Una reforma destinada a simplificar la caprichosa ortografía del francés opone en debates apasionados a partidarios de sacrificar acentos circunflejos o guiones en aras de la facilidad y los detractores de una medida demagógica que iguala por lo bajo.
¿”Abîme” o “abime”, “nénuphar” o “nénufar”, “week-end” o “weekend”? La reforma, decidida por las autoridades hace 26 años sin despertar mayores debates, genera hoy una polémica en Francia a la hora de implementarla en los textos escolares.
La simplificación de unas 2.400 palabras fue adoptada en 1990 por la venerable Academia Francesa, pero su irrupción en las aulas causa revuelo hasta en las redes sociales.
En Francia, donde oponerse a lo que sea es casi un deporte nacional, la causa de la ortografía parece haber abierto un nuevo frente, al punto que el matutino conservador Le Figaro le dedica su portada.
Atrincherados detrás del hashtag “JeSuisCirconflexe” –que hace eco al famoso “JeSuisCharlie” de repudio a los atentados islamistas– los puristas deploran perder el peculiar acento circunflejo con forma de sombrero.
Una circular enviada el año pasado a los docentes establece las nuevas grafías, aunque se sigan tolerando las antiguas.
“La lengua es un ser vivo”, proclamó el entonces secretario perpetuo de la Academia Francesa Maurice Druon cuando se anunciaron los cambios hace un cuarto de siglo.
La periodista especializada en temas educativos Louise Tourret opinó en el sitio liberal Slate.fr que la defensa a ultranza de los acentos circunflejos es una “práctica elitista y estéril”.
Los políticos tampoco no tardaron en salir al ruedo. Según el diputado Eric Ciotti (LR, derecha), a través de la reforma se impone “un nuevo igualamiento por lo bajo”.
Simplificación vs. elitismo
Entre los docentes también hay tirios y troyanos. La Unión Nacional Interuniversitaria (UNI) estima que “la reforma conducirá a un verdadero empobrecimiento de la lengua francesa (…) para acercarla a la escritura fonética, al estilo SMS”.
Tal como ocurre con las demás lenguas, la práctica de los mensajes de texto, entre otros factores, favorece cada vez más una escritura aproximativa, como puede constatar cualquiera que consulte foros de periódicos o comentarios en Facebook.
La ortografía del francés encierra notorias incoherencias lógicas: se escribe por ejemplo “imbécile” (imbécil) con una sola “l” e “imbécillité” (imbecilidad), con dos. Esas incongruencias forman parte según los puristas de su encanto pero complican la tarea de los docentes y la difusión a nivel internacional de una lengua en declive frente a la hegemonía del inglés.
Algunos editores como Hatier optaron por integrar la nueva ortografía en sus textos escolares, pero los maestros aplican las reglas de manera desigual.
Los entusiastas señalan que las nuevas reglas se aplican a apenas un 4% de las palabras.
Otros estiman en cambio que por querer facilitar las cosas tolerando dos variantes se termina creando una gran confusión, especialmente para aquellos alumnos con mayores dificultades. Invocan el ejemplo poco concluyente de una iniciativa implementada hace años en Alemania.
La ortografía simplificada –sostienen– corre además el riesgo de convertirse en un señalador adicional de origen social en una sociedad francesa ya plagada de reglas y códigos no escritos detrás de la fachada de una república igualitaria.
El escritor y académico Jean d’Ormesson, una de las personalidades más populares de Francia sin distinción de tendencias políticas, deplora en las columnas de Le Figaro que la polémica ocupe un lugar tan importante en momentos en que Francia atraviesa dificultades mas apremiantes en varios frentes. “Hay cosas más urgentes”, opina Jean d’Ormesson. “Reformaremos la ortografía cuando haya regresado la prosperidad”.
Apasionados debates en Francia por reforma para simplificar la ortografía