será el de utilizar estas tecnologías para “prevenir los suicidios”.
Y he aquí donde el asunto empieza a adquirir un tono mucho más oscuro y amenazante.
La Universidad de Indiana está tratando de utilizar biomarcadores procedentes de muestras de sangre, tomadas de aquellas personas que están siendo tratadas por trastornos bipolares y otras “enfermedades” mentales y que los psiquiatras afirman que están en un máximo riesgo de suicidio, combinándolos con estas aplicaciones para móviles.
Así es como nos lo venden en el comunicado de prensa de la Universidad de Indiana:
Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana han anunciado en la revista “Molecular Psychiatry”, que han desarrollado pruebas de sangre y cuestionarios instrumentales que pueden predecir con más del 90% de exactitud cuándo un paciente empezará a pensar en suicidarse.
“Creemos que la adopción generalizada de las pruebas de predicción de riesgo en base a estos hallazgos durante las evaluaciones de salud, permitirá a los médicos intervenir con cambios en el estilo de vida o tratamientos que pueden salvar vidas”, declaró Alexander B. Niculescu III, profesor de psiquiatría y neurociencia en la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana.
Usando biomarcadores de ARN a partir de muestras de sangre, junto con un cuestionario de nuevo desarrollo en forma de aplicación para dispositivos móviles, los investigadores fueron capaces de predecir qué individuos dentro de un grupo de pacientes con una variedad de enfermedades psiquiátricas, podrían experimentar impulsos suicidas, con aproximadamente el 92% de precisión. Entre los pacientes con trastorno bipolar, la precisión alcanzó el 98%. La combinación de los biomarcadores y de la aplicación para móviles también fue precisa para predecir cuál de los pacientes acabaría siendo hospitalizado por intento de suicidio en el año siguiente a la prueba”
Estos estudios completan una serie de estudios realizados sobre 217 enfermos psiquiátricos iniciados hace años por el mismo equipo científico dirigido por el Dr. Niculescu; los enfermos presentaban diagnósticos de trastorno bipolar, trastorno depresivo mayor, trastorno esquizoafectivo y esquizofrenia.
Los investigadores identificaron 37 participantes que pasaron de no tener ningún impuslo suicida a presentar impulsos suicidas claros durante el estudio. Los científicos fueron capaces de identificar los ARN que estaban presentes a diferentes niveles en muestras de sangre tomadas a todos los enfermos, entre ellos estos 37 individuos con impulsos suicidas.
Eso les permitió definir la naturaleza de los biomarcadores a vigilar para predecir ese presunto riesgo de suicidio.
Como hemos dicho antes, paralelamente con la aplicación de estos biomarcadores procedentes de análisis de sangre, se utilizarían cuestionarios en forma de aplicaciones para móviles.
Una de las aplicaciones evalúa el nivel de estado de ánimo y de ansiedad; el otro hace preguntas relacionadas con temas de la vida cotidiana, incluyendo la salud física y mental, las adicciones, los factores culturales y el estrés ambiental. Ninguna de estas aplicaciones, le pregunta explícitamente a a una persona si está pensando en suicidarse.
El Dr. Niculescu cree que estas aplicaciones están listas para ser desplegadas y probadas por profesionales de la medicina, especialmente en entornos servicio de urgencias, combinadas con los biomarcadores procedentes de los análisis de sangre.
Con toda probabilidad, mucha gente verá en estas tecnologías un montón de ventajas y las considerará un gran avance para el tratamiento de los trastornos psiquiátricos, antes de que estos se produzcan.
Pero imaginemos por un momento, las implicaciones que el desarrollo de estas técnicas y tecnologías pueden tener para nuestro futuro.
Estamos hablando de un futuro en el que los médicos y psiquiatras podrían determinar, solo analizando los datos de nuestros dispositivos móviles y sin entrevistarse con nosotros, si “estamos a punto de sufrir algún tipo de trastorno psiquiátrico”.
Una vigilancia “pasiva”, de la que nosotros no seríamos conscientes y que iría combinada con el control de determinadas sustancias de nuestra sangre, que funcionarían como indicadores o marcadores de nuestros impulsos futuros.
Eso convertiría a los médicos y a los psiquiatras, en algo parecido a dioses que nos vigilan desde las alturas y que sabrán, “antes que nosotros mismos”, lo que vamos a hacer, cómo y cuándo.
Esas predicciones sobre nuestras posibles acciones futuras, ya no estarán basadas en el contacto humano directo, ni en conocer nuestras circunstancias vitales especificas, ni en un conocimiento de nuestra personalidad propia; estarán basadas en protocolos y algoritmos y en la presencia de indicadores físicos de los que, “los mortales” ni tan solo podemos constatar su existencia.
Y gracias a estas frías predicciones, estos médicos podrán intervenir sobre nuestras vidas, con el presunto propósito de “salvarnos de nosotros mismos”, antes de “que nos hagamos daño”.
Y puesto que estas previsiones de conducta futura estarán basadas en fríos protocolos y algoritmos informáticos, podemos deducir que, en un futuro no muy lejano, ni tan solo hará falta la intervención de seres humanos para predecir nuestras futuras acciones: cualquier inteligencia artificial podrá determinar, siguiendo estos protocolos, cuándo cualquiera de nosotros podemos convertirnos “en un peligro potencial” porque no cumplimos con determinados estándares; y será esa inteligencia artificial, convertida en infalible juez supremo sabedor de la verdad absoluta, la que determinará si “debemos ser sometidos a tratamiento psiquiátrico urgente” para “prevenir males mayores”.
Este es el futuro obvio que se perfila en el horizonte, por culpa de esos tecnócratas maníacos del control, vestidos con sus batas blancas y convertidos en los sacerdotes de una nueva religión basada en dogmas científicos.
¿Hasta qué punto estamos dispuestos a dejarnos vigilar y controlar? ¿quién garantizará que todos estos protocolos son realmente correctos y que no pueden ser alterados a conveniencia para “acabar con aquellos individuos molestos o desobedientes que se aparten de los marcos de conducta correctos”?
Si no empezamos a actuar ahora, pronto seremos perseguidos y por simples máquinas, antes de que ni tan solo, hayamos hecho nada…
http://elrobotpescador.com/2015/09/10/el-peligro-de-las-aplicaciones-de-medicina-predictiva/