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Cada 13 de julio en una esquina de los Pirineos tiene lugar una ceremonia que parece de otro tiempo.
Todo transcurre alrededor del mojón fronterizo 262, situado donde hace años se encontraba la Piedra de San Martín y que marcaba el límite entre el valle de Roncal (Navarra, España) y el de Baretous (Bearne, Francia), en el collado de Ernaz.
Hasta allí, a 1.721 metros de altura, llegan los alcaldes de los pueblos roncaleses y baretoneses a cumplir con un compromiso cuyo origen— de acuerdo a los historiadores— «se pierde en la noche de los tiempos».
Los primeros acuden al acto con el atuendo tradicional, compuesto por sombrero, capote negro y calzón corto, y los segundos vestidos de domingo y con la banda tricolor francesa cruzada en el pecho, y acompañados de ganado.
La ceremonia empieza al mediodía.
El alcalde de Isaba, presidente del acto, pregunta tres veces a los alcaldes de Baretous —de Aramits, Arette, Lanne, Issor y Féas— si están dispuestos, como en años anteriores, a pagar el tributo de las tres vacas.
Y aquellos responden de forma afirmativa, también en tres ocasiones.
Posteriormente, uno de los alcaldes de Baretous coloca la mano derecha sobre la piedra y uno de Roncal la cubre con la suya.
Los demás representantes hacen lo propio, alternándose.
El último en posar la mano es el alcalde de Isaba, quien pronuncia las siguientes palabras:
«Pax avant, pax avant, pax avant» (Paz en adelante).
Los del valle vecino responden con las mismas palabras, y acto seguido un veterinario de Isaba procede al reconocimiento de las vacas.
Éstas deben tener dos años, el mismo pelaje y cornaje, y estar libres de tachas y heridas.
Una vez escogidas las tres que se darán en tributo, se entregan dos a la villa de Isaba y la otra, por turno de años, a Urzainqui, Uztároz y Garde.
Para finalizar el trato, el secretario del valle levanta acta y el compromiso queda firmado hasta el año siguiente.
En la actualidad las vacas vuelven a su territorio de origen y el tributo se paga con el equivalente a su valor en el mercado.
«En el siglo XXI se ha sustituido a las vacas por un cheque», cuenta el historiador navarro Fernando Hualde a BBC Mundo.
Pero aunque se haya modernizado en ese sentido, la ceremonia se mantiene prácticamente fiel a como se describe en la primera referencia documental que se tiene de ella.
Se trata de una sentencia arbitral de 1375, una resolución cuyo objetivo era pacificar dos valles en conflicto, «pero en su primera línea desvela que el tributo es antiquísimo, que ha existido siempre«, explica Hualde.
Por ello, aunque el libro Guinness de los récords recoja el tratado anglo-portugués de 1373, firmado por el rey Eduardo III de Inglaterra y los reyes Fernando I y Leonor de Portugal, los expertos consideran más antiguo el navarro-francés.
«De hecho, podría ser el tratado en vigor más antiguo del mundo, porque de momento no se conoce ninguno anterior a éste», dice Hualde.
«Aunque para afirmar eso habrá que hacer un estudio más a fondo, por lo que por prudencia decimos que es el tratado en vigor más antiguo de Europa«.
«De carácter perpetuo»
Según algunos expertos, el tratado se creó para dar fin a unas disputas entre pastores roncaleses y baretoneses, quienes no se ponían de acuerdo a cuáles rebaños correspondía disfrutar de los pastos y las aguas de la zona.
De acuerdo a estos, al final, el alcalde de Ansó (Huesca, España), nombrado árbitro de la contienda, firmó la sentencia que fijaba los derechos de cada valle e imponía a los baretoneses el pago anual de las tres vacas.
Sin embargo, para Hualde aquél fue un momento de crisis de un acuerdo que llevaba muchos años ya en vigor.
Según el historiador, el pago del tributo se remonta a la invasión de los címbrios —una invasión protogermánica—, ocurrida entre los siglos I y II.
«Los címbrios invadieron Europa, llegaron al Pirineo y con ayuda de los baretoneses castigaron a los cuatro pueblos que hoy son beneficiados con el tributo», cuenta.
Así, el tributo es un compromiso adquirido por el valle de Baretous en concepto de pago por la acción de guerra, «y de carácter perpetuo».
«Si hubiera sido un tributo por el uso de los pastos y las aguas, se hubiera dejado atrás una vez terminado esa utilización», subraya.
«El valor de la palabra»
El experto hace, además, referencia a otros momentos de crisis, como en el siglo XIX, «cuando el gobierno de Francia se dio cuenta que llevaba décadas pagando a unos pueblos de España».
Pero a pesar de la presión estatal, las autoridades de Baretous mostraron la voluntad de seguir con el tributo, asegura Hualde.
«Es la muestra de que en el Pirineo el valor de la palabra es muy fuerte«.
Y otro rasgo de la región es el sentido de convivencia, insiste el experto.
«El Pirineo no nos separa, sino que nos une. Es un espacio de convivencia conjunta que está por encima de la denominación de dos regiones o naciones», dice.
Por ello, el tributo de las tres vacas es un día de hermandad.
«Es un día de fiesta conjunta, en la que un valle lleva parte de la comida y el otro valle la otra parte», cuenta.
«Lo que tratamos de transmitir es que en estos tiempos de guerra la paz es posible», dice.
«Para ello basta la voluntad, la mano y la palabra».