Aida. Jóvenes rebeldes y con adicciones (al celular, cigarro, drogas, etc.): un secreto para ayudarles

Antes los castigos, amenazas o advertencias respecto a lo que estaba bien o mal hacer, era una de las formas en como los padres educaban, y aunque no faltaba algún muchacho que se rebelara, por lo general, al parecer de muchos adultos de ahora, había más obediencia, mas conciencia y los muchachos escuchaban más y hacían “más caso”.

“¡No quiero escucharte!”, “No me importa lo que digas”

Son frases o actitudes que ahora abundan entre muchos jóvenes. A diferencia de los muchachos de antes (adultos de ahora), un gran número de adolescentes en la actualidad parecen en verdad muy sensibles, rebeldes y muy poco cercanos a los adultos, no quieren escuchar, contestan de formas agresivas y muchos de ellos se aíslan en el mundo de los celulares, internet y redes sociales que los hace separarse de los adultos, quienes viven preocupados, estresados y enfadados quizá porque no pueden acercarse a sus hijos, alumnos, etc. y ayudarles a “ver el camino”, en lugar de ver todo el día el celular.

Avalancha de información e inquietudes

Definitivamente, estos son tiempos en verdad muy distintos a los que había apenas hace veinte años. Solo notar los grandes brincos de la tecnología y toda la información disponible en internet que lleva a los jóvenes a tener que procesar una gran cantidad de datos a edades que se consideran no aptas por los adultos, pero que a ellos parecen fascinarles y despierta en ellos una gran curiosidad por diversidad de temas a los cuales parece ya no se les puede frenar ni decir nada. Los jóvenes quieren explorar con más fuerza que antes el cigarro, la sexualidad, las drogas y lo que significa en cierto modo la libertad de poder ser y hacer a su antojo lo que ellos consideran mejor para ellos.

Autoridad excesiva o nula e indulgente

Los padres, al ver la avalancha de inquietudes y reacciones desenfrenadas en los jóvenes, intentan frenar este proceso y pueden tomar dos actitudes: ya sea regañar, manipular, castigar como antes se hacía, lo cual proviene de padres autoritarios, o por el otro lado, la reacción puede ser totalmente opuesta y los padres soltar las riendas a los jóvenes y permitirles hacer lo que ellos dicen y sienten.

Sin embargo, parece que ni el autoritarismo, ni la indulgencia funcionan. El dejar a un joven guiarse y hacer lo que le plazca, o restringirle severamente, parece que al final da los mismos resultados: el joven hará y experimentara lo que desea. Incluso si hay cosas que lo dañen.

Efecto resistencia y efecto no me importas

El autoritarismo, por ejemplo, lo que provoca en los jóvenes es el efecto resistencia, es decir, que la rebelión se hará con más fuerza: gritos, reproches, desobediencia y sobre todo el aislamiento a miles de kilómetros de distancia de los padres, quienes en verdad no tendrán una idea de lo que el joven hace, la nula confianza del hijo al padre que es la causa del autoritarismo hará al padre empezar a sospechar, y esto hará nuevos juicios en la cabeza del padre, los miedos se dispararan y entonces querrá apretar con más fuerza sus castigos, sus reproches para que el joven “se ajuste”. Esto, lo único que trae es mas aislamiento, y el niño sin duda se refugiara en su mundo, sus amigos, no querrá saber nada de quien lo reprende, la autoridad del padre se puede decir en este caso está realmente perdida y, entre más el padre se muestre inflexible y reprobatorio, mas acentuara esta conducta. La relación acabara por asfixiarse.

Por otro lado, en el caso de padres permisivos e indulgentes, que quieren hacerse amigos de los hijos o evitar la pelea a toda costa por lo que “no les dicen nada”, descuidan sin duda el aspecto de guía y orientadores. Los muchachos con este tipo de educación parecen sentirse más cómodos, pueden hacer y decir más cosas, aparentemente se han ganado la confianza de los padres, pero en el fondo hay muchas cosas que esconden y que temen contarlas a sus padres porque justamente no les inspiran un terreno donde puedan nutrirse y aprender.

La indulgencia puede ser interpretada por el joven cómo una falta de carácter, o como un “no me importa lo que hagas” que sienten les dice indirectamente el padre cuando les permite hacer cosas solo para que el no se enoje o frustre. Esta educación permisiva y floja es una de las actitudes que toman muchos padres que vienen de educaciones muy estrictas e intentan compensar en los hijos sus propias frustraciones permitiéndoles hacer lo que quieren porque “no vayan a sufrir como yo”. Pero en el fondo, un hijo así, que no se siente orientado ni nutrido por el padre, sentirá sin duda mucha inseguridad, desconfianza, y estará en el fondo enojado por no encontrar la guía que necesita con sus padres.

Síntomas de jóvenes con padres que castigan y amenazan, y de padres indulgentes

En ambos casos, tanto en una autoridad de castigos y reproches, y en la indulgencia, los jóvenes se vuelven:

  • Rebeldes
  • Aislados y sin ganas de escuchar lo que proviene de su núcleo familiar
  • Su estima es realmente baja porque no saben cómo guiarse, empieza a haber muchas dudas y confusiones lo cual les genera dolor emocional, es decir, una sensación de carecer de todo eso que se les exige afuera, de lo que la sociedad reprueba, de lo que los mismos padres les exigen que sean, etc.
  • La gran confusión que sienten entre el ideal de lo que deberían ser, y lo que sus padres y otros adultos esperan de ellos, les causa una sensación de insuficiencia, se sienten solos y entonces, empiezan a refugiarse en dependencias.
  • Son dependientes porque necesitan mucho de la aprobación ajena, porque ellos mismos carecen de esto, por lo que se refugian en salidas fáciles para su dolor y confusión como las drogas, el sexo, los placeres y el vivir experiencias de una forma desmesurada e insaciable en algnos.

