El marketing utiliza todos los artilugios habidos y por haber para conseguir sus objetivos. Es por ello que aplica todos los recursos a su alcance para intentar que un producto o idea capte nuestra atención.
Desde que los expertos en ventas se han dado cuenta de que usar un color específico puede modificar nuestras decisiones como consumidores, también lo han aprovechado.
La llamada “psicología del color” es un campo que se dedica a analizar los efectos que cada tono tiene en nuestra conducta. Estos datos son usados no sólo en el marketing, sino también en el arte, en la arquitectura, en la educación, en el diseño, etc.
En el caso puntual de la publicidad y las ventas, vale decir que se utilizan los colores para poder construir la imagen de una marca o producto y así poder lanzar las campañas al mercado.
¿Cómo utilizan los colores para que compremos?
Según el tono que elijan los creativos de una firma, un artículo o toda una marca puede ser un éxito o un fracaso. ¿Tal es el alcance de los colores? Claro que sí. Pueden condicionar los valores que se perciben del producto, las ganas de comprarlo, los sentimientos que incitan, etc.
Las firmas más importantes del mundo se basan en una tabla que relaciona el color con la percepción. De esta manera:
El amarillo: Es optimismo, calidez y claridad. Ejemplos de este color son Best Buy, Subway, Shell, Nikon, Chevrolet, UPS, IKEA, Ferrari y Mc Donalds.
El naranja: Es amistad, confidencialidad y confianza. Empresas que eligieron este color son Nickelodeon, Fanta, Mozzila, Crush, VLC, Amazon y Gulf.
El rojo: Es excitante para los sentidos. Ejemplos: Coca Cola, Nintendo, Kellogg’s, CNN, Exxon, Lego, Pinterest y Canon.
El violeta: Es creatividad e imaginación. Algunas marcas que han optado por este color son SyFy, Yahoo, Taco Bell, Lynx, Barbie y Cadbury.
El azul: Es confianza, seriedad. Ejemplos de productos con este tono son Dell, HP, Oreo, Oral B, Walmart, WordPress, Vimeo, Twitter y American Express.
El verde: Es paz, salud y crecimiento. Marcas relacionadas a este color son Tropicana, John Deere, Monster, Spotify, Animal Planet, Android y Starbucks.
El blanco y negro: Juntos son calma y equilibrio (también se puede usar el gris). Ejemplos: Cartoon Network, Apple, New York Times, Wikipedia, Puma, Nike.
Nos quedan también aquellas que han usado más de un color en su marca, como es el caso de Google, NBC, Windows y Ebay. En estos ejemplos, el objetivo es que el cliente experimente más de una sensación.
¿Por qué elegimos una marca por su color?
Según un estudio llamado “El impacto del color en el marketing”, el 90% de los consumidores hicieron un juicio de valor de un producto en relación a su color. Por su parte, existe una relación marca-color que depende de la emoción. Esto quiere decir que no elegiremos algo amarillo o naranja si estamos deprimidos, por ejemplo.
Los colores afectan cada uno de nuestros actos y eso se puede ver en cualquier momento del día. Por ejemplo, no es lo mismo estar en una oficina de tonos monótonos que en una en la que parece que ha aparecido el arcoiris tras la lluvia. Si los colores nos ayudan a descansar mejor, a estudiar, a estar más calmados, a disfrutar del hogar, etc. ¿Por qué entonces no nos iban a “decir” qué comprar o consumir?
Más allá de las estrategias usadas por las marcas para llamar nuestra atención, también valen nuestras experiencias. Si nuestro color favorito es el verde, por ejemplo, es más probable que elijamos los productos que han elegido este tono y nos será más difícil tomar un artículo que sea azul o naranja, por citar dos casos.
Si hacemos la prueba de ir al mercado y analizar qué llama nuestra atención, seguro serán los colores más fuertes o brillantes como el amarillo, pero eso no quiere decir que en el 100% de los casos terminemos comprando ese producto. Hay otras cosas que nos tienen que convencer, pero son elementos que al menos vamos a evaluar porque ha atraído nuestra atención.
La clave está en saber diferenciar no por su tono, sino por su calidad, su precio o su utilización. De esta manera, seremos consumidores conscientes y no “robots” que compran lo que las compañías quieren.
Fuente: La Mente es Maravillosa