El despertar espiritual no es un sentimiento, estado o experiencia especial. No es una meta o destino, o algo que deba alcanzarse.
Como el Buda trató de enseñarnos (aunque pocos lo escucharon), no se trata de un logro sobrehumano. No se trata de un estado especial de perfección reservada para unos cuantos privilegiados o afortunados. No se trata de un club privado. No hay que viajar a la India para encontrarlo.
No es una experiencia fuera del cuerpo, y no implica vivir en una cueva, apagando todos tus hermosos sentidos, separándote de las realidades de este mundo. No te puede ser transmitido por ningún gurú sofisticado con barba (o sin barba), tampoco es algo que se pueda quitar o perder. No tienes que convertirte discípulo de nadie, o deshacerte de tus posesiones. No tienes que unirte a un culto. No tienes que ser seguidor de nadie.
Más bien, es una antigua y constante invitación – a través de cada momento de tu vida – a confiar y aceptarte exactamente como eres, en toda tu gloriosa imperfección.
Se trata de estar completamente presente y despierto a cada precioso momento, saliendo de la película épica del pasado y futuro («La Historia de Mí») y estar presente para la vida, sabiendo que incluso tus sentimientos de no aceptación son aceptados aquí.
Se trata de abrirte radicalmente a este extraordinario regalo de la existencia, abrazando tanto el dolor como la alegría, la felicidad y la tristeza, el éxtasis y el agobio, la certeza y la duda.
Sabiendo que nunca estás separado de la Totalidad, que nunca estás dañado, que nunca estás realmente perdido.
Una ola nunca puede abandonar, o encontrar el océano.
Tú eres Eso.
Autor: Jeff Foster
Fuente: Jeff Foster en Español – Facebook
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