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“El discípulo de una enseñanza espiritual debe evitar las trampas de la vanidad, así como las de una falsa humildad que es, en realidad, otra forma de vanidad.
El verdadero espiritualista se manifiesta siempre con naturalidad, con sencillez.
No tiene que llamar la atención con un comportamiento especial y unos aires misteriosos o inspirados.
Diréis: «Pero, entonces, ¿no debemos mostrar en qué sentido trabajamos?» No, justamente no, porque no hay nada que mostrar.
En aquél que trata de adquirir las verdaderas riquezas espirituales, estas riquezas acabarán revelándose.
Puesto que ha emprendido un trabajo sobre sí mismo, poco a poco los rasgos de su cara, su porte, sus gestos, se expresarán en su favor.
Siempre habrá ocasiones para que se manifiesten sus cualidades y los demás las notarán sin que él tenga que hacer nada para resaltarlas.
Que deje que hable su trabajo interior: aunque no se dé cuenta, este trabajo dará testimonio de él.”
Omraam Mikhaël Aïvanhov.