– Un nuevo estudio sobre las consecuencias que tendrá para Nueva Zelanda el Acuerdo Transpacífico de Asociación para la Cooperación Económica (TPP, en inglés) examina varios de los temas económicos fundamentales del pacto comercial que 12 países firmarán en Auckland el jueves 4.
Es notable lo poco que aportará el TPP. El producto interno bruto de Nueva Zelanda crecerá 47 por ciento para el año 2030 sin el acuerdo y 47,9 por ciento con él. Incluso ese pequeño beneficio es una exageración, ya que el modelo utilizado hace supuestos dudosos y los beneficios reales serán incluso menores, según el estudio.
Si se incluyen todos los costos, los beneficios económicos netos para la economía de Nueva Zelanda están en duda. Las ganancias derivadas de las reducciones arancelarias son inferiores a 25 por ciento de los beneficios proyectados, de acuerdo con el modelo oficial del gobierno neozelandés.
Aunque la mayoría de los beneficios proyectados son el resultado de la reducción de las barreras no arancelarias (BNA), las proyecciones se basan en información insuficiente y dudosa que ni siquiera identifica las BNA que reduciría el TPP.
Agricultura
Los principales beneficiarios en Nueva Zelanda serán los exportadores agrícolas, pero las leves reducciones arancelarias de 1,3 por ciento en promedio para 2030 son pequeñas en comparación con los precios actuales de los productos básicos y la volatilidad del tipo de cambio.
Continuarán las barreras comerciales a las exportaciones agrícolas en los mercados de alimentos de Canadá, Estados Unidos y Japón, que quedarán fijas con el TPP.
El acuerdo tampoco abordó a los subsidios agrícolas que constituyen una importante distorsión del comercio. En algunos sectores de Canadá, Estados Unidos y Japón siguen en pie considerables barreras arancelarias, que probablemente queden fijas en el marco del TPP y serán casi imposibles de eliminar en el futuro.
Los límites al etiquetado que imponen las medidas sanitarias y fitosanitarias del TPP también pueden restringir las oportunidades de los exportadores de alimentos para ocupar posiciones de nichos de mercado diferenciados y de alta calidad.
El TPP también se utilizó para socavar las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio, el único foro para la eliminación de los subsidios que distorsionan el comercio.
SCIE
Las disposiciones y las restricciones que impone el mecanismo de solución de controversias entre inversores y Estados (SCIE) del TPP a las empresas estatales habrán de disuadir a futuros gobiernos neozelandeses de adoptar normas y políticas de interés público, por temor a las demandas de los intereses corporativos.
La amenaza en sí ya alcanza para disciplinar a los gobiernos al provocar un “congelamiento reglamentario”. El TPP es en gran medida una carta de principios para las empresas, especialmente las corporaciones transnacionales estadounidenses. De esta manera inadvertida se frena la transformación económica que el mundo necesita.
Es probable que los beneficios del TPP sean asimétricos, ya que es más favorable a las grandes prácticas comerciales de Estados Unidos y profundizará las desventajas que implican la pequeña dimensión y la lejanía.
Los potenciales pagos por indemnización o acuerdos por SCIE podrían superar con creces los limitados beneficios económicos del TPP. Incluso cuando los casos se defendieran con éxito, los costos legales serán muy altos.
Adición de valor
El TPP puede ayudar y obstaculizar las ambiciones para agregar valor a las materias primas y los productos básicos, y para avanzar las cadenas de valor. Sin embargo, es probable que refuerce la posición de Nueva Zelanda como un productor de productos básicos y, por tanto, obstaculice los avances en la cadena de valor donde yace una mayor prosperidad económica.
Se requiere más análisis basado en el acuerdo real para determinar las condiciones y las probabilidades de esos avances.
El TPP limitará la capacidad del gobierno para innovar y afrontar los desafíos nacionales, y es probable que agrave rápidamente problemas como la degradación ambiental y el cambio climático.
Además, se proyecta que el TPP reducirá el empleo y aumentará la desigualdad de ingresos en Nueva Zelanda. En su análisis, el gobierno no ha considerado los costos probables, que seguramente sean muy importantes y podrían superar a los beneficios económicos.
Por lo tanto, el TPP está lejos de ser “un acuerdo comercial para el siglo XXI”, como afirman sus defensores. Antes de ratificar el acuerdo haría falta un análisis más exhaustivo, equilibrado y objetivo de costo-beneficio sobre la base del acuerdo de octubre de 2015.
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Traducido por Álvaro Queiruga
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