Las dependencias y la rebeldía

Toda dependencia habla en el fondo de una muy baja estima y un fuerte dolor del cual se intenta escapar con el objeto al que se depende o el que se busca con ansiedad. Quitar la dependencia y la rebeldía con gritos y amenazas, o con la permisividad, no servirá de nada, sino que generara más frustración en el joven.

Ayudando al joven a crecer

La clave esta no en podar las actitudes de los jóvenes, sino en ayudarles a cambiar sus percepciones. Es decir, dejar de cortar las manzanas, e ir a la raíz del problema. Esto es lo que yo llamo una educación basada en la ley de causa y efecto. Si podemos enseñar esta ley a nuestro muchachos, sin duda empezaremos a ver grandiosos resultados.

Educar a partir de Ley de causa y efecto

  1. Lo primero es que el padre necesita empezar a observarse y a reconocer que no está ayudando a su hijo o hija con tan sólo intentar “podar” ciertas actitudes, o seguir viendo como su hijo da manzanas que le resultan detestables.
  2. Nunca se debe criticar una actitud ni amenazar ni castigar: Esto es como criticar un árbol por las manzanas que da. Si al padre se le disparan las críticas y las amenazas, debe aprender a contenerse. Puede descargar su frustración en algún lugar a solas, y luego entender que hay que ir a la raíz del problema y no a las manzanas.
  3. Ahora bien. Una vez que el padre ya empezó a contenerse, debe entonces iniciar la etapa de ayudar al hijo a tener sus propias percepciones y aumentar su estima: la raíz del problema
  4. Evitar adular: De nada sirve decirle al niño que es muy valioso, que el puede, que confíe, si el no lo ve o siente. Hay muchos padres que a cada rato les repiten a los jóvenes que son valiosos, y los tratan como reyes o reinas para hacerlos sentir así, pero a la hora que estos llegan a la escuela y no reciben el mismo trato, se sienten muy pequeños y confundidos: “Como es que en casa si soy “lo mejor”, y aquí los amigo ni me hablan?”. Así que empiezan a desconfiar del padre, de alguna forma sienten que hay algo que el padre no les dice. Y entonces, intentara agradar a toda costa a los demás para recibir lo mismo que recibe en casa. Esto los convierte en niños muy influenciables
  5. Para empezar a ayudar al joven es imprescindible que se tome en cuenta que lo principal es ayudarles a pensar, a influir en sus decisiones y a participar creativamente con sus padres para que ellos encuentren lo que necesitan, y no lo que los padres quieren que encuentren.
  6. Reacciones mecánicas: la guía más poderosa es la pregunta y respuesta, la mejor educación es donde el padre prácticamente no dice nada, hasta que el joven lo ha pensado y visto y valorado desde su lugar. Por ejemplo. Si un joven contesta fuerte, un padre puede disparar en su cabeza cosas como “no seas irrespetuoso” “No debes gritarme”, y todos estos pensamientos son ciertamente mecánicos. Muchos padres no saben siquiera lo que es el respeto, así que solo reaccionan a como se les educó. Cuando uno solo reacciona, no puede guiar ni educar. Y entonces quizá el adulto se “ofenda” y reaccione con castigo.
  7. Preguntas efectivas: Así que hay que detener este tipo de reacciones y mejor ayudar al joven a que el mismo se nutra de lo que siente. Por ejemplo, si grita, si no quiere escuchar, si está haciendo algo que no es “bueno”, el adulto puede calmarse, observarlo y preguntarle cosas según la situación como: ¿Qué te molesta tanto? Te entiendo. Yo me sentiría igual. ¿Y qué puedes hacer al respecto? ¿Cómo podemos (o puedes) arreglarlo? ¿Qué te gustaría que sucediera en lugar de esto? ¿Por qué? ¿Por qué te gustaría hacer eso? ¿LO has hecho alguna vez? ¿Y qué sentiste? ¿Ya sabes a donde lleva? ¿Te gustaría eso para tu vida? ¿te hace sentir bien?

La pregunta y la respuesta ayudará al joven a empezar a guiarse y poder entenderse mejor. El padre debe mostrarse más bien receptivo, amable y dar su opinión siempre diciendo “Bueno, yo considero esto…”, “Yo la verdad no lo haría, pero es tu vida”, “Yo se que eso a la larga destruye tu cuerpo, tengo un libro bueno de eso, te gustaría leerlo?”

Sin imposición, sin castigo, sin permisión, el joven empezara a encontrar en su padre un apoyo para el aprender a nutrirse, aunque al principio se muestre resistente a esto, empezara a reaccionar cuando sienta en el padre verdadero nteres en el, y no en lo que el padre espera de el. El joven se empezara a sentir escuchado, verdaderamente valorado y conducido en su forma de sentir y pensar. Y aquí inicia en verdad una ayuda sincera para ayudar a crecer a los jóvenes.

 Vivir SabiaMente

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