La investigadora argentina y actual vocera del observatorio LIGO, explica la nueva dimensión de la astronomía que se abre a partir del descubrimiento de las ondas gravitacionales, 100 años después de la predicción de Einstein.
El rol de los observatorios argentinos.
¿Cómo ver sin luz?
En la vida y en la ciencia, la capacidad de observación depende de las distintas manifestaciones de la luz.
Su falta, curiosamente, permitió en el campo de la astronomía dar un paso más en el estudio del universo: desde febrero pasado, la detección de ondas gravitacionales abrió una perspectiva totalmente nueva.
Y es que esas ondas poseen información relacionada con el movimiento de los objetos en el cosmos, lo que permite observar su historia muy atrás en el tiempo.
Dado que las ondas gravitacionales no se absorben o reflejan en la materia, se puede decir que la astronomía encontró una manera de ver los fenómenos celestes con nuevos ojos.
“La ventaja de usar ondas gravitacionales en lugar de luz nos sirve para estudiar agujeros negros, que no emiten luz.
Con ellas se los puede investigar con mucho más detalle y el objetivo es ese: hacer un nuevo tipo de astronomía”, afirma la investigadora Gabriela González, decidida y entusiasmada, desde los Estados Unidos.
En esa labor están involucrados astrónomos argentinos.
Así, el proyecto Transient Optical Robotic Observatory of the South (TOROS, por sus siglas en inglés), cuenta con una inversión de 600.000 dólares por parte del Ministerio de Ciencia, que permitió instalar un observatorio óptico robotizado en Cerro Macón, Salta, a 4.650 metros de altura.
Desde allí se está dando seguimiento de alarmas de ondas gravitacionales comunicadas por los detectores de radiación gravitacional avanzados al Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory (LIGO, por sus siglas en inglés) y AdVIRGO, proyecto asociado.
“En Argentina la colaboración con el proyecto TOROS, está apoyada de manera excelente por el Ministerio de Ciencia”, confirma la investigadora.
Actualmente, González encabeza la vocería de LIGO, que implica además la coordinación de un extenso grupo de trabajo.
Al respecto, opina que ha sido su formación en Argentina la que la preparó para este tipo de actividades:
“Cursé en la universidad pública durante los primeros años de democracia, en un época en donde volvían a organizarse los centros de estudiantes.
Tratábamos de encontrar objetivos comunes y todas esas discusiones me educaron y enriquecieron para saber discutir, para saber trabajar en equipo.
Hoy puedo decir que estoy muy orgullosa de ser argentina y de estar liderando este proyecto en este momento”.
Un censo de agujeros negros
Formada en la Universidad Nacional de Córdoba y actual profesora en el departamento de física y astronomía de Louisiana State University, González dedicó años de trabajo dentro de LIGO para arribar a este descubrimiento:
“Pensábamos que iba a suceder más adelante.
Era algo en lo que veníamos trabajando desde hacía muchos años y para lo que estábamos preparados”, cuenta.
Pese a ello, el caudal de datos relevado en tan solo cuatro meses no deja de sorprenderla y la anima a proyectar un censo de agujeros negros.
“Hemos detectado dos sistemas de agujeros negros uniéndose en uno solo, así que ya tenemos información acerca de las masas de seis de ellos.
Eso es mucha información”, apunta.
Los agujeros negros que investiga LIGO no son tan viejos como el universo –que tiene alrededor de 14.000 millones de años de edad– porque se formaron hace unos 1.000 millones de años.
Es por eso que la investigación con ondas gravitacionales es parte de un proceso cuya aplicación práctica depende del perfeccionamiento en las técnicas de detección que impulsa esta colaboración científica, que involucra a más de 1.000 científicos de todo el mundo.
González explica que la intención es “ver más lejos en distancia, lo que quiere decir ver más lejos en el tiempo.
Tanto con la luz como con las ondas gravitacionales, cuando son detectadas en la Tierra es porque han viajado una gran cantidad de tiempo.
Entonces, sería como estar en una máquina del tiempo, porque estamos mirando al pasado: mientras más lejos miramos más cerca del universo temprano podemos estar”.
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