En el corazón como en el metro: para permitir que un nuevo amor habite en nuestro interior es necesario quedar libre de cargas, miedos y amarguras con el fin de avanzar con plenitud en esa relación actual. Los amores del ayer no deben hacernos cautivos hasta el punto de cerrar las puertas de nuestro corazón. Porque del amor se aprende, se madura y se crece.
Todos nosotros disponemos de esa “mochila” de experiencias afectivas que nos determina de un modo u otro. Las relaciones, como los huesos, se rompen y sabemos que, en ocasiones, quedamos muy heridos por esos fracasos que llegan a dejar auténticas cicatrices en el alma.
Todo ello puede tener fuertes repercusiones más adelante y por ello, antes de iniciar nuevas relaciones, siempre es recomendable pasar un tiempo prudencial en soledad, para “reconstruirnos”.
Antes de abrir de nuevo las puertas de mi corazón, tengo que dejar ir muchas cosas, sanar mis heridas, secar mis lágrimas y habitar durante un tiempo en los recovecos mi soledad…
A menudo suele decirse aquello de que los “ex”, cuanto más lejos estén mucho mejor. Ahora bien,más que distancia física lo que deberíamos practicar es la integración y el desprendimiento emocional. Se trataría ante todo de aceptar lo ocurrido y asumir el aprendizaje obtenido de ello para después cortar el vínculo del sufrimiento y, por su puesto, sanarlo.
Te invitamos a reflexionar sobre ello.
Ese lugar del corazón donde habitan aún nuestras exparejas
La mente humana no dispone de un interruptor mágico con el que podamos enviar a la “papelera de reciclaje” toda experiencia traumática o negativa. Si esto no ocurre así es por una razón: porque el ser humano necesita aprender, adquirir experiencia para adaptarse mucho mejor a su entorno y con aquellos con los que convive.
En la actualidad, en esta era de las redes sociales y la tecnología, todos sabemos que las relaciones no tienen por qué ser para siempre, sabemos también que de amor no se muere, que ser “single” puede ser algo magnífico pero que, sin embargo, seguimos siendo unos románticos empedernidos. Porque el corazón no siempre atiende a razones y cuando menos lo esperamos, alguien lo atraviesa con tanta fuerza que quedamos sin aliento… Y otra vez enamorados.
En el corazón o mejor dicho, en ese rincón habitado por nuestra memoria emocional del cerebro, conviven -lo queramos o no- con todas y cada una de nuestras relaciones anteriores de forma más o menos intensa. En caso de haber sido traumáticas o no satisfactorias, pueden afectar directamente a nuestra autoimagen como pareja y, también, a la otra persona. Toda carga emocional o fracaso no gestionado de forma adecuada afecta a nuestra “salud” afectiva y relacional.
Abre las puertas de tu corazón y, simplemente… Deja ir
Las relaciones más sanas y felices son aquellas que construyen el presente con madurez habiendo aceptado previamente los pasados individuales. En una relación solo caben dos personas pero si añadimos las sombras dejadas por las relaciones anteriores, entonces ya somos multitud. Es necesario dejar ir.
El hecho de que ya no veamos ni hablemos con nuestras parejas no significa que los/las hayamos olvidado. Su recuerdo sigue presente, pero ya no duele, ya no afecta… Es una libertad que cuesta alcanzar pero que se consigue.
Algo en lo que coinciden muchos psicólogos de pareja es que el problema esencial está en que nadie nos educa para entablar relaciones de pareja sanas y asertivas, la mayoría de nosotros nos limitamos a reproducir patrones aprendidos.
Nadie nos explica cómo pasar página ante un fracaso emocional, o como olvidar esa decepción, esa traición. La mayoría de nosotros, vamos a “tientas” en este mundo extraño y complejo de las relaciones afectivas.
Claves para “dejar ir” las relaciones pasadas
El odio es una emoción tan intensa como el amor, por lo tanto, no nos va a servir de nada alimentar emociones negativas como por ejemplo, la rabia. Aún más, tampoco resulta muy útil llevar a cabo la famosa estrategia de “no sentir para no sufrir“, es decir, cerrar la puerta de nuestro corazón para evitar ser heridos de nuevo.
- Quien decide no volver amar, en realidad, sigue aferrado al dolor del ayer. Sigue prisionero de quien le hizo daño, y este tipo de esclavitud no es sana ni lógica. Es necesario “dejar de aferrarnos” a determinadas cosas, a determinadas personas y también a esas emociones negativas. Un tiempo de soledad nos vendrá muy bien para cerrar estos círculos, para sanar ausencias y reencontrarnos.
- Una expareja solo debe estar presente en un plano, en el pasado. Todo lo que se contiene en el ayer debe tener una clara funcionalidad y finalidad: ayudarnos a avanzar de forma más sabia, cauta y a su vez más libre. Porque el conocimiento adquirido es poder, y ahora solo nos falta “desactivar” el vínculo emocional.
- Uno de los problemas que existen a día de hoy es que uno puede dejar a su pareja, pero en las redes sociales, su presencia sigue sigue vigente y activa. Lo más recomendable en estos casos – y esto es algo muy particular que cada uno debe valorar– sería sin duda “eliminar” a las exparejas de los planos virtuales.
Para concluir, hemos de tener claro que a la hora de iniciar una nueva relación, es común enfrentamos a nuestras parejas afectivas del pasado y a su vez, a las de nuestra actual pareja. Si no lo gestionamos bien, podemos llegar a ser demasiados.
Es necesario aceptarnos el uno al otro con nuestras cicatrices y con nuestros pasados, porque lo que somos ahora es también resultado de nuestra experiencia. No obstante, hay que afrontar el presente como lo que es, algo nuevo, incierto y maravilloso. Algo que merece la pena vivirse con la ilusión de un niño pero con la experiencia de un adulto.
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