La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que uno de cada tres habitantes del planeta carece de acceso en condiciones apropiadas a los medicamentos que necesitan. Hasta ahora esta realidad era casi exclusiva de los países empobrecidos o de aquellos con sistemas de salud precarios. Sin embargo, los elevados precios de algunos tratamientos impuestos por algunas compañías farmacéuticas empiezan a afectar también a pacientes de los estados más ricos: el aldabonazo lo dio la hepatitis C. Pero el proceso se está reproduciendo ahora en la lucha contra el cáncer.
El caso de la célebre cura contra el virus de la hepatitis C sofosbuvir y su marca comercial Sovaldi (del laboratorio Gilead), obligó a países desarrollados, como los europeos o EEUU, a «enfrentar la decisión de ver a quién se trata y a quién no«, explica a eldiario.es Elena Villanueva, Coordinadora de Análisis y Desarrollo del Instituto de Salud Global.
Terapias oncológicas
Sin embargo, este solo ha sido el germen de un problema mayor de accesibilidad a los medicamentos por su elevado coste. Según Villanueva, «el siguiente caso será sin duda el precio de los tratamientos de cáncer. Ya se ha visto un crecimiento exponencial del precio y es algo que está a la vuelta de la esquina». Una afirmación que ha sido refrendada por el presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica, Miguel Martín Jiménez, quien aseguró en El País que «en poco tiempo no vamos a poder pagar los tratamientos contra el cáncer».
Así lo señalan también dos estudios recientes publicados en sendas revistas científicas, según los cuales se ha producido un «aumento sin precedentes» en esas terapias. En el primero, publicado el pasado mes de abril en la revista de oncología de la Asociación Médica Estadounidense, se analizó la evolución del precio de 32 medicamentos contra el cáncer y se encontró que el valor medio pagado por las aseguradoras y los pacientes por un nuevo medicamento pasó de 1.800 euros en el año 2000 a más de 10.000 en 2014.
El problema afecta sobre todo a los tratamientos personalizados, que son aquellos más costosos y complejos, tal y como señaló otro estudio publicado el pasado mes de mayo en la revista Health Affairs. Hasta ahora muchos de estos productos tenían un precio de salida alto, precisamente debido a las pequeñas poblaciones de pacientes a las que iba dirigido. El razonamiento es que cuanto menor sea el número de pacientes, mayor debe ser el precio de salida para recuperar los costes de desarrollo.
Pero la lógica indica que una vez en el mercado, los nuevos avances y el aumento en el número de pacientes deberían hacer que el precio disminuyera. Sin embargo, «se está viendo que no está pasando esto y que los precios siguen subiendo hasta alcanzar a valores inasumibles», explica Villanueva.
Los autores de este estudio concluyen que para reducir los costos de estos medicamentos habría que afrontar un cambio de modelo y «considerar la implementación de políticas que afectan a los precios, no sólo en el momento del lanzamiento, sino también en los años posteriores».
«Un modelo roto»
Pero el problema de los tratamientos anti cáncer es solo el final de un largo camino. Uno de los primeros escándalos internacionales se produjo por el elevado precio de los tratamientos contra el sida, que los hacía inasumibles en el África subsahariana y que dio lugar a la Declaración relativa al Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio y la Salud Pública en el año 2001.
Para los científicos del Instituto de Salud Global (ISG), que han realizado una serie de informes en los que se analiza el modelo farmacéutico y los problemas accesibilidad que ha generado, esta declaración fue «un paso adelante en la batalla por el acceso a medicamentos esenciales», ya que se cuestionaba la preeminencia absoluta del interés comercial sobre el interés de los pacientes y permitía la creación de genéricos en zonas especialmente vulnerables.
Sin embargo, este acuerdo resultó «insuficiente» a juicio de los investigadores, ya que dejaba la puerta abierta a nuevos casos de lo que ellos llaman abusos por parte de la industria farmacéutica. Y señalan a la hepatitis C y el Sovaldi como «símbolo de todo lo que no funciona correctamente en el modelo global de innovación farmacéutica y acceso a medicamentos esenciales”, según aparece enuno de los informes.
Sobre ese sistema, indican que ha derivado en «un modelo roto en el que los intereses comerciales priman por encima de cualquier otro» y aseguran que «hay algo profundamente equivocado en un sistema […] que permite morir a millones de personas cuando el tratamiento que les salvaría la vida puede ser desarrollado, producido y comercializado a un precio que permita cubrir los costes de producción, incluyendo la I+D y un beneficio no abusivo».
Recobrar el control sobre los medicamentos
Al igual que las conclusiones de los estudios anteriores, para los científicos del ISG la solución no puede pasar por dejar la investigación en nuevos medicamentos exclusivamente en manos de la iniciativa privada. «Necesitamos recobrar el control sobre algo tan importante como son los medicamentos, para que ningún gobierno se vea en la situación de tener que decidir a quien se trata y a quien no, dejando morir a unos por encima de otros», explica Villanueva.
Para ello proponen un sistema de incentivos que permita mantener la contribución del sector privado, al tiempo que se garantice el interés público a través de leyes que impidan el abuso de poder y recursos públicos que extiendan la innovación a las enfermedades menos rentables.
«Sería un modelo a base de premios de forma que quien desarrolle un tratamiento o un avance contra una enfermedad en concreto se le pagará una cantidad», explica Villanueva. Según esta investigadora, se debe crear un sistema mediante el cual «el gobierno tenga el control de a cuánto se va a vender el medicamento y durante cuánto tiempo», ya que «a largo plazo será la única manera de asegurar la accesibilidad».