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“Una viuda muy trabajadora tenía a su cargo unas jóvenes criadas a las que levantaba todos los días a la hora del canto del gallo para que comenzaran a trabajar.
Las jóvenes, cansadas de la rutina y de aquel ritmo de trabajo, decidieron matar al gallo para que la viuda no las levantara tan temprano, pues pensaban que madrugar era la causa de sus males.
Sin embargo, después de su vil acción, se dieron cuenta de que solo habían agravado su mal pues a partir de aquel momento la viuda comenzó a levantarlas al oir al panadero empezar su jornada, incluso más temprano que el canto del gallo”.
Esta sencilla fábula nos brinda una valiosa enseñanza: la causa de los problemas no siempre es la primera que cruza por nuestra mente, es mejor pensar concienzudamente y no actuar precipitadamente ya que podríamos agravar la dificultad en vez de solucionarla.
Los sesgos cognitivos que nos impiden encontrar la verdadera causa de los problemas
Si pudiéramos encontrar fácilmente la verdadera causa de nuestros problemas, nos resultaría mucho más fácil resolverlos y no nos estresaríamos tanto. De hecho, cuando nos planteamos las preguntas correctas, ya estamos a mitad del camino para encontrar la solución. El problema es que no funcionamos con la misma lógica que un ordenador y a menudo somos víctima de sesgos cognitivos que limitan nuestra visión.
– Percepción selectiva. No vemos el mundo como es, sino como somos. Esto significa que nuestras ilusiones, esperanzas y expectativas influyen en el significado que le atribuimos a las situaciones. Como resultado, obviamos una parte de la realidad y nos concentramos en aquella que nos resulta más cómoda. El problema es que de esta manera no logramos formarnos un cuadro completo de la situación y no podemos tener una visión objetiva que nos acerque a la solución.
– Sesgo de confirmación. Se trata de una tendencia a favorecer la información que confirme nuestras propias hipótesis e ideas, sin importar si esa información es verdadera. Al fijarnos solo en lo que confirma nuestras creencias, no se genera una disonancia cognitiva, por lo que no nos vemos obligados a replantearnos nuestra postura. Por eso, a veces solo vemos lo que queremos ver.
– Negación de la probabilidad. Nos resulta más difícil tomar decisiones cuando no tenemos certezas. Por eso, tenemos la tendencia a rechazar por completo cualquier probabilidad cuando esta genera aún más incertidumbre, aunque pueda tratarse de una buena opción. En práctica, preferimos tomar decisiones cuyas consecuencias podamos prever, antes que elegir un camino incierto o desconocido.
– Sesgo de la responsabilidad externa. Se trata de la tendencia a evadir nuestra responsabilidad y buscar culpables fuera de nosotros, así aliviamos el estrés que pueden generar algunas decisiones. Este sesgo también se refiere a nuestra tendencia a dejar que los demás decidan por nosotros, para no tener que asumir las consecuencias de nuestros actos. De esta forma, no escudriñamos en lo que realmente deseamos o en cuál sería la mejor solución, sino que nos dejamos llevar por las decisiones y criterios de los demás.
¿Cómo descubrir la causa de los problemas?
La mente humana es muy compleja, a menudo nuestras emociones, creencias y expectativas nos juegan malas pasadas y nos impiden ver la verdadera causa del problema, que en muchas ocasiones se encuentra dentro de nosotros mismos. De hecho, algunos problemas dejarían de ser tan agobiantes si tan solo fuésemos capaces de cambiar nuestra perspectiva de la situación o pudiésemos ver con claridad su causa.
1. Tómate el tiempo que necesites. Se dice que el tiempo pone todo en su lugar, de hecho, es un poderoso aliado que nos ayuda a ver las cosas con perspectiva. Por eso, ante un problema, es mejor no precipitarse y dejar que las emociones se asienten. Así podremos vislumbrar con mayor claridad cuál es la causa y qué camino es el más adecuado. Además, durante ese tiempo el inconsciente seguirá trabajando y puede llegar a desvelarnos cosas muy interesantes sobre nosotros mismos, aunque sea a través de los sueños. De hecho, esa es la razón por la cual cuando tenemos un problema, también sufrimos más pesadillas, muchas de las cuales son mensajes en clave del inconsciente.
2. Concientiza tus emociones. No es necesario deshacerse de las emociones e ilusiones a la hora de analizar un problema o tomar decisiones. De hecho, estas pueden ser muy útiles e inclinan positivamente la balanza hacia aquello que nos hace sentir mejor. Sin embargo, es importante que seamos consciente de su influencia, que comprendamos hasta qué punto inciden en nuestro juicio.
3. Descubre a qué le temes. Detrás de cada problema que nos agobia casi siempre se agazapa un temor. Cuando algo nos quita el sueño es porque genera miedo, y el miedo no es un buen consejero a la hora de buscar causas o tomar decisiones. De hecho, cuando el miedo es muy grande incluso podemos resistirnos a reconocerlo, por lo que la causa del problema permanecerá en la sombra, oculta a nuestra conciencia. Es un mecanismo de defensa con el cual nos protegemos pero que, a la larga, provoca más daño que bien. Por eso, para buscar las causas de un problema, a menudo debemos emprender un viaje de descubrimiento personal. Curiosamente, en el mismo momento en que somos conscientes de ese temor, comenzamos a liberarnos de su influjo.
4. Simplifica. Albert Einstein afirmó: “cualquier tonto puede complicar las cosas; hace falta un genio para simplificarlas”. Cuando tenemos un problema, nuestra tendencia es complicarlo aún más, tenemos un don excepcional para el dramatismo y el catastrofismo. Sin embargo, para encontrar la solución y la causa del problema debemos simplificar lo máximo posible. De hecho, deberíamos convertirnos en una especie de jardinero, que va separando poco a poco todas las ramas que impiden ver el tronco. En ese proceso, es importante ser conscientes de que la mayoría de los problemas no tienen una única causa, siempre inciden varios factores. Sin embargo, la clave para solucionarlo consiste en centrarse en la causa principal.
5. Ábrete a las posibilidades. Los problemas suelen ofuscarnos, haciéndonos creer que solo existe una vía posible. Sin embargo, si nos abrimos a las oportunidades descubriremos que existen diferentes caminos, algunos incluso pueden ayudarnos a salir de la zona de confort y crecer como persona. Por tanto, ante un problema, es importante valorar todas las causas y soluciones posibles, aunque al inicio puedan parecernos descabelladas. Una buena estrategia consiste en ponernos durante algunos minutos en el lugar de otras personas y preguntarnos qué pensarían y cómo actuarían, así nos resultará más fácil abrir nuestra mente.