Michael Pollan se ha convertido en una de las voces más calificadas y divertidas en la literatura sobre comida y nutrición, un food critic que es realmente un filósofo. Ha escrito un par de libros que no sólo contienen excelente información, sino que son también una delicia para leer (por la prosa y también por la evocación que hace de la comida). Pollan es un exquisito, pero sintoniza la preocupación de nuestra era: un exquisito con conciencia ecológica y en el cual el placer no entra en conflicto con la salud.
Entre sus muchos escritos, como The Onmivore’s Dilemma y sus artículos del New York Times, Pollan ha acuñado diversas frases que sintetizan en pocas palabras cierta esencia para navegar la industria alimentaria de nuestros días. Una de las más populares es la que lleva de título este artículo: Si viene de una planta cómelo, si fue hecho en una planta no lo comas. Los supermercados hoy en día son laberintos de innumerables ofertas que nos seducen con lustrosos alimentos que prometen hacernos felices, a la vez que nos llenan de culpa. Decidir qué comer y qué comida comprar es muy difícil o al menos requiere un gran esfuerzo, si uno se preocupa de la calidad de su alimentación. Dicho eso, Pollan lo reduce, en amor vegetal, a que simplemente comamos comida que viene de las plantas pero no aquella que ha sido procesada en una planta o fábrica.
Para algunos esto puede ser un reduccionismo, pero en una era extremadamente complicada y quizás exageradamente compleja, Pollan hace las cosas más sencillas y con gusto. Adicionalmente nos dice: «No comas nada que tu abuela no reconocería como comida», y es que la mayoría de los alimentos procesados que vemos en el supermercado oscilan en una tenue linea entre ser comida y ser otra cosa, una especie «frankenfood», híbridos de la naturaleza cuyos efectos secundarios son difíciles de medir. Para los despistados, advierte: «debes evitar productos que hagan afirmaciones sobre salud. ¿Por qué? Porque una afirmación sobre sus beneficios saludables en un alimento es un fuerte indicador de que no es realmente comida».
Consciente del importante factor de nuestra microbiota (el ecosistema de bacterias que viven mayormente en nuestro intestino), Pollan enfatiza la importancia de las fibras vegetales que alimentan a estos microorganismos. Reconoce también la gran cadena o madeja de interconexión biológica y dice: «eres lo que come lo que comes». Y con gran ironía critica a nuestra civilización que «ha conseguido un increíble logro: desarrollar la dieta que nos enferma a todos».
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Sí, pero en una sociedad cada vez más urbanita, el acceso a productos poco, o nada, elaborados resulta sumamente difícil. Así como estar seguros 100 % de la procedencia de lo que adquirimos.
No obstante es bien cierto que una alimentación lo más natural posible resulta mucho más saludable. Pero tampoco conviene obsesionarse. Simplemente aplicando un poco de sentido común se puede lograr una alimentación adecuada y sana.