Pablo Rego.
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El desafío del presente: aplicar sabiduría ancestral en el mundo moderno
Ser espirituales en el mundo contemporáneo viene de la mano de la aceptación e integración de un entorno del que es imposible escapar. Adoptar y aplicar las antiguas filosofías en el mundo moderno es el mayor desafío del despertar de la consciencia para el ser humano contemporáneo.
A partir de las transformaciones que está sufriendo el mundo y las sociedades humanas, en muchas ocasiones se presenta una gran contradicción filosófica que confronta a la realidad desde la que intentamos desarrollar nuestras vidas cotidianas con el conocimiento de unos valores que ha surgido en otro tiempo, en un contexto muy diferente.
Las filosofías que respaldan y contienen las disciplinas antiguas, como el yoga, han sido expresadas en tiempos remotos en los que, si bien el ser humano estaba constituido casi completamente como en el presente, el medioambiente y el estilo de vida eran completamente diferentes.
Las escrituras sagradas a las que nos referimos en muchas oportunidades como los Vedas en la cultura originada en India o en otras, como el taoísmo u otros textos sagrados de la era chamánica del ser humano, fueron escritos en tiempos en los que tanto el mundo exterior como el interior humano se desarrollaban más lentamente, en el que el ejercicio de la contemplación resultaba más natural y accesible.
Dormidos y despiertos hubo siempre. Conscientes y seres que viven en las sombras también. El mundo material fue siempre el desafío del ser humano en la experiencia de tercera dimensión. Pero, en la época en la que hubo tiempo de contemplar hasta el punto de crear grandes sistemas filosóficos, lo permanente e impermanente se observaba más claramente; el tiempo de la observación era acompañado por la lentitud y la baja intensidad de la vida cotidiana. Muchos textos que hoy podemos leer en unos pocos días eran compuestos durante varias generaciones.
Por ello es que aquellos textos gozan de una gran vigencia y muchos de los valores acuñados en aquel entonces siguen hoy intactos y no han sido modificados. El ser humano fue hacia la inmediatez y difícilmente, en la actualidad, podría ser construido el devenir de una idea que se continuara de manera natural hasta ser expresada tan perfectamente como antaño.
El desafío
Dados estos cambios en el entorno humano, con dos o tres mil años de distancia entre los sabios del pasado y los seres que se abren a la consciencia en este tiempo, dada la falta de nuevos paradigmas y sistemas filosóficos tan potentes y únicos como los expresados en la antigüedad, existe un retorno a aquellas ideas que intentamos aplicar a la vida que nos toca concretar en el presente.
Y es en la aplicación de los viejos valores que nos encontramos hoy con uno de los mayores desafíos.
La percepción del tiempo ha cambiado completamente. Aislarnos del mundo o de algún sistema social es, sino imposible, casi imposible. Desapegarnos completamente de lo material es tan dificultoso como pretender desconocer millones y millones de datos que nos llegan desde las más diversas fuentes, tangibles e intangibles.
Por ello es que a la ya dificultosa tarea de aplicar los valores trascendentes de nuestros ancestros, en la actualidad, se suma la tarea de incorporar indefectiblemente una porción del mundo material e intentar sutilizar parte de la materia para elevarnos espiritualmente con ella, como si fuera un apéndice de nuestro cuerpo.
Antes, estaba claro que apartarse del mundo material era un camino certero hacia el desarrollo espiritual. Hoy, la manera contemporánea de relacionarnos con la tercera dimensión, implica soltar lo justo y utilizar lo necesario, no dejarnos arrastrar por las cosas, pero utilizar algunas para desarrollarnos.
Los sistemas imperantes en el mundo actual nos empujan a mantener ciertos mínimos de relación con actividades materialistas que debemos aprender a elevar a la categoría de espirituales.
Los “trabajos”, oficios o empleos deben formar parte de nuestro mundo espiritual. La aplicación de los conocimientos antiguos debe ser adaptada al mundo moderno. La práctica del yoga, la meditación o cualquier otra actividad relacionada con el desarrollo de la consciencia, deben coexistir en armonía con nuestras necesarias actividades cotidianas.
El desafío está en el equilibrio. Los despiertos, los inquietos de la consciencia, los nuevos sabios forman parte del mundo con todo lo que ello implica hoy. Ésta es la mayor dificultad a trascender en este tiempo ya que la opción de aislarnos es cada vez menos probable y la sutilización de nuestro ser, su elevación espiritual, viene aparejada con la relación que tengamos con el mundo material que nos rodea.
Pablo Rego