Yasmin Ali BBC
Cuando hablamos de espacio rara vez pensamos en a quién le pertenece.
Pero a medida en que la exploración espacial continúa avanzando, y con las oportunidades comerciales para las empresas cada vez más cerca, hay preguntas sobre política y dominación que deben plantearse y responderse.
Muchos saben que Neil Armstrong plantó una bandera de Estados Unidos en la Luna en 1969.
Aunque este gesto pudo haber implicado propiedad territorial, fue puramente simbólico debido al Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967.
Un total de 129 naciones -incluidas China, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos- firmaron ese tratado, que está supervisado por la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Ultraterrestre.
En él se establecen principios importantes, como el concepto de que el espacio debe ser considerado una provincia de toda la humanidad, que el espacio ultraterrestre es libre para la exploración y uso de todos los Estados, y que la Luna y otros cuerpos celestes no pueden ser reclamados por una nación soberana.
Además, la Luna y los cuerpos celestes deben usarse únicamente para propósitos pacíficos y no deben colocarse armas en órbita o en el espacio.
«Con frecuencia se hace referencia a esto como la constitución del espacio ultraterrestre», dice la doctora Jill Stuart, investigadora de la London School of Economics y editora de la revista Space Policy.
¿Dónde está el espacio ultraterrestre?
El tratado, hasta ahora, ha funcionado -explica la doctora Stuart- pero tiene ciertos inconvenientes potenciales.
¿Cambiará la era de los vuelos comerciales nuestra actitud sobre la propiedad del espacio?
«No hay una definición oficial del espacio ultraterrestre, pero es algo en lo que el grupo de trabajo de Naciones Unidas está actualmente consultando con los países miembros».
«Sospecho que acordaremos una demarcación física en la Línea de Kármán, que está a unos 100 km hacia arriba, pero también está la opción de acordar una definición funcional», explica.
«En esta las leyes están definidas en base a la función de un objeto espacial más que en dónde estos están ubicados en el espacio».
Una demarcación física resulta en mucho papeleo para las compañías comerciales de vuelos espaciales, como Virgin Galactic, que está desarrollando un avión de turismo para vuelos suborbitales.
Esto significa que Virgin tiene que cumplir tanto con las leyes internacionales de aviación como las leyes espaciales, a pesar de que sólo estará «en el espacio» durante cino o seis minutos.
Será necesario alcanzar un compromiso razonable.
Minería en la Luna
Los comentaristas están de acuerdo en que el Tratado del Espacio Ultraterrestre es un excelente fundamento para la ley internacional espacial, pero no hace referencia a actividades comerciales en el espacio, como la explotación de recursos. Quizás porque estas actividades no fueron previstas en 1967.
«La ley internacional es ambigua sobre las compañías privadas que establecen operaciones de minería en el espacio», dice Ian Crawford, profesor de ciencia planetaria del Birbeck College de la Universidad de Londres.
«Es necesario revisar el Tratado del Espacio Ultraterrestre y actualizarlo».
Cada país es dueño de sus propios satélites.
Hay un argumento de que en el futuro, cuando se desarrollen activos en el espacio, será más barato utilizar materias primas del espacio que transportarlas desde la Tierra.
También hay otra razón firme para establecer leyes espaciales claramente definidas, dice el profesor Crawford: «Por razones científicas ciertas áreas de la Luna son sitios de especial interés científico y deben ser conservadas y protegidas de las actividades comerciales».
A medida que la población de la Tierra aumente y se requieran más materias primeras para mantener altos estándares de vida, podría decirse que es más ético y sensato ecológicamente explotar esos materiales en cuerpos celestes donde no haya hábitats ni biodiversidad, en lugar de seguir explotando este planeta.
Esto plantea otro problema: si la minería espacial se convierte en una realidad con compañías privadas como Planetary Resources y Moon Express, ¿contradirá su trabajo al Tratado del Espacio Ultraterrestre?
¿Podrán justificar que lo que están haciendo es para el beneficio e interés de todas las naciones y la humanidad?
Guerras espaciales
«Nuestra vida diaria depende del espacio. Cada vez que hacemos una llamada telefónica, una transacción financiera o usamos Google Maps, dependemos de las señales de satélite», explica la doctora Cassandra Steer, directora ejecutiva del Instituto McGill para Leyes Aéreas y Espaciales.
¿El país que llegue primero a otro planeta será dueño de él?
A pesar del mito de que el espacio exterior es un «viejo oeste» anárquico, de hecho todas las leyes internacionales se aplican allí.
Pero si estas leyes ya se están aplicando, ¿cuál es el problema?
Además del Tratado del Espacio Ultraterrestre, hay otros cuatro tratados que gobiernan el espacio exterior.
Según el Convenio sobre la Responsabilidad Espacial, cualquier cosa que se mande al espacio debe registrarse en el Estado desde el que se lance, y se convierte en territorio soberano.
«Si atacaras los satélites de otro país, crearías una cantidad de escombros en el espacio que podrían chocar con otros satélites», afirma el doctor Steer.
Aquí es donde surge la ambigüedad sobre quién es responsable por limpiar ese desorden.
La doctora Steer agrega que algunos satélites tiene un doble uso. Sus tecnologías pueden ser usadas tanto en un contexto militar como en uno civil, y eso hace que los asuntos que rodean al Tratado del Espacio Ultraterrestre sean bastante complejos.
Y ¿qué pasa si se descubre vida inteligente en el espacio, con sus propias regulaciones? ¿Qué leyes tendrán prioridad?
Este tópico quizás arroja más preguntas que respuestas.
«Estamos en un punto en el que cada vez es más apremiante reevaluar la actual infraestructura legal que gobierna el espacio extraterrestre», concluye la doctora Stuart.
http://www.24horas.cl/noticiasbbc/quien-es-dueno-del-espacio-exterior-1925414
Hasta donde yo sé, en el espacio exterior rigen las leyes de derecho marítimo. Es decir, se considera el espacio — y así se regula — como si fuesen aguas internacionales en la Tierra.