Steven Weinberg: «El mundo está gobernado por leyes matemáticas impersonales»

Foto: Larry D. Moore – Wikimedia CC BY-SA 3.0
La respuesta más importante que la ciencia ha dado a una pregunta humana es que «el mundo está gobernado por leyes matemáticas impersonales, sobre las que los propósitos o los deseos humanos no influyen en absoluto», según el Premio Nobel de Física de 1979, Steven Weinberg.

Nacido en Nueva York en 1933, hijo de inmigrantes judíos, Weinberg se doctoró en Física por la Universidad de Princeton en 1957 y ganó el Nobel por combinar electromagnetismo y fuerza débil en el conocido como modelo electrodébil de las partículas elementales.

El premio, compartido con Sheldon Lee Glashow y Abdus Salam, le catapultó a los primeros puestos entre los expertos mundiales de física teórica.

Entre sus numerosos reconocimientos figura el Premio Lewis Thomas, que se concede a los mejores escritores de divulgación científica, gracias a trabajos como «Los tres primeros minutos del universo» o «El sueño de una teoría final».

«Creo que fue -el novelista y ensayista británico- E. M. Forster quien dijo que escribía para ganarse el respeto de aquellos a los que él respetaba…, y para ganarse el pan», recuerda Weinberg, que acaba de publicar en español su obra «Explicar el mundo» (Taurus).

Y añade: «Me gusta pensar que hay personas inteligentes, no necesariamente físicos, que disfrutan de lo que escribo… Por supuesto el pan también es digno de ingresos».

En su última obra repasa someramente las contribuciones científicas desde la antigua Grecia hasta la época de Newton, cuando «las metas y criterios de la ciencia todavía no habían adquirido su forma actual», y que ha examinado aportando «la perspectiva desde la que un científico actual en activo ve la ciencia del pasado».

Ante el riesgo de intentar comprender la forma de razonar de los investigadores antiguos juzgando el pasado con criterios contemporáneos, reconoce que «es difícil entender la mentalidad de nuestros predecesores pero tenemos que intentarlo, examinando sus éxitos y sus fracasos» y «sin olvidar la diferencia entre ambos».

En ese sentido,

un aspecto interesante del libro es su examen de la Edad Media, época que suele presentarse como ejemplo de superstición o incompetencia pero que sale mejor parada en las reflexiones de Weinberg.

«No puedo considerar como incompetentes o supersticiosos a científicos como (Jean) Buridan -discípulo de Guillermo de Ockham, que experimentó con la lógica, la óptica y la mecánica- o (Nicolas) Oresme -quien destacó como astrónomo, psicólogo, físico, filósofo y economista-…, aunque ellos no tenían nuestro conocimiento moderno para aprender acerca del mundo», argumenta.

Además de su investigación propiamente dicha, Weinberg ejerce, junto a otros investigadores conocidos como Richard Dawkins o Norman Levitt, como uno de los principales defensores del materialismo científico y destaca como activista del racionalismo, muy beligerante contra el hecho religioso.

De hecho, una de sus reflexiones más polémicas la pronunció en 1999 durante una conferencia en Washington donde describió la religión como «un insulto para la dignidad», una opinión que comparte con creencias como la astrología pues según asegura «en cierto sentido, todo lo que existe en el universo afecta a lo demás que hay en él, pero los tipos de efecto descritos por los astrólogos son simplemente un sinsentido».

Como ejemplo, explica por qué la luna, responsable de las mareas terrestres, no afecta a los seres humanos como defiende la astrología pese a que estos están compuestos por una cantidad de H20 que puede alcanzar hasta el 75 % de su peso total.

Aún así, todavía queda mucho por explicar pues «cuanto más comprensible parece nuestro universo, más parece no tener sentido» y existen bastantes asuntos que la ciencia no ha logrado esclarecer como la naturaleza de la materia y la energía oscuras, que conforman el 90 % de lo que existe.

Para Weinberg, el científico más importante de la historia «en lo que se refiere a las ciencias físicas» es Isaac Newton, aunque también cita a Charles Darwin, que «puede haber desempeñado un papel más importante a la hora de dilucidar la naturaleza impersonal de las leyes que gobiernan el mundo». EFE

